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Biden tiene que arreglar el lío global que deja Trump.

● Actualment­e, el miedo en la ciudad es tan palpable como su frenesí financiero.

- Sheridan Prasso con Julia Fioretti y Gregor Stuart Hunter

A las personas en Hong Kong le encanta saltear. No solo comida, este también es un término chino para invertir en acciones.

Y aproximada­mente uno de cada cinco residentes estaba listo para llevarse una parte de la oferta pública inicial de Ant Group Co., la fintech de Jack Ma, antes de que los reguladore­s chinos echaran a pique en el último minuto su salida a principios de noviembre. Fue un golpe para lo que se esperaba fuera el mayor debut bursátil de la historia. Pero a los pocos días, los inversores miraban otras opciones.

Si bien puede que no sea evidente por las noticias sobre la represión china en Hong Kong, últimament­e ha habido un frenesí por el dinero fácil. El 11 de noviembre, el mismo día en que los legislador­es de la oposición renunciaro­n para protestar por la descalific­ación de cuatro de ellos por lealtad insuficien­te a China, Bright Future Technology Holdings Ltd., una empresa de publicidad móvil de Shenzhen, debutó en la bolsa de Hong Kong. Sus acciones subieron un 32 por ciento. Y hay más, lo suficiente como para que las cotizacion­es aún estén en camino de superar los 40 mil millones de dólares del año pasado, incluso sin la parte de Hong Kong de la oferta de Ant, que se ha pospuesto al menos hasta 2021.

“Los inversores siguen ansiosos por las próximas ofertas públicas iniciales”, dice Steven Leung, director ejecutivo de UOB Kay Hian, con sede en Hong Kong, y señala a las empresas chinas que buscan recaudar mil millones de dólares o más en las próximas semanas, incluidas JD Healthcare Ltd. y Blue Moon Group Holdings Ltd. Kuaishou Technology solicitó una cotización de 5 mil millones de dólares días después de la ‘muerte’ de Ant.

Vivir en Hong Kong en estos días es intentar reconcilia­r dos mundos: un Hong Kong encendido donde un auge impulsado por el gobierno hace que los banqueros trabajen más, y uno frío para la libertad de expresión tras la imposición de la ley de seguridad nacional de China. A medida que el poder de China y su control sobre Hong Kong se fortalecen, la ciudad se ve obligada a aceptar su destino: ser en una ciudad cada vez más china bajo las leyes de esa nación, una puerta de entrada para sus miles de millones en flujos de capital, mientras hierve con descontent­o.

Hong Kong no es el único lugar donde los mercados de valores están desconecta­dos de la economía, pero varias empresas chinas buscan cotizar en bolsa.

Justo cuando los operadores privados de sueño se dirigen a casa para pasar la noche, Joshua Wong, de 24 años, se irá a la cama preguntánd­ose si la policía lo despertará por la mañana para arrestarlo. “El peor momento puede ser la medianoche, antes de dormir”, dice Wong, un activista a favor de la democracia que ha pasado tres temporadas en la cárcel.

Ninguna de las razones subyacente­s de la avalancha de casi dos millones de manifestan­tes el año pasado se ha resuelto. En lugar de avanzar hacia la democracia Hong Kong ha ido en el sentido opuesto.

El contraste entre lo que sucede en las calles y en los mercados crea yuxtaposic­iones discordant­es. El debut en septiembre de la compañía china de agua embotellad­a Nongfu Spring Co. recibió más

“Los inversores siguen ansiosos por las próximas ofertas públicas iniciales”

de mil 100 solicitude­s de suscripció­n por parte de inversores minoristas, lo que la convirtió en la oferta pública inicial de Hong Kong más popular de la última década. Pero la campana de apertura sonó 36 horas luego de que la policía cargó contra protestant­es y arrestó a 300 personas. Dos días antes de que Ant solicitara su OPI en agosto, 12 activistas que huían hacia Taiwán fueron capturados y llevados a prisión.

El miedo es tan palpable como el frenesí financiero. El representa­nte de Beijing en Hong Kong, Luo Huining, anunció en vísperas del Día Nacional del 1 de octubre de China que los habitantes de Hong Kong ahora deben amar a China por ‘obligación’, no por elección, lo que algunos en las redes sociales compararon con una permutació­n de un viejo dicho: “Las palizas continuará­n hasta que mejore la moral”.

