El miedo a los castigos de EU quedó en el pasado
● La respuesta a las sanciones estadounidenses contra Irán demuestra que la economía global ya no está dispuesta a obedecer a Washington.
Hace seis años, mientras investigaba al banco británico Standard Chartered Plc por sospechas de que había violado las sanciones estadounidenses contra Irán, el Departamento de Servicios Financieros del Estado de Nueva York hizo público un correo electrónico de un alto directivo a uno de sus homólogos en Nueva York: "Malditos estadounidenses, ¿quiénes son para decirnos a nosotros, el resto del mundo, que no podemos tratar con los iraníes?"
Ese sentimiento ha resonado en las esferas del poder en las últimas semanas, después de que el presidente estadounidense Donald Trump decidiera el 8 de mayo salirse del acuerdo nuclear firmado en 2015 con Irán e imponer sanciones unilaterales, a pesar de que todo indica que el país cumple cabalmente con los términos del pacto establecido durante la administración de Barack Obama. En el segundo año de la administración Trump, el número de sanciones financieras ha alcanzado su mayor nivel tras años de uso creciente.
"La administración actual está algo ebria de poder sancionador. No entienden que la sanción es una herramienta limitada y frágil", afirma Jarrett Blanc, investigador del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, quien fue un destacado funcionario del Departamento de Estado en el gobierno de Obama a cargo de los asuntos nucleares de Irán.
La economía global actual circula a través del sistema financiero estadounidense, que constituye una poderosa fuente de influencia del país en prácticamente todo el mundo. El dólar es una moneda aceptada y empleada en casi cualquier rincón del planeta y Wall Street sigue siendo un centro financiero clave, gracias a ello los líderes estadounidenses influyen en sus amigos y coaccionan a sus rivales. Ese estatus "no es sacramental", dice Blanc. "En cierto punto, podría ser conveniente que gobiernos extranjeros y actores del sector privado esquiven a Nueva York".
Estados Unidos comenzó a redoblar el uso de sanciones después de los atentados del 11 de septiembre, aplicándolas contra sospechosos de terrorismo y sus igualmente dañinos patrocinadores financieros, explica Brian O'Toole, exasesor de la unidad de sanciones del Departamento del Tesoro de Estados Unidos y actualmente investigador del Atlantic Council, un centro de estudios enfocado en temas internacionales. Con el tiempo, Washington utilizó cada vez más las sanciones financieras como una poderosa herramienta de política exterior, como en la iniciativa multinacional encabezada por ellos mismos para presionar a Irán para que redujera su programa nuclear, que culminó con el pacto firmado hace tres años.
Cuando Trump fue elegido un año después, la estrategia comenzó a cambiar de nuevo. En enero de 2018, el Pentágono declaró que el terrorismo ya no era la principal amenaza para Estados Unidos e identificó a China y Rusia como los principales rivales en una nueva era de política de grandes potencias. "America First" significaba que era más probable que las sanciones fueran unilaterales y se utilizaran en detrimento de otras estrategias diplomáticas. "Se han apoyado demasiado en el Departamento del Tesoro. Básicamente han destruido el Departamento de Estado", dice O'Toole con respecto a la práctica de imponer sanciones.
Los grupos armados siguen bajo la mira del Tesoro (el 16 de mayo impuso una serie de medidas contra la milicia Hezbollah, respaldada por Irán), pero es el renovado intento de ir tras las economías de Rusia e Irán lo que confunde a los inversionistas y molesta a los aliados de Estados Unidos.
Aunque el anuncio de los aranceles estadounidenses a las importaciones de acero y aluminio tuvo una amplia repercusión en los medios, el verdadero pandemonio en los mercados mundiales de metales y las cadenas de suministro se desató
cuando el Tesoro impuso sanciones al productor ruso de aluminio United Co. Rusal Plc en respuesta a la injerencia del Kremlin en las elecciones presidenciales de 2016. La decisión de Trump de retirarse del acuerdo de Irán un mes después hizo subir los precios del petróleo. A pesar de que las nuevas medidas contra Irán no entrarán en vigor hasta dentro de unos meses, serán las "sanciones más fuertes en la historia para cuando terminemos", declaró el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, el 21 de mayo.
La respuesta más importante a la embestida de las sanciones estadounidenses no vendrá de los países objeto de las sanciones. Las decisiones clave (sea para respetarlas o desafiarlas) serán tomadas por los únicos actores en la misma escala económica que Estados Unidos: China y Europa. "Por razones de pura seguridad nacional, China encontrará diversas maneras de eludir el sector bancario estadounidense", asegura Jeffrey Sachs, profesor de economía de la Universidad de Columbia. En los últimos cinco años, China ha establecido sus propias instituciones crediticias paralelas al Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), ambas con sede en Washington, y ha impulsado fuertemente al yuan como moneda de uso internacional. Además, es probable que el país asiático fortalezca aún más su presencia en Irán, sin importar lo que haga o diga el mandatario estadounidense.
Los cálculos son más complejos para los líderes de Europa, quienes han sido aliados desde hace mucho tiempo de Estados Unidos y que comparten la mayoría de sus preocupaciones, incluida la injerencia rusa en las elecciones de casi todos los países de Occidente y la participación de Irán en las guerras de Medio Oriente.
En julio de 2017, el Instituto Kiel para la Economía Mundial publicó un estudio sobre el impacto económico de las sanciones multilaterales impuestas a Moscú por la anexión de Crimea. Rusia fue naturalmente la mayor perjudicada, sin embargo, una parte considerable de las pérdidas (44 mil millones de dólares) fue asumida por los propios sancionadores. De ese monto, casi el 40 por ciento recayó sobre Alemania, el golpe para Estados Unidos fue de apenas 0.6 por ciento.
En su reacción a la decisión de Trump respecto al acuerdo de Irán, el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire, dijo: "¿Queremos ser vasallos que obedezcan las decisiones tomadas por Estados Unidos y salten a la primera orden?". Reunidos en Bulgaria menos de una semana después, los líderes europeos acordaron un paquete de medidas para desafiar la presión estadounidense. Por primera vez en dos décadas el bloque activará reglas especiales para proteger a las compañías europeas de las sanciones estadounidenses contra Irán. El Banco Europeo de Inversiones, por ejemplo, podrá financiar actividades en Irán y los países de la Unión Europea podrán realizar transferencias al banco central de Irán para darle la vuelta al sistema financiero estadounidense.
Numerosas batallas se avecinan en los próximos meses. El sistema global de pagos transfronterizos Swift, con sede en Bruselas pero dependiente de Estados Unidos, será quizás un punto conflictivo. El planeado gasoducto Nord Stream 2, que traería el gas natural ruso a Alemania, es otro. "Estaríamos encantados si el proyecto no se llevara a cabo", dijo en Berlín la experta en energía del Departamento de Estado de Estados Unidos, Sandra Oudkirk.
A largo plazo, dice Sachs, hay un riesgo mayor. Aunque países como Venezuela (que ha introducido su propia criptomoneda respaldada por el Estado), Irán e incluso Rusia pueden resentir la hegemonía del dólar, carecen del poder para hacer algo al respecto. Pero ahora que jugadores de mayor peso tienen un motivo para encontrar formas de esquivar al dólar, no hay ninguna razón técnica para que no tengan éxito. "Europa y China tienen bancos", dice Sachs. "Uno de estos días Estados Unidos tendrá que renunciar al papel internacional del dólar".
Ben Holland con la colaboración de Shelly Hagan y Marc Champion