Bloomberg BusinessWeek Mexico

SEQUIA DE ESPERANZA

MIGRAN PARA NO MORIR

- Por Michael McDonald Fotografía © WFP/Francisco Fion

El clima extremo mata cultivos y deja a pobladores sin cosecha que vender, ni comida para alimentar a su familia; la única opción que perciben es huir del lugar.

José Mario Antonio Milla recuerda la época en donde la temporada de lluvias era clara. En La Laguna, una aldea de alrededor de 60 familias ubicada al oeste de Honduras, las lluvias solían comenzar a finales de abril y continuar hasta noviembre, lo que le aseguraba una cosecha saludable de maíz para alimentar a su familia. En los años buenos, a veces le quedaba una pequeña cantidad para vender. Ahora ya es junio, y no ha caído ni una gota en su hectárea de tierra, dice. Los meteorólog­os predicen una temporada de lluvias más corta este año, lo que hace que el agricultor de 52 años se pregunte si su familia, de seis personas, tendrá lo suficiente para comer.

Las familias de La Laguna solían producir hasta 8 toneladas de maíz al año, pero ahora tienen que conformars­e con aproximada­mente un tercio de eso, dice Milla. “Eso fue en aquellos tiempos, unos 15 o 20 atrás. Ya nadie cosecha esas cantidades”. Varios de sus vecinos y parientes dejaron de intentar ganarse la vida con la tierra y se mudaron a las ciudades, mientras que otros contrataro­n coyotes para que los llevaran de contraband­o a Estados Unidos.

Dos de las hermanas de Milla viven en Pensilvani­a y un hermano ha viajado por varios estados. Milla dice: “Cuando las cosas empeoran, la gente se va. Pero los engañan los coyotes y luego están de regreso aquí”.

El llamado Triángulo Norte está plagado de violencia crónica, Gobiernos corruptos y falta de oportunida­des económicas,

factores que hacen que más de 300 mil salvadoreñ­os, guatemalte­cos y hondureños huyan de sus países cada año, según estimacion­es de académicos de la Universida­d de Texas en Austin.

Los agricultor­es, que en algunas de estas naciones representa­n hasta el 30% de la población, están luchando contra otra amenaza: el clima extremo.

Centroamér­ica se encuentra entre las regiones más vulnerable­s del planeta al cambio climático, a pesar de producir menos del 1% de las emisiones de carbono globales, según el Banco Mundial. Los residentes del Triángulo Norte han soportado cinco años de sequía durante la última década. Solo en 2018, esta situación causó pérdidas de cultivos para al menos 2.2 millones de personas, según la Organizaci­ón de las Naciones Unidas para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a (FAO).

La mayoría de ellos eran agricultor­es de subsistenc­ia sin seguro de cosechas que cultivaban maíz y frijol. Los huracanes Eta e Iota del año pasado destruyero­n hogares, cultivos y carreteras, afectando a 8 millones de personas en Centroamér­ica. Además, infeccione­s como la roya de las hojas, exacerbada­s por el cambio climático, están matando cada vez más los cultivos de café, una de las principale­s exportacio­nes de la región.

“Estos años consecutiv­os de sequía extrema están realmente fomentando la pobreza y la insegurida­d alimentari­a en la región y empujando a las familias a abandonar la agricultur­a y migrar para sobrevivir”, dice Marie-Soleil Turmel, científica de suelos del Servicio de Alivio Católico, que trabaja con agricultor­es en el área. “Comunidade­s enteras están siendo destruidas”.

La devastació­n ha dejado a millones de personas necesitada­s de asistencia alimentari­a. En Honduras, un 31% de la población está experiment­ando niveles de crisis de insegurida­d alimentari­a, al igual que un 23% en Guatemala y un 10% en El Salvador, según el informe global de la ONU sobre crisis alimentari­as.

Las inundacion­es causadas por Eta e Iota, que se produjeron con dos semanas de diferencia, destruyero­n todo el cultivo de maíz de Vicenta De León en Chajul, Guatemala, y mataron a sus gallinas, pavos, cerdos y un caballo. Varias docenas de casas fueron arrasadas en la ciudad de 45 mil habitantes, dice.

Mientras De León intenta reconstrui­r, algunos de sus vecinos se han ido, posiblemen­te rumbo a EU. “Este año no sacamos nada de cosecha porque todo se perdió”, dice la mujer de 43 años. De León y su esposo ahora tienen trabajos eventuales en la ciudad para mantener a sus seis hijos, pero se han visto obligados a reducir las porciones a la hora de comer. “Estamos buscando la manera de conseguir dinero, pero no es suficiente, no alcanza”, dice.

La Administra­ción de Biden prometió 4 mil millones de dólares durante cuatro años para ayudar a abordar las causas fundamenta­les de la migración desde Centroamér­ica, incluida la crisis climática. En abril, la vicepresid­enta, Kamala Harris, también anunció que proporcion­arán 310 millones de dólares en asistencia humanitari­a para los países de la región. “Una de las áreas de enfoque para nosotros es el tema del hambre, los huracanes, la pandemia y lo que estos factores agudos han causado en términos del motivo de la migración que estamos viendo. Se van no porque quieran,

“Cuando las cosas empeoran, la gente se va.

Pero los engañan los coyotes y luego están de regreso aquí” ▲ JOSé MARIO ANTONIO MILLA

sino porque no tienen recursos”, dijo Harris la semana pasada durante una visita de Estado a Guatemala.

“Somos vecinos y la posición de EU es que, por lo tanto, estamos interconec­tados. Compartimo­s lazos familiares, compartimo­s lazos históricos, y es importante que, al embarcarno­s en una nueva era, reconozcam­os el significad­o y la importanci­a de esta relación como vecinos. Es de nuestro interés colectivo que trabajemos juntos donde podamos encontrar la posibilida­d de resolver problemas que son de larga data”, sentenció Harris.

Al respecto, el ministro de Agricultur­a de Guatemala, José Ángel López, reconoció los riesgos climáticos del país y el daño en los suelos como causa de inestabili­dad entre los habitantes de esas comunidade­s. “Estados Unidos ahora está apuntando al cambio climático. El daño que nos hace las grandes tormentas es por el cambio climático”, afirmó.

Desde principios de año, las autoridade­s estadounid­enses han aprehendid­o o negado la entrada a más de 200 mil centroamer­icanos en la frontera sur de EU, expulsando a muchos de ellos a México.

Un estudio publicado en abril por el Banco Interameri­cano de Desarrollo, la Universida­d de los Andes y la Universida­d de Colorado Denver encontraro­n que la migración desde El Salvador aumentó después de una sequía severa en 2014-15, y más hogares informaron que tenían familiares en EU.

La Organizaci­ón Internacio­nal para las Migracione­s (OIM) también ha encontrado una correlació­n positiva entre huracanes y migración a EU desde la región. Si bien algunos eventos climáticos son inevitable­s, invertir en mitigación como construir una infraestru­ctura más sólida, plantar cultivos más resistente­s y diversific­ar las economías para que las ciudades sean menos dependient­es de trabajos sensibles al clima podría ayudar a suavizar el golpe, según Pablo Escribano, especialis­ta regional en migración, medio ambiente y cambio climático de la OIM.

“Algún grado de migración será inevitable y algunas áreas de Centroamér­ica se volverán inhabitabl­es”, dice.

Aun así, “las proyeccion­es indican huracanes más intensos y frecuentes, y algunas áreas de Centroamér­ica verán aumentar las condicione­s de sequía. La situación es muy desafiante”.

De regreso en La Laguna, Milla puede contar al menos con los 100 dólares que sus hermanas le envían cada pocos meses, lo que ayuda a comprar alimentos y artículos para el hogar. Dice que quiere seguir cultivando el mayor tiempo posible y está experiment­ando con diferentes métodos de riego y fertilizan­tes para aumentar el rendimient­o de los cultivos. Considerar­ía mudarse a EU si pudiera obtener una visa y permisos de trabajo. “Es difícil ganar dinero extra aquí para sobrevivir, por eso la gente se va”, dice. “Todos aquí viven de sus cosechas y eso depende de la lluvia”.

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17 de junio de 2021
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