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LISTOS PARANEGOCI­AR

El presidente de Estados Unidos ha iniciado un conflicto comercial en el que no habrá ganadores y obligará a muchos a modificar sus estrategia­s.

- Por Gonzalo Soto

La guerra comercial entre Estados Unidos y México ya comenzó. Las primeras facturas se entregan entre quienes se involucran en el comercio bilateral, que de pronto es menos libre.

Como importador de carnes desde hace 60 años y vicepresid­ente del Frente Unificado de Introducto­res, Gonzalo Padilla ha aprendido a ser un sobrevivie­nte y entiende que debe serlo una vez más. Estados Unidos, uno de sus socios comerciale­s, y el más importante para el país, ha decidido volcarse hacia sí mismo y abrazar el proteccion­ismo.

“America First”, clama el presidente estadounid­ense Donald Trump desde la campaña de 2016 y, ya sentado en la Oficina Oval de la Casa Blanca, ha hecho válida la promesa de hacer del mercantili­smo su eje en la política comercial. Eso no sienta nada bien en el negocio de Padilla y sus colegas. “Es un momento complicado, sin duda, pero hay que saber adaptarse”, señala. “Nos obliga a tener que pensar en darle la vuelta a una postura así, aunque de todos modos crea que no puede durar por mucho más tiempo”.

La estrategia a la que hace referencia Padilla es tan evidente como complicada: buscar nuevos mercados, otras fuentes de importació­n en países que no se hayan cerrado y a los cuales no se les haya castigado con un arancel. Él ya lo hizo una vez hace varios años, cuando se convirtió en el primer mexicano en importar carne de borrego de Australia y Nueva Zelanda, aunque en esta ocasión será más complicado, debido a la estrechez en la relación bilateral y los costos.

“El arancel que se le ponga a la carne de EU podría beneficiar al productor mexicano, pero no alcanza para el abasto y la demanda nacional”, subrayó. “Nos necesitan y los necesitamo­s, espero que no dure mucho esto, porque se perjudican los americanos y nos perjudicam­os nosotros, pero en estas cosas nadie sabe lo que pueda pasar”.

Tiene razón. Ni el propio gobierno mexicano que negocia con EU sabe qué va a ocurrir con la relación comercial con EU. De este lado de la frontera se insiste en sentarse en la mesa y mantener vivo el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), aunque a casi un año de haber iniciado las renegociac­iones queda mucho camino por delante para lograr un acuerdo que satisfaga las demandas de Washington. Cuando se negoció el acuerdo original, durante la era Clinton, el ambiente era de cooperació­n, comprensió­n y la búsqueda de nuevas formas de apoyo. Esta es la época de Trump, en la que priva el racismo y la hostilidad comercial.

Y mientras que los funcionari­os mexicanos abogan por la apertura y el libre mercado en todas sus vertientes, sus contrapart­es estadounid­enses se atrinchera­n con más fuerza en su postura de reducir el déficit comercial con México, que suma casi 24 mil millones de dólares, y revertir los flujos de inversión y recuperar empleos manufactur­eros.

En ese escenario, EU tomó la decisión de imponer aranceles a las exportacio­nes mexicanas de acero, iniciando de facto una guerra comercial que por meses se había buscado evitar. A las autoridade­s nacionales no les quedó más remedio que responder con una tarifas de entre 5 y 25 por ciento a las importacio­nes de productos estadounid­enses como whisky bourbon, piernas y paletas de cerdo, así como quesos, manzanas, arándanos y otros de las industrias siderúrgic­a y del aluminio.

“Con Estados Unidos nada es fácil, menos ahora, pero al tomar las represalia­s con los aranceles que se impusieron se empieza a retomar el control en el comercio exterior”, señaló Luis de la Calle, consultor y exintegran­te del equipo mexicano que negoció el TLCAN original hace ya más de dos décadas. “Entramos a una era donde hay diferencia­s importante­s y se nota que México está listo para usar los instrument­os de combate que le dan los tratados internacio­nales”.

Una de las principale­s virtudes que tienen los aranceles impuestos por México, destacó, es que se trata de una respuesta proporcion­al a la ofensiva proteccion­ista de EU y ataca sectores que realizan su actividad principalm­ente en estados gobernados por el Partido Republican­o, al que pertenece Trump. De esa manera, no se trató de una respuesta aleatoria, sino una cargada con un mensaje económico y político al mismo tiempo.

Para De la Calle, el impacto del inicio de una guerra comercial bilateral aún no está completame­nte claro. Del lado del gobierno mexicano, apuntó, no debería modificar el objetivo de renegociar con éxito, y en los mejores términos para el país, el TLCAN. En el caso de las empresas y personas que laboran en el mundo del comercio exterior la historia es otra.

“Es prematuro saberlo, pero probableme­nte tendrán que sustituir muchos a Estados Unidos como su principal proveedor, vendrán más de Canadá o de la Unión Europea”, comentó.

Entre los sectores más golpeados por la guerra arancelari­a destaca la industria siderúrgic­a. EU y México han decidido establecer tarifas de 25 por ciento a las importacio­nes de acero, un movimiento que Washington calificó como esencial para la seguridad nacional, mientras que la administra­ción del presidente Enrique Peña Nieto justificó la medida como una respuesta a la ofensiva emprendida por los estadounid­enses.

Según el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, los aranceles mexicanos son proporcion­ales y apegados a derecho, además de que buscan minimizar el impacto en la inflación.

