¿Quién se atreve a invertir en Corea del Norte?
○ Varios ven a ese país como el último gran mercado sin explotar.
¿Algún director corporativo en su sano juicio estaría dispuesto a invertir mucho dinero en un país con bajo rendimiento económico y de planificación centralizada? ¿Uno que es más conocido por la escasez de alimentos, un sector manufacturero atrasado y una infraestructura lamentablemente inadecuada?
Tal vez un hombre de negocios cuyo nombre adorna edificios en lugares como Azerbaiyán, Panamá y Filipinas.
El 12 de junio, el presidente Donald Trump concluyó su cumbre histórica con Kim Jong Un con un piropo para las costas de Corea del Norte. “Tienen playas estupendas”, dijo el mandatario estadounidense en una conferencia de prensa. “Ves por doquier cómo los cañones se estampan con el océano y dije, ‘Vaya, mira esa vista. ¿No sería ese un buen sitio para un gran condominio?’”.
Las bellas costas no son el único activo sin explotar de Corea del Norte. El país cuenta con vastas reservas de minerales, incluidos hierro y tierras raras, que podrían valer 6 billones de dólares, según un cálculo de 2013 del Instituto de Recursos de Corea del Norte, en Seúl. También hay informes no confirmados de depósitos de petróleo y gas en los mares Este y Oeste. Luego está la población en edad de trabajar de Corea del Norte, de alrededor de 17 millones, otro activo potencial a los ojos de las empresas en Japón, Corea del Sur y China, donde las fuerzas laborales están envejeciendo y disminuyendo. “El noreste de Asia podría convertirse en uno de los lugares más emocionantes del mundo”, dice Masaaki Kanno, economista en jefe de Sony Financial Holdings Inc.
Toda esta recompensa ha estado fuera del alcance de las compañías extranjeras desde 2006, cuando
Naciones Unidas comenzó a aplicar sanciones económicas como castigo a los esfuerzos de Corea del Norte para construir un arsenal nuclear. Las entradas netas de inversión extranjera directa ascendieron a solo 93 millones de dólares en 2016, en comparación con los 12 mil millones que llegaron a Corea del Sur.
Para algunos, Corea del Norte sigue siendo el último mercado sin explotar, un lugar con oportunidades gigantescas y riesgos de tamaño similar (toma en cuenta que el país no tiene bolsas ni empresas que cotizan en bolsa, por lo que los bancos de inversión no lo designan un mercado potencial). “Corea del Norte ahora está donde estaba China en la década de 1980”, asegura Jim Rogers, director de Rogers Holdings Inc. que actualmente no tiene inversiones en la nación ermitaña. “Va a ser el país más emocionante del mundo para los próximos 20 años. Todo en Corea del Norte es una oportunidad”.
Puede ser, aunque el país también está plagado de negocios extranjeros que han salido mal. Suecia, por ejemplo, todavía está esperando el pago de mil sedanes Volvo enviados en la década de 1970. Una empresa minera china calificó su aventura de cuatro años ahí como una “pesadilla”. Y un gigante de las telecomunicaciones egipcio que hace negocios allí no puede repatriar sus ganancias. “Un gran impedimento para la inversión extranjera es el colapso crónico en el Estado de derecho”, dice J.R. Mailey, un investigador que ha trabajado en casos de fraude y corrupción en Corea del Norte.
Sorprendentemente, algunos que han chocado con el régimen en Pyongyang siguen siendo optimistas sobre las perspectivas del país. Orascom Telecom Media & Technology Holding SAE, la empresa egipcia, ayudó a construir las redes de comunicaciones luego de ingresar al país en 2009. Pero su negocio, Koryolink, perdió los derechos exclusivos en el mercado luego de que Kim ascendiera al poder en 2011 y financiara el lanzamiento de una red celular rival. “El surgimiento de un competidor estatal y las estrictas sanciones económicas hicieron que nuestra operación fuera mucho menos atractiva”, afirma una portavoz de Orascom. “No obstante, el levantamiento de las sanciones y la paz entre las dos Coreas mejorará el clima comercial general en Corea del Norte y tendrá un impacto positivo en Koryolink”.
Los inversores de China, el patrón económico de Corea del Norte, también han sido fulminados. El Grupo Xiyang firmó un contrato en 2007 para establecer una empresa con el gobierno para procesar 500 mil toneladas de mineral de hierro por año. Cinco años más tarde, Pyongyang dio por terminado el acuerdo y cortó el acceso de la planta al agua, la electricidad y las comunicaciones. Xiyang emitió una declaración escueta después de que no recibió un centavo de compensación.
Andrei Lankov, director de Korea Risk Group, que proporciona a los clientes información y análisis sobre Corea del Norte, ve un patrón en la forma en que se han tratado empresas como Orascom y Xiyang.
“Una vez que ven que las empresas extranjeras se vuelven demasiado rentables, las autoridades simplemente toman una porción más grande”, detalla.
Lankov duda de que, incluso si se levantaran las sanciones internacionales, el régimen de Kim pondría una alfombra de bienvenida para las empresas extranjeras. “La apertura sería suicida para el régimen, ya que traería una avalancha de información desde el exterior y podría aflojar su control político”, dice. En consecuencia, añade, Corea del Norte limitaría las compañías internacionales a proyectos de empresas conjuntas como socios minoritarios.
La mayor parte de cualquier inversión nueva probablemente provenga de compañías al sur de la frontera. Los conglomerados que incluyen a Hyundai Group, Lotte y KT ya han establecido grupos de trabajo para buscar oportunidades comerciales en el norte. En una encuesta reciente realizada por la Federación Coreana de Pymes, el 96 por ciento de las 101 compañías surcoreanas encuestadas expresaron su interés en regresar a Gaeseong, un parque industrial en Corea del Norte que cerró en 2016 debido a las tensiones militares.
“Nos tomó cerca de dos años romper con los estados de ánimo incómodos y llevarnos bien con los trabajadores norcoreanos”, comenta Shin Hanyong, quien dirige Shinhan Trading, un fabricante de redes de pesca que era una de las 124 compañías que operaban en Gaeseong. Aun así, le gustaría expandir su negocio en Corea del Norte si el complejo se reabre. Shin apunta: “Lo único que puedo hacer ahora es mirar la boca de Trump”.