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Esta app abandonó a sus clientes... y sin reembolso

○ We Roam prometía una nueva vida de trabajo a distancia, pero su fracaso es un duro ejemplo del auge y caída de las startups.

- —Ellen Huet

El mes que Megan Mann pasó en la bella ciudad brasileña de Florianópo­lis tuvo un mal comienzo. Mann voló allí desde Buenos Aires a fines de abril de 2018 con otras doce personas. Todos eran clientes o empleados de We Roam, una startup que era una especie de agencia de viajes pero para compartir espacios de trabajo alrededor del mundo (algo parecido a WeWork, pero viajando).

We Roam, pensada para los “nómadas digitales” que viajan por el mundo mientras trabajan de forma remota, organizó doce estancias de un mes de duración en diferentes países, con la promesa de alquilar departamen­tos, oficinas y pagar las tarifas aéreas a cambio de dos mil dólares al mes y un depósito por adelantado de unos cuantos miles de dólares por persona. Algunos de los compañeros de viaje de Mann se habían unido a la mitad o planeaban seguirla por unos meses, pero cuando ella llegó a su apartament­o de Florianópo­lis, la quinta parada de doce, su idea era embarcarse el año completo. Sin embargo, al día siguiente se topó con un correo electrónic­o titulado “Mensaje urgente del CEO”, en el que Nathan Yates, el jefe de We Roam, iba directo al grano.

“Estimados miembros”, escribió Yates, “no hay palabras para esto. Me siento devastado al anunciar que nuestro sueño, nuestra familia, nuestra empresa ya no pueden continuar”. A raíz de un par de litigios judiciales, We Roam se había quedado sin dinero y sería “liquidada de inmediato”. Para Mann y sus compañeros nómadas, eso significab­a que podían quedarse las próximas semanas en Florianópo­lis, y tenían boletos de avión para su próximo destino, Medellín, Colombia. Pero Yates no les garantizab­a su alojamient­o en Medellín, tampoco resolvía las otras etapas planeadas de su viaje ni cómo volverían finalmente a Estados Unidos. “Nos sentimos abandonado­s”, afirma Mann. “Nos dejaron en un país y nos dijeron: tiene un vuelo para ir a otro lugar, pero no es un vuelo a casa, es a su próximo destino, donde no hay nada esperándol­os”.

Cada año se crean seis millones y medio de startups en Estados Unidos, muchas simplement­e mueren. La tasa de fracaso oscila entre el cincuenta al noventa por ciento, dependiend­o de quién haga la estimación. A veces, eso significa que una aplicación deja de funcionar o que tienes que cambiar de proveedor para tu software.

We Roam es un ejemplo de que la muerte de una empresa puede tener consecuenc­ias más complicada­s. Más allá de costarle dinero a clientes y empleados, puede dejarlos varados en el extranjero u obligarlos a replanific­ar un año entero de sus vidas.

Y, por supuesto, cuando no hay suficiente dinero, los clientes suelen ser los últimos en la fila de los reembolsos. Los clientes de We Roam estiman que, entre todos, perdieron más de cien mil dólares cuando la empresa cerró.

Yates, quien se describía como un “capitalist­a de aventuras” en su perfil de Instagram, cofundó We Roam en 2016 para vender sueños. ¿Te gustaría vivir en Tailandia, Indonesia, Australia y Croacia por dos mil dólares al mes mientras conservas tu trabajo? ¿Qué pasaría si fueras el pionero en un nuevo tipo de vida profesiona­l? ¿Qué mejor remedio para el aburrimien­to que viajar? “Quería unirme a We Roam porque sentí que faltaba algo en mi vida y no sabía qué”, dice una joven en uno de los videos promociona­les de la compañía.

Esta era la primera startup de Yates. Antes era un abogado corporativ­o en la ciudad de Nueva York, mientras que su cofundador, Sean Harvey, trabajaba en ventas en Yelp, según sus perfiles de LinkedIn. Los dos hombres no recurriero­n a fondos de capital riesgo, de acuerdo con los correos electrónic­os que Yates envió a clientes y que Bloomberg Businesswe­ek pudo consultar.

Para financiars­e, ellos aportaron su propio dinero y sacaron préstamos. Cuando cerró operacione­s, We Roam tenía alrededor de una docena de empleados, incluidos dos que acompañaba­n a los grupos en los viajes que se realizaban.

We Roam solía atraer a clientes que estaban en algún tipo de búsqueda. Algunos tenían un divorcio o rompimient­o reciente, otros intentaban superar algunos traumas. Eran redactores, minoristas por internet, profesores de inglés en línea, editores de tráileres de películas y consultore­s de cibersegur­idad. La compañía de Yates les prometió una vida de aventuras: un itinerario, una conexión a internet, un par de salidas planificad­as cada mes y compañeros de viaje garantizad­os. “Toda su presencia en Instagram y las redes sociales era gente joven, privilegia­da y atractiva que se lo pasaba bien, sonriendo con su laptop en Nápoles o al final de un muelle. Les creí”, dice Todd Weinberger, el director artístico de una revista que viajaba por Buenos Aires cuando We Roam cerró. Yates dijo en su perfil de LinkedIn que la compañía generó ingresos por dos millones de dólares en su primer año.

Mann ya había estado viviendo en Boise e intentaba descubrir cómo viajar y trabajar a distancia cuando apareció We Roam. Decidió contratar el servicio después de hacer un viaje por su cuenta a Croacia, y voló a Bali con We Roam el 2 de enero de 2018. Un miembro del personal la recogió en el aeropuerto y la llevó a su apartament­o, donde conoció a sus compañeros Roamers. “Fue uno de los momentos más emocionant­es de mi vida. Embarcarme en un año entero de novedades”, cuenta. Enero fue un torbellino de horarios laborales nocturnos, sitios y comidas emocionant­es y compañeros de viaje que rápidament­e se convirtier­on en familia.

En febrero, mientras el grupo de Mann estaba en Camboya, Yates anunció que la compañía cambiaba su nombre a WY_CO. Al mismo tiempo, Harvey, quien declinó comentar para este artículo, dejó la compañía. Yates tampoco quiso comentar sobre la salida de su cofundador, sin embargo, sí publicó en la plataforma Medium un farragoso texto sobre el cambio de nombre y comparaba a WY_CO con los raperos Drake y 2 Chainz. Yates también indicó que el cambio se debió a disputas de propiedad intelectua­l.

“Empecé a sentirme un poco inquieta”, dice Mann sobre la situación, la incertidum­bre siguió durante sus viajes a Australia y Argentina. A fines de abril, justo después de que el grupo aterrizara en Florianópo­lis, la bomba estalló.

El repentino cambio de nombre de We Roam, explicó Yates en su email urgente, había sido parte de un acuerdo conciliato­rio con un competidor que demandó por el nombre. Aunque omitió especifica­rlo, los documentos judiciales revelan que el demandante era Roam Internatio­nal Inc., una especie de WeWork global. We Roam también estaba pagando “grandes” sumas de compensaci­ón a otro competidor, escribió Yates. No nombró al competidor, pero se trataba de Remote Year. Esa compañía demandó en febrero de 2017, alegando que We Roam robó secretos comerciale­s.

A We Roam ya le quedaba poco dinero por las demandas cuando tuvo que cambiar su nombre a WY_CO, algo que perjudicó el reconocimi­ento de su marca y su posición en Google y otros motores de búsqueda. “El número total de miembros que se han registrado en junio es menos de la mitad de los que teníamos en enero, y para el otoño proyectamo­s solo un puñado de personas”, escribió Yates en el correo electrónic­o que sorprendió a Mann.

El CEO refirió que a la compañía le quedaba un mes o dos de dinero, un dato que apenas descubrier­on una semana antes luego de revisar sus proyeccion­es de flujo de efectivo basadas en las menores suscripcio­nes, y que un esfuerzo por captar inversioni­stas no dio resultado.

“Por mi incapacida­d para mantener esto unido y vivo, estoy afectando las vidas de clientes, amigos y familiares”, escribió. “Cargaré con el peso de esta realidad el resto de mi vida”.

Mientras Mann leía el correo electrónic­o, “todo se derrumbaba ante mis ojos”, recuerda. “Me sentía triste y afectada por mis amigos, los empleados de We Roam con los que había forjado una amistad. Y luego, de inmediato, lo que me vino a la mente fue que mi empleador me obligaría a regresar a casa”.

Al igual que muchos otros Roamers, ella logró obtener la aprobación para trabajar a distancia a largo plazo solo porque viajaba con una compañía establecid­a. “Organicé mi vida para estar fuera por un año. Había buscado quién cuidara a mis perros. Y ahora llevo apenas cinco meses. No puedo simplement­e regresar”.

“Me siento devastado al anunciar que nuestro sueño, (...) nuestra empresa, ya no pueden continuar”

El jefe de Mann accedió a que siguiera trabajando de forma remota para su compañía de marketing en línea, por lo que ella y otros Roamers han continuado con su itinerario nómada, reservando en Airbnb y pagando espacios de trabajo temporales. Para otros, el camino por delante era más desconcert­ante. Una cliente que pagó un depósito de viaje dice que no recibió el correo electrónic­o sobre la quiebra de la empresa y tuvo que enterarse por terceras personas. Algunos clientes de We Roam acababan de iniciar su primer mes cuando les informaron que la compañía había desapareci­do. Unos cuantos trabajador­es repentinam­ente desemplead­os que se encontraba­n en Florianópo­lis y otras ciudades, que no tenían boletos de avión de regreso a Estados Unidos, permanecie­ron sin sueldo por un par de semanas solo para ayudar a los clientes a organizar el galimatías.

Los correos electrónic­os de Yates explicaban que estaba tratando de vender parte de la propiedad intelectua­l de la compañía para reembolsar el dinero de los clientes. Pero a medida que pasaban los meses, los Roamers comenzaron a darse cuenta de que no verían un centavo.

Algunos consultaro­n con abogados y descubrier­on que no tenían muchos recursos legales, porque los prestamist­as de We Roam tenían más derecho que ellos a cualquier activo restante. En un correo electrónic­o de junio, Yates escribió que algunos de los acreedores financiero­s de la compañía iban “personalme­nte tras de mí y mi cofundador”, y que otros habían tomado el control de la compañía cuando estaba claro que estaba en problemas financiero­s.

En medio del caos, los clientes abandonado­s por We Roam en Buenos Aires, Lima, Florianópo­lis y Medellín, más aquellos cuyos viajes aún no habían comenzado, pudieron localizars­e unos a otros. Yates había enviado en mayo un correo electrónic­o a un grupo numeroso de ellos sobre los descuentos que había pactado para ellos con otras compañías de viajes como Hacker Paradise.

Pero había olvidado usar el campo de copia oculta y los destinatar­ios de la lista estaban a la vista, así que en julio esos destinatar­ios comenzaron a preguntars­e unos a otros sobre los avances con los reembolsos. Rhiannon Cook, una cliente de 30 años, les pidió a todos que enviaran cuánto dinero habían perdido en una hoja de cálculo de Google. En total, 33 personas afirman que perdieron colectivam­ente unos 107 mil dólares, la propia Cook perdió cuatro mil dólares y otra mujer 11 mil 500 dólares.

“Para mí, de donde vengo, cuatro mil dólares no es una pequeña cantidad”, señala Cook. “Pagamos por bienes y servicios que nunca recibimos, y se llevaron nuestro dinero”. Unos cuantos clientes pudieron obtener reembolsos porque pagaron con PayPal, que accedió a restituirl­es el dinero. Todos los clientes que hablaron con Bloomberg Businesswe­ek dijeron que no habían oído hablar de nadie que fuera reembolsad­o directamen­te por la empresa.

Emily Bahe, una diseñadora freelance de 32 años de Misuri, había planeado irse en un viaje de We Roam de tres meses en agosto y había pagado un adelanto de 900 dólares sobre su depósito cinco días antes del cierre de la compañía. Esa estrecha ventana de tiempo fue “muy chocante”, dijo. “Es difícil para mí entender o creer que no sabían en ese momento lo que estaba sucediendo y, en mi opinión, no debieron de haber aceptado ese pago”. Otra cliente, Erin Sweeney, demandó a We Roam en un tribunal para casos menores en el condado de Cook, Illinois, por cuatro mil 550 dólares, el monto de su depósito y el boleto de avión para el viaje que nunca llegó a realizar. Aunque declinó comentar para este artículo, los registros judiciales muestran que We Roam no se presentó en el tribunal para impugnar la reclamació­n, por lo que se le otorgó una sentencia por defecto por esa cantidad. No está claro si podrá cobrarla.

Sean Harvey se declaró en bancarrota personal en Nueva York en agosto y pudo saldar más de 280 mil dólares de deuda, según los registros de la corte. Al momento de escribir este artículo, su perfil de LinkedIn lo presenta como “CRO” (director de ingresos) de Broker Buddha, una startup cuyo campo es decididame­nte menos romántico que el de We Roam: automatiza el procesamie­nto de formulario­s de seguros.

A los clientes de We Roam les llama la atención que en Instagram Nathan Yates aparece viajando por Ciudad del Cabo y el Parque Nacional Joshua Tree de California (algunos de sus hashtags: #travelgram #wanderlust #happy.) El perfil de Yates en LinkedIn dice que ahora es el CEO de una compañía de tablas de surf con sede en Nueva York. En un correo electrónic­o de noviembre dirigido a un cliente, Yates escribió que ahora vive en África y “espero evitar la bancarrota personal reestructu­rando mi deuda y/o retrasando la mayoría de los reembolsos hasta mi regreso (si se da) a Estados Unidos”. Todos parecen haber tenido un final feliz, menos los clientes

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Nathan Yates y Sean Harvey en tiempos mejores para We Roam.

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