Una startup alarga la vida de los perros y siguen... los humanos.
● La investigación de la startup Loyal para extender la vida de los perros podría allanar el camino para las terapias en humanos.
La gente de Silicon Valley tiene una obsesión: concebir formas de detener el proceso de envejecimiento humano. Comenzó con largos paseos en bicicleta y ayunos intermitentes, pero algunos capitalistas de riesgo y empleados de startups se han pasado al consumo de docenas de píldoras cada mañana, la inyección de células madre en el cerebro o las transfusiones de sangre joven.
Este tipo de experimentación para extender la vida sigue siendo marginal, tal vez porque no hay mucha evidencia de que funcione. Pero Celine Halioua tiene un plan para popularizarla. Y hay perros de por medio. Su startup Cellular Longevity Inc. desarrolla tratamientos que prolongan la vida de los perros y los hace más activos en sus últimos años. Si funcionan en caninos, Halioua espera que los consumidores y los reguladores estén más dispuestos a que se utilicen técnicas similares en humanos.
“Los perros son considerados el mejor modelo de envejecimiento humano”, dice Halioua, una joven de 26 años que estudió neurociencia y luego trabajó para un fondo de capital de riesgo centrado en la longevidad. “Hemos evolucionado conjuntamente con ellos y comparten el entorno con nosotros. También desarrollan enfermedades relacionadas con la edad. Si podemos hacer esto por los perros, la gente también lo querrá”. Su compañía, que opera bajo la marca Loyal, ha recaudado 11 millones de dólares y planea comenzar ensayos a principios de 2022 con dos compuestos con posibles propiedades anti-envejecimiento. Halioua prefiere no revelar cuáles.
La principal barrera para desarrollar medicamentos y terapias antienvejecimiento para las personas es que vivimos demasiado. Las compañías farmacéuticas son reacias a invertir en ensayos clínicos que duran décadas, y la Administración de
Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos se siente más cómoda con medicamentos que abordan una enfermedad o síntoma específico, en lugar de algo tan amplio y abstracto como el envejecimiento. Como resultado, numerosos compuestos antienvejecimiento prometedores no se han probado en personas en entornos clínicos.
La idea de realizar este tipo de pruebas primero en perros no es del todo nueva. En los últimos años, unos 30 mil dueños de perros han incluido a sus mascotas en el Dog Aging Project, una investigación académica respaldada por 25 millones de dólares de los Institutos Nacionales de Salud. El proyecto examina cómo los factores genéticos y ambientales afectan los procesos de envejecimiento de los perros y también lleva a cabo un ensayo en el cual unos 200 perros de mediana edad recibirán rapamicina, usado en humanos para prevenir el rechazo de trasplantes de órganos y algunos tipos de cáncer. “La rapamicina parece retrasar o revertir el envejecimiento en prácticamente todos los tejidos donde se ha examinado”, dice Matt Kaeberlein, profesor de patología en la Universidad de Washington y codirector del proyecto.
A pesar de su potencial, la rapamicina se ha ganado una mala reputación entre los médicos. Causa muchos efectos secundarios en pacientes con trasplante, que han sufrido enfermedades que van desde llagas en la boca hasta estados pseudodiabéticos.
Kaeberlein, quien también es asesor de Cellular Longevity, dice que este resultado se produce debido a las altas dosis que reciben los pacientes trasplantados. Prevé menos problemas con las dosis bajas que administran a los perros, en pastillas mezcladas con crema de cacahuate. Él mismo ha usado rapamicina para reducir la inflamación y el dolor en el hombro. “Soy un creyente”, afirma, aunque enfatiza que su experiencia no debe tomarse como una recomendación para que otros efectúen experimentos similares.
Los estudios en caninos que involucran la restricción calórica han demostrado que la esperanza de vida de un perro puede aumentar en casi dos años, al tiempo que retrasa el cáncer, la enfermedad ósea degenerativa y otras afecciones. La expectativa que comparten los científicos es que una combinación de terapias mostraría resultados mucho más dramáticos. “Podríamos estar hablando de un efecto del 50, 60 o 70 por ciento en la esperanza de vida”, dice Kaeberlein, y agrega que es muy difícil de predecir sin hacer las pruebas.
Halioua cursaba un doctorado en la Universidad de Oxford sobre la economía de las terapias genéticas, cuando lo abandonó en 2019 para trabajar en Longevity Fund, una firma de capital de riesgo de San Francisco. Halioua ayudó a investigar e invertir en más de 20 empresas que trabajan en el envejecimiento. Luego, presentó su propia idea de startup a Laura Deming, socia gerente de la firma. Deming fue escéptica al principio. No tenía mascotas y dudó que los dueños de mascotas pagarían mucho para que sus perros vivieran más tiempo.
“No lo entendía”, dice.
Halioua finalmente persuadió a Deming para que invirtiera y después se separó de la firma para iniciar Cellular Longevity.
La compañía buscará reclutar a cientos de dueños de mascotas para los estudios, con el objetivo de conseguir la aprobación de una terapia para perros para 2024. La primera estará destinada a razas más grandes, que tienen una vida más corta, mientras que la segunda será para todas las razas. La expectativa es que los dueños de mascotas puedan esperar que estos animales vivan más tiempo, de seis meses a tres años más, y también tengan una vida mejor y más activa.
Halioua evita predecir cuánto cree que la vida de un perro puede extenderse, pero descarta cualquier expectativa de un resultado de ciencia ficción. “No vamos a hacer perros de 80 años”, apunta. También es vaga en cuanto a los precios, y solo dice que los productos de Loyal serán “asequibles pero no baratos” y bajarán de precio con el tiempo.
Una ventaja de usar perros para los ensayos es que los estudios clínicos se pueden realizar en tres a cinco años, con perros viviendo en casa en condiciones normales. Este es un gran avance con respecto a los ratones de laboratorio que, a menudo, se usan para este tipo de experimentos, que son jóvenes y deben ser criados o alterados para tener enfermedades relacionadas con la edad.
Deming señala que hacerlo primero en perros podría ser la clave para ayudar a las personas a adaptarse a la tecnología antienvejecimiento. “Si funciona, cambia toda la psicología en torno a los fármacos antiedad en general”, señala. “Podría ser este momento importante en el que estos medicamentos se vuelvan más comunes”.
Loyal mantiene abierta la posibilidad de ampliar con el tiempo su negocio a los humanos. Mientras tanto, Halioua está feliz de no trabajar solo con ratones. “Hemos extendido la vida de los ratones cientos de veces”, dice. “Fuera del mundillo a nadie le importa porque es un ratón. Hacer esto en un organismo que a la gente le importa podría cambiar el juego en el campo del envejecimiento. Y yo quiero demostrarlo definitivamemte”.