Es buen negocio ser democrático en Hong Kong.
● Miles de restaurantes y otros negocios en el “círculo económico amarillo” reivindican derechos que no existen en la China continental. Y el consumidor se manifiesta con el bolsillo.
Durante los días más oscuros de la pandemia en Hong Kong, cuando los negocios luchaban por sobrevivir, en redes sociales circuló un llamado para salvar el restaurante de Renee Cheung. Su local Dose es un negocio “amarillo”, lo que significa que apoya el movimiento prodemocracia de Hong Kong.
Las personas que respondieron al llamado no eran los clientes habituales del distrito de bares de la ciudad.
Con cubrebocas y bastones, ciudadanos de la tercera edad esperaron afuera del restaurante de Cheung. Como muestra adicional de solidaridad, algunos pagaron más por sus comidas, de modo que los 40 dólares diarios que ganaba Cheung se dispararon a 900. “El llamado salvó mi negocio”, dice la joven de 24 años. “Las personas mayores nos agradecieron, a la generación más joven, por lo que estamos haciendo para apoyar la democracia”.
Las ventas de C+ Burger también bajaron cuando las clases en la cercana Universidad de Hong Kong se suspendieron durante las protestas el año pasado, y cayeron más cuando los residentes y las empresas comenzaron a tomar precauciones después de que se confirmara el primer caso de Covid-19 en enero. “Todos los días me sentaba aquí como un Buda, a la espera de clientes”, dice la propietaria Carrie Lau, de 30 años. Pero en febrero, una solicitud en una página “amarilla” de Facebook convocó a una multitud al pequeño establecimiento, y Lau vendió su inventario de cien hamburguesas en solo tres horas. El negocio se ha mantenido estable desde entonces. “Si no hubiera un movimiento de protesta”, dice, “nunca hubiera sobrevivido”.
Los restaurantes son parte de lo que los hongkoneses llaman el “círculo económico amarillo”, una red informal de miles de negocios que apoyan el movimiento que defiende el sufragio universal y otros derechos políticos y legales que no existen en China continental (el color amarillo es un guiño a los sufragistas estadounidenses del siglo XIX, que eligieron ese color para identificar su causa).
Nacido el año pasado como un puñado de restaurantes que a veces ofrecían bebidas y alimentos gratis a los manifestantes prodemocracia, el círculo se ha expandido para incluir salones de belleza, floristerías, imprentas, estéticas caninas, contadores, abogados, ópticas, servicios de reparto, farmacias, sastres, joyerías y más. Incluso tiene su propia cámara de comercio.
Docenas de grupos afines han surgido en Instagram, Facebook y Telegram para ayudar a correr la voz. Y para los consumidores más políticamente comprometidos hay varias aplicaciones que ofrecen mapas de comercios amarillos, algunos incluyen también la ubicación de los establecimientos progubernamentales en azul (una referencia al color de los uniformes de la policía) y los neutros en verde.
Los tiempos parecen favorecer al movimiento amarillo. En las elecciones locales en noviembre, los candidatos prodemocracia vencieron a la oposición pro Beijing. Y en una encuesta realizada en marzo por encargo de Reuters, los partidarios de las protestas superaron a los opositores en una proporción de dos a uno.
Para identificarse como amarillos, los establecimientos colocaron carteles con lemas de protesta o con imágenes de los manifestantes. A veces simplemente es la percepción que se tiene de ellos; muchos consideran, por ejemplo, que las grandes cadenas de supermercados, farmacias y productos electrónicos propiedad de Li Ka-shing simpatizan con la causa, o al menos no se oponen. El magnate de 91 años publicó un desplegado en el periódico el año pasado pidiendo el fin de la violencia sin condenar explícitamente a los manifestantes, como lo han hecho repetidamente las élites progubernamentales.
Apoyar a los negocios amarillos es, para los hongkoneses que simpatizan con los objetivos políticos de las protestas, una forma de manifestarse con sus bolsillos en lugar de hacerlo en las calles. En un artículo publicado en diciembre, Simon X.H. Shen, profesor de la Universidad China de Hong Kong, estimó que el mercado de las empresas amarillas podría superar los 12 mil 900 millones de dólares.
“Como tenemos que gastar dinero de todos modos, queremos apoyar a las empresas amarillas”, dice una residente de mediana edad que pidió ser identificada como señora Li. Ella calcula que alrededor del 80 por ciento de todos sus gastos se producen dentro de la economía amarilla, y dice que está dispuesta a hacer todo lo posible para apoyar a un restaurante o tienda que aparece en una de las aplicaciones. Ese nivel de compromiso supone aproximadamente unos 130 dólares en su gasto mensual. “La mayoría de la gente no quiere darle su dinero a negocios de China o que apoyan a China”, dice.
La batalla por la lealtad de los consumidores se está intensificando a medida que la economía de Hong Kong lucha por recuperarse de tres golpes importantes: la guerra comercial entre Estados Unidos y China, las protestas que paralizaron la ciudad y alejaron al turismo, y el impacto de las medidas de contención del nuevo coronavirus. Su producto interno bruto se contrajo 8.9 por ciento en los primeros tres meses del año, tras haber sufrido un descenso de 1.2 por ciento en 2019, y el desempleo ha subido por siete meses consecutivos. Se prevé que la recuperación sea lenta, para un grupo de 32 analistas bancarios sondeados por Bloomberg, el pronóstico promedio del PIB para todo el año es una disminución del 5 por ciento.
Uno de los objetivos clave de los impulsores del círculo económico amarillo es reducir la dependencia que el territorio tiene con China. “El objetivo de la economía amarilla a largo plazo es propiciar cambios estructurales en la economía de Hong Kong”, señala Kelvin Lam, un concejal de distrito del Partido Demócrata que trabajó como economista en HSBC Holdings Plc. “Estamos tratando de implementar esta economía amarilla para no depender tanto de la demanda y la oferta de China”.
“Como tenemos que gastar dinero de todos modos, queremos apoyar a las empresas amarillas”.
Para alcanzar ese objetivo, el movimiento ha aprovechado la campaña gubernamental para traer la industria manufacturera de vuelta a la región. Según la Federación de Industrias de Hong Kong, la mayoría de las fábricas de ropa, electrónica y juguetes del territorio se mudaron al continente en los años ochenta y noventa, por lo que el sector fabril ahora representa menos del 3 por ciento del PIB de Hong Kong.
Entre los nuevos negocios que han florecido bajo la bandera “Hecho en Hong Kong” se hallan fabricantes de jabones naturales, productos faciales, papel higiénico reciclado y cubrebocas (al menos tres docenas de compañías, incluida una que produce mascarillas amarillas). Si bien muchas de estas empresas no anuncian su filiación política, se cree que algunas simpatizan con la causa amarilla.
“Esta es la primera vez en la historia que podemos ver a un movimiento organizado dentro del sector empresarial dar el paso y apoyar el movimiento prodemocracia”, afirma Brian C.H. Fong, profesor universitario que fundó la Asociación Empresarial de Economía Sostenible de Hong Kong (HKBase), que actúa como una cámara de comercio de la economía amarilla.
La asociación de 50 miembros ayuda a sus agremiados a encontrar productos y proveedores en lugares como Taiwán y el sudeste asiático en lugar de China continental. “Si podemos ayudar a reducir la dependencia con China del cien al cincuenta por ciento, entonces tendremos más espacio para apoyar la democracia”, dice Fong.
La economía amarilla se ha vuelto lo suficientemente grande como para provocar las críticas de las autoridades de Beijing que supervisan Hong Kong. Luego de que los activistas consiguieron que más de 2 mil 300 comerciantes ofrecieran descuentos a clientes amarillos durante una semana festiva en mayo, la Oficina de Enlace del Gobierno Popular Central en Hong Kong emitió un comunicado que decía que quienes promueven el círculo económico amarillo están “ignorando las reglas del libre mercado”. El activista prodemocracia Joshua Wong respondió a través de Twitter que gastar el dinero como uno quiere y elige es “precisamente la consecución del libre mercado”.
Mientras el movimiento amarillo ha sido fundamental para la supervivencia de varios restaurantes, establecimientos “azules” importantes han cerrado en los últimos meses.
Cuando el Jumbo Floating Restaurant en Aberdeen Harbour despidió en enero a la mitad de su personal en medio del desplome del turismo procedente de China continental, no hubo llamadas de auxilio en las redes sociales que movilizaran a clientes amarillos. ¿La razón? Cuatro meses antes, Pansy Ho, la hija del fundador del restaurante, había denunciado a los manifestantes de Hong Kong en un discurso en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Ginebra. Jumbo, con capacidad para dos mil comensales, cerró sus puertas en marzo debido al “impacto de la situación actual”.
La cadena Fulum Group Holdings informó en febrero que suspendía operaciones en 20 de sus 78 restaurantes luego de que un empleado contrajera el Covid-19; la compañía nunca anunció su reapertura. Los activistas prodemocracia comenzaron a boicotear a Fulum después de que partidarios del gobierno se reunieran en uno de sus locales en septiembre antes de salir a las calles a agredir a manifestantes prodemocracia en el vecindario de North Point. Desde el incidente, las acciones de Fulum han caído 19 por ciento, más del doble de lo que ha caído el índice bursátil Hang Seng (Fulum no respondió a las solicitudes de comentarios).
Más de mil restaurantes han cerrado en los últimos meses, según Kwok Wang-hing, presidente del Sindicato General de Empleados de Establecimientos Restauranteros, quien declinó decir si esas empresas eran mayoritariamente “azules”. Kwok considera la etiqueta amarilla como una mera “táctica de marketing” que es menos importante que la calidad de los alimentos. “Es muy peligroso cuando la sociedad se divide en amarillo y azul”, dice, y agrega que algunas empresas han colocado carteles que simulan una filiación amarilla para escapar del vandalismo.
Para descartar a los simuladores, algunas aplicaciones permiten a los usuarios publicar calificaciones y comentarios, clasificando la fidelidad a la causa (lo que se demuestra mediante acciones como dar regalos a los manifestantes o donar equipo de protección). Pero al final del día, al movimiento no le importan los simuladores, dice la concejal Lam, “a pesar de todo, están promoviendo la causa”.
El restaurante T Tea House, ubicado en una parte de la ciudad que solía ser sitio de manifestaciones, vio apenas un ligero descenso en su actividad en el punto álgido de la crisis del coronavirus, a pesar de las restricciones gubernamentales que requerían que los restaurantes operaran al 50 por ciento de su capacidad. El propietario Ben Wong es conocido por alimentar a los manifestantes y permitirles descansar en su restaurante durante los enfrentamientos con la policía. “Vienen aquí porque pueden sentir la atmósfera amarilla, y saben que tenemos el mismo objetivo”, dice Wong sobre sus clientes.
Ayudarse unos a otros es parte del ethos. El restaurante amarillo Jar Gor obtuvo en marzo 200 mil dólares hongkoneses en ayuda del gobierno, dinero que distribuyó entre un grupo de 20 restaurantes en dificultades, elegidos por usuarios prodemocracia en las redes sociales. Mainichi, un pequeño restaurante en el quinto piso de una torre de oficinas en el área de Mong Kok, un sitio frecuente de protestas, fue uno de los seleccionados. Los muros del local están cubiertos de carteles con la imagen de manifestantes y de post-its con frases inspiradoras. “Me sentí muy conmovido por ser reconocido en el círculo amarillo”, dice el dueño de 34 años, quien prefirió no dar su nombre.
Mainichi se unió a otras nueve empresas amarillas del vecindario que ofrecen descuentos o beneficios a quienes portan la tarjeta de esa alianza, una tendencia que está empezando a extenderse a otras partes de Hong Kong. Jeffrey Cheong, el dueño de la estética Hair Guys Salon, otro miembro de la alianza, dice que después de que comenzaron las protestas en 2019, no podía soportar ocultar su postura ideológica, así que colgó carteles de protesta en las paredes y comenzó a vender artículos alusivos como llaveros, máscaras y banderas. “Gané más clientes de los que perdí”, cuenta.
Las empresas que tienen operaciones o proveedores en el continente prefieren permanecer neutrales, incluso siendo parte del esfuerzo de reindustrialización del territorio autónomo. El fundador de Hong Kong X’tals Limited, Arthur Lee, todavía fabrica componentes de cuarzo para electrónica en su fábrica en China. Pero recientemente comenzó a producir componentes de alta tecnología para antenas 5G en Hong Kong, donde nació. Eso tiene la ventaja adicional de permitirle esquivar los aranceles del 25 por ciento que Estados Unidos impone a las importaciones de dichos productos desde China, aunque ahora paga aranceles del 8 por ciento para exportar a clientes en China.
“En los círculos profesionales de la alta tecnología no consideramos la política. No queremos tocar el amarillo o el azul, solo queremos hacer nuestro trabajo”, dice Lee. “Pero nací en Hong Kong, me hice en Hong Kong, y como ingeniero me gustaría hacer algo por Hong Kong. La necesidad de volver a Hong Kong está aquí, y es el momento adecuado”.
El impulso para reestructurar la economía y tomar distancia de China es crucial, porque los boicots y otros tipos de acciones de los consumidores terminan diluyéndose, señala Fong de HKBase. Pero llevará tiempo ver cambios en la cadena de suministro, dice.
Mientras tanto, lo importante, dicen los dueños de negocios en el círculo amarillo, es la idea de trabajar por una causa común: su propia supervivencia y el cambio democrático. “Lo más especial no es solo el negocio, sino el espíritu de unirse cuando las cosas se ponen difíciles”, dice Cheung mientras su personal abre las puertas de Dose para comenzar el día.