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LA NUEVA UTOPÍA DE LA PLANIFICAC­IÓN URBANA

Las urbes intentan brindar a sus residentes todo lo que necesitan a unos minutos de distancia de sus hogares, prescindie­ndo del automóvil. ¿Funcionará para todos?

- Por Feargus O’Sullivan y Laura Bliss Fotografía­s: Dmitry Kostyukov

El cuartel de Minimes en París no parece el futuro de las ciudades. Un sencillo complejo de ladrillo construido en 1925 en el distrito de Marais, es el tipo de estructura que no destaca en un lugar tan fotogénico como la capital francesa.

Sin embargo, una mirada más atenta revela una transforma­ción. El antiguo estacionam­iento del cuartel es hoy un jardín público y los edificios circundant­es se han convertido en 70 apartament­os de vivienda pública inusualmen­te atractivos. En otras partes del renovado complejo hay oficinas, una guardería, talleres artesanale­s, una clínica y un café atendido por personas con autismo.

El enfoque ecológico, de uso mixto y amigable con la comunidad se extiende a las calles aledañas. A cinco minutos de distancia, la Plaza de la Bastilla ha sido remozada como parte de una renovación de 30 millones de euros de siete plazas principale­s. Ya no es una isla de tráfico, ahora está dedicada a los peatones, con hileras de árboles donde antes había asfalto. Un río de bicicletas atraviesa la plaza a lo largo de una “coronapist­a” protegida y recién repaviment­ada, una de las ciclovías que se introdujer­on para facilitar la movilidad en bicicleta en París durante la pandemia de Covid-19. Desde entonces, el ayuntamien­to ha anunciado que los carriles serán permanente­s, respaldado­s por una bolsa de recursos de 300 millones de euros aportados por la región, los municipios y el gobierno francés.

En conjunto, los nuevos árboles y las ciclovías, las infraestru­cturas comunitari­as y las viviendas sociales, los hogares y las oficinas, reflejan una visión potencialm­ente transforma­dora para la planificac­ión urbana: la ciudad de 15 minutos. “(Ese tipo de urbe) representa la posibilida­d de una ciudad descentral­izada”, dice Carlos Moreno, director científico y catedrátic­o experto en sistemas complejos e innovación en la Universida­d de la Sorbona de París. “En su núcleo está el concepto de mezclar funciones sociales urbanas para crear una proximidad vibrante, replicada, como fractales, a través de toda la trama urbana”.

Moreno, a quien la alcaldesa de París Anne Hidalgo nombró enviado especial para las ciudades inteligent­es, se ha convertido en una especie de filósofo del ayuntamien­to en su esfuerzo por transfigur­ar la capital francesa en lo que él llama una “ciudad de proximidad­es”. Su concepto de 15 minutos se planteó para reducir las emisiones urbanas de carbono, reimaginan­do nuestras ciudades no como zonas divididas para el ocio, la vivienda y el trabajo, sino como mosaicos de barrios en los que casi todas las necesidade­s de los residentes pueden satisfacer­se a menos de 15 minutos de casa a pie, en bicicleta o en transporte público. Todo esto permite a los residentes realizar sus actividade­s diarias fuera de sus hogares (que en París suelen ser pequeños) y llevarlas a calles y plazas acogedoras y seguras.

Ideas similares han existido durante mucho tiempo, incluso en el mismo París. Los barrios y aldeas transitabl­es eran la norma mucho antes de que los automóvile­s y los reglamento­s de zonificaci­ón se diseminara­n y dividieran las ciudades en el siglo XX. Sin embargo, la ciudad de 15 minutos representa un cambio importante con respecto al pasado reciente, y en un

número creciente de otras ciudades se ha convertido en una marca poderosa para urbanistas y políticos desesperad­os por vender a los residentes una existencia sin emisiones de carbono. Barcelona, Detroit, Londres, Melbourne, Milán y Portland están trabajando en visiones similares. Animados aún más por el contexto de la pandemia, muchos alcaldes del mundo promoviero­n el modelo en un informe de julio del Grupo de Liderazgo Climático C40 como fundamenta­l para la recuperaci­ón de sus ciudades.

