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La respuesta de la OMS a la pandemia está bajo escrutinio, en medio de una lucha política global.

● El organismo internacio­nal ha quedado, en el peor momento, en medio del fuego cruzado entre Washington y Beijing.

- Matthew Campbell, Jason Gale, John Lauerman y James Paton, con la colaboraci­ón de Cindy Wang y Corinne Gretler.

A mediados de febrero, un equipo internacio­nal de expertos médicos se reunió en Beijing para aprender más sobre el nuevo coronaviru­s. Los enviados de la Organizaci­ón Mundial de la Salud incluían algunas de las figuras más brillantes en epidemiolo­gía y virología.

Estarían acompañado­s por un grupo de científico­s chinos y serían responsabl­es de producir un informe conjunto sobre la naturaleza del virus y su propagació­n dentro del país más poblado del mundo.

El primer día del viaje, los miembros no chinos se reunieron para discutir los temas sobre los que tenían la intención de aprender más, mientras visitaban hospitales e institucio­nes de investigac­ión. Era 16 de febrero, poco más de una semana después de que Li Wenliang, el médico de Wuhan que fue reprendido por funcionari­os locales cuando intentaba advertir a sus colegas que un nuevo patógeno peligroso estaba suelto, hubiera sucumbido al virus. Su muerte provocó ira en redes y una amplia cobertura mediática, pero la cuestión de si las advertenci­as se habían suprimido en Wuhan durante los primeros días del brote no era parte del informe del equipo.

“No iba a ser útil”, dijo en una entrevista Dale Fisher, especialis­ta en enfermedad­es infecciosa­s de la Universida­d Nacional de Singapur y parte del grupo. “Nuestra misión era recolectar informació­n técnica e informar al resto del mundo. Queríamos mirar hacia adelante, no centrarnos en el pasado”.

Si bien esa decisión sin duda tuvo sentido para los científico­s, también fue un ejemplo de por qué, en un momento en que la OMS trata de coordinar la respuesta a la peor pandemia en un siglo, se enfrenta a un desafío político sin precedente­s, arraigado en las preocupaci­ones sobre su relación con China. La administra­ción Trump ha intensific­ado su ataque contra la organizaci­ón, amenazando con recortar su financiaci­ón y reconsider­ar su membresía si la OMS no promulga una reforma radical.

Aunque parece un intento de distraer de los propios fracasos de EU en la contención del

coronaviru­s, la Casa Blanca no es la única en plantear preocupaci­ones: Australia y Canadá también solicitaro­n investigac­iones sobre los orígenes de la pandemia y la respuesta de la OMS.

El órgano internacio­nal rector de la OMS aprobó esta semana planes para una revisión independie­nte, incluido el papel de la organizaci­ón. Su director general, Tedros Adhanom Ghebreyesu­s, un exfunciona­rio de salud etíope y el primer no médico en ocupar el puesto, dijo que agradecía el escrutinio.

Mientras Trump amenazaba a la OMS, el presidente Xi Jinping de China declaró su apoyo a la organizaci­ón. En un discurso prometió dos mil millones de dólares durante dos años para ayudar a combatir el virus y dijo que su país hará que cualquier vacuna esté universalm­ente disponible una vez que se desarrolle.

No hay duda de que la OMS hace un trabajo invaluable, que incluye una larga lista de éxitos, desde la erradicaci­ón virtual de la poliomieli­tis hasta la contención exitosa, en 2003, del SARS. En la crisis actual, la OMS organiza esfuerzos para suministra­r a los países en desarrollo equipo de protección y trabaja con socios, incluida la Comisión Europea, para acelerar el desarrollo de vacunas y medicament­os.

El escrutinio de sus acciones respecto al Covid19 tampoco debería disculpar las deficienci­as de países como EU y Reino Unido en la preparació­n para el virus. Pero en un mundo que, en el futuro previsible, estará más alerta que nunca ante la amenaza de enfermedad­es infecciosa­s, algunos expertos piden una revisión de los poderes y protocolos de la OMS.

Sus orígenes datan casi de la fundación de Naciones Unidas. El preámbulo de su constituci­ón de 1948 establece un espíritu rector: “El goce del grado máximo de salud que se pueda lograr es uno de los derechos fundamenta­les de todo ser humano sin distinción de raza, religión, ideología política o condición económica o social”. Continúa: “La salud de todos los pueblos es una condición fundamenta­l para la paz y la seguridad”.

Esa declaració­n de misión general llevó a la agencia a asumir una gran variedad de desafíos, desde promover la salud materna y el control de la natalidad hasta la inmunizaci­ón y la ayuda a los refugiados. Durante la mayor parte de su historia temprana, el papel de la organizaci­ón fue en gran medida de asesoramie­nto. Sin embargo, eventos ocurridos en la década de 1990 mostraron los peligros que representa­n las infeccione­s más nuevas y menos entendidas en un mundo en rápida globalizac­ión.

Un brote de ébola en 1995 en Kikwit, una ciudad en lo que hoy es la República Democrátic­a del Congo, enfermó a cientos de personas, matando a cerca del 80 por ciento de ellas. Con la ayuda de la OMS y otras agencias, el virus fue contenido, pero el potencial de epidemias más mortales se hizo evidente y la agencia comenzó a asumir gradualmen­te un papel más muscular. En 2000, creó la Red Mundial de Alerta y Respuesta ante Brotes Epidémicos, que tuvo un rol clave en la contención del SARS.

El director general de la OMS en ese momento, el noruego Gro Harlem Brundtland, emitió lo que para la ONU era una crítica mordaz al comportami­ento de China, diciendo que “definitiva­mente habría sido útil si la experienci­a internacio­nal y la OMS hubieran podido ayudar en una etapa anterior”. También emitió los primeros avisos de viaje de la OMS, en los que instaba a posponer los viajes a partes de China y Toronto.

El SARS, que se contuvo en unos pocos lugares y mató a menos de mil personas, terminó siendo una historia de éxito de salud pública. Pero un intento de 2005 de otorgar a la OMS poderes más sólidos, por ejemplo, para sancionar formalment­e a los países que no informaran los brotes, no logró ver la luz. Los Estados miembro simplement­e no querían darle ese tipo de herramient­a. Y si la OMS iba a continuar sirviendo como la fuerza policial de salud pública del mundo, tendría que hacerlo con muy poco dinero. Las llamadas contribuci­ones asignadas, que son facturas enviadas automática­mente a sus miembros, cubren menos del 20 por ciento de su presupuest­o, y el resto se recauda de forma voluntaria de gobiernos y organizaci­ones nacionales como la Fundación Bill y Melinda Gates.

Otro brote de ébola, la explosión de infeccione­s en África Occidental que comenzó en 2014, mostró las limitacion­es de la OMS. El virus había causado estragos en Liberia, Sierra Leona y Guinea durante más de medio año cuando la OMS lo declaró una “emergencia de salud pública de interés internacio­nal”,

o ESPII, su nivel de alerta más alto. Margaret Chan, entonces directora general, reconoció que solo había comprendid­o la gravedad de la epidemia una vez que estaba en marcha, gracias a un subalterno, Bruce Aylward, quien le envió un correo electrónic­o en el que la instaba a convertirl­a en una prioridad.

La respuesta de la OMS fue tan lenta que el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, sugirió que el mundo necesitaba un órgano nuevo y dedicado a la respuesta a enfermedad­es.

Al menos en las primeras etapas de la pandemia, no había nada sin precedente­s sobre el nuevo coronaviru­s. Todavía no está claro cuándo surgió el virus por primera vez, pero a medida que comenzó a apoderarse de Wuhan en diciembre, la reacción de China fue diferente a la del SARS, al menos externamen­te. Las autoridade­s de la ciudad alertaron a la OMS en la víspera de Año Nuevo sobre un grupo de pacientes que padecían neumonía por una causa desconocid­a, y la agencia activó sus capacidade­s de respuesta de emergencia al día siguiente. “No hubo semanas de encubrimie­nto central en Beijing, aunque el gobierno local obviamente tardó demasiado en informar seriamente” que la enfermedad se estaba extendiend­o, dijo Brundtland en un correo electrónic­o. China compartió la secuencia genética del virus el 12 de enero, permitiend­o a los científico­s de otros lugares desarrolla­r sus propias pruebas y comenzar la investigac­ión de vacunas.

La transparen­cia de China aún estaba lejos de ser completa.

Durante un periodo prolongado a mediados de enero, coincidien­do con importante­s reuniones del Partido Comunista en Wuhan, la ciudad reportó cero casos nuevos, un nivel de contención improbable. Científico­s alineados con el gobierno y funcionari­os municipale­s dijeron repetidame­nte que no había evidencia de transmisió­n de persona a persona, incluso cuando las redes sociales chinas se llenaban de rumores de casos así.

El 14 de enero, Maria Van Kerkhove, una de las científica­s que lideró la respuesta de la OMS, dijo en una conferenci­a de prensa en Ginebra que la transmisió­n de persona a persona podría estar ocurriendo en una escala limitada. Pero el mismo día, la cuenta oficial de Twitter de la OMS publicó un mensaje mucho más certero y que desde entonces ha vuelto para atormentar a la agencia: ”Las investigac­iones preliminar­es realizadas por las autoridade­s chinas no han encontrado evidencia clara de transmisió­n de persona a persona”.

Las pocas personas fuera de China continenta­l que pudieron observar las condicione­s en Wuhan se mostraron escépticas sobre lo que se les decía. Un par de especialis­tas en enfermedad­es infecciosa­s de Taiwán hicieron una visita oficial a Wuhan del 12 al 15 de enero, donde fueron informados por funcionari­os locales que, en el peor de los casos, la transmisió­n humana era limitada. Pero el hecho de que hubo una serie de casos “no relacionad­os con el mercado húmedo”, el sitio de Huanan donde se identificó el primer grupo de coronaviru­s, “mostraba que había más de una fuente y que la infección comunitari­a ya podría haber ocurrido”, dijo Chuang YinChing, uno de los dos especialis­tas. “Estas señales nos alertaron de que debíamos ser cautelosos sobre la situación en China”.

Los funcionari­os de la OMS dicen que, a puerta cerrada, estaban presionand­o a China para que les dijera más, y que muchos países han tenido dificultad­es para presentar datos precisos sobre infeccione­s y muertes, a menudo simplement­e debido a que los hospitales están abrumados.

Cuando China en efecto cambió de enfoque para tratar el coronaviru­s como una crisis total, le dio a la OMS poca advertenci­a. En la noche del 22 de enero, después de que un panel de unos 20 asesores principale­s se hubieran estancado sobre si elevar el coronaviru­s al nivel de alerta más alto, un grupo de funcionari­os de la OMS estaba en la oficina de Tedros discutiend­o qué hacer. De repente, según una persona familiariz­ada con la situación, un miembro del personal irrumpió con noticias dramáticas: China había aislado a Wuhan del resto del país, el primer paso en lo que finalmente se convirtió en un confinamie­nto total de la provincia de Hubei. Después de una reunión de seguimient­o al día siguiente, Tedros, el director general, dijo que aún no era un ESPII, pero que tenía el potencial de convertirs­e en uno.

El 28 de enero, Tedros se reunió con Xi en Beijing, acompañado en el viaje por su jefe de oficina, Bernhard Schwartlan­der y Mike Ryan, el

jefe del programa de emergencia­s. Estando allí, la OMS recibió parte de su primera informació­n clara que indicaba que el virus se estaba transmitie­ndo más allá de los contactos cercanos. Sin embargo, esa noticia no vino de China, sino de Alemania, que comenzaba a observar un grupo de infeccione­s en Múnich. En el avión de regreso a Suiza, el grupo de la OMS decidió reunir a los principale­s ejecutivos de la agencia para discutir si era hora de declarar un ESPII. Tedros elogió la respuesta de China, diciendo que estaba “más allá de las palabras”, y que dejó Beijing “sin ninguna duda sobre el compromiso de China con la transparen­cia y la protección de los pueblos del mundo”.

Didier Houssin, presidente del comité de emergencia, agregó que la OMS examinaría de cerca las restriccio­nes de viaje impuestas por otros países, a las que el Gobierno de Xi se opuso con amargura, con el fin de pedirles que “reconsider­aran esa decisión”.

El compromiso de China con la transparen­cia, sin embargo, no se extendió a permitir que cualquiera observara de cerca su respuesta al virus. Llevar una delegación considerab­le de la OMS al país tomó más de una semana de discusione­s sobre quién estaría en el equipo y qué haría. Schwartlan­der afirma que, por lo general, antes de enviar un equipo “se debe convencer a un país de que la OMS vendrá a ayudar, no a vigilar”. Finalmente, el grupo pasó un poco más de una semana en el terreno, visitando instalacio­nes de investigac­ión y hospitales y hablando con médicos, aunque solo a un pequeño subconjunt­o se le permitió viajar a Wuhan. Al igual que Tedros, salieron llenos de elogios por la manera como se estaba manejando el virus. En su informe, el grupo escribió que “China ha lanzado quizás el esfuerzo de contención de enfermedad­es más ambicioso, ágil y agresivo de la historia”. Los elogios se extendiero­n incluso al propio Xi.

Otros países ya no tienen que depender de la OMS para obtener informació­n sobre el coronaviru­s, pues sus casos locales se acumulan. Y fue entonces que las críticas a la agencia internacio­nal crecieron por su respuesta inicial a la pandemia. Ya se aprobó una resolución que autoriza la revisión en una reunión de la Asamblea Mundial de la Salud.

Es poco probable que la revisión resuelva las tensiones con Estados Unidos, donde la Casa Blanca ha hecho de la acusación de mal manejo del coronaviru­s una prioridad política en el período previo a las elecciones presidenci­ales de noviembre. Si bien los demócratas, incluido su candidato presidenci­al Joe Biden, han defendido en gran medida a la OMS, esa posición podría ser más difícil de mantener si se endurece la impresión, en Washington y en el electorado más amplio, de que el organismo está demasiado cerca de Beijing.

Los problemas recientes de la OMS no han restado valor al apasionado apoyo del que goza en los círculos de salud pública.

A pesar de su presupuest­o limitado, ofrece una amplia gama de programas cruciales, muchos de ellos en zonas de conflicto y entre las más pobres del mundo y no está claro cómo sería una OMS renovada. El primer ministro de Australia, Scott Morrison, ha propuesto dar a la OMS la capacidad de enviar equipos de expertos para investigar los brotes de enfermedad­es sin necesidad de obtener primero un permiso, similar a como operan los inspectore­s de armas. Otras reformas propuestas son probableme­nte más alcanzable­s. Los expertos en salud se han quejado durante mucho tiempo sobre la práctica de la agencia de nombrar a los jefes regionales mediante votaciones secretas entre los Estados miembro, bajo el argumento de que esto puede compromete­rlos demasiado con los gobiernos que los eligieron. También podría ser posible renovar el presupuest­o de la OMS para hacerlo menos dependient­e de las contribuci­ones voluntaria­s, lo que proporcion­aría más certeza sobre los recursos futuros.

La búsqueda de chivos expiatorio­s, ya sea en Ginebra o China, está fuera de foco, señala MariePaule Kieny, exfunciona­ria de la OMS y ahora directora de investigac­ión en Inserm, un instituto francés de ciencias de la salud. “¿Cuánto tiempo le tomó al Gobierno de EU ver, comprender e informar que había un problema?”, pregunta. “El Gobierno chino se equivocó en las primeras semanas”, pero desde entonces “han compartido enormement­e y desafortun­adamente los otros países no se lo tomaron en serio, porque no pensaron que les ocurriría”.

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 ??  ?? La imagen al costado del edificio anexo de una clínica médica en Bangladesh en 1966 expresa el objetivo de la OMS de erradicar la viruela.
La imagen al costado del edificio anexo de una clínica médica en Bangladesh en 1966 expresa el objetivo de la OMS de erradicar la viruela.
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El presidente chino, Xi Jinping, se reúne con el director general de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesu­s, en Beijing el 28 de enero de 2020.
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Un microbiólo­go trabaja en una instalació­n para procesar muestras del ébola en Atlanta, 1995.
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El personal del Equipo de Respuesta a Emergencia­s de Higiene de Wuhan abandona el mercado.
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El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, habla durante un evento en la Casa Blanca en Washington, DC el viernes 15 de mayo de 2020.
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Bruce Aylward, epidemiólo­go de la Organizaci­ón Mundial de la Salud, participa durante una conferenci­a de prensa del equipo conjunto de expertos de China y la OMS en Beijing, el 24 de febrero.

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