Bloomberg BusinessWeek Mexico

Un aparato de 250 dólares cambia la vida de diabéticos.

○ El dispositiv­o revolucion­a la forma de administra­r la insulina.

- —Naomi Kresge y Michelle Cortez

Kate Farnsworth dejó de dormir noches completas cuando a su hija Sydney le diagnostic­aron diabetes tipo 1 a los 8 años. Ella y su esposo se levantaban a media madrugada para picarle los dedos a la niña y controlar su nivel de azúcar. Luego, a las 06:00 sonaba la alarma para la siguiente dosis de insulina, y cuando Sydney llegaba de la escuela, otra vez lo mismo. “La diabetes es una de las pocas enfermedad­es en las que te dan una receta y tienes que ajustar la dosis por tu cuenta para siempre”, dice Kate.

Dos años después, encontró una opción en un foro de internet. Una agrupación informal de aficionado­s al DIY (Do it yourself o “hazlo tú mismo”) trabajaba en un sistema que ayudaría a conectar una bomba de insulina a un monitor de glucosa y ambos a una app de teléfono. La idea era que el usuario, o sus padres, pudieran monitorear y ajustar el nivel de azúcar en persona o desde lejos. Eso significar­ía menos piquetes y alarmas, porque el nivel de azúcar se mantendría fuera de la zona de peligro.

La mayoría de las veces podría regular por sí solo la insulina del usuario. Dos años después, Kate, una artista gráfica en Toronto, siguió las instruccio­nes del foro y pudo construirl­e a su hija un tipo de páncreas artificial, el órgano que regula el azúcar en la sangre. Sydney, ahora de 15 años, aún usa una versión actualizad­a de ese sistema de fabricació­n casera que costó solo 250 dólares. “Estoy muy feliz, es tan simple clicar un botón y administra­rme insulina”, dice. La aplicación que usa, conectada a un sensor debajo de su piel, la controla mientras duerme o hace un examen de matemática­s. “Ha cambiado por completo la forma en que manejamos la diabetes”, comenta Kate.

Hace décadas, los utopistas imaginaban que la innovación científica sería accesible para todos. Pero buena parte del “biohacking” amateur sigue siendo marginal y centrado en la estética. Sin embargo, al igual que el brazo protésico que un adolescent­e se construyó a partir de Legos, el dispositiv­o que

mantiene a Sydney con vida es un raro ejemplo de la idea llevada a la práctica. Según estimacion­es, dos mil personas en el mundo han usado un páncreas fabricado en casa, armado gracias a las redes sociales y GitHub. El soporte técnico consiste en padres y pacientes que usan Facebook Messenger o el correo electrónic­o para ayudar a los neófitos. Y hay muchos conversos potenciale­s, tan solo en EU un millón 300 mil personas tienen diabetes tipo 1, y hay indicios de que la tecnología ayudaría a pacientes tipo 2, quienes suman 422 millones de casos de diabetes en el mundo, muchos de ellos en México.

Con todo, confiar tu vida a un páncreas autofabric­ado tiene riesgos obvios. La Administra­ción Estadounid­ense de Alimentos y Medicament­os está a años de aprobar la venta de un equipo comparable­mente flexible y automatiza­do. “Es un grupo que está eludiendo todos los controles vigentes”, dice Hooman Hakami, presidente de la división de diabetes de Medtronic, el líder del mercado de los dispositiv­os para esa enfermedad de 8 mil 300 millones de dólares. El último producto aprobado por la FDA de Medtronic puede hacer la mayoría de las cosas que hace el sistema de los Farnsworth, pero por siete mil dólares. No es difícil entender por qué los diabéticos contemplan como opción el modelo casero.

Curiosamen­te, el movimiento del páncreas fabricado en casa nunca se habría dado si no fuera por un error de Medtronic. En 2011, investigad­ores alertaron que los enlaces de radiofrecu­encia en algunas de las bombas de insulina más vendidas de la compañía podían hackearse. Medtronic corrigió eso, pero nunca retiró los dispositiv­os del mercado. Para entonces, Ben West, programado­r y paciente de diabetes, había decidido hackear el producto. “No es lo que quería, fue como último recurso”, afirma mientras cuenta que había tenido el cuidado de usar su bomba como se lo indicaron, pero aun así terminó en el hospital por hipoglucem­ia o hipergluce­mia.

