Acantilados espectaculares, playas blancas, vegetación exuberante y arquitectura emocional.
Acantilados espectaculares, playas blancas, vegetación exuberante y una arquitectura emocional hacen de Careyes un sitio con alma labrado a mano.
Un paraíso en la Tierra. Quien ha visitado Costa Careyes sabe que este idílico destino jalisciense se acerca bastante bien a esta descripción. No sólo se trata de la imponente belleza natural que caracteriza cada una de sus playas casi vírgenes, de sus espectaculares acantilados, de sus manglares tropicales y de su exuberante selva, también de su comunidad bohemia y artística, de su exclusiva privacidad y de su fascinante arquitectura, que provoca un sinfín de emociones y sentimientos. Si existe un personaje clave en la historia contemporánea de este mágico territorio, ese es indiscutiblemente el italiano y visionario Gian Franco Brignone. Fue en 1968 cuando su amigo, el ingeniero Luis de Rivera, lo invitó a conocer una de las seis zonas que componen esta majestuosa franja que bordea el Pacífico, entre Manzanillo y Puerto Vallarta, actualmente conocida como Costalegre. Cuando el banquero italiano sobrevoló Costa Careyes en una avioneta, quedó completamente deslumbrado por su mar azul, sus hermosas playas blancas y su frondosa vegetación; por lo que compró 13 kilómetros de playa, y así fue como comenzó a hacerse realidad su sueño.
Brignone, quien nunca fue un banquero común ni ordinario, imaginó un excepcional y ambicioso proyecto para esta cadena de playas y peñascos compuesto por un hotel y, sobre todo, por selectas villas y casas con una estética muy característica.
De esta manera, el incansable italiano convertiría a Careyes en la utopía terrenal que anhelaba disfrutar no sólo en temporadas de descanso, sino posteriormente como residente permanente durante sus años de retiro.
Fueron arquitectos como Alberto Mazzoni, Marco Aldaco, Jean-claude Galibert y Diego Villaseñor quienes mate
Careyes es un deleite gracias al diálogo que hay entre el mar y la arquitectura artesanal.
rializaron las ideas de Brignone para transformarlas en obras rebosantes de color, llenas de mística y simbolismos y, a la vez, con una sencillez rústica y total armonía con la naturaleza de esta costa, dando lugar así a un estilo en sí mismo: la arquitectura emocional de Careyes. Sol de Oriente, Sol de Occidente, Tigre del Mar y Mi Ojo son algunas de las casas que han sido labradas a mano por los maestros de la arquitectura.
Además de los grandes titanes que durante los años 70 y 80 dieron forma a este exclusivo desarrollo residencial y turístico —el cual ha sido salvaguardado por el propio Brignone y sus descendientes para que permanezca lejos de la influencia de las grandes cadenas hoteleras—, han surgido nuevos talentos como Alex Possenbacher, quien ha construido gran parte de su carrera en este sitio, y que merece especial mención.
Hace ya más de 50 años que Gian Franco Brignone se subió a esa avioneta Cessna y se enamoró perdidamente de Careyes a primera vista. Desde entonces, esta paradisíaca costa se ha convertido en un destino de arquitectura artesanal en completa armonía con el entorno y que, gracias a ser resguardado celosamente, mantiene su riqueza natural y su privacidad, permitiendo así que sus visitantes gocen de la serenidad que sólo el cantar de las olas y las espectaculares vistas a las playas del Pacífico pueden regalar.