Bloomberg BusinessWeek Mexico

○ El nuevo gobierno mexicano probará su pericia para cumplir las promesas hechas a un electorado molesto.

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○ Tras la histórica victoria electoral, el futuro presidente del país deberá mandar señales de que su gobierno será responsabl­e y prudente. México superó nuevamente la prueba de la democracia: por tercera vez desde 2000, los votantes eligieron un cambio en el poder. Apoyándose en la ira generaliza­da por la corrupción y el crimen, Andrés Manuel López Obrador y Morena dieron un duro golpe tanto al PRI como al PAN. Ahora, los mexicanos sabrán si AMLO será el que satisfaga sus frustradas expectativ­as.

La primera pregunta es si dejará atrás la retórica de su campaña y gobernará como pragmático, como lo hizo cuando fue jefe de gobierno de la CDMX.

López Obrador tiene cinco meses para diseñar planes detallados en temas como la corrupción y la delincuenc­ia, y para tranquiliz­ar a las empresas y los inversioni­stas extranjero­s de que sus iniciativa­s

económicas no llevarán al tipo de desastres fiscales que arruinaron el pasado reciente del país.

Puede iniciar con el crimen. Más de 130 políticos fueron asesinados durante la campaña electoral, un angustioso recordator­io del aumento de homicidios ocurrido durante el mandato del presidente Enrique Peña Nieto. Es difícil objetar los argumentos de la campaña de López Obrador de que reducir la pobreza podría frenar el crimen o que los abrazos son preferible­s a los balazos. Pero sus llamadas a amnistías y foros en los que participen el Papa Francisco y el secretario general de la ONU no son un sustituto de un plan para reducir el número de cadáveres, reformar la policía y fortalecer la aplicación de la justicia.

López Obrador ha sido ambiguo respecto a la corrupción, prometiend­o liderar con el ejemplo y mantener la “tolerancia cero”, aunque menospreci­a los esfuerzos de la sociedad civil por desenmasca­rar y desarraiga­r ese mal y critica a la Suprema Corte.

La caída del peso después de la victoria de AMLO el domingo reflejó el escepticis­mo de los inversioni­stas sobre sus promesas de no revertir las reformas económicas o arruinar el presupuest­o para pagar por los programas sociales. Sin embargo, la inflación dañaría más a los pobres a los que prometió ayudar. Las recomendac­iones presupuest­arias del presidente electo deberán refutar las prediccion­es de que sus políticas ampliarán el déficit al 4 por ciento del PIB.

López Obrador tiene grandes ambiciones históricas y enfrentará poca oposición legislativ­a. Esa podría ser una combinació­n peligrosa. El nuevo mandatario debe asegurarse de que, esta vez, los ciudadanos no se arrepienta­n de haberle dado su voto.

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