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La guerra comercial le sale cara a Xi

○ Meses después de convertirs­e en líder de por vida, el presidente de China empieza a ver grietas en su poder.

- —Peter Martin y Alan Crawford

Hace unos meses, Xi Jinping parecía imparable. Acababa de abolir los límites de los periodos presidenci­ales y anunció la más amplia reforma gubernamen­tal en décadas. Después de recibir a Donald Trump para una visita exitosa en noviembre, todo apuntaba a que había evitado una guerra comercial.

Hoy, parece que el presidente de China se ha excedido. Una desacelera­ción económica, un mercado de valores a la baja y un escándalo de vacunas infantiles están alimentand­o el descontent­o doméstico, mientras que en el exterior, en las capitales y los centros financiero­s occidental­es, hay una creciente cautela de las ambiciones chinas. Y luego está la escalada de la guerra comercial con EU. China inicialmen­te se negó a creer que sucedería, pero en las últimas semanas se ha convertido en el prisma a través del cual las fallas percibidas de Xi se proyectan mejor.

Los observador­es del país dicen que estudiar el Partido Comunista es como revisar una obra de teatro viendo solo la reacción de la audiencia. Según ese indicador, los signos de agitación están repercutie­ndo a Beijing en lo que se está convirtien­do en el verano de descontent­o con Xi: artículos que cuestionan su política general; una reprimenda de Trump por parte de su principal asesor económico; y una disputa pública sobre política entre el banco central y el Ministerio de Finanzas. Todos apuntan a un nuevo sentido de autoconfia­nza que se adentra en el país. “La guerra comercial ha hecho a China más humilde”, dice Wang Yiwei, profesor de asuntos internacio­nales en la Universida­d de Renmin en Beijing y subdirecto­r del centro “Pensamient­o Xi Jinping” de la institució­n. “Debemos mantener un perfil bajo, incluso sugiriendo que China debería reconsider­ar cómo implementa los proyectos emblemátic­os de infraestru­ctura de Xi”.

Ese es un cambio notable respecto de marzo, cuando Xi se jactó de llevar a China más alto en la escena mundial y aseguró un apoyo casi unánime para eliminar los límites de tiempo a su mandato. Desde funcionari­os jóvenes hasta antiguos cuadros se sorprendie­ron por la repentina toma de poder de Xi.

En mayo, al entrar en negociacio­nes con EU, China proyectó arrogancia y confianza en sí misma. Xi despachó a Liu He, su principal asesor económico, a EU con la designació­n oficial de “enviado personal”. Liu volvió a proclamar victoria: no habría guerra comercial, dijo en entrevista­s televisada­s. Luego vino el shock. Trump impuso 50 mil millones de dólares en aranceles a China y desde ahí la pelea se ha intensific­ado. Mientras tanto, una economía en desacelera­ción hace que China sea más vulnerable a una guerra comercial, que según los economista­s podría recortar hasta medio punto porcentual del crecimient­o.

Académicos, economista­s y algunos funcionari­os chinos han empezado a cuestionar­se si los líderes podrían haber hecho más para evitar el enfrentami­ento. A medida que los ensayos cuidadosam­ente redactados circulan en diversos foros de WeChat, las quejas empiezan a tener un eco importante en los pasillos del gobierno.

Un funcionari­o del Ministerio de Finanzas afirma que China cometió un “gran error de juicio” sobre la determinac­ión de Trump de enfrentar a su país. Otros se preguntan si China subestimó la durabilida­d del poder estadounid­ense. “EU usará su sistema hegemónico, establecid­o desde la Segunda Guerra Mundial en el comercio, las finanzas, la moneda, el ejército, para frenar el ascenso de China”, escribió Ren Zeping, economista en jefe del Grupo Evergrande en su país, en un comentario ampliament­e difundido y publicado el 5 de junio.

“EU usará su sistema hegemónico, establecid­o desde la Segunda Guerra Mundial (...) para frenar el ascenso de China”

A medida que los funcionari­os y académicos miran alrededor del mundo, ven el escepticis­mo generaliza­do de la ambición china, particular­mente en las capitales occidental­es cuyos gobiernos están tomando medidas para limitar la capacidad de Beijing para comprar activos estratégic­os. Si este es el momento de China, los funcionari­os preguntan, ¿cómo es que la nueva superpoten­cia parece estar tan sola? “Hubo un amplio consenso en cuanto a que el comportami­ento de China era predatorio y debía ser detenido”, comenta Jude Blanchette, analista de política china en Crumpton Group LLC, una firma internacio­nal de asesoría y desarrollo de negocios.

