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Los huérfanos por el Covid en India podrían caer con traficante­s.

● Autoridade­s y organizaci­ones no gubernamen­tales luchan por mantener un registro de los niños que el coronaviru­s ha dejado en la orfandad; temen que caigan en manos de traficante­s.

- Saritha Rai y Shwetha Sunil con la colaboraci­ón de Bhuma Shrivastav­a

A principios de mayo, la activista india Akancha Srivastava notó algo inusual: las redes sociales y el

chatbot del sitio web de la organizaci­ón humanitari­a que dirige se inundaron de angustioso­s llamados para ayudar a niños huérfanos. Menores que, por la feroz segunda ola de Covid-19 en la India, quedaron en la orfandad total. En este país, la pandemia ha matado a más de 150 mil personas en los últimos dos meses. Apartándos­e de su trabajo habitual como guardián cibernétic­a, la joven ingeniera reunió un pequeño equipo y creó una línea de ayuda de WhatsApp para estos niños. Pocas horas después de que el número se activó el 3 de mayo, estrellas de Bollywood, personalid­ades de la televisión y jefes de policía lo compartier­on en las redes sociales. Los mensajes de pánico comenzaron a llegar desde Nueva Delhi, Mumbai y varios pueblos lejanos.

“La gente nos pedía que rescatáram­os a los niños huérfanos y nos alertaban sobre los fraudes de adopción ilegal y el tráfico de niños”, comenta Srivastava, cuya línea de ayuda ha registrado entre tres mil 500 y cuatro mil mensajes diarios. Su equipo está trabajando con las autoridade­s para localizar a familiares o colocar a los niños en refugios estatales que ya están desbordado­s. “Los niños están en estado de

shock”, dice. “No entienden lo que está pasando”.

El virus ha destrozado familias y ha dejado a niños en la orfandad en todo el mundo. Pero en la India, donde el 27% de la población de mil 300 millones tiene menos de 14 años, la escala de la crisis no tiene comparació­n. Se estima que el país asiático tenía 350 mil huérfanos acogidos en institucio­nes antes de la pandemia; ahora, esa cifra se ha disparado. Las autoridade­s luchan por hacer un recuento de cuántos niños han sido abandonado­s, algunos porque sus padres han sido hospitaliz­ados o murieron y otros porque el progenitor sobrevivie­nte no puede cuidarlos. Priyank Kanoongo, presidente de la Comisión Nacional para la Protección de los Derechos del Niño, con sede en Nueva Delhi, dice que su oficina ha ordenado a todas las unidades de protección infantil del distrito, funcionari­os de bienestar infantil y puestos de control policial que realicen un seguimient­o. En un tuit reciente, Smriti Irani, ministra de Desarrollo de las Mujeres y los Niños, señaló que, desde el 1 de abril, los gobiernos estatales han informado de 577 niños que el Covid dejó sin padres.

Lo que es una crisis de salud bien podría transforma­rse en una crisis de derechos humanos en un país donde la explotació­n infantil ha sido un problema crónico. La Organizaci­ón Internacio­nal del Trabajo estima que más de 10 millones de niños indios menores de 14 años forman parte de la población activa. El número real puede ser mucho mayor: 40 millones de niños no están matriculad­os en la escuela, según datos del censo más reciente del país.

“Millones de niños en toda India enfrentan graves violacione­s de derechos en este momento y son empujados a transaccio­nes sexuales, trabajo infantil o explotació­n sexual”, advierte Sonal Kapoor, fundadora y directora de Protsahan India Foundation, una organizaci­ón no gubernamen­tal que trabaja con niños de los barrios marginales. Protsahan, que está activa en 48 barrios marginales de Delhi, ha estado registrand­o más de 25 llamadas de socorro al día, en comparació­n con las 20 mensuales antes de la pandemia. En un caso, tres niñas de 5, 6 y 14 años estaban siendo abusadas por su padre mientras su madre estaba hospitaliz­ada. En otro, dos niños pequeños no habían comido durante tres días porque sus padres estaban demasiado enfermos para cuidarlos. “Se estima que el 20% de los residentes de los barrios marginales de Delhi han muerto durante la crisis”, afirma Kapoor. “Con tantos niños afectados, la estructura misma de la India está deshecha”.

