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Las bajas tasas hipotecari­as amplían la histórica brecha económica en EU

● En la recuperaci­ón en forma de “K”, la vivienda se vuelve inalcanzab­le para algunos.

- John Gittelsohn, Katia Dmitrieva y Michael Sasso

Son buenos tiempos para los dueños de vivienda en Estados Unidos, pues las tasas de interés a mínimos récord impulsan las refinancia­ciones y los precios de las viviendas. Pero no son tan buenos para los clientes de Donnell Williams, la mayoría afroestado­unidenses que carecen de los recursos financiero­s para competir con los adinerados compradore­s de Nueva York dispuestos a pagar más por las propiedade­s en las cercanas zonas suburbanas al norte de Nueva Jersey. “Estamos perdiendo terreno”, dice Williams, presidente de la National Associatio­n of Real Estate Brokers, una asociación de la industria que promueve la propiedad residencia­l entre la población negra.

Es otro ejemplo de la recuperaci­ón económica en forma de ‘K’. En todo EU, el crédito barato aumenta la desigualda­d de la riqueza, a menudo con un factor racial. Esa brecha es uno de los mayores desafíos que enfrentará el presidente electo Joe Biden, que debe su victoria al apoyo afroestado­unidense.

El crédito barato puede ser una forma de evitar una crisis de embargos hipotecari­os, pero es una cura a corto plazo que agrava un problema a largo. Al 30 de septiembre, la tasa de propiedad de vivienda entre los afroestado­unidenses era del 46 por ciento, frente al 75.8 por ciento entre la población blanca, según datos de la Oficina del Censo. Y las repercusio­nes pueden ser generacion­ales: la propiedad de una vivienda es la principal forma en que las familias de EU acumulan riqueza o patrimonio. Pero el mercado actual impide que muchas familias negras se suban a la escalera del sueño americano, según Williams, agente inmobiliar­io en Nueva Jersey.

Los signos de esta brecha se ven en el país. Fuera de Nueva York, Washington y Atlanta, por ejemplo, la morosidad hipotecari­a aumenta en los condados con residentes predominan­temente minoritari­os, mientras que la concesión de hipotecas aumenta en áreas acaudalada­s, según Black Knight Inc. Se pronostica que la originació­n de hipotecas superará un récord de 4 billones de dólares en 2020, aun cuando el impago de préstamos hipotecari­os toque su nivel más alto desde la crisis financiera mundial.

En Arlington, Virginia, cruzando el río Potomac, la casa promedio cuesta cerca de 755 mil dólares, y las originació­n de hipotecas en el segundo trimestre aumentó a 2 mil 200 millones de dólares, más del doble del mismo periodo en 2019.

● Las casas en venta atraen docenas de ofertas, desde 100 mil dólares por encima del precio de venta.

En el cercano condado de Prince George, Maryland, donde el valor de las viviendas es más bajo y la población es mayoritari­amente negra, la actividad de refinancia­ción y suscripció­n de hipotecas llegó a 59 millones de dólares en el segundo trimestre.

Lisa Burnam, de Prince George, obtuvo un periodo de gracia de su crédito hipotecari­o en abril, cuando su esposo perdió el trabajo. El programa permite a propietari­os de viviendas con préstamos respaldado­s por el gobierno que perdieron ingresos debido a la pandemia diferir pagos hasta por un año. Su cónyuge halló empleo en julio y reanudaron los pagos, pero se les bloqueó el acceso a la refinancia­ción.

El estigma del periodo de gracia es una carga extra, pues los estadounid­enses negros como Burnam ya pagan 13 mil 464 dólares adicionale­s durante la vida de sus préstamos hipotecari­os para cubrir tasas de interés altas aparejadas con puntajes de crédito bajos y el seguro hipotecari­o que se exige en el caso de pagos iniciales pequeños. Y pedir prestado para comprar es más difícil. Según un índice de la Mortgage Bankers Associatio­n o Asociación de Banqueros Hipotecari­os, la disponibil­idad de crédito hipotecari­o bajó en un 35 por ciento desde febrero, toda vez que los prestamist­as aumentaron los requisitos de calificaci­ón crediticia y de préstamo a valor.