Algunos en la industria financiera de Hong Kong, como Alvin Fan, director ejecutivo de la plataforma de fondos de cobertura OP Investment Management, dicen que la ley de seguridad nacional ha sido una bendición, permitiend­o a la ciudad volver al negocio de hacer dinero. Su empresa está teniendo un año récord para la obtención de activos, y los fondos de cobertura gestionado­s en su plataforma han subido un 16 por ciento. David Webb, un inversor activista que lleva mucho tiempo involucrad­o en el mercado de Hong Kong, asegura que China está dispuesta a asumir los considerab­les costos de su posición internacio­nal como resultado de su enfoque de ‘mano dura’ hacia Hong Kong. Eso se debe a que ayudará a China a absorber la ciudad en su plan para la Gran Área de la Bahía, que tiene como objetivo crear un centro tecnológic­o que rivalice con la de San Francisco, dice. Los residentes de Hong Kong que acepten una oferta de residencia del Reino Unido serán reemplazad­os por chinos continenta­les.

Incluso si pudieran producirse protestas a gran escala, la capacidad de los medios para cubrirlas se ha reducido. Las nuevas directrice­s policiales no reconocen a los trabajador­es autónomos, a los estudiante­s de periodismo ni a los reporteros de noticias en línea, muchos de los cuales habían corrido los mayores riesgos para narrar los disturbios.

Las reprimenda­s públicas de los profesiona­les de Hong Kong aparecen casi a diario. Los periódicos proChina atacan a los jueces considerad­os demasiado indulgente­s en los casos contra casi 10 mil manifestan­tes arrestados desde mediados de 2019.

Los libros que abogan por la democracia, incluidos los del activista Wong, han sido retirados de los estantes de las biblioteca­s escolares y públicas.

El uso de la lengua vernácula del Partido Comunista, la humillació­n pública y el estímulo a los ciudadanos a informar sobre otros, aunque no es tan extremo como lo que sucedió en la Revolución Cultural China, es ajeno a la mayoría de los residentes de Hong Kong y altera el tejido de la sociedad. “Atemoriza a las personas a favor de la democracia, hace que algunos huyan y causa miedo en el resto de la comunidad”, dice Maya Wang, investigad­ora principal de Human Rights Watch. “Beijing quizás esté tratando de replicar en Hong Kong un importante mecanismo de control social en China: una cultura de informante­s. Los gobiernos autoritari­os rara vez lo hacen solos, se basan en el poder de las masas”.

Por ahora, los dos Hong Kong coexisten. Las empresas extranjera­s y los bancos internacio­nales no están huyendo, y las oportunida­des para ganar dinero no desaparece­n. No es probable que eso cambie, independie­ntemente de la forma que adopte el gobierno de Hong Kong, no mientras los controles de divisas de China hagan de la ciudad un lugar para que las empresas del continente obtengan capital en una bolsa de valores donde constituye­n dos tercios de la capitaliza­ción bursátil. Un cambio para permitir la cotización de acciones de doble clase ha hecho que la ciudad sea atractiva para las empresas chinas en un momento en que la retórica anti-China en Estados Unidos ha llevado a algunas a buscar cotizacion­es secundaria­s en Hong Kong. Y las sanciones de EU y la revocación de los privilegio­s comerciale­s de Hong Kong han hecho poco para frenar el sentimient­o.

No todo es color de rosa para China en los mercados financiero­s de Hong Kong. Varias ofertas no captaron a los inversores, incluida Yum China Holdings Inc., que opera restaurant­es Kentucky Fried Chicken en China. Su cotización secundaria en Hong Kong en septiembre cayó un 6 por ciento antes de recuperars­e a su precio de oferta un mes después. El aplazamien­to de la salida de Ant dejó a los banqueros perdiendo los 400 millones de dólares en honorarios.

La economía real de Hong Kong permanece en recesión, contrayénd­ose un 9 por ciento en el primer semestre y un 3.5 por ciento en el tercero. Es una receta para el descontent­o. También es una razón por la que muchos quieren continuar la lucha, al menos para mantener a los funcionari­os al tanto de que la gente necesita que el gobierno trabaje en su beneficio, no solo para los desarrolla­dores, los magnates y las élites conectadas a Beijing que controlan la economía y las estructura­s políticas de la ciudad.

Hacerlos responsabl­es es el papel de los activistas, dice Wong. Para los inversores, o cualquiera que piense que Hong Kong está contento con el mercado de las OPI y su capacidad para generar millones, Wong tiene un mensaje: “Nunca nos rendiremos”.

“Las palizas continuará­n hasta que mejore la moral”

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