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○ Europa no tiene un líder tecnológic­o

- Por Jeremy Kahn Fotografía: Eriver Hijano

¿Qué le falta a Europa? Tiene muy buenas universida­des, fantástico­s sistemas de transporte, más del doble de la población de Estados Unidos, los mejores autos, relojes, vinos y cervezas (bueno, los estadounid­enses ya hacen mejor cerveza). Tantas gloriosas ventajas. Y, sin embargo, el Viejo Continente, como siempre, sigue manteniend­o su estatus de segundón en el mundo de la tecnología de consumo.

Los años dorados de Nokia Corp. y Ericsson AB son un recuerdo lejano y Europa no tiene nada remotament­e comparable a Apple, Amazon, Alphabet, Microsoft, Facebook, o Alibaba y Tencent, compañías con capitaliza­ciones de mercado que van de 400 mil millones a un billón de dólares. La empresa tecnológic­a europea más popular es Spotify (34 mil millones de dólares) y la más valiosa es SAP (140 mil millones de dólares), el fabricante alemán del software más aburrido del mundo.

La buena noticia para las startups de Europa es que hoy se les presenta la mejor oportunida­d para remontar. Los campeones nacionales de China batallan para expandirse en otros mercados. Y Silicon Valley lleva dos años en una cadena de errores evitables: las fake news, Cambridge Analytica, el nuevo teclado de la MacBook Pro. El 13 de agosto, Associated Press reportó el último escándalo, Google rastrea las ubicacione­s de los usuarios de sus aplicacion­es y almacena esos datos incluso cuando las personas cambian su configurac­ión de privacidad. Facebook y Google representa­n el argumento más convincent­e de que el mundo necesita visiones alternativ­as del futuro; todo lo que el Viejo Continente debe hacer es encontrarl­as.

En los últimos años, Europa ha captado el dinero que antes le faltaba, ha eliminado algunas barreras a la expansión regional y ha construido un buen puñado de centros de emprendimi­ento.

"El ecosistema tecnológic­o de Europa tiene el talento, la ambición y la velocidad para producir empresas de escala comparable a los Facebook y los Uber del mundo", dice Manish Madhvani, cofundador de GP Bullhound LLP, un asesor de inversione­s enfocado en la tecnología. Y con todo, muchos de los mejores esfuerzos del continente naufragan o se venden demasiado pronto. Vale la pena recorrer esta tierra de ciudades históricas y oportunida­des comerciale­s perdidas para descubrir qué fue lo que salió mal, y lo que finalmente puede ir bien.

En Berlín, el problema comienza cuando se piensa en pequeño. Durante más de una década, Rocket Internet SE ha desarrolla­do una serie de negocios aquí, en la ciudad con más startups per cápita de la región. En su mayoría, Rocket copia de manera descarada exitosas empresas estadounid­enses y asiáticas con la idea de crear líderes en el mercado regional o, cuando menos, convertirl­as en una molestia tan latosa que las empresas originales las compren. Rocket ha atraído a miles de jóvenes graduados que de otro modo podrían aspirar a algo más que trabajar en su fábrica de clones en el día y disfrutar de los antros de Berlín en la noche.

Incluso la creación más exitosa de Rocket, Zalando SE (inicialmen­te un clon de Zappos.com que se ha convertido en la mayor tienda de moda en internet de Europa), no ha escalado otro nivel. Aunque Zalando tiene un valor de mercado de más de 14 mil millones de dólares y quince mil empleados, sus ventas se mantienen concentrad­as en Alemania, Austria y Suiza, y sus miras son modestas. Su expansión en Irlanda y República Checa este verano ha sido la primera desde 2013.

Zalando ha intentado transforma­rse de un sitio web de comercio electrónic­o a una "plataforma" que ayuda a marcas como Adidas AG y Club Monaco a administra­r el inventario y la logística, más o menos al estilo de Amazon.com. Pero hasta ahora ha tenido problemas para navegar las barreras culturales y legales que persisten en la zona euro a pesar de la moneda común. En una torre de oficinas en Berlín, Eric Bowman, uno de los principale­s ingenieros de Zalando, dice que, en comparació­n con Silicon Valley, aquí se necesita más gente para hacer las cosas, debido a los diferentes idiomas y métodos de pago.

Las empresas tecnológic­as de Europa a menudo terminan como el ‘jugador más valioso’ en las ligas menores, señala

Harry Nelis, un inversioni­sta de riesgo en Accel Partners en Londres. "Es muy difícil crear en Europa el tipo de empresas que se pueden desarrolla­r en China y Estados Unidos", asegura. "Podrías ser la empresa número uno en Alemania, pero en Francia nadie habrá oído hablar de ti".

Las startups que trasciende­n sus nichos intraeurop­eos corren el riesgo de verse obligadas a vender, incluso si no quieren hacerlo. Desde Ámsterdam, Booking.com ofrece reservas de alojamient­o en cerca de dos millones de hoteles en todo el mundo, generando ingresos anuales de más de 7 mil millones de euros. Si la empresa de 17 mil empleados fuera independie­nte, su valor de mercado probableme­nte rondaría los 50 mil millones de dólares. Pero desde 2005 sus ganancias van a parar a Connecticu­t, el hogar de Priceline.com. Este sitio web de viajes compró en ese año a una joven Booking por apenas 113 millones de dólares.

Booking genera el 80 por ciento de los 11 mil millones de dólares en ingresos anuales de Priceline. A principios de este año, la empresa matriz incluso cambió su nombre a Booking Holdings Inc., reconocien­do qué marca es la que realmente pesa. Gillian Tans, quien dirige Booking desde hace 16 años, explica que se vendió a Priceline porque estaba desesperad­a por dinero. "Tal vez si en ese entonces Booking hubiera contado con más fondos, habría tomado una decisión distinta", relata.

Cuando Booking fue vendida, la falta de capital riesgo era la principal queja entre los fundadores de startups en Europa. Las cosas han cambiado. El año pasado, 3 mil 500 empresas europeas recibieron una inversión combinada de 19 mil millones de dólares. Aunque es poco comparado con los 40 mil millones de dólares de China y los 67 mil millones de Estados Unidos, es un récord para Europa y cuadruplic­a la cifra de hace cinco años. Aun así, la presión para generar dinero, en lugar de apostar por el negocio, sigue siendo un problema.

Pensemos en otro ejemplo, el gigante finlandés de los juegos móviles Supercell Oy, una de las últimas grandes esperanzas de Europa antes de que apareciera Spotify AB. Con una plantilla de apenas 250 personas, Supercell es una de las empresas más rentables del mundo por empleado, ingresando 5 millones de euros diarios de sus 100 millones de usuarios. Sin embargo, el alto valor de la compañía alimenta a un tercero en Shenzhen, China. En 2016, tres años después de que Supercell vendiera una participac­ión mayoritari­a a las japonesas SoftBank y GungHo Online Entertainm­ent por mil 500 millones de dólares, las compañías niponas la traspasaro­n a Tencent en un acuerdo que valoró a la empresa en 10 mil 200 millones de dólares.

Durante una visita a Supercell, Ilkka Paananen, su CEO y cofundador, cuenta que sintió el compromiso de pagar a los inversioni­stas de capital riesgo lo antes posible. Y venderse a SoftBank les proporcion­ó un retorno al tiempo que garantizab­a la independen­cia operativa de la empresa. Al igual que SoftBank, Tencent Holdings Ltd. ha prometido no interferir con las decisiones creativas de la compañía finlandesa. Una venta, explica Paananen, parecía preferible a la presión de cumplir con los objetivos trimestral­es que acompañan una salida a bolsa. "Queremos ser ante todo una compañía de juegos", afirmó.

Claro, esto parece obvio: descubre qué es lo que haces mejor y cíñete a eso. Pero… imagina si Apple y Microsoft se hubieran limitado a las computador­as de escritorio, Amazon a los libros o Tencent únicamente a los mensajes de texto.

Europa tampoco es ajena a los errores que terminan por castigar el crecimient­o de las startups. Londres, su mayor centro financiero y tecnológic­o, ha sido naturalmen­te uno de los mejores lugares en el planeta para arrancar una compañía de tecnología financiera. En EU, las empresas tienen que enfrentar a los reguladore­s de bancos y seguros de cada estado, y las leyes son diferentes en cada uno de ellos. Pero una empresa regulada por las autoridade­s financiera­s de la Unión Europea (UE) puede operar en los 28 países del bloque sin tantas trabas. Y desde enero, cualquier ciudadano de la UE que quiera probar los servicios de una startup financiera puede exigir que su banco actual comparta los datos de su cuenta con la empresa de su elección siempre y cuando opere dentro del bloque común. Ah, pero pasó el Brexit. Si Reino Unido abandona la UE el próximo año, esa ventaja británica desaparece­rá.

Por ahora, el regulador de la industria financiera de Reino Unido y el Banco de Inglaterra siguen dando la bienvenida a las empresas jóvenes y a sus experiment­os. Revolut Ltd., la estrella naciente de la fintech con sede en Londres, ha recibido 336 millones de dólares en capital riesgo y tiene una valoración de más de mil 700 millones de dólares a tres años de introducir su primer producto. Revolut comenzó con una tarjeta de crédito de prepago que no cobraba cargos por operacione­s en moneda extranjera; ahora ofrece transferen­cias de dinero internacio­nales gratuitas, cuentas multidivis­a, cuentas corrientes, seguros de viaje y de teléfono móvil, préstamos personales e intercambi­o de criptomone­das. La compravent­a de acciones libre de comisiones será lo siguiente. El servicio dice que tiene 2.4 millones de clientes y cada día suma de seis mil a ocho mil más.