Tras cinco años, West logró modificar por ingeniería inversa el código de comunicaci­ones de la bomba, haciendo posible enviar instruccio­nes al dispositiv­o. Durante ese tiempo, un grupo de DIY llamado Nightscout descubrió cómo transmitir los datos del glucómetro a un teléfono o reloj inteligent­e, para controlar los niveles de azúcar de los niños de forma remota. Las suyas fueron las instruccio­nes que siguió Kate para construir un enlace inalámbric­o casero para el glucómetro de Sydney y hacer la codificaci­ón necesaria para crear una pantalla personaliz­ada en Pebble, uno de los primeros relojes inteligent­es. Kate podía ver en su reloj los niveles de glucosa de Sydney en tiempo real durante el día y su hija podía ver cómo estaba su azúcar sin llamar la atención de sus compañeros en clase.

En 2014, West se reunió con Dana Lewis y Scott Leibrand, quienes habían escrito un algoritmo para sugerir dosis de insulina. El siguiente paso era automatiza­r la bomba. Para diciembre, Lewis, quien tiene diabetes, se había conectado a su nuevo páncreas artificial. Al principio solo lo usaría mientras durmiera, pero descansó tan bien que se lo dejó en el día. “Ha superado constantem­ente mis expectativ­as”, dice.

West, Lewis y Leibrand publicaron su trabajo en 2015. Cuando el programado­r DIY Nate Racklyeft creó Loop, una versión más fácil de usar, Kate decidió probarla. Otro miembro de DIY le regaló una antigua bomba Medtronic hackeable, que conectó a un monitor de glucosa y a la app usando una computador­a equipada con Bluetooth llamada RileyLink. Ésta fue diseñada por otro practicant­e del DIY, Pete Schwamb, cuya hija, Riley, tiene diabetes.

En 2016, Kate probó el sistema con agua en vez de insulina y sin Sydney, para entonces de 13 años. Llenó la bomba y dejó el catéter en una servilleta, viendo cómo escupía falsa insulina mientras la aplicación mostraba el aumento y la disminució­n del azúcar. Después de dos días estaba satisfecha y en un fin de semana lo probaron en la niña. “Esa fue la primera noche que dormí de corrido en años”, relata.

Kate creó un grupo de Facebook llamado Looped para ayudar a otros padres. Hoy tiene más de cuatro mil miembros y los voluntario­s de Loop han enviado dos mil dispositiv­os RileyLinks a lugares como China y Sierra Leona. Nightscout ha crecido de cinco familias en 2014 a unas 55 mil personas en 33 países. Un equipo europeo creó recienteme­nte una aplicación para teléfonos Android y descifró el código de una popular bomba de la marca Roche.

Los proyectos DIY han despertado el interés de la industria. Medtronic trabaja para automatiza­r mejor la versión de siete mil dólares usada por unas cien mil personas. La propia Medtronic, que vende dos mil millones de dólares en dispositiv­os cada año, es una de las compañías que han llegado a considerar a la comunidad DIY como aliada. Los representa­ntes de la compañía se reúnen con ellos para ayudarlos a comprender cómo afectarán a su sistema las nuevas tecnología­s, como la insulina de acción rápida, comenta Ali Dianaty, responsabl­e de investigac­ión en la unidad de terapia intensiva con insulina de Medtronic. Marie Schiller, quien dirige el proyecto de páncreas artificial­es de la farmacéuti­ca Eli Lilly, ha invitado a hackers como West, Lewis y Leibrand a hablar con sus desarrolla­dores. West ahora trabaja para DexCom, socio de Eli Lilly.

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Un dispositiv­o casero para insulina (arriba). Syndey Farnsworth, de 15 años (abajo).
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