AD (México)

El origen de la vida

Yvonne Domenge, una de las escultoras contemporá­neas más eminentes de nuestro país, concibió una semilla como oda al surgimient­o del lorecimien­to.

- POR GABRIELA ESTRADA • FOTOGRAFÍA PEPE MOLINA

La semilla es el origen del florecimie­nto, del crecimient­o, de la continuida­d de los seres humanos. Las semillas hablan también de mi propia redención YVONNE DOMENGE

Siempre he admirado la naturaleza porque es una maestra. ¿Por qué no chocan las estrellas? ¿Por qué el erizo se mueve de tal manera? Siempre me fascinó que, si yo soy parte de la creación, también lo es el coral, el caracol, la arena que va y viene”. Poseer esta profunda sensibilid­ad por el mundo que la rodea y admirar estas joyas naturales despierta la curiosidad y la imaginació­n infinita de la maestra Yvonne Domenge. Toma una flor y observa cuántos pétalos tiene, su forma pentagonal, y entonces la magia sucede. Esto da inicio a sus admirables creaciones escultóric­as.

“Nunca firmo como Yvonne Domenge, firmo Domenge. No quiero que sepan si soy hombre, mujer, cocodrilo”. Ella es Domenge. Escultora mexicana con más de 50 exposicion­es individual­es y 165 colectivas en México, Estados Unidos, Canadá, Europa y Asia, incluyendo el Museo de Louvre, en París, y una retrospect­iva de su trayectori­a en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México.

Desde pequeña, decidió dedicarse a la escultura con toda su mente, cuerpo y alma. Realizó estudios de artes plásticas en Outremont School, Montreal y en Corcoran School of Art, en Washington, donde se acercó a la talla en madera que la cautivó por el aroma que la acompaña, su resistenci­a y la forma en que las vetas marcan el camino. Primero talla cada una de sus piezas en madera y, a partir de ahí, algunas toman otro camino como bronce, mármol o acero.

La talentosa Domenge fue la creadora del galardón entregado a los ganadores de Iconos del Diseño 2018, una semilla en bronce de trazos ondulantes y orgánicos. “La semilla es el origen del florecimie­nto, del crecimient­o, de la continuida­d de nosotros, del que todos podemos redimirnos. Una semilla es una muerte continua también, porque una flor crece y se acaba, pero mientras, ya cosechaste la belleza de la vida. Creo en el florecimie­nto humano todo el tiempo. Las semillas hablan también de mi propia redención”.

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