JUNGALOW CHIC
La biodiversidad de la Riviera Nayarit es alabada en Imanta, un sitio que parece brotar de la Tierra.
Enclavada en la Riviera Nayarit, la historia de Imanta Resorts Punta de Mita comienza con su nombre, que significa “atracción magnética”. Imanta es ese sentimiento espontáneo de quedar cautivado por un sitio, tras sólo unos minutos de experimentarlo.
Aunque parece un objetivo difícil de alcanzar, Juan Mario Sahagún —arquitecto que concibió el hotel boutique— logró despertar esta atracción en los visitantes, desde el momento en que cruzan el gran portal de madera que da acceso a un paraíso playero de 110 hectáreas y más de tres kilómetros de playa.
Para llegar al lobby, hay que cruzar un camino sinuoso en medio de la selva. Este sitio único en la Tierra no recibe con muros, escritorios ni salas de espera, sino con vistas panorámicas al mar, enmarcadas por el azul del cielo y el verde de la vegetación tropical. A partir de este encuentro con la majestuosa naturaleza y sus sonidos, una calma absoluta comienza a invadir mente y cuerpo. La experiencia continúa en las habitaciones, las 10 casas y las dos casonas —con vistas al mar y a la selva, y con piscina privada— esparcidas por la reserva forestal, para lograr privacidad total.
Imanta es una comunidad cuidadosamente planificada y de baja densidad, conformada por casas de lujo ubicadas a un costado de la bahía y distribuidas en decenas de hectáreas; así como por un hotel resort, cuya arquitectura se inspiró en la belleza de la costa del Pacífico y su herencia cultural.
Comprometido con preservar el privilegiado entorno natural, Juan Mario Sahagún trabajó con arquitectos y paisajistas para crear un complejo
ambientalmente sostenible. Además de utilizar piedra de la región, se emplearon materiales naturales como la madera y la palma. Se implementaron también sistemas de tratamiento de agua y techos verdes, para mantener temperaturas confortables y mezclar visualmente lo hecho por el hombre con la naturaleza.
Imanta se ubica en una de las fracciones mejor conservadas de la selva tropical de la región. Por ello, es posible observar una gran variedad de especies animales y vegetales —muchos de ellos endémicos— alrededor de esta encantadora propiedad.
Ya sea a orillas del mar, en la palapa de Tzamaika Ocean Grill; o por la noche, en el comedor de Tukipa, en Imanta se celebra el sabor de los alimentos frescos, locales y sostenibles. Vegetales de sus huertos, pescado capturado cada mañana frente al hotel y frutas de la región conforman la carta. El día no está completo sin admirar el atardecer desde El Observatorio, mientras se disfruta de una cata de agave —con tequila, mezcal y raicilla— acompañada por sales de jamaica, pepita y chapulín, elaboradas en el lugar. La experiencia culmina con la contemplación del acantilado bajo las estrellas. •