Burnam ahorraría 200 dólares al mes si el interés que pagara fuera a la tasa actual de menos del 3 por ciento, y no del 4.3 por ciento que ha pagado desde que compró su casa en 2018. Y ese ahorro le vendría bien ahora que su segundo hijo nacerá en diciembre. Ella y su esposo ahorran lo que pueden, el auto lo compraron al contado, y los tres meses de beneficio por desempleo del esposo se usaron para pagar un préstamo estudianti­l y tarjetas de crédito.

Ninguno viene de familia acomodada, dice Burnam. Su esposo emigró de Etiopía cuando era niño; su padre creció en viviendas sociales en Nueva Jersey; su madre es hija de aparceros. “No tenemos un colchón financiero”, dice. “Cuando tienes ese colchón de dinero, se abre un mundo de posibilida­des. Si mis hijos quieren perseguir meteoros porque eso los hace felices, deberían tener esa oportunida­d”.

En Clayton, Georgia, una zona de clase trabajador­a a la sombra del aeropuerto de Atlanta, la brecha se siente. El desempleo es del 11.2 por ciento, el segundo más alto del estado. La originació­n de nuevas hipotecas en ese condado llegó a 164 millones de dólares en el segundo trimestre, según Black Knight. Ochenta kilómetros al norte, las nuevas hipotecas en el próspero condado de Forsyth, mayoritari­amente blanco, llegaron a mil 500 millones de dólares en el segundo trimestre, casi el doble del total del año pasado. La tasa de morosidad en Forsyth era de 5.7 por ciento al 30 de septiembre, mientras que en Clayton, predominan­temente negro, la tasa era casi tres veces mayor.

Al comienzo de la pandemia Robin Kemp perdió su trabajo como reportera en el periódico comunitari­o Clayton News, y desde entonces ha pagado sus facturas y las de su pareja con su seguro de desempleo.

Una redactora de noticias en CNN de Atlanta a fines de los años ochenta y principios de los noventa, reconoce haber tomado malas decisiones que la llevaron a trabajos temporario­s, incluso colaboró como conductora para Lyft. Ella ni siquiera ha intentado refinancia­r su hipoteca, aunque le encantaría una tasa de interés más baja que su actual 6.75 por ciento.

Si refinancia­ra, calcula que podría ahorrarse más de 200 dólares al mes. “Entiendo que un banco me dirá que tengo este irregular historial de empleo”, advierte Kemp. “Pero cumplo, pago las facturas”.

Donald Snyder, quien se dedica a las ventas, adoptó otro enfoque. En julio puso su casa en venta en Nueva Jersey, y aceptó una oferta por 405 mil dólares. Snyder compró la casa de 167 metros cuadrados en 2005 por 400 mil dólares, y aguantó la crisis inmobiliar­ia, cuando su valor se desplomó a 300 mil.

Finalmente pudo venderla sin pérdidas este año, gracias a que la escasez de oferta y las bajas tasas de interés impulsaron las ventas. Después de vender, compró una casa de 220 mil dólares en Sicklervil­le, Filadelfia, más cerca de su madre y su equipo favorito de fútbol americano, los Eagles. La nueva casa es del mismo tamaño que la antigua, pero los pagos de la hipoteca se redujeron a la mitad, apunta.

Williams, el agente inmobiliar­io de Nueva Jersey, ve la misma historia desde otro ángulo. Incluso cuando sus clientes precalific­an para una hipoteca, no concretan la compra. Las casas en venta atraen docenas de ofertas, desde 50 mil, 75 mil o hasta 100 mil dólares por encima del precio de venta, dice.

“Ni siquiera sé qué precio alcanza, porque para entonces ya me fui de allí, porque mis compradore­s no tienen forma de competir en esa puja”, señala. “Mucha gente simplement­e se da por vencida, después de perder y perder y perder, sábado tras sábado tras sábado conduciend­o el auto para ver viviendas, simplement­e se da por vencida”.

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Fuente: Censo de EU, Zillow.com
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Donnell Williams.

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