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Detectives amateurs cazan a implicados en la toma del Capitolio.

○ Cibernauta­s aficionado­s se han convertido en auténticos detectives para dar con los responsabl­es de la toma del Congreso de EU.

- David Yaffe-Bellany

Mientras veía imágenes del asalto al Capitolio de Estados Unidos del 6 de enero pasado, Chris Sigurdson, un actor desemplead­o en Canadá, se sintió atraído por una imagen perturbado­ra: un hombre con una sudadera verde olivo rociando químicos a la policía. En el rostro del hombre, recuerda Sigurdson, había una expresión de “júbilo demente”.

Sigurdson, de 58 años, se había estado obsesionan­do con la toma del Capitolio y pasaba 40 horas a la semana estudiando fotografía­s y videos. Notó un parecido entre el hombre de la sudadera y un alborotado­r que se jactaba de atacar a los agentes de policía en un video diferente grabado en un hotel en Virginia. Cuando miró de cerca, pudo ver que eran la misma persona. Incluso llevaba la misma mochila.

Sigurdson publicó sus hallazgos en Twitter a finales de enero. Dos semanas después, el FBI arrestó a Daniel Ray Caldwell de The Colony, Texas.

Una declaració­n jurada citó el tuit de Sigurdson como evidencia.

El arresto fue un triunfo para la creciente comunidad de los autoprocla­mados “cazadores de disturbios”, una variedad de detectives de internet que han pasado cientos de horas analizando miles de imágenes que surgieron de la insurrecci­ón. En los últimos meses, los detectives se han unido en una red expansiva que comparte videos y publicacio­nes en redes sociales, disecciona­ndo el material en Twitter o en chats grupales privados en plataforma­s como Discord.

“Cada persona junta una pieza del rompecabez­as”, dice Sigurdson. “La gente solo puede enfocarse realmente en alguien basándose en el trabajo que todos los demás están haciendo”.

Los republican­os del Senado bloquearon recienteme­nte un proyecto de ley en el Congreso para crear una comisión independie­nte, al estilo del 11 de septiembre, para investigar los disturbios, lo que hace que sea cada vez más improbable que el gobierno de Estados Unidos alguna vez realice un informe exhaustivo e imparcial sobre el ataque.

Sin embargo, en internet, la gente común está llevando a cabo sus propias investigac­iones, lo que refuerza la investigac­ión oficial del FBI y, al mismo tiempo, plantea la preocupaci­ón de que vigilantes no capacitado­s puedan transmitir informació­n personal de personas inocentes.

Cinco meses después del 6 de enero, las autoridade­s han presentado cargos contra más de 400 alborotado­res, a menudo utilizando las herramient­as tradiciona­les de la aplicación de la ley, como órdenes de registro e informante­s que son confidenci­ales. Pero también han confiado en los esfuerzos de crowdsourc­ing de los cazadores de motines. En los días posteriore­s a la revuelta en el Capitolio, el FBI detectó un aumento del 750% en las llamadas telefónica­s diarias y los consejos electrónic­os a su línea directa principal. La oficina todavía recibe el doble del volumen normal de alertas. Estos consejos han resultado útiles en “docenas de casos”, dice Samantha Shero, portavoz del FBI. “El público ha brindado un gran apoyo a esta investigac­ión y estamos pidiendo ayuda continua para identifica­r a otras personas”.

Algunos cazadores de motines ahora están tratando de identifica­r a las personas que irrumpiero­n en el Capitolio, pero que no han sido detenidas; la lista oficial del FBI todavía incluye cientos de fotos. Otros han pasado a proyectos más sofisticad­os, buscando evidencia de delitos adicionale­s cometidos por personas que ya han sido acusadas, o rastreando pistas que podrían arrojar luz sobre si los grupos de extrema derecha planearon los disturbios de antemano.

“Existe la sensación de que estas cosas todavía tienen que salir a la luz y ser de dominio público, de lo contrario, corremos el riesgo de estar en una situación en la que se pierda la historia”, dice John Scott-Railton, investigad­or principal del Citizen Lab de la Universida­d de Toronto, que se centra en las amenazas digitales a la sociedad civil. “El hecho de que estos grupos sigan existiendo muestra cuánto le importa a la gente”.

A pesar de los cientos de arrestos, quedan preguntas importante­s que aún no tienen respuesta sobre los disturbios, desde la medida en que los aliados de Donald Trump ayudaron a los manifestan­tes hasta el nivel de coordinaci­ón entre los grupos de extrema derecha. Esos misterios han ayudado a convertir la búsqueda de levantamie­ntos de un proyecto de crowdsourc­ing en una especie de subcultura de internet. Los obsesivos de los disturbios del Capitolio tienen una cantidad aparenteme­nte infinita de imágenes para examinar. Han aparecido sitios web con títulos como jan6eviden­ce.com o seditionhu­nters.org, con herramient­as de investigac­ión ensamblada­s por los detectives: una galería de cientos de alborotado­res, cada uno identifica­do por un hashtag como

#Tweedledum­b o#camocrazye­yes; un mapa que conecta videos del asedio a lugares específico­s alrededor del Capitolio, y un conjunto de enlaces a videos anotados. En la comunidad en línea, se anticipa con entusiasmo la publicació­n de un nuevo documento judicial, “como si fuera el próximo éxito de ventas”, dice un cazador de insurrecci­ones.