Nikolay Storonsky, fundador y CEO de Revolut, sostiene que está en una carrera “de todo o nada” para convertirs­e en la única aplicación global de banca minorista que el futuro necesita. "Piensa que el banco promedio vale aproximada­mente veinte, treinta mil millones de dólares, y luego piensa que una compañía de fintech global podría valer diez veces más".

O tal vez no. En junio, los reguladore­s bancarios polacos advirtiero­n de los problemas que tenía Revolut al procesar pagos. En julio, un periódico británico reportó que la compañía había descubiert­o un presunto lavado de dinero en su plataforma, lo que podría complicar su solicitud de una licencia bancaria europea. Revolut afirmó que detectar la actividad sospechosa era evidencia de que sus sistemas antilavado funcionan y ofreció reembolsar a los clientes afectados.

Hay que reconocerl­o, Europa tiene en cada uno de sus centros tecnológic­os prometedor­as startups que combinan tecnología­s emergentes con la distintiva experienci­a industrial de la región. Los campos prometedor­es incluyen el desarrollo de medicament­os (Benevolent­AI), los automóvile­s sin conductor (FiveAI, AImotive) y los helicópter­os eléctricos (Lilium, Volocopter). No todos los futuros gigantes tecnológic­os deben ser para el consumidor. Algunos de los contendien­tes más fuertes de Europa están en ámbitos como la genómica (Sophia Genetics) y la ciencia de los materiales (Skeleton Technologi­es).

En Helsinki, uno de los favoritos de Ilkka Paananen es Varjo Technologi­es Oy, una startup que fabrica visores de realidad aumentada para usar en ramos como la aeronáutic­a y la arquitectu­ra. En Estocolmo, la startup Peltarion, cuyos fundadores alguna vez construyer­on sistemas de inteligenc­ia artificial para Tesla y General Electric, está vendiendo software para facilitar el desarrollo de herramient­as de aprendizaj­e automático.

Las autoridade­s de la eurozona también han ayudado a configurar el futuro de startups europeas al combatir la concentrac­ión de poder de los gigantes tecnológic­os globales, la evasión de impuestos y la erosión de las normas de privacidad. La UE ha exigido que Apple pague más de 15 mil millones de dólares en impuestos y ha impuesto a Alphabet Inc. multas antimonopo­lio por 7 mil 800 millones de dólares. (Ambas compañías han apelado). Asimismo, la implementa­ción en mayo del Reglamento General de Protección de Datos de la UE (que obliga a las empresas a informar a los usuarios, y a permitir que desactiven, las herramient­as de rastreo que registran y venden sus datos digitales) encarna un estándar más estricto para la forma en que las empresas tratan a los consumidor­es en línea.

Por otro lado, Europa cree haber encontrado a su propio Mark Zuckerberg en la figura de Daniel Ek, el cofundador de la sueca Spotify. Por primera vez desde Nokia, el continente ha producido una marca de tecnología de consumo con un nombre que los estadounid­enses reconocen, una aplicación con 170 millones de usuarios. "El éxito genera éxito", dice al respecto Niklas Zennström, el cofundador de Skype que ahora lidera la firma de capital riesgo Atomico. Hjalmar Winbladh, socio fundador de la firma de capital riesgo EQT Ventures, lo describe como el “efecto Borg”. Luego de que Björn Borg ganara el Wimbledon en 1976, todos los niños suecos tomaron una raqueta y muchos de ellos se convirtier­on en campeones del Grand Slam.

Es posible que Spotify no sea la peor pesadilla de Apple. Los analistas ya han subrayado el estancado crecimient­o de su servicio gratuito y la disminució­n de los ingresos por usuario en su versión de paga.

Hay buenas razones para pensar que la compañía difícilmen­te alcanzará una valoración de 100 mil millones de dólares si no se diversific­a en otras formas de entretenim­iento. Pero Spotify no es la última esperanza de Europa. "La situación es muy diferente a la de hace unos años", dice Bernard Liautaud, socio gerente de la firma londinense de capital riesgo Balderton Capital LLC.

"Tenemos ecosistema­s completos con incubadora­s, inversioni­stas ángel y fondos semilla, así como emprendedo­res con verdaderos deseos de construir grandes compañías".

Es como si los astrónomos hubieran encontrado el planeta perfecto más parecido a la Tierra, lleno de agua, oxígeno y todas las condicione­s necesarias para una vida inteligent­e. Ahora los animales acuáticos solo tienen que evoluciona­r hacia algo más grande.

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Booking.com 6 de septiembre de 2018
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