El funcionari­o también mencionó otra cosa: la decisión de EU de imponer esos gravámenes a los productos mexicanos va más allá de la protección de su industria doméstica.

“Siempre hemos sabido que este esquema, más que tener un sentido lógico comercialm­ente hablando, es un mecanismo para tratar de presionar y acelerar la negociació­n (del TLCAN)”, señaló Guajardo en una entrevista reciente con Bloomberg Businesswe­ek México.

Cualquiera que sea el objetivo de los gobiernos, varias empresas relacionad­as con el acero ya han tenido que ajustar planes y adaptarse a este cambio de paradigma, de un libre comercio intenso a un reacio proteccion­ismo.

En ese caso está Hanwa, una compañía de origen japonés dedicada a la comerciali­zación y financiami­ento de acero y con presencia a nivel global. Raúl Alfaro está al frente de la operación de la compañía en México y explicó que la guerra comercial los ha llevado a pensar en un esquema basado en el abastecimi­ento de la demanda con producción local.

“Estamos pensando en cambiar la estrategia en cuanto a Estados Unidos y empezar a manejar un mercado doméstico allá”, detalló. “Antes llevábamos acero de Vietnam, México y otras partes a ese mercado para satisfacer la demanda, pero ahora lo haremos con lo que se produce allá mismo”.

Alfaro comentó que su nueva estrategia es, en parte, caer en el juego de Trump, pero dados los costos involucrad­os con los nuevos aranceles es la mejor opción para evitar que los precios se eleven más de lo que ya estiman, que es entre 5 y 8 por ciento. Hasta el momento, añadió, los clientes de Hanwa en México no han realizado cancelacio­nes de pedidos. Sin embargo, no descarta que en el nuevo escenario se vuelva más complicado el comercio bilateral o que las autoridade­s mexicanas endurezcan sus revisiones de cargamento­s y sea más estricto con el proceso de comercio exterior. “¿Entramos a una nueva era comercial? Sí, podríamos decir que sí”, dijo Alfaro. “Y no va a ser fácil para nadie”.

Pese a lo complejo del momento, echarse para atrás o ceder demasiado terreno en esta batalla con EU sería perjudicia­l, aseguró Jaime Zabludovsk­y, otro de los negociador­es originales del TLCAN en los noventa. Además, México no está solo, ya que tanto la Unión Europea y Canadá han establecid­o aranceles contra productos estadounid­enses, formando un frente firme que pretende hacerle ver a Trump lo perjudicia­l de sus posturas comerciale­s.

“Son medidas desafortun­adas, agrias, pero la reacción del resto del mundo es la correcta, es dolorosa, pero es el camino que se debía seguir”, comentó. “México también está haciendo lo correcto, está exigiendo sus derechos al amparo del TLC”.

Zabludovsk­y añadió que entre los especialis­tas en relaciones internacio­nales y comercio hay una preocupaci­ón creciente de que las reglas tradiciona­les en esas materias estén siendo violadas frecuentem­ente por un gobierno estadounid­ense que sigue sin darse cuenta de que los principale­s perjudicad­os de las medidas que toma es la misma población y las empresas a las que pretende ayudar. Horas después de que México anunciara aranceles de 25 por ciento contra el whisky bourbon estadounid­ense, las acciones de Brown-Forman, la empresa que produce Jack Daniel's, cayeron 6.1 por ciento en la Bolsa de Valores de Nueva York y se estima que sus ventas sean afectadas en los siguientes meses. Asimismo, representa­ntes de productore­s agrícolas en EU han presentado quejas y peticiones a legislador­es en Washington para que den marcha atrás a las decisiones comerciale­s de Trump.

“Todos están viendo qué hacer”, enfatizó Zabludovsk­y. “Ya están buscando una alternativ­a”.

Ese ‘todos' incluye a la propia industria automotriz mexicana, quizá el pilar más importante del sector manufactur­ero nacional y que en los últimos años ha estado en amenaza constante de recibir aranceles por parte de EU.

“Los cambios que se están presentand­o a partir de la llegada de Trump a la Casa Blanca tienen un planteamie­nto político más que económico”, mencionó Guillermo Rosales, director general adjunto de la Asociación Mexicana de Distribuid­ores de Automotore­s (AMDA). “Veo difícil que puedan sostener esa política debido a las afectacion­es a los consumidor­es”.

Rosales agregó que aunque desconoce los detalles de las medidas que tomarán las armadoras en México, sí sabe que planean estrategia­s de ajuste a los cambios que puedan ocurrir en el corto y mediano plazo, sobre todo si Washington decide establecer un arancel (posiblemen­te de 25 por ciento) a los vehículos producidos en el país. Las empresas buscan mantener intactas las cadenas de producción que por décadas han integrado en la región, aunque su éxito no está garantizad­o.

En la industria automotriz, mencionó, prevalece la incertidum­bre de lo que vaya a ocurrir con un país liderado por alguien tan volátil como Trump, que se ha encerrado en sus ideas y ahora ha puesto en jaque la subsistenc­ia del libre comercio. México no empezó la guerra y, de hecho, muchos aún no consideran que estemos en una a gran escala, lo cierto es que el riesgo es inminente y muy real.

“No diría que ya han jalado el gatillo, más diría que Estados Unidos le quitó el espolón a la granada y la tiene en la mano”, finalizó Rosales.

“Todos están viendo qué hacer. Ya están buscando una alternativ­a”

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