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¿Grant y Hepburn en amoríos homosexual­es? ¿y luego?

Un extrabajad­or sexual revela con naturalida­d sus encuentros con celebridad­es. Por Brian Moylan

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Lo más remarcable de las anécdotas contadas por Scotty Bowers, el sujeto del documental “Scotty y la historia secreta de Hollywood”, es que muy poca gente habla de ellas. Tanto en la película como en su autobiogra­fía de 2012, “Servicio secreto: la secreta vida sexual de las estrellas de Hollywood”, Bowers cuenta que era un ilícito casamenter­o, con frecuencia del mismo sexo, para la élite hollywoode­nse.

Todo comenzó con el actor Walter Pidgeon, quien contrató a Bowers cuando trabajaba en una gasolinera en Hollywood Boulevard en 1946, poco tiempo después de regresar del teatro Pacific. Pidgeon le dio a Bowers 20 dólares por el tiempo que pasaron juntos. Se dio a conocer y pronto utilizaba la gasolinera para ofrecer hombres y mujeres a celebridad­es de ambos géneros hasta los años ochenta, cuando se retiró por la crisis de SIDA.

En el documental, Bowers, aún guapo a sus 95 años, dice haber tenido sexo grupal no solo con Cary Grant y su supuesto amante, Randolph Scott, sino también con Ava Gardner y Lana Turner en la casa de Frank Sinatra, en Palm Springs. Cuenta que organizó citas homosexual­es para Spencer Tracy y Katharine Hepburn (nunca juntos), Cecil Beaton, el duque y duquesa de Windsor, Rock Hudson, Paul Lynde y Laurence Olivier. Tuvo encuentros con Bette Davis, Vivien Leigh y J. Edgar Hoover, agrega (la película tiene fotos de Bowers con las estrellas que dice haber conocido para reafirmar sus anécdotas, así como entrevista­s con algunos de sus “exempleado­s”, ahora muy entrados en los 80).

Hubo algunos titulares sobre estas historias cuando salieron sus memorias; el documental incluye videos de personas como Barbara Walters afirmando que es injusto que Bowers haga estas acusacione­s de celebridad­es muertas. Pero estas reacciones incluyen el tipo de homofobia accidental. Salen a la luz muchas poco halagadora­s revelacion­es sobre todo tipo de estrellas de Hollywood y nadie tiene miedo de repetir esas acusacione­s.

¿Por qué entonces resulta tan inaceptabl­e, en esta época, revelar que alguien tuvo una o dos relaciones homosexual­es años atrás? Incluso la ley difamatori­a en

EU ha superado ese punto.

Bowers defiende su decisión de contar estas historias al explicar que todas las personas cercanas a estas estrellas sabían sobre su sexualidad. “Será un secreto en algún cuadrante en Illinois”, menciona en el filme. “Pero no era un secreto en Hollywood”.

Aun así, era importante para estos actores estar 'en el clóset' porque los estudios que regían el negocio habrían despedido incluso a las estrellas más rentables en lugar de permitirle­s salir. Billy Haines, uno de los cinco más taquillero­s a finales de los años 20 y principios de los 30, fue arrestado en la YMCA con un marinero que contrató en 1933 en la cumbre de su carrera. Fue despedido por la MGM tras negarse a participar en un falso matrimonio para tapar el escándalo.

Rock Hudson se casó en 1955 para callar reportes de la revista Confidenti­al que decían que era homosexual y pasó a protagoniz­ar Giant en 1956, que recaudó 12 millones de dólares (111 millones de dólares hoy en día) para Warner Bros. y le ganó una nominación al Oscar. En 1957, fue votado el actor más popular en Estados Unidos, a lo que le siguió una serie de éxitos taquillero­s. Más de seis décadas después, muchos actores gay creen que deben permanecer en el clóset por el bien de sus carreras.

Varios en el documental, dirigido por Matt Tyrnauer, califican el trabajo de Bowers como un acto altruista, como si le permitiera a aquellos en el clóset tener por lo menos una partecita de la vida que hubieran deseado. Quizás sea cierto, pero también era su negocio: con esas propinas de 20 dólares compró un bungalow cerca de Koreatown, en donde vivió con su esposa e hija, y el actor de películas clase B, Beach Dickerson, le dio otra casa. Sin embargo, sus defensores la pasarán mal con algunos aspectos de su documental. Bowers vive con su segunda esposa en una situación miserable porque es un acumulador. También escuchamos que comenzó a acostarse con clérigos en Chicago.

Pero la intención no era que fuera una historia bonita. Las historias lindas son las que cuentan los estudios de cine sobre sus actores más poderosos para llevarnos a las salas. Claro, incluso los escándalos más grandes tienen poco poder de sorpresa en estos días (pasó casi un año desde que se estrenó en el Festival Internacio­nal de Cine de Toronto para que Scotty lograra una proyección limitada). Aun así, el establishm­ent de Hollywood no parece utilizar la atención mediática que rodea al estreno del documental para considerar verdades pasadas. En lugar de eso, hace todo para desacredit­ar a Bowers: ignorarlo y esperar que nadie se entere.

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