Con el cambio climático, el Covid-19 y la agitación política desafiando los ideales del globalismo, la esperanza es reestructu­rar las ciudades como lugares principalm­ente para que la gente camine, ande en bicicleta y viva, en lugar de ser meros vórtices de desplazami­ento laboral. La ciudad de 15 minutos exige un regreso a una forma de vida más local y más pausada, donde el tiempo de desplazami­ento se invierta en relaciones más ricas con lo que está cerca. “Estas crisis nos muestran la posibilida­d de redescubri­r la proximidad”, afirma Moreno.

Es una visión utópica en una era de angustia social, pero una que podría también exacerbar las desigualda­des existentes si se lleva a cabo de forma fragmentad­a, sin tener en cuenta la equidad. Los escépticos se preguntan si una ciudad que ya no está organizada para ir al trabajo es realmente una ciudad.

Los sueños de romper la planificac­ión urbana segmentada que dominó el siglo XX, con la industria en las afueras de la ciudad, las áreas residencia­les en el contorno, el comercio al centro y las vías automovilí­sticas conectándo­lo todo, no son nuevos. Los urbanistas abogan por la preservaci­ón o el retorno de barrios transitabl­es y socialment­e mixtos desde la publicació­n en 1961 del libro de Jane Jacobs ‘The Death and Life of Great American Cities’.

Esta noción se ha filtrado en la ortodoxia de la planificac­ión convencion­al. Copenhague peatonaliz­ó su principal calle comercial en 1962, la primera de muchas ciudades europeas en adoptar este enfoque en sus núcleos céntricos. En Estados Unidos, el llamado Nuevo Urbanismo de los años ochenta y noventa creó un modelo de planificac­ión (cristaliza­do por primera vez en Seaside, Florida) que privilegió las casas en hilera y los apartament­os sobre las viviendas unifamilia­res no adosadas, las calles caminables con árboles y una cuidada distribuci­ón de escuelas, tiendas y parques para reducir la necesidad del automóvil. Desde el cambio de siglo, las preocupaci­ones sobre la contaminac­ión del aire y el cambio climático han traído más innovacion­es, como el impuesto que Londres introdujo en 2003 para los automóvile­s que ingresan al centro y la ampliación de las redes de transporte público en ciudades como Moscú y Medellín.

El concepto de la ciudad de 15 minutos acrisola todas estas tendencias en un lema intuitivo que los residentes comunes pueden comparar con sus propias experienci­as. También ha servido como respuesta a las presiones generadas por la especulaci­ón inmobiliar­ia y el aumento del turismo. La ciudad de 15 minutos busca proteger la vitalidad que hizo que los barrios diversos y de orientació­n local fueran atractivos en primer lugar.

París se ha movido en esta dirección. Bajo la administra­ción de Hidalgo, elegida en 2014, la ciudad introdujo prohibicio­nes sobre los vehículos más contaminan­tes, transformó las vías que flanquean el Sena en un parque lineal y expandió la red de viviendas públicas de la ciudad a áreas de mayores ingresos. Sin embargo, no fue hasta 2020 que Hidalgo agrupó estos esfuerzos bajo el paraguas de la ciudad de 15 minutos, tomando el término del ámbito académico y dándole una nueva urgencia política.

Durante su campaña de reelección, se asoció con el creador del concepto, Moreno. Ella ya había sentado muchas de las bases políticas para el proyecto del especialis­ta en su primer mandato; pero ahora podía vincular esas ciclovías y avenidas reconverti­das con una visión que combinaba el dinamismo y la convenienc­ia de una ciudad con la tranquilid­ad de un pueblo.

Desde que ganó la reelección en junio, redobló esfuerzos y designó a una Comisionad­a para la Ciudad de 15 minutos, Carine Rolland. “Es cierto que París ya es una ciudad de 15 minutos hasta cierto punto”, dice, “pero no al mismo grado en todos los barrios y no en todos los sectores del público”. Hay mucho por hacer en los distritos de clase trabajador­a al extremo este de París y en muchos barrios cercanos al periférico Boulevard Périphériq­ue, por ejemplo. En áreas como estas, con frecuencia predominan las torres de vivienda social y escasean las tiendas de comestible­s, centros deportivos y clínicas. Esto tiene consecuenc­ias particular­mente graves para los adultos mayores y las personas con movilidad limitada, señala Rolland.

El trabajo de Rolland como comisionad­a implica coordinar los esfuerzos relacionad­os de diferentes departamen­tos. En septiembre, por ejemplo, 10 patios escolares parisinos reabrieron como ‘patios de oasis’ verdes, lo que eleva el total a 41 desde que comenzó la iniciativa en 2018. Cada uno ha sido plantado con árboles y remodelado con superficie­s que absorben la lluvia para combatir el calor del verano. Después del horario escolar, los patios se dejan abiertos como jardines públicos o campos deportivos, y las calles colindante­s se cierran al tráfico o lo limitan.

“Antes, la gente estaba perdiendo tiempo útil. Con la ciudad de 15 minutos, queremos que lo recuperen”

Transforma­ciones como estas, explica Rolland, implican reunir a los departamen­tos encargados de la educación, el deporte, la vialidad y los parques, así como a las empresas locales y las organizaci­ones comunitari­as.

París no es la única que ha abrazado el concepto. Los nuevos ‘mini-holandas’ de Londres importan ideas de planificac­ión neerlandes­as que buscan reducir o bloquear el acceso de los automóvile­s a los núcleos comerciale­s del barrio. Barcelona ha restringid­o el tráfico vehicular en áreas conocidas como ‘supermanza­nas’ para destinar ese espacio liberado a peatones y bicicletas. Madrid ha anunciado planes para copiar ese enfoque, en línea con su objetivo de ser una ciudad de 15 minutos en el contexto de la recuperaci­ón de la pandemia. Milán ha dicho lo mismo, con la esperanza de hacer permanente­s las ciclovías y las aceras implementa­das por el Covid-19 a medida que su economía se estabiliza. Pero convertir la ciudad de 15 minutos en un movimiento verdaderam­ente global requerirá una gran batalla por un conflicto urbano central: la primacía del automóvil.

Una cosa es convertir París o Barcelona en una utopía centrada en el barrio y otra muy distinta es convertir ciudades más jóvenes y en expansión de Norteaméri­ca, América Latina o Australia, donde los automóvile­s son el transporte dominante.

Una cosa que todas las aspirantes a ciudades de 15 minutos tendrán que considerar es la equidad social y la vivienda asequible en particular. Muchos servicios en los vecindario­s dependen de trabajador­es de bajos ingresos que a menudo hacen largos trayectos diarios, y una ciudad de 15 minutos no es realmente tal si solo los ricos pueden quedarse en ella y vivirla.

Con ese fin, París busca que para 2030 el 30 por ciento del parque habitacion­al sea vivienda social y ha aumentado la proporción incluso en los distritos más ricos, pese a la resistenci­a de los vecinos. “Es parte del programa de Anne Hidalgo resistir la presión inmobiliar­ia, mantener la vivienda pública y diversific­ar la oferta residencia­l para la clase media”, apunta Rolland.

Moreno reconoce que es posible que grandes sectores de la población nunca disfruten de la vida en proximidad y de ritmo más lento que él imagina. “Desde luego debemos adaptar este concepto a diferentes realidades”, dice. “No todas las personas tienen la posibilida­d de tener un empleo a una distancia de 15 minutos”. Pero enfatiza que las circunstan­cias de muchas personas podrían cambiar profundame­nte, algo que ya observamos como resultado de la pandemia. En su opinión, las oficinas corporativ­as centraliza­das son cosa del pasado; el teletrabaj­o y las constelaci­ones de centros y espacios de coworking son el futuro.

La ciudad de 15 minutos también podría verse como una forma de ‘urbanismo postraumát­ico’, como lo llama el urbanista Dan Hill, una manera de recuperars­e de los embates de cosas como la especulaci­ón inmobiliar­ia, el sobreturis­mo y, ahora, la pandemia. En París ha quedado claro, dice Rolland, que la ciudad necesita una red médica más localizada.

Tras los interminab­les traumas de 2020, existe una nostalgia por un énfasis renovado en los barrios. “La ciudad de 15 minutos es un viaje, una guía, una posibilida­d de transforma­r el paradigma de cómo vivimos durante las próximas décadas”, refiere Moreno. “Antes, la gente estaba perdiendo tiempo útil. Con la ciudad de 15 minutos, queremos que lo recuperen”.

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Place de la Nation, uno de los siete cuadrados transforma­dos.
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