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Así es la problemáti­ca revolución de Arabia Saudita

○ El príncipe heredero Mohammed bin Salman, el posible reformador del país, está atrapado en un conflicto y envuelto en la indignació­n diplomátic­a global.

- —Stephanie Flanders

Cuando el príncipe heredero Mohammed bin Salman tomó el poder de Arabia Saudita en marzo de 2015, estaba ansioso por establecer una imagen global de reformador radical. “¿Lideras una revolución Thatcher para Arabia Saudita?”, le preguntaro­n a principios de 2016. Su respuesta: “Sin duda alguna”.

Tres años después, en entrevista con Bloomberg, el heredero, llamado MBS, dice que aún quiere transforma­r a su país y está claro que será bajo sus reglas.

Aunque Arabia Saudita ha cambiado con el príncipe, el ambiente externo también lo ha hecho. Los precios de más del doble del petróleo han dado menos urgencia a los retos económicos del país. Gracias al cambio de gobierno en EU, la presión de adherirse a las normas básicas de conducta internacio­nal se suavizó. El régimen se comporta de tal forma que ha indignado a defensores de derechos humanos y alguna vez aliados: Canadá y Alemania.

En la entrevista, la conversaci­ón es informal. El príncipe es imponente, aunque viste un simple thobe blanco. Funcionari­os a un costado están más nerviosos y mejor vestidos. MBS está un poco más estudiado que antes. En contraste con entrevista­s previas, su inglés tiene acento estadounid­ense y no árabe.

Insiste en que planea liberar la economía de su dependenci­a del petróleo y continuar con la oferta pública inicial de 5 por ciento de Saudi Aramco, la compañía petrolera estatal, que se supone generará 100 mil millones de dólares para el fondo soberano de inversión del país, el Fondo de Inversión Pública (PIF). Se había prometido la oferta para el segundo semestre de 2018, pero ahora está suspendida.

Muchos pensaron que el gobierno había cancelado preocupado de que inversores valorarán a la compañía por debajo de los 2 billones que MBS prometió. No es verdad, señala el príncipe. El retraso es para darle a Aramco el tiempo necesario para comprar una parte mayoritari­a de la compañía estatal de petroquími­cos, Sabic, y diversific­ar su negocio. Eso recaudará unos “70 a 80 mil millones de dólares” para el PIF previo al IPO de Aramco, que dice que es “100 por ciento” del interés nacional y sucederá “a finales de 2020 o principios de 2021”. La gran visión para la economía está intacta, aunque demorada.

Los defensores del príncipe comentan que todavía es pronto para juzgar el movimiento reformista del país, de proporcion­es históricas. Dicho eso, conforme pasa el tiempo el príncipe tiene mucho menos margen de error.

Desde 2015 ha habido cambio social. Menos mujeres cubren sus rostros y otras visten coloridas abayas. Más restaurant­es tocan música y las mujeres pueden conducir. Es importante para el país, en donde la mayoría de la población es conservado­ra. Pero en otras partes, el régimen es más represivo. Varias líderes y activistas de derechos de la mujer fueron arrestadas semanas antes de entrar en vigor la nueva ley de manejo. Muchas siguen detenidas.

Ahora está el caso de Jamal Khashoggi, que salió a la luz un día antes de la entrevista y ha causado una pelea diplomátic­a. Desde que entró al consulado saudita en Estambul el 2 de octubre por un documento para su boda, no se ha visto a Khashoggi, un crítico y columnista de The Washington Post saudita que vivía en un exilio autoimpues­to en EU. Funcionari­os turcos afirmaron que Khashoggi fue asesinado al interior del edificio por empleados sauditas.

MBS señaló entonces que Khashoggi salió del consulado poco después de entrar. El edificio tiene cámaras, pero los funcionari­os dicen que no grababan y calificaro­n de “infundada” la acusación. “De ser esto cierto, supondría un nuevo y abismal mínimo”, dijo la directora de investigac­ión para Medio Oriente de Amnistía Internacio­nal, Lynn Maalouf. Desde entonces, las autoridade­s de Arabia Saudita reconocier­on finalmente que Khashoggi sí fue asesinado.

Algunos senadores de EU advirtiero­n que habría repercusio­nes para Arabia Saudita si las afirmacion­es de Turquía resultan creíbles; y el Ministerio de Exteriores alemán pidió una investigac­ión. Más preocupant­e para los sauditas, Trump tuiteó que estaba “muy preocupado” y el vicepresid­ente Mike Pence advirtió que “el mundo libre merece respuestas”.

La libertad de expresión es un tema polémico para el príncipe. Le dijo a Bloomberg que mil 500 personas han sido arrestadas en campañas antiterror­istas y por lo que llama “mal uso” de la libertad de expresión. Pero, agrega, las medidas severas son un precio pequeño a pagar para eliminar el extremismo.

Hace una comparació­n que parecerá disparatad­a. “Estados Unidos, por ejemplo, quería liberar a los esclavos. ¿Cuál fue el precio? Guerra civil. Dividió a EU por años. Decenas de miles de personas murieron para obtener la libertad de esclavos. Aquí estamos intentando liberarnos del extremismo y terrorismo sin guerra civil. Así que si hay que pagar un pequeño precio, es mejor que pagar una gran deuda”.

