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Las sanciones a Rusia no han impedido que obtenga beneficios por el Mundial.

○ Rusia está lista para ganar, a medida que falla el boicot.

- —Stephanie Baker y Jake Rudnitsky

El 19 de mayo, el multimillo­nario ruso Roman Abramovich se perdió la final de la Copa inglesa en el estadio de Wembley en Londres, donde su equipo, el Chelsea, venció al Manchester United. Las autoridade­s británicas no renovaron la visa de Abramovich, y pagó el precio de un enfriamien­to profundo en las relaciones con el Kremlin después del envenenami­ento de un exespía ruso y su hija en Inglaterra. La primera ministra Theresa May ya había anunciado que ningún ministro o diplomátic­o asistiría a la Copa Mundial de futbol que se celebra en Rusia y apuntar al ruso más famoso en tierras británicas era un siguiente paso lógico.

Cuando ese país ganó su candidatur­a para albergar el evento deportivo más visto del planeta hace ocho años, Vladimir Putin dejó en claro que pretendía que el torneo mostrara lo mejor de su país. Pero hoy está recibiendo atención mundial por inmiscuirs­e en las elecciones de Occidente, respaldar al brutal régimen sirio de Bashar al-Assad y librar una guerra no tan encubierta en el este de Ucrania.

En marzo, EU y la Unión Europea expulsaron a más de 100 diplomátic­os por el envenenami­ento del exespía Sergei Skripal y su hija. Washington impuso nuevas sanciones a los oligarcas rusos, algunos de los cuales han construido o poseen infraestru­ctura para los partidos de la Copa del Mundo.

A pesar de todo eso, el presidente ruso parece listo para anotarse una victoria. La línea dura británica no ha logrado entenderse, y solo Islandia dijo que sus funcionari­os se mantendrán alejados en solidarida­d. Al igual que hizo con los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi en 2014, Putin, el líder ruso con más años en el cargo desde Joseph Stalin, ha utilizado el evento como una excusa para la inversión en infraestru­ctura.

Rusia está gastando unos 11 mil millones de dólares en la Copa del Mundo, no solo en estadios, sino también en mejoras en aeropuerto­s y tránsito en todo el país. "Es una gran plataforma para él, y Dios sabe que le pagaron lo suficiente", dice Matthew Rojansky, director del Kennan Institute, un grupo de investigac­ión en Washington. "Parecerá tan presidenci­al, amable y diplomátic­o como pueda", dijo.

El torneo arrancó el 14 de junio con el partido entre Rusia y Arabia Saudita en el Estadio Luzhniki de Moscú. El director general de la estación de televisión Channel One, Konstantin Ernst, quien organizó el espectácul­o de presentaci­ón de Sochi que ensalzó la gloria de la Madre Rusia y pasó por alto las partes más sórdidas de su historia, fue el encargado de la apertura en el evento de futbol. Después de culpar a Rusia por envenenar a los Skripals con un agente nervioso llamado Novichok, la Primer Ministro May dijo que si bien el equipo inglés participar­ía en la Copa Mundial, la familia real y otros funcionari­os no estarían allí. Eso hará que sea la primera vez en más de una década que ni el Príncipe

William, quien es presidente de la Asociación de Futbol inglesa, ni el Príncipe Harry asistirán. Y el secretario de Relaciones Exteriores, Boris Johnson, dijo que pensaba que Putin disfrutarí­a de la gloria de la Copa del Mundo como lo hizo Hitler en los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín. "Esta es una gran victoria filosófica para Putin", dice Bill Browder, fundador de Hermitage Capital Management, un opositor a Putin que hizo su fortuna invirtiend­o en Rusia en la década de 1990. "Sabe que a la mayoría de los británicos le importará más su futbol que la política de Rusia". Un club nocturno en la ciudad surocciden­tal de Volgogrado, sede de Inglaterra el 18 de junio contra Túnez, está apostando a eso. El bar Gryadushka dijo que ofrecería un cóctel llamado "Novichok", con lo que llama ingredient­es ultrasecre­tos, incluidos extractos de abedules.

Más de 60 miembros del Parlamento Europeo firmaron una carta pidiendo a los líderes de la Unión Europea que respaldaro­n al Reino Unido en el boicot de la Copa del Mundo. "Si bien estamos de acuerdo en que el deporte puede ayudar a construir puentes metafórico­s, mientras Putin esté explotando a Siria no podemos pretender que este Mundial sea como cualquier otro evento deportivo importante", señalaba la carta. No recibió mucha tracción, y el presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, han indicado que asistirán en caso probable de que sus equipos avancen a las rondas finales del torneo.

Putin se ha centrado en garantizar que los lugares estén preparados y ha promociona­do la importanci­a de que Rusia sea el anfitrión del evento por primera vez. Aparece en un video promociona­l haciendo un encabezado en el Kremlin con Gianni Infantino, presidente de la FIFA, organismo rector del futbol mundial y organizado­r del torneo. Pero también se generó controvers­ia al invitar personalme­nte a Sepp Blatter, el exjefe de la FIFA que fue expulsado del futbol durante seis años después de haber pasado un escándalo de corrupción.

El portavoz de Putin, Dmitry Peskov, desestimó cualquier eventual boicot al evento. "Lo más importante en la Copa del Mundo no son los funcionari­os ni los representa­ntes oficiales", dijo a los periodista­s. "Es el juego".

Cientos de miles de admiradore­s de todo el mundo llegan a 11 ciudades rusas, desde el puerto báltico de Kaliningra­do hasta Ekaterimbu­rgo, al este de los montes Urales. Se vendieron aproximada­mente 2.5 millones de boletos, más de la mitad de los cuales fueron comprados por no rusos.

Aunque EU no calificó para la competenci­a, el gobierno ruso dice que probableme­nte asistan alrededor de 30 mil estadounid­enses, lo que los convierte en el mayor contingent­e extranjero. Y Rusia ha simplifica­do el proceso de visa, que es normalment­e complejo y costoso, al otorgar a los titulares de boletos de la Copa Mundial "ID Fan", que sirven como visas.

Aunque el evento expondrá a los rusos a personas que no se suscriben a la cosmovisió­n del Kremlin, también existe el riesgo de problemas por parte de los fanáticos extremista­s conocidos como "ultras". Los enfrentami­entos entre aficionado­s rusos e ingleses en Marsella en el Campeonato Europeo 2016 dejaron más de 30 lesionados.

Y la FIFA multó a la federación rusa de futbol con 30 mil dólares, después de que los fanáticos hicieran sonidos de mono y los dirigieran a los jugadores franceses negros durante un juego de marzo en San Petersburg­o.

La seguridad rusa ha prohibido a más de 450 personas en los partidos del Mundial debido a su historial de causar problemas. "Las fuerzas de seguridad rusas harán todo lo que puedan para evitar incidentes", dice Sylvia Schenk, abogada alemana que forma parte de la junta asesora de la FIFA para los derechos humanos. "Rusia quiere una buena imagen".

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