¿Una lección de la votación? A EU le urge cambiar su sistema electoral
○ La nación más poderosa del mundo podría implementar algunas reformas, unas fáciles y otras no tanto, con el fin de restarle drama a sus procesos democráticos.
Los canadienses votaron por un nuevo parlamento el año pasado en una elección organizada por una única agencia federal no partidista conocida como ‘Elections Canada’. Las filas en las casillas de comunidades de minorías étnicas no eran de varias horas. No hubo torrentes opacos de efectivo hacia las campañas ni advertencias de fraude masivo o confusión sobre las reglas de votación. Tampoco hubo debates tóxicos sobre los requisitos de los votantes. Fue, en una palabra, aburrido. Eso es algo que pocos dirían de la votación presidencial en Estados Unidos. Cuando se trata de la mecánica interna de las elecciones democráticas, aburrido es bueno.
Los estadounidenses se enorgullecen de tener la democracia constitucional más antigua del mundo, pero las elecciones presidenciales de este 2020 han expuesto fallas estructurales que exponen su sistema electoral como uno de los más débiles de cualquier democracia que se dice avanzada. Si suena exagerado, no lo es.
El índice más detallado, de una organización sin fines de lucro llamada Electoral Integrity Project (EIP), clasifica las elecciones según 49 criterios, incluida la resolución de disputas y la precisión de las listas de votantes, según lo perciben una combinación de especialistas electorales locales y extranjeros. El último índice de 2019 colocó a EU en el sitio 57 en el mundo. Entre las principales democracias occidentales, llegó al fondo.
Por supuesto, no existe un sistema electoral perfecto, pero un sistema electoral más fuerte haría a EU menos vulnerable a la manipulación de Rusia y otros adversarios. Un mejor sistema también ayudaría a cimentar la confianza en las instituciones estatales.
Entonces, ¿cómo sería un proceso electoral adecuado y aburrido en Estados Unidos? En primer lugar, sería uniforme. Eso es algo que otras naciones con sistemas federales, como Alemania, han logrado. De hecho, los sistemas electorales de los 50 estados de EU han estado divergiendo con consecuencias.
La mayoría de los estados permitieron que comenzara el recuento de las primeras boletas antes de que cerraran las urnas el 3 de noviembre, pero un puñado no lo hicieron. Eso retrasó el resultado general y abrió espacio para que Trump pidiera que se detuvieran esos conteos posteriores.
Pese a todas las barreras constitucionales y políticas para el cambio, se podrían hacer algunas correcciones. Una fácil sería seguir a otras naciones al declarar las elecciones federales como día feriado nacional, para que los que trabajan no tengan repercusiones por esperar horas en una fila. Una decisión más difícil: EU podría hacer que la votación sea obligatoria, como en Australia, donde la participación es habitualmente superior al 90 por ciento, o México.
EU también podría unirse a la corriente de las democracias al introducir el registro de votantes automático a nivel nacional. Aunque es difícil obtener datos exactos, hasta 24 por ciento de los votantes estadounidenses elegibles no estaban registrados en 2012. Desde entonces, 19 estados más el Distrito de Columbia han adoptado versiones de registro automático, pero la mayoría aún no tiene.
India, como Estados Unidos, un estado federal altamente descentralizado, registra a todos los votantes elegibles cuando cumplen 18 años. La Comisión Electoral de India envía por correo una tarjeta de identificación de votante gratuita con una foto que coincide con los registros electorales. México emplea la credencial para votar a la misma edad, con un efecto y propósito similar.
Otra práctica a seguir sería nombrar organismos independientes para decidir los límites en los distritos electorales, que actualmente están sujetos a rencillas partidistas. Dichas instituciones también podrían endurecer las leyes de financiamiento, que actualmente permiten a intereses oscuros impulsar candidatos sin límites en sus aportaciones económicas.
Una forma común de abordar ese problema es limitar lo que los candidatos pueden gastar para ser elegidos. Canadá establece el límite en alrededor de 76 mil dólares por candidato, con un extra para los partidos y la publicidad televisiva. En Francia, que tiene un sistema presidencial similar al de EU, los presupuestos de campaña de 2017 de Emmanuel Macron y su oponente Marine Le Pen se limitaron a 16.85 millones de euros cada uno en la primera vuelta y 22.5 millones para la segunda dos semanas después.
Si se quisiera respetar el principio de una persona, un voto, una buena elección presidencial de Estados Unidos no tendría un Colegio Electoral, una institución para la cual la gran mayoría de otras naciones con presidentes elegidos popularmente no tiene equivalente.
Ese es un cambio que puede tardar, debido a la extrema dificultad de enmendar la Constitución de EU. Catorce estados han actuado para minimizar la posibilidad de que el Colegio Electoral distorsione los resultados al acordar respaldar al candidato que gane el voto popular en todo el país.
El 3 de noviembre, Colorado votó para unirse a ellos. Sin embargo, el enfoque fragmentado de la reforma provoca divergencia en lo que significa votar por el mismo candidato en diferentes partes del país. El cambio más significativo, aunque improbable, que EU podría introducir es el que Canadá hizo en 1920, Australia en 1984 y Reino Unido en 2001: establecer una comisión electoral independiente. Hacerlo contribuiría en gran medida a eliminar el partidismo en la organización de comicios. Al eliminar por completo la administración electoral de las manos de los políticos locales, también podría obviarse la necesidad de restaurar las protecciones contra la discriminación de la Ley de Derechos Electorales de 1965, que se perdieron hace siete años cuando la Suprema Corte votó 5-4 para invalidar sus disposiciones clave.
EU todavía tiene una democracia en funcionamiento y hasta ahora, al menos, se desempeñó bien en lo que respecta a contar los votos con precisión. Sin embargo, no hay forma de disimular que algo grave está mal en el sistema electoral.
“Como alemán, por supuesto, crecí admirando la democracia estadounidense, pero después de venir aquí, eso fue reemplazado por un verdadero shock”, dice Michael Bröning, quien en junio se mudó de Berlín a Nueva York como director ejecutivo del Friedrich-Ebert-Stiftung, un centro de estudios políticos alemán. Desde el financiamiento de la campaña hasta la aceptación del resultado, todos los niveles del proceso electoral parecen disfuncionales, dice. “Es como ver a alguien intentar ganar una carrera de Fórmula Uno con un carruaje tirado por caballos que se fabricó en el siglo XIX”.