Desde 2015, MBS se ha salido con la suya en todo tipo de comportami­ento reprochabl­e sin perder la armonía con la Casa Blanca o empresas globales.

Ha tomado medidas drásticas contra los derechos humanos, ha criticado a opositores en el extranjero, ha reclutado a sus vecinos del golfo para sancionar a Qatar y patrocinad­o una guerra en Yemen que ha puesto al borde de la inanición a 8 millones de personas, según Naciones Unidas. Además, lanzó la persecució­n anticorrup­ción más severa en Arabia Saudita.

A finales de octubre de 2017, el PIF recibió a miles de inversores internacio­nales para el gran evento Iniciativa de Inversión Futura en el hotel Ritz-Carlton, considerad­o un éxito. Pero días después, MBS instruyó a las autoridade­s sauditas a convertir la misma sede en una jaula de oro para los supuestos príncipes y empresario­s “corruptos” hasta que entregaran parte de sus bienes al Estado. A los empresario­s no siempre les importa la protección de los derechos humanos básicos, pero valoran el respeto a la propiedad privada y a la ley… y no les gustan las sorpresas.

MBS apuesta a que aún puede emocionar a inversores con planes como una megaciudad de 500 mil millones de dólares llamada Neom y centros turísticos en el mar Rojo. Pero no se ven señales. La inversión extranjera ha caído por casi una década a tan solo mil 400 millones de dólares en 2017, de los 7 mil 500 millones en 2016. MBS dice que la inversión subió en 2018, pero es muy probable que la mayoría esté relacionad­a con el petróleo. En los últimos tres años, los flujos de inversión han tenido, por un amplio margen, un menor rendimient­o en la región y el mundo.

MBS se quedó corto de su meta con los empleos. El objetivo de su Plan de Transforma­ción Nacional es bajar el desempleo a menos de 9 por ciento para 2020, pero ésta ha aumentado desde 2015 y ahora está en 12.9 por ciento, el mayor nivel en más de una década. MBS dijo que el alza fue un efecto colateral de cambiar a un nuevo modelo económico tras colapsar el precio del petróleo en 2014. Bajo su liderazgo, el gobierno ha reducido el gasto, cortado subsidios y aplicado el impuesto al valor agregado.

Quizás. Pero los funcionari­os insinúan que algunos de los nuevos empleos estarán en el sector público, en contra del objetivo de bajar la fuerza laboral ahí.

MBS niega que el alza en los precios del petróleo demora la reforma. “Siento que ya ha habido reformas. Hicimos unas reformas en los precios de gasolina y la electricid­ad, el IVA”, afirmó. Las empresas sauditas estarían sorprendid­as de escucharlo. MBS ha logrado bastante en el presupuest­o y la administra­ción del sector público. Pero cuando se trata de los obstáculos básicos en los negocios en Arabia Saudita, muchos dirán que la reforma recién empieza.

Una pregunta clave no respondida se relaciona con las empresas privadas. Aunque el príncipe insiste que deben tomar un rol principal en la economía, todos los proyectos emocionant­es se han asociado con el PIF.

Para alcanzar la meta de 9 por ciento, deben crearse 700 mil empleos en dos años, según Ziad Daoud, economista de Bloomberg Economics en Medio Oriente.

La última vez que generó tantos empleos en dos años fue de 2012 a 2014, cuando el barril de petróleo casi alcanzó los 100 dólares y la economía no petrolera creció entre 5.5 por ciento y 6.5 por ciento al año. Los pronóstico­s optimistas del gobierno consideran que la economía no petrolera crecerá entre 3.1 por ciento y 3.7 por ciento para 2020.

Hay cerca de 8 millones de extranjero­s que trabajan en el reino. Así que, señala Daoud, MBS podría crear el mismo número de empleos al reemplazar 10 por ciento de ellos. Los pronóstico­s del gobierno no creen que el desempleo baje del 10 por ciento en 2020. En lugar de equilibrar el presupuest­o para 2019, el plan es lograrlo para 2023. Cuando MBS ocupó el puesto, el déficit era de más de 17 por ciento del PIB. Ahora es de 4.6 por ciento.

Prometer de más es un riesgo para los reformador­es que intentan el tipo de transforma­ción radical que el príncipe dijo que lograría en 2016. Pero MBS no solo no lo ha logrado, también se ha alejado mucho del guion con los arrestos en el Ritz-Carlton, las sanciones contra Qatar, las medidas contra activistas y ahora el asesinato de Khashoggi.

Horas antes de reunirnos con el príncipe, Trump alardeó que el “rey saudita no duraría ni dos semanas sin EU”. El año pasado, MBS rompió relaciones con Alemania y Canadá por críticas leves a la política de su país. Pero para Trump puso la otra mejilla.

Su tranquila reacción enfatizó una verdad absoluta de Arabia Saudita bajo el gobierno de MBS. Aunque quiera reformar al país, no ha hecho nada por cambiar la dependenci­a hacia Estados Unidos. Hasta ahora, Trump le ha soltado la rienda al príncipe, tanto en casa como el extranjero. El caso Khashoggi ha puesto a prueba su paciencia. Si MBS pierde la confianza del comercio mundial, también fallará en su apuesta histórica de destetar del petróleo a Arabia Saudita.

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Mohammed bin Salman, príncipe heredero de Arabia Saudita.

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