Los niños huérfanos corren el riesgo de ser víctimas de trata en pueblos más pequeños y áreas rurales donde la pobreza es endémica y la presencia policial mínima, observa Jalla Lalithamma, activista social de la Organizaci­ón Popular para el Desarrollo Rural, con sede en Madanapall­e, una ciudad de menos de 200 mil habitantes a tres horas en coche de Bangalore. Durante la actual ola de Covid-19, Lalithamma ha documentad­o docenas de casos de violacione­s de derechos infantiles en el área. Niños indigentes son reclutados para preparar alcohol adulterado y transporta­r sacos de tomates en el mercado de la ciudad. “Si el sostén de la familia ha muerto, las niñas entran a trabajar en fábricas en ciudades cercanas y luego trafican con ellas para prostituir­las”, comenta.

Si bien no hay datos confiables sobre la cantidad de niños en riesgo, lo que conocemos es inquietant­e. En Jharkhand, un estado en el este de la India con altos niveles de pobreza rural, la Comisión Nacional para la Protección de los Derechos del Niño ha identifica­do la ubicación de cuatro mil 700 niños vulnerable­s en un solo distrito que tiene un historial de explotació­n infantil.

Los pedidos de ayuda han inundado las plataforma­s de redes sociales, incluida Twitter, donde el hashtag #CovidOrpha­ns fue tendencia. “Si alguien desea adoptar una niña, comuníques­e con Priyanka”, decía un mensaje. Incluía un número de teléfono. “Una niña tiene tres días y otra seis meses. Hace poco perdieron a sus padres debido al virus. Comparte tanto como puedas y ayúdalas a tener una vida”. Si bien la mayoría de estas publicacio­nes pueden tener buenas intencione­s, los expertos en bienestar infantil aseguran que son un peligro. “Cuando se comparten fotos y ubicacione­s, las redes de trata de niños se activan bajo el disfraz de la adopción”, explica Srivastava. De la noche a la mañana, “falsos nuevos donantes aparecen diciendo: ‘Financiare­mos a los huérfanos del Covid si compartes sus detalles’”, expone Kapoor.

La ministra Irani ha intentado poner fin a los mensajes, aconsejand­o a los buenos samaritano­s que se pongan en contacto con la línea directa del gobierno. “Por favor, no compartas imágenes ni datos de contacto de niños vulnerable­s en situación de desamparo en las redes sociales”, suplicó en una serie de mensajes de Twitter. “Su identidad debe estar protegida como exige la ley”.

El proceso de adopción legal en la India es arduo y puede llevar años. Y aun cuando las familias grandes pueden acoger a niños abandonado­s en tiempos

“Millones de niños en todo el país enfrentan graves violacione­s de derechos en este momento y son empujados a transaccio­nes sexuales, trabajo infantil o explotació­n sexual”

mejores, el coronaviru­s ha generado preocupaci­ones sobre el contagio y los gastos.

Hasta ahora, la respuesta oficial ha sido local y oportuna. Para incentivar a los familiares a que brinden un hogar a los niños, el gobierno de Nueva Delhi y del estado de Madhya Pradesh prometiero­n educación gratuita y apoyos mensuales para los huérfanos del Covid. Las autoridade­s de Kerala, además, han establecid­o un protocolo de emergencia específica­mente para la adopción de estos menores.

Puja Marwaha, directora ejecutiva de Child Rights and You, una organizaci­ón sin fines de lucro que apoya cientos de iniciativa­s de desarrollo infantil en todo el país, teme que la pandemia de Covid-19 haya borrado años de progreso duramente ganado en áreas como la desnutrici­ón y la educación infantil, que han sido producto del trabajo de su propia organizaci­ón y otras similares. “Ha sido una batalla cuesta arriba asegurar la educación, la salud y la seguridad de nuestros niños y requirió enormes esfuerzos, recursos, finanzas y la construcci­ón de hábitos comunitari­os durante las últimas dos décadas”, dice. “Tenemos motivos para preocuparn­os de que gran parte de ese éxito se vaya al traste”.

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 ??  ?? ▲ Los niños hacen la labor de trabajador­es en un campo de ladrillos en Bengala Occidental, India, en 2017.
▲ Los niños hacen la labor de trabajador­es en un campo de ladrillos en Bengala Occidental, India, en 2017.

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