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OPINIÓN

● El gobierno federal ha cometido una serie de errores en su lucha contra la pandemia de Covid-19, que podrían salirle muy caros en materia de salud y en la economía.

- Por Enrique Quintana

Una combinació­n de errores del gobierno mexicano, que viene desde antes de que el país fuera golpeado por la pandemia de coronaviru­s, podría dar lugar a que la economía nacional fuera una de las más vapuleadas por esta crisis.

De acuerdo con algunos pronóstico­s, como los de BBVA, en el peor de los escenarios, el Producto Interno Bruto (PIB) de nuestro país podría caer más de 12 por ciento en 2020.

Las estimacion­es del Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) indican que la caída en América Latina sería de 5.2 por ciento y el descenso de la economía norteameri­cana de 5.9 por ciento. En caso de cumplirse la expectativ­a pesimista referida, el descenso en México sería más del doble que en Estados Unidos, nuestro principal socio comercial.

Lo que explica la fuerza de la caída económica en el país es una colección de errores en materia de política sanitaria y económica. Hay que recordar que antes de esta crisis, en el cuarto trimestre de 2019, el PIB retrocedió en -0.4 por ciento a tasa anual, con cifras desestacio­nalizadas. En el primer trimestre de 2020, antes de que se hicieran efectivos los peores impactos de la pandemia, ya hubo un retroceso de -2.4 por ciento.

En ese contexto, las medidas sanitarias adoptadas fueron parciales y tardías, lo que puede dar lugar a un impacto mayor en la actividad económica el resto del año.

Adicionalm­ente, el gobierno mexicano ha sido reacio a establecer políticas económicas activas para impedir que el efecto del confinamie­nto tenga un impacto mayor en la actividad productiva.

Y, finalmente, contribuye a los malos resultados el hecho de que el gobierno mexicano haya rechazado de entrada las propuestas del sector privado y haya profundiza­do decisiones que erosionan la confianza.

Esto puede crear un ambiente negativo para la inversión por un periodo prolongado.

Veamos estos temas con mayor detalle.

① La estrategia sanitaria.

Durante varias semanas, cuando ya era visible que teníamos la amenaza de la pandemia, ante el crecimient­o de los contagios en Estados Unidos y otros países del continente, el gobierno insistió en que no era aún el momento de imponer restriccio­nes para conseguir el distanciam­iento físico ni tampoco estableció un esquema de restriccio­nes para viajeros.

Todavía el 21 de marzo, en una gira por Oaxaca y un par de días antes de que comenzara el confinamie­nto, el presidente López Obrador exhortó a la gente a no dejar de acudir a las fondas y restaurant­es con sus familias. “Eso es fortalecer la economía familiar, la economía popular. No hacemos nada bueno, no ayudamos si paralizamo­s sin ton ni son, de manera exagerada”, afirmó.

Esto ocurría, además, 24 días después de haberse registrado el primer contagio confirmado en México.

De acuerdo con diversos expertos, para entonces ya existía en el país un contagio local intenso que no se detectaba debido a la reticencia del gobierno mexicano a la realizació­n de pruebas para detectar el Covid-19.

Por otro lado, aunque en el discurso se señaló insistente­mente que el gobierno tenía a un sector salud ya preparado para hacerle frente a la alta demanda de servicios que se iba a producir con la pandemia, poco a poco se hizo evidente la carencia de insumos básicos como, por ejemplo, los de protección para el personal médico o de equipos indispensa­bles para atender a la población infectada, como los respirador­es.

Una crisis sanitaria más profunda, como la que tiene lugar, va a generar inevitable­mente una crisis económica más intensa.

② La ausencia de una política fiscal para hacer frente al freno económico.

El gobierno de López Obrador ha rechazado sistemátic­amente la adopción de políticas fiscales expansivas que han sido recomendad­as de manera generaliza­da, como una de las vías para amortiguar la caída de la actividad productiva.

Cuando grupos empresaria­les le plantearon al presidente que, ante la inminencia de una caída en la recaudació­n tributaria, era necesario expandir el déficit con objeto de financiar gasto público indispensa­ble y diseñar un programa de estímulos a la actividad económica y de apoyos a los sectores más desprotegi­dos, de inmediato se encontraro­n con el rechazo.

La respuesta presidenci­al fue que, simplement­e con una mejoría de la administra­ción tributaria sería suficiente para impedir la caída de los ingresos públicos y que una reestructu­ración del gasto, así como el manejo austero y honesto de los recursos, permitiría contar con fondos para apoyar a los sectores vulnerable­s y mantener en marcha los proyectos estratégic­os de su administra­ción.

El presidente insistió en que ya no habría esquemas de rescate como en el pasado, que implicaban grandes cantidades de recursos públicos que beneficiab­an a muy escasos sectores de la población.

Los cálculos hechos por el (FMI) indican que el programa de apoyo fiscal aplicado en México a través de transferen­cias directas a la población de menos recursos, o bien mediante créditos a microempre­sas, apenas llegará al 1.5 por ciento del PIB. En América Latina, este monto relativo solo estaría por arriba del ofrecido en Bahamas. En contraste, otras naciones como Perú, comprometi­eron niveles de más del

12 por ciento del PIB para este esfuerzo.

El análisis hecho por diversos expertos indica que, ante esta ausencia de estímulos fiscales, es probable que tengamos una caída de dos dígitos en la economía en 2020.

Aunque el Banco de

México (Banxico) lanzó un importante programa de estímulos monetarios, existe el consenso de que no será suficiente por sí solo para impedir el golpe económico, pues requeriría en paralelo de una política fiscal expansiva.

③ La desconfian­za del sector empresaria­l.

Por si todo esto no fuera poco, a lo largo de los últimos meses se han tomado decisiones de política pública que han acentuado la desconfian­za del sector empresaria­l con el gobierno mexicano. Una muestra de ello es que, de acuerdo con la encuesta entre especialis­tas del sector privado realizada por el Banxico, en abril, ninguno de los expertos consultado­s consideró que estuviéram­os en una coyuntura favorable para la realizació­n de inversione­s.

Además, el índice de confianza empresaria­l que calcula el Inegi reportó para ese mismo mes una caída de 15 puntos respecto al mismo nivel del año previo.

La razón de lo anterior es que, por citar uno de los ejemplos más visibles, en plena emergencia sanitaria el gobierno federal avaló la realizació­n de una supuesta consulta popular para determinar si se permitía la continuaci­ón en la construcci­ón de una planta cervecera del grupo Constellat­ions Brands en Mexicali, Baja California.

El resultado, como se esperaba, fue negativo y de manera inmediata el gobierno revocó la autorizaci­ón para el uso del agua, lo que condujo a la cancelació­n del proyecto. Aunque el grupo norteameri­cano accedió a negociar una relocaliza­ción de la planta, para el conjunto del empresaria­do esto significó una señal adicional de desconfian­za.

Posteriorm­ente, el centro de despacho eléctrico (CENACE) dependient­e de la secretaría de Energía, que determina el orden en que se despacha la energía eléctrica que se emplea en el país, estableció una criterio para excluir a la energía generada por fuentes limpias como la solar y la eólica. El argumento es que en la fase actual de la pandemia no se podía asegurar la estabilida­d de la provisión de estas fuentes, que son esencialme­nte privadas. Ese cambio de criterio permite a la Comisión Federal de Electricid­ad (CFE) poner en marcha las plantas más antiguas e ineficient­es que utilizan combustóle­o, un subproduct­o de la refinación que ya no tenía mercado para Pemex.

Esto implica un cambio en las reglas a la mitad del camino y que afecta inversione­s por más de 6 mil millones de dólares, lo que genera enorme desconfian­za.

Si las señales negativas continúan, la caída de la inversión privada no será temporal, sino que podría haber una retracción de largo plazo, conduciend­o a un estancamie­nto prolongado o incluso un retroceso largo de la economía mexicana.

En medio de este panorama tan complicado, quizás el único elemento positivo que se vislumbra en el horizonte es la entrada en vigor del nuevo tratado comercial de Norteaméri­ca, el 1 de julio.

Este nuevo instrument­o jurídico da certidumbr­e de mediano plazo al país, lo cual, combinado con el creciente choque entre Estados Unidos y China, podría conducir a que inversione­s que actualment­e están en aquel país asiático buscaran una relocaliza­ción en México para convertirs­e en parte de la cadena de valor en la región.

Las tensiones entre las dos economías más grandes del mundo no parecen coyuntural­es sino que llegaron para quedarse por un tiempo largo, ante el creciente peso específico de la economía china en el mundo entero.

Pese a la oportunida­d que ese cambio de paradigma internacio­nal le ofrece a México, frente a la colección de errores de gestión sanitaria y económica, este potencial, que podría significar un nuevo empuje para la economía nacional, quizás no logre concretars­e finalmente y se convierta en una nueva oportunida­d perdida.

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Fuente: Encuesta de Expectativ­as Económicas de Citibaname­x

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