Cuatro tendencias en el comercio mundial a observar en 2019.
“Todos pueden decir: ‘No puedes detener la globalización. Estás destruyendo tu propia economía”, afirma Pomfret. “Por otro lado, China ha sido realmente parasitaria. Ha sido una enorme rémora adherida a la economía de Estados Unidos”.
○ RELOCALIZACIÓN
Uno de los objetivos de la política comercial de Donald Trump ha sido traer los empleos de la industria manufacturera de vuelta a Estados Unidos. Su guerra de aranceles con China ha provocado que las compañías se replanteen nuevamente las cadenas de suministro. Sin embargo, no está claro que Estados Unidos salga ganador de esa complicada batalla.
Consideremos el caso de la automotriz alemana BMW AG. Su planta en Spartanburg, Carolina del Sur, que fabrica los SUV X3 y X5, es una de las más grandes del mundo y ha sido una fuente importante de exportaciones de automóviles de Estados Unidos a China. Sin embargo, a partir de este año, la compañía también comenzó a producir el X3 en el país asiático para evitar los aranceles del 40 por ciento que ahora cobra Beijing por los autos fabricados en Estados Unidos.
En julio, detalló planes para ampliar su operación conjunta con Brilliance China Automotive Holdings Ltd., lo que convertirá a China en un centro de exportación para la versión eléctrica del X3 cuando entre en producción en 2020.
Eso significa una apuesta a largo plazo en esa nación, y una apuesta contra Estados Unidos como un lugar confiable para una industria exportadora. Otras compañías han comenzado a trasladar parte de la producción, especialmente el ensamblaje final, fuera de China, en favor de países como Vietnam.
Pero, como muestra la experiencia de BMW, China no es solo una plataforma de exportación, también es un mercado importante para muchas empresas trasnacionales. Cualquier esfuerzo por sacar al país de las cadenas de suministro puede tener sus límites.
○NUEVOS PACTOS
Los presidentes de Estados Unidos han luchado durante varias décadas para apuntalar la posición del país como el centro de la economía mundial a través de una red de tratados de inversión y acuerdos comerciales. La involuntaria ironía del “America First” de Donald Trump es que parece estar renunciando a esa preciada hegemonía.
Eso puede cambiar. Aunque hay muchos escépticos, 2019 puede ser el año en que Trump comience a cumplir su promesa de una nueva serie de acuerdos comerciales. Su administración buscará que el tratado entre Estados Unidos, México y Canadá sea aprobado pronto por el Congreso. También notificó a los legisladores en octubre que planea negociar acuerdos con la Unión Europea, Japón y Reino Unido, entre otros.
Las propuestas de la Casa Blanca están inspiradas en su gran mayoría en los acuerdos que el propio presidente suspendió cuando llegó al poder. Por ejemplo, cualquier pacto bilateral con Japón replicará, en su mayor parte, los términos establecidos en el Acuerdo Transpacífico.
Las elecciones para el Parlamento Europeo en mayo significan que hay una estrecha ventana de oportunidad para un pacto con la Unión Europea.
Y el limitado acuerdo sobre productos industriales que Donald Trump ha ofrecido a Bruselas resulta mucho menos ambicioso que la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión que rechazó.
A pesar de ese nuevo ímpetu, en lo tocante al comercio Estados Unidos todavía no alcanza a sus rivales. La Unión Europea y Japón están cerca de sellar su propio acuerdo comercial, que entrará en vigor en 2019.
El Acuerdo Transpacífico también entrará en efecto el 30 de diciembre, dejando a las compañías y agricultores estadounidenses en desventaja frente a los competidores de las once naciones que son parte de dicho acuerdo.
○ TECNOLOGÍA
Desde las granjas hidropónicas automatizadas que producen durante todo el año hasta las impresoras 3D que generan piezas de motores a reacción para compradores en tierras lejanas, la tecnología está revolucionando el modelo de comercio marítimo que ha dominado por décadas. Y los acuerdos comerciales de hoy tienen tanto que ver con los flujos de datos como los bienes físicos.
La tecnología también es el principal campo de batalla en la contienda por el futuro de la globalización. Los gobiernos se han lanzado contra Google, Amazon.com Inc. y otras compañías dominantes. Tanto la UE como Reino Unido tienen planes para vigilar los servicios digitales, aunque Bruselas ha puesto en espera la implementación mientras resuelve diferencias internas.
Mientras tanto, la guerra comercial de Donald Trump con China se está librando para proteger la propiedad intelectual de las empresas estadounidenses y sectores estratégicos como los semiconductores y la IA.
Su blanco principal es el plan “Made in China 2025”, con el que Beijing quiere consolidar a grandes jugadores nacionales en una variedad de industrias de vanguardia, incluyendo los vehículos eléctricos y la robótica.
Si el conflicto comercial entre EU y China sigue escalando, la próxima ola de importaciones con un valor de 257 mil millones de dólares que se verá afectada por los aranceles, incluirá productos tecnológicos de fabricación china como son los teléfonos inteligentes, las computadoras portátiles y las baterías de iones de litio.
Al mismo tiempo, Washington y algunos gobiernos europeos están endureciendo las regulaciones que rigen las adquisiciones de empresas por parte de firmas chinas.
Frente a estas presiones, China está acelerando el paso hacia la autosuficiencia tecnológica, una jugada que puede influir mucho más en la dirección de la globalización que cualquier carta que Donald Trump esté guardando bajo la manga.