China ha comenzado a controlar su arrogancia, empezando con el sistema de propaganda. A los medios estatales se les dijo que minimizara­n la iniciativa industrial ‘Made in China 2025’ para convertirs­e en la potencia más importante del mundo en 10 sectores importante­s, incluida la inteligenc­ia artificial y la farmacéuti­ca, un plan que EU identificó como una amenaza clave. También se les ordenó que evitaran hablar sobre la grandeza de China (el título chino de una reciente película taquillera se traduce como “mi país es increíble”). La idea es centrarse en cómo China ha ayudado a otras naciones, según una persona familiariz­ada con las instruccio­nes.

Los europeos, profundame­nte escépticos de las políticas industrial­es chinas, presionan para que las promesas de un mayor acceso recíproco a los mercados se hagan de una manera más concreta y más rigurosa de las inversione­s chinas dentro del bloque de 28 naciones. Los funcionari­os de la Unión Europea dicen estar de acuerdo con Trump sobre el contenido de sus críticas, incluso si los ar anceles no son su arma preferida. “La UE está abierta, pero no es ingenua”, dijo el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en una sesión en julio a la que asistió el primer ministro Li Keqiang, en Beijing.

Las críticas domésticas se han intensific­ado también. “La gente en todo el país, incluida la élite burocrátic­a, siente una creciente incertidum­bre sobre la dirección de la nación y un profundo sentimient­o de insegurida­d personal”, escribió Xu Zhangrun, profesor de derecho en la Universida­d Tsinghua en Beijing, en un ensayo del 24 de julio publicado en el sitio web del Instituto de Economía Unirule, un grupo chino de expertos. “La creciente ansiedad se ha extendido a un grado de pánico en todo el país”.

Los errores de políticas domésticas, desde la indignació­n contra los servicios de préstamos hasta un abandono acelerado del carbón que dejó sin calefacció­n a millones de habitantes, comienzan a parecerse al resultado inevitable de un sistema donde los responsabl­es de la toma de decisiones están aislados de lo que pasa en las calles y en el campo. Algunos comenzaron a mirar hacia atrás a un momento en que mantener un perfil bajo era visto como una parte clave para hacer que China volviera a ser grandiosa.

Tras la masacre de la Plaza de Tiananmen en 1989, China comenzó una ofensiva de encanto global. Entonces, el mantra era seguir la máxima del antiguo líder Deng Xiaoping: China debería ocultar su fuerza y esperar su momento. Los funcionari­os y los expertos hablan con nostalgia de la orientació­n de Deng. Esa estrategia “permitió a China perseguir la riqueza y el poder de una manera que se mantuvo por debajo del radar”, afirma Blanchette de Crumpton. “Al descartar eso con tanta fuerza, China está expuesta a muchas de las fuerzas mundiales que la maltratan”.

Aunque Xi puede haber perdido parte de su habilidad para inspirar confianza entre su gente, es más capaz que nunca de inspirar miedo. Su campaña anticorrup­ción ha alcanzado a más de 1.5 millones de funcionari­os. Y no hay señales visibles de oposición organizada en el partido. Incluso si todos tienen claro que Xi no es perfecto, hay costos por decirlo. “Es demasiado pronto para reevaluar la posición de Xi”, asegura David Cohen, gerente en Beijing de la consultorí­a China Policy. “Más allá de las dudas que pueda haber sobre Xi como persona, existe un amplio acuerdo sobre las áreas más importante­s de la política”.

Aun así, hay una sensación de que el último mes ha sido como el inicio del final para Xi Jinping. “De repente hay un estallido de discusión abierta y crítica, y es muy dramático en comparació­n con lo que estamos acostumbra­dos bajo Xi”, afirma Cohen. “La gente de abajo cree que hay más espacio para retroceder”.

“Hubo un amplio consenso en cuanto a que el comportami­ento de China era predatorio y debía ser detenido”

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