¿Se murió el amor entre los republicanos y las corporaciones?
○ La fractura entre estos históricos aliados no está sanando, pero eso no significa que el establishment empresarial haya encontrado un lugar en la agenda demócrata.
Las grandes empresas rompieron con el expresidente Donald Trump por los aranceles y la inmigración y resintieron sus embistes en Twitter contra varias compañías Fortune 500. Ese distanciamiento creció en enero, cuando partidarios del magnate asaltaron el Capitolio y 147 republicanos en el Congreso se negaron a certificar la victoria de Joe Biden.
Sin embargo, parecía que las corporaciones y el Partido Republicano podrían arreglar sus diferencias una vez que Trump saliera de la Casa Blanca. No fue así. La razón es evidente: la animadversión hacia el sector empresarial emana no solo de Trump sino también de las bases del Partido Republicano. Mientras las bases estén enfrentadas con las grandes empresas, los políticos también lo estarán.
Las divergencias son profundas. Aunque las grandes corporaciones se beneficiaron de los recortes
impositivos y la desregulación de la era Trump, también priorizan el libre comercio y la inmigración, que algunos republicanos de a pie culpan de robar empleos. Una cuestión más polémica es que muchas compañías, al intentar promover la inclusión laboral, han apoyado temas que los conservadores culturales tachan de “ideologizados”, como Black Lives Matter y los derechos políticos de la comunidad LGBTQ.
La nueva ley electoral de Georgia, que según los críticos privará de sus derechos a las minorías, ha llevado al deterioro de una relación ya problemática. En respuesta, las Grandes Ligas se llevaron de Atlanta el Juego de Estrellas. Ed Bastian, CEO de Delta Air Lines, calificó la ley como “desatinada”. Los partidarios de Trump se enfurecieron y los políticos canalizaron su ira. En una carta dirigida a “la América corporativa ideologizada”, el senador Rick Scott de Florida les dijo: “Ustedes son, de hecho, moralmente inferiores a los trabajadores de este gran país”. Otro motivo de encono fue la suspensión de las cuentas de Trump en Twitter y Facebook.
Varios senadores republicanos, como Tom Cotton, de Arkansas; Josh Hawley, de Missouri, y Marco Rubio de Florida, pintan a su partido como un amigo de la clase trabajadora. Una tarea poco fácil dado el escepticismo tradicional del partido sobre cosas como los sindicatos y los generosos apoyos por desempleo.
Las cosas son más fáciles para las pequeñas empresas, porque los republicanos se mantienen de su lado en dos temas principales: impuestos bajos y regulación laxa. El comercio, la inmigración, los derechos de voto y la inclusión están más abajo en la lista de prioridades de las pequeñas empresas. “El costo anual por empleado de cumplir con las regulaciones federales es significativamente más alto para las firmas más pequeñas que para las más grandes”, asegura la Federación Nacional de Negocios Independientes.
Según la consultora Gallup, este enero el 31% de los votantes de tendencia republicana dijeron estar conformes con la influencia de las grandes corporaciones; en enero de 2020, ese porcentaje fue del 57%.
“Aunque Trump era populista, en la mente de muchas personas se le equiparaba con las grandes empresas y el capitalismo”, dice Lydia Saad, directora de investigación social de Gallup. “Cuando dejó la presidencia, esa asociación se desvaneció”.
Los votantes republicanos —que tienden a ser más rurales y de más edad que los demócratas— se han concentrado cada vez más en las partes del país menos productivas en términos económicos. Los condados ganados por el presidente Biden representaron el 71% del PIB del país en 2018.
El candidato republicano promedio recibió menos dinero de los comités empresariales en el primer trimestre de 2021, en comparación con los ciclos electorales bienales anteriores, pero recibió más recursos de la gente de a pie.
Debido a que los candidatos tienden a escuchar a quien les da dinero, esto significa que el Partido Republicano está siendo conducido más por las bases y menos por las corporaciones. En algunos aspectos, como en cuestiones sociales y climáticas, un segmento sustancial de las grandes empresas está más alineado con el Partido Demócrata que con los republicanos. Pero solo hasta cierto punto.
El presidente Biden ha gobernado, hasta ahora, como un liberal, apoyando sindicatos, salarios mínimos más altos, gasto social e impuestos más altos a empresas e individuos ricos. Ninguno de estos temas es popular entre directivos y dueños. La Business Roundtable, que representa a los CEO’s de algunas de las principales empresas de Estados Unidos, ha criticado la propuesta de Biden de un impuesto mínimo global sobre los ingresos corporativos.
La Cámara de Comercio de Estados Unidos, que tradicionalmente es un bastión republicano, respaldó a 23 demócratas de la Cámara de Representantes para la reelección en 2020 y le salió el tiro por la culata: los 14 demócratas que apoyó y ganaron la reelección votaron a favor de la Ley PRO, una iniciativa a la que se opone la Cámara porque facilitaría que los trabajadores se sindicalizaran.
Neil Bradley, vicepresidente ejecutivo y director de políticas de la Cámara de Comercio, considera que es un error pensar que “todo el mundo tiene que ser clasificado y tienes que ponerte una camiseta roja o una camiseta azul”. A menudo, dice Bradley, “nuestras prioridades no son exclusivas de un solo partido”. La Cámara ha organizado una serie de debates llamados Common Grounds, donde un republicano y un demócrata del Congreso abordan temas difíciles como la inmigración y el cambio climático.
“Las grandes empresas han perdido apoyo entre los republicanos, pero no han sido recompensadas por los demócratas, al menos no todavía”, señala Saad, de la consultora Gallup.
Para muchas grandes corporaciones, el punto de ruptura con los republicanos fue su voto en contra de la certificación de los resultados del Colegio Electoral que daban el triunfo a Biden. Muchas suspendieron las donaciones a esos miembros del Congreso a través de sus comités o dijeron que revisarían sus contribuciones. Sin embargo, algunas compañías como JetBlue Airways, Toyota Motor y Cigna, han seguido donando a los republicanos,
“El control de la Cámara es tan precario que las empresas pueden reanudar pronto el apoyo a los políticos republicanos porque perciben que les conviene”, explica Paul Herrnson, politólogo de la Universidad de Connecticut y miembro del Center for Responsive Politics. Incluso si las grandes firmas buscan un acercamiento con el Partido Republicano, es posible que no obtengan mucho amor a cambio. “Las empresas siempre han sido el enemigo público número uno”, asegura Daniel Lufkin, fundador del banco de inversión Donaldson, Lufkin & Jenrette. Con los populistas en ascenso en ambos partidos, las grandes corporaciones lucharán por recuperar la influencia a la que están acostumbradas.
“Las grandes empresas han perdido apoyo entre los republicanos”