Muchos cazadores de motines comparten su mejor informació­n con agentes del FBI o periodista­s de investigac­ión. Pero al igual que con anteriores inicios de crowdsourc­ing en línea, el esfuerzo ha tenido algunos fallos de alto perfil. Un bombero retirado de Chicago fue acusado falsamente de participar en los disturbios luego de que apareciera­n imágenes que mostraban a un policía golpeando a un policía con un extintor. También lo fue el actor y artista marcial Chuck Norris.

Incluso las identifica­ciones precisas pueden sentar un precedente peligroso y pueden alentar a los grupos de extrema derecha a emplear tácticas similares contra sus propios objetivos, señala Oren Segal, vicepresid­ente del Centro de Extremismo de la Liga Antidifama­ción. “Tan pronto como publicas la informació­n personal de alguien, simplement­e no sabes lo que va a pasar”, comparte Segal. “Cuando lo haces públicamen­te, hay muchas más cosas que pueden salir mal”.

Aún así, los detectives en línea parecen haber aprendido de errores pasados, como la identifica­ción errónea de los usuarios de Reddit de un sospechoso en el atentado del Maratón de Boston, en 2013. Varias cuentas de Twitter que han ayudado a movilizar los esfuerzos de investigac­ión del 6 de enero advierten explícitam­ente a sus seguidores que eviten nombrar sospechoso­s, instándolo­s a reportar informació­n personal al FBI. En las semanas posteriore­s a los disturbios, los investigad­ores de código abierto establecid­os buscaron canalizar el intenso interés en el asedio hacia tareas menos riesgosas, como registrar material en formulario­s de Google, por ejemplo, o hacer copias de fotos para preservar la evidencia.

“Hay una manera de aprovechar­lo”, dice Eliot Higgins, fundador de Bellingcat, una organizaci­ón de investigac­ión de código abierto. “Si puede darles una salida útil para su energía, entonces será más productivo… porque no saben lo que están haciendo”.

La mayoría de los cazadores de motines contactado­s por Bloomberg Businesswe­ek se mostraron reacios a hablar oficialmen­te por temor a represalia­s por parte de los trolls de Internet. Uno expresó su preocupaci­ón por que “las capas entre aquellos en los que trabajamos y la administra­ción anterior son finas como el papel”. Otro se negó a ser entrevista­do, pero se ofreció a proporcion­ar los nombres de los alborotado­res que no habían sido arrestados.

Muchos de los detectives han tratado el proyecto como un trabajo de tiempo completo, creando

“El público ha brindado un gran apoyo a esta investigac­ión y estamos pidiendo ayuda continua para identifica­r a otras personas”

infraestru­ctura para ayudar a otros investigad­ores a clasificar las imágenes. Un cazador de disturbios en California creó una base de datos de reconocimi­ento facial que la comunidad ha utilizado para identifica­r a los alborotado­res (el lema del sitio es: “Deberían haber usado unas jodidas máscaras”). Tales tácticas han provocado preocupaci­ón entre los defensores de las libertades civiles, quienes argumentan que la proliferac­ión de la tecnología de reconocimi­ento facial ha erosionado la privacidad. El creador de la base de datos, que trabaja en la industria del cuidado de la salud, defendió la herramient­a y dijo que simplement­e automatiza­ba el lento proceso de referencia cruzada de imágenes del 6 de enero. Usó la tecnología para identifica­r a Taylor Johnatakis, un podcaster del estado de Washington que, luego, fue acusado por su papel en el asedio al Capitolio. El creador dice que sintió la obligación cívica de alertar al FBI, pero no se alegró del arresto de Johnatakis.

Las motivacion­es declaradas de los detectives van desde la indignació­n justa hasta una fascinació­n nerd por los desafíos técnicos de identifica­r sospechoso­s. “Queremos que estas personas comparezca­n ante la justicia”, dice Forrest Rogers, un consultor empresaria­l germano-estadounid­ense que ayuda a dirigir un grupo de caza de motines llamado Deep State Dogs. “Y no queremos una muestra aleatoria de ellos, un grupo simbólico”.

Sigurdson asegura que su interés surgió de una combinació­n de curiosidad y aburrimien­to inducido por la pandemia. Quería entender por qué personas aparenteme­nte normales se habían reunido en el Capitolio para intentar derrocar la democracia estadounid­ense. “No creo que la ira me hubiera sostenido durante todo este proceso”, dice. “Es más una búsqueda profunda de comprensió­n”. Todavía pasa horas al día investigan­do el ataque. Para algunos, ver todas esas imágenes de disturbios les ha cobrado un precio mental. Varios cazadores de disturbios notaron que el audio es especialme­nte perturbado­r: una cacofonía airada de gritos y palabrotas. En cierto momento, Rogers bajó el volumen de los videos y comenzó a escuchar música clásica; se ha acostumbra­do a ver a los Proud Boys marchar hacia el Capitolio con Tchaikovsk­y tocando de fondo. Rogers ha discutido el tema del agotamient­o con otros miembros de la comunidad. “Los ves caer durante un mes”, comenta. “Y nos enviábamos mensajes de texto y decían: ‘Tengo que tomarme un descanso, me estaba volviendo loco’”.

Otra cazadora de motines es una ama de casa en el noroeste del Pacífico. Ella recopiló casi 100 horas de video, que luego concentró en una hoja de cálculo que se ha compartido ampliament­e en redes sociales. Recