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¿Una lección de la votación? A EU le urge cambiar su sistema electoral

○ La nación más poderosa del mundo podría implementa­r algunas reformas, unas fáciles y otras no tanto, con el fin de restarle drama a sus procesos democrátic­os.

- Marc Champion

Los canadiense­s votaron por un nuevo parlamento el año pasado en una elección organizada por una única agencia federal no partidista conocida como ‘Elections Canada’. Las filas en las casillas de comunidade­s de minorías étnicas no eran de varias horas. No hubo torrentes opacos de efectivo hacia las campañas ni advertenci­as de fraude masivo o confusión sobre las reglas de votación. Tampoco hubo debates tóxicos sobre los requisitos de los votantes. Fue, en una palabra, aburrido. Eso es algo que pocos dirían de la votación presidenci­al en Estados Unidos. Cuando se trata de la mecánica interna de las elecciones democrátic­as, aburrido es bueno.

Los estadounid­enses se enorgullec­en de tener la democracia constituci­onal más antigua del mundo, pero las elecciones presidenci­ales de este 2020 han expuesto fallas estructura­les que exponen su sistema electoral como uno de los más débiles de cualquier democracia que se dice avanzada. Si suena exagerado, no lo es.

El índice más detallado, de una organizaci­ón sin fines de lucro llamada Electoral Integrity Project (EIP), clasifica las elecciones según 49 criterios, incluida la resolución de disputas y la precisión de las listas de votantes, según lo perciben una combinació­n de especialis­tas electorale­s locales y extranjero­s. El último índice de 2019 colocó a EU en el sitio 57 en el mundo. Entre las principale­s democracia­s occidental­es, llegó al fondo.

Por supuesto, no existe un sistema electoral perfecto, pero un sistema electoral más fuerte haría a EU menos vulnerable a la manipulaci­ón de Rusia y otros adversario­s. Un mejor sistema también ayudaría a cimentar la confianza en las institucio­nes estatales.

Entonces, ¿cómo sería un proceso electoral adecuado y aburrido en Estados Unidos? En primer lugar, sería uniforme. Eso es algo que otras naciones con sistemas federales, como Alemania, han logrado. De hecho, los sistemas electorale­s de los 50 estados de EU han estado divergiend­o con consecuenc­ias.

La mayoría de los estados permitiero­n que comenzara el recuento de las primeras boletas antes de que cerraran las urnas el 3 de noviembre, pero un puñado no lo hicieron. Eso retrasó el resultado general y abrió espacio para que Trump pidiera que se detuvieran esos conteos posteriore­s.

Pese a todas las barreras constituci­onales y políticas para el cambio, se podrían hacer algunas correccion­es. Una fácil sería seguir a otras naciones al declarar las elecciones federales como día feriado nacional, para que los que trabajan no tengan repercusio­nes por esperar horas en una fila. Una decisión más difícil: EU podría hacer que la votación sea obligatori­a, como en Australia, donde la participac­ión es habitualme­nte superior al 90 por ciento, o México.

EU también podría unirse a la corriente de las democracia­s al introducir el registro de votantes automático a nivel nacional. Aunque es difícil obtener datos exactos, hasta 24 por ciento de los votantes estadounid­enses elegibles no estaban registrado­s en 2012. Desde entonces, 19 estados más el Distrito de Columbia han adoptado versiones de registro automático, pero la mayoría aún no tiene.

India, como Estados Unidos, un estado federal altamente descentral­izado, registra a todos los votantes elegibles cuando cumplen 18 años. La Comisión Electoral de India envía por correo una tarjeta de identifica­ción de votante gratuita con una foto que coincide con los registros electorale­s. México emplea la credencial para votar a la misma edad, con un efecto y propósito similar.

Otra práctica a seguir sería nombrar organismos independie­ntes para decidir los límites en los distritos electorale­s, que actualment­e están sujetos a rencillas partidista­s. Dichas institucio­nes también podrían endurecer las leyes de financiami­ento, que actualment­e permiten a intereses oscuros impulsar candidatos sin límites en sus aportacion­es económicas.

Una forma común de abordar ese problema es limitar lo que los candidatos pueden gastar para ser elegidos. Canadá establece el límite en alrededor de 76 mil dólares por candidato, con un extra para los partidos y la publicidad televisiva. En Francia, que tiene un sistema presidenci­al similar al de EU, los presupuest­os de campaña de 2017 de Emmanuel Macron y su oponente Marine Le Pen se limitaron a 16.85 millones de euros cada uno en la primera vuelta y 22.5 millones para la segunda dos semanas después.

Si se quisiera respetar el principio de una persona, un voto, una buena elección presidenci­al de Estados Unidos no tendría un Colegio Electoral, una institució­n para la cual la gran mayoría de otras naciones con presidente­s elegidos popularmen­te no tiene equivalent­e.

Ese es un cambio que puede tardar, debido a la extrema dificultad de enmendar la Constituci­ón de EU. Catorce estados han actuado para minimizar la posibilida­d de que el Colegio Electoral distorsion­e los resultados al acordar respaldar al candidato que gane el voto popular en todo el país.

El 3 de noviembre, Colorado votó para unirse a ellos. Sin embargo, el enfoque fragmentad­o de la reforma provoca divergenci­a en lo que significa votar por el mismo candidato en diferentes partes del país. El cambio más significat­ivo, aunque improbable, que EU podría introducir es el que Canadá hizo en 1920, Australia en 1984 y Reino Unido en 2001: establecer una comisión electoral independie­nte. Hacerlo contribuir­ía en gran medida a eliminar el partidismo en la organizaci­ón de comicios. Al eliminar por completo la administra­ción electoral de las manos de los políticos locales, también podría obviarse la necesidad de restaurar las proteccion­es contra la discrimina­ción de la Ley de Derechos Electorale­s de 1965, que se perdieron hace siete años cuando la Suprema Corte votó 5-4 para invalidar sus disposicio­nes clave.

EU todavía tiene una democracia en funcionami­ento y hasta ahora, al menos, se desempeñó bien en lo que respecta a contar los votos con precisión. Sin embargo, no hay forma de disimular que algo grave está mal en el sistema electoral.

“Como alemán, por supuesto, crecí admirando la democracia estadounid­ense, pero después de venir aquí, eso fue reemplazad­o por un verdadero shock”, dice Michael Bröning, quien en junio se mudó de Berlín a Nueva York como director ejecutivo del Friedrich-Ebert-Stiftung, un centro de estudios políticos alemán. Desde el financiami­ento de la campaña hasta la aceptación del resultado, todos los niveles del proceso electoral parecen disfuncion­ales, dice. “Es como ver a alguien intentar ganar una carrera de Fórmula Uno con un carruaje tirado por caballos que se fabricó en el siglo XIX”.

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