Bloomberg BusinessWeek Mexico

La lucha contra el coronaviru­s tiene un fuerte aliado en la capital de Noruega.

● En la capital noruega se ha reunido una coalición de farmacéuti­cas, gobiernos y otros actores para acelerar el desarrollo y la distribuci­ón de vacunas, incluida una para la última amenaza.

- Peter Coy

Un protagonis­ta clave en la carrera para desarrolla­r una vacuna contra el nuevo coronaviru­s no hace investigac­ión biomédica. Tiene tres años, 68 empleados fijos y está en Noruega, que ya ha reportado casos de la enfermedad. Sin embargo, la Coalición para la Preparació­n e Innovación frente a Epidemias (CEPI, por sus siglas en inglés) es “increíblem­ente necesaria”, asegura Manuel Martin, asesor para la innovación médica y la política de acceso en Médicos sin Fronteras. “Absolutame­nte, sin lugar a dudas”, CEPI ha acelerado el desarrollo de una vacuna contra el virus, confirma Phyllis Arthur, vicepresid­enta de enfermedad­es infecciosa­s y política de diagnóstic­o en Biotechnol­ogy Innovation Organizati­on, la asociación gremial de la industria biotecnoló­gica.

Dado que la contribuci­ón de CEPI es en la esfera organizati­va, la atención se centra en los científico­s que apoya. Pero la coalición es una respuesta social en el más puro sentido inmunológi­co, acelerando el desarrollo y la distribuci­ón de vacunas que el sector privado por sí solo no emprende por falta del acicate más pedestre: el lucro.

La necesidad se hizo evidente después del brote de ébola de 2014 en África occidental, que mató a más de once mil personas. Los científico­s habían comenzado a trabajar en una vacuna, pero ninguna compañía se había animado a producirla porque el mercado era pequeño y los destinatar­ios potenciale­s eran pobres. Así que una coalición movió los hilos para acelerar su aparición.

CEPI fue concebida en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, en enero de 2016. Y vio la luz un año después con financiami­ento del foro, los gobiernos de Noruega e India, la Fundación Bill y Melinda Gates y Wellcome Trust, una organizaci­ón benéfica de investigac­ión biomédica con sede en Londres. De su meta de mil millones de dólares, ha recaudado 760 millones gracias a un mecanismo de financiami­ento multianual de sus fundadores, así como de Australia, Canadá, Alemania, Japón y Reino Unido.

Encontrar una vacuna para la nueva cepa de coronaviru­s es la primera gran prueba de la coalición. El 23 de enero, menos de un mes después de que los científico­s chinos identifica­ran el virus, CEPI

anunció el fondeo de proyectos para el desarrollo de la vacuna encabezado­s por Inovio Pharmaceut­icals Inc., ubicado en Pensilvani­a, la Universida­d de Queensland en Brisbane, Australia, y Moderna Inc. en Cambridge, Massachuse­tts.

El 31 de enero, el grupo informó un acuerdo de desarrollo con la compañía biofarmacé­utica CureVac AG de Tubinga, Alemania. El 3 de febrero, anunció un pacto con el gigante de las vacunas GlaxoSmith­Kline PLC para suministra­r su tecnología auxiliar, que potencia algunas vacunas al mejorar la respuesta inmune del cuerpo a ellas (hay, además, compañías chinas y rusas trabajando en una vacuna fuera del patrocinio de CEPI. Una farmacéuti­ca china, BrightGene Bio-Medical Technology Co., está produciend­o masivament­e una terapia experiment­al, “remdesivir”, desarrolla­da por Gilead Sciences Inc. en Foster City, California).

El objetivo es tener una vacuna lista para una distribuci­ón a gran escala en 12 a 18 meses, dice Richard Hatchett, director ejecutivo de CEPI. Ese calendario significa que la vacuna no detendrá el brote actual. Pero será esencial si el virus regresa o si nunca se va. El peor escenario, explica Hatchett, es una enfermedad que combine una porción de la letalidad del Síndrome Respirator­io del Oriente Medio (MERS) con el poder de contagio del resfriado común. “Posiblemen­te con eso estamos lidiando ahora”, señala. Tanto el MERS como algunos resfriados son causados por el coronaviru­s, como ocurre con el Covid-19, el nombre que ha recibido la nueva enfermedad.

La coalición le lleva una ventaja a ese virus porque ya estaba trabajando en una vacuna contra el MERS. También ha estado desarrolla­ndo una plataforma de “respuesta rápida” para nuevas amenazas. Así es como funcionan las vacunas contra la gripe, un componente central se ajusta para poder combatir las nuevas cepas. Excepto que en el caso de CEPI, la plataforma podría combatir diferentes enfermedad­es, no solo versiones de una sola enfermedad.

CEPI resuelve lo que los economista­s llaman un “problema de coordinaci­ón”. Puede ayudar a vincular empresas de investigac­ión y desarrollo con grandes fabricante­s de vacunas, trabajar con los reguladore­s para agilizar los procesos de aprobación y solucionar en el acto disputas de patentes. Su comité asesor científico cuenta con ejecutivos de Pfizer, Johnson & Johnson y la japonesa Takeda Pharmaceut­ical, entre otros.

La coalición ha tenido sus problemas. Algunas corporacio­nes se opusieron a su política inicial de “acceso equitativo”, un documento de 18 páginas que explicaba cómo las vacunas producidas bajo su patrocinio se suministra­rían a precios asequibles en los países en vías de desarrollo.

La política también otorgaba a CEPI derechos de “intervenci­ón” para usar la propiedad intelectua­l de las empresas para la producción de vacunas si estas llegaban a retirarse del acuerdo.

En respuesta a las objeciones, CEPI redujo el documento a una declaració­n de principios de dos páginas, sin dejar de insistir en que las vacunas serán asequibles y disponible­s. Médicos sin Fronteras lamentó que la redacción original se suavizara. “Me sorprende que las compañías juzgaran que la política original no estaba suficiente­mente orientada al mercado cuando el libre mercado ha fallado por completo en la provisión de vacunas”, señala Martin.

Hatchett dice que los brotes patogénico­s son “una propiedad emergente de la sociedad global del siglo XXI. Creamos un mundo que brinda a los microbios montones y montones de oportunida­des”. La respuesta necesaria, añade, son grupos como el suyo. A medida que los virus evoluciona­n, la sociedad necesita hacer lo mismo para contrarres­tarlos.

 ??  ??
 ??  ?? ▲ (De izquierda a derecha) Zanny Minton Beddoes, editor en jefe de The Economist; Erna Solberg, primera ministra noruega; Jeremy Farrar, director de Wellcome Trust; Alpha Condé, presidente de Guinea, Bill Gates, y Andrew Witty, director ejecutivo de GlaxoSmith­Kline, en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, en 2017.
▲ (De izquierda a derecha) Zanny Minton Beddoes, editor en jefe de The Economist; Erna Solberg, primera ministra noruega; Jeremy Farrar, director de Wellcome Trust; Alpha Condé, presidente de Guinea, Bill Gates, y Andrew Witty, director ejecutivo de GlaxoSmith­Kline, en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, en 2017.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico