AD (México)

EL CASTILLO SECRETO

Esta residencia francesa, remodelada por Didier Benderli, re leja su belleza de antaño con un giro contemporá­neo.

- INTERIORIS­MO KERYLOS INTÉRIEURS • POR KARINE MONIÉ • FOTOGRAFÍA DIDIER DELMAS

Esta residencia francesa refleja su belleza de antaño con un giro contemporá­neo.

vVivir en un castillo es un privilegio que pocas personas tienen. Para los dueños de éste, forma parte de la tradición familiar. La ubicación de esta propiedad de mil 200 metros cuadrados —que incluye establos, casitas adicionale­s, una pool house y una alberca— es secreta para respetar la privacidad de los moradores.

El edificio, que data del siglo XVI, y las dos alas, añadidas en el siglo XIX, fueron restaurado­s con respeto por el pasado. Didier Benderli, líder del despacho Kerylos Intérieurs, trabajó siete años en este proyecto con el objetivo de preservar los numerosos elementos arquitectó­nicos históricos.

“Cuando es posible, trato de no esconder el potencial que el espacio me da”, expresó Benderli. El arquitecto de interiores sabe cómo jugar con las formas y combinar diferentes estilos, colores y materiales de manera sorprenden­te. Antiguos detalles como la carpinterí­a fueron preservado­s. El parquet y las chimeneas de origen fueron reemplazad­os por elementos de los siglos XVII y XVIII para recrear la identidad del castillo. Algunos espacios deteriorad­os fueron rediseñado­s, como la cocina, en donde hay una pileta de mármol de Calacatta, un horno de La Cornue y piezas de madera de nogal.

En vez de conservar el mobiliario del siglo XVIII, los dueños actuales (que son de la segunda generación de la familia) trabajaron mano a mano con Didier Benderli para encontrar el rincón perfecto para cada mueble y objeto de su colección del siglo XX, que consta de piezas compradas en mercados de pulgas, casas de subastas, tiendas de antigüedad­es y galerías de arte.

En la entrada, el suelo ajedrezado y las paredes coloridas con motivos clásicos son la tela de fondo perfecta para los espejos italianos de los años 80, una credenza de 1957, un banco de madera de George Nakashima, una lámpara escultural de Philippe Anthonioz, un sillón Egg de Arne Jacobsen, un par de sillas AX de Peter Hvidt, lámparas de pared de Ignazio Gardella y una luminaria de pie de Alvar Aalto.

Cada área tiene su propia identidad y, al mismo tiempo, todas crean un diálogo entre la arquitectu­ra, el mobiliario y el arte, revisitand­o el estilo clásico a través de una mezcla sutil y armoniosa entre lo antiguo y lo nuevo.

En la sala, la madera fue pintada de gris para resaltar el diseño. Un sofá de Carlo de Carli con curvas orgánicas y un sillón de Franco Albini (los dos azules) se complement­an con la coffee table Goutte d’eau de Ado Chale, una credenza de Jean Prouvé, una lámpara de pie de Böhlmarks, un sofá naranja de Finn Juhl y estantería­s de madera de Gio Ponti, entre muchas otras piezas excepciona­les de Italia y de Escandinav­ia.

Además, valiosas obras de arte adornan todo el castillo. Pinturas coloridas de Gaston Chaissac en la sala y la biblioteca; fotografía­s de Valérie Belin y Patrick Faigenbaum en el comedor verde con detalles dorados; una obra de Pieter Schoolwert­h en la sala del piano, y un díptico de Lu Chao en uno de los dormitorio­s conforman la amplia colección de los propietari­os y contribuye­n a destacar el espíritu de origen de la propiedad con toques modernos.

“Me fascina la Villa Kerylos en el sur de Francia. Nada fue dejado al azar; cada detalle está en su lugar y el resultado se acerca a la perfección”, dijo Benderli. Al parecer, el interioris­ta encontró cómo aplicar los mismos principios en este castillo.

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