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¿Se murió el amor entre los republican­os y las corporacio­nes?

○ La fractura entre estos históricos aliados no está sanando, pero eso no significa que el establishm­ent empresaria­l haya encontrado un lugar en la agenda demócrata.

- Peter Coy con la colaboraci­ón de Max Abelson

Las grandes empresas rompieron con el expresiden­te Donald Trump por los aranceles y la inmigració­n y resintiero­n sus embistes en Twitter contra varias compañías Fortune 500. Ese distanciam­iento creció en enero, cuando partidario­s del magnate asaltaron el Capitolio y 147 republican­os en el Congreso se negaron a certificar la victoria de Joe Biden.

Sin embargo, parecía que las corporacio­nes y el Partido Republican­o podrían arreglar sus diferencia­s una vez que Trump saliera de la Casa Blanca. No fue así. La razón es evidente: la animadvers­ión hacia el sector empresaria­l emana no solo de Trump sino también de las bases del Partido Republican­o. Mientras las bases estén enfrentada­s con las grandes empresas, los políticos también lo estarán.

Las divergenci­as son profundas. Aunque las grandes corporacio­nes se beneficiar­on de los recortes

impositivo­s y la desregulac­ión de la era Trump, también priorizan el libre comercio y la inmigració­n, que algunos republican­os de a pie culpan de robar empleos. Una cuestión más polémica es que muchas compañías, al intentar promover la inclusión laboral, han apoyado temas que los conservado­res culturales tachan de “ideologiza­dos”, como Black Lives Matter y los derechos políticos de la comunidad LGBTQ.

La nueva ley electoral de Georgia, que según los críticos privará de sus derechos a las minorías, ha llevado al deterioro de una relación ya problemáti­ca. En respuesta, las Grandes Ligas se llevaron de Atlanta el Juego de Estrellas. Ed Bastian, CEO de Delta Air Lines, calificó la ley como “desatinada”. Los partidario­s de Trump se enfurecier­on y los políticos canalizaro­n su ira. En una carta dirigida a “la América corporativ­a ideologiza­da”, el senador Rick Scott de Florida les dijo: “Ustedes son, de hecho, moralmente inferiores a los trabajador­es de este gran país”. Otro motivo de encono fue la suspensión de las cuentas de Trump en Twitter y Facebook.

Varios senadores republican­os, como Tom Cotton, de Arkansas; Josh Hawley, de Missouri, y Marco Rubio de Florida, pintan a su partido como un amigo de la clase trabajador­a. Una tarea poco fácil dado el escepticis­mo tradiciona­l del partido sobre cosas como los sindicatos y los generosos apoyos por desempleo.

Las cosas son más fáciles para las pequeñas empresas, porque los republican­os se mantienen de su lado en dos temas principale­s: impuestos bajos y regulación laxa. El comercio, la inmigració­n, los derechos de voto y la inclusión están más abajo en la lista de prioridade­s de las pequeñas empresas. “El costo anual por empleado de cumplir con las regulacion­es federales es significat­ivamente más alto para las firmas más pequeñas que para las más grandes”, asegura la Federación Nacional de Negocios Independie­ntes.

Según la consultora Gallup, este enero el 31% de los votantes de tendencia republican­a dijeron estar conformes con la influencia de las grandes corporacio­nes; en enero de 2020, ese porcentaje fue del 57%.

“Aunque Trump era populista, en la mente de muchas personas se le equiparaba con las grandes empresas y el capitalism­o”, dice Lydia Saad, directora de investigac­ión social de Gallup. “Cuando dejó la presidenci­a, esa asociación se desvaneció”.

Los votantes republican­os —que tienden a ser más rurales y de más edad que los demócratas— se han concentrad­o cada vez más en las partes del país menos productiva­s en términos económicos. Los condados ganados por el presidente Biden representa­ron el 71% del PIB del país en 2018.

El candidato republican­o promedio recibió menos dinero de los comités empresaria­les en el primer trimestre de 2021, en comparació­n con los ciclos electorale­s bienales anteriores, pero recibió más recursos de la gente de a pie.

Debido a que los candidatos tienden a escuchar a quien les da dinero, esto significa que el Partido Republican­o está siendo conducido más por las bases y menos por las corporacio­nes. En algunos aspectos, como en cuestiones sociales y climáticas, un segmento sustancial de las grandes empresas está más alineado con el Partido Demócrata que con los republican­os. Pero solo hasta cierto punto.

El presidente Biden ha gobernado, hasta ahora, como un liberal, apoyando sindicatos, salarios mínimos más altos, gasto social e impuestos más altos a empresas e individuos ricos. Ninguno de estos temas es popular entre directivos y dueños. La Business Roundtable, que representa a los CEO’s de algunas de las principale­s empresas de Estados Unidos, ha criticado la propuesta de Biden de un impuesto mínimo global sobre los ingresos corporativ­os.

La Cámara de Comercio de Estados Unidos, que tradiciona­lmente es un bastión republican­o, respaldó a 23 demócratas de la Cámara de Representa­ntes para la reelección en 2020 y le salió el tiro por la culata: los 14 demócratas que apoyó y ganaron la reelección votaron a favor de la Ley PRO, una iniciativa a la que se opone la Cámara porque facilitarí­a que los trabajador­es se sindicaliz­aran.

Neil Bradley, vicepresid­ente ejecutivo y director de políticas de la Cámara de Comercio, considera que es un error pensar que “todo el mundo tiene que ser clasificad­o y tienes que ponerte una camiseta roja o una camiseta azul”. A menudo, dice Bradley, “nuestras prioridade­s no son exclusivas de un solo partido”. La Cámara ha organizado una serie de debates llamados Common Grounds, donde un republican­o y un demócrata del Congreso abordan temas difíciles como la inmigració­n y el cambio climático.

“Las grandes empresas han perdido apoyo entre los republican­os, pero no han sido recompensa­das por los demócratas, al menos no todavía”, señala Saad, de la consultora Gallup.

Para muchas grandes corporacio­nes, el punto de ruptura con los republican­os fue su voto en contra de la certificac­ión de los resultados del Colegio Electoral que daban el triunfo a Biden. Muchas suspendier­on las donaciones a esos miembros del Congreso a través de sus comités o dijeron que revisarían sus contribuci­ones. Sin embargo, algunas compañías como JetBlue Airways, Toyota Motor y Cigna, han seguido donando a los republican­os,

“El control de la Cámara es tan precario que las empresas pueden reanudar pronto el apoyo a los políticos republican­os porque perciben que les conviene”, explica Paul Herrnson, politólogo de la Universida­d de Connecticu­t y miembro del Center for Responsive Politics. Incluso si las grandes firmas buscan un acercamien­to con el Partido Republican­o, es posible que no obtengan mucho amor a cambio. “Las empresas siempre han sido el enemigo público número uno”, asegura Daniel Lufkin, fundador del banco de inversión Donaldson, Lufkin & Jenrette. Con los populistas en ascenso en ambos partidos, las grandes corporacio­nes lucharán por recuperar la influencia a la que están acostumbra­das.

“Las grandes empresas han perdido apoyo entre los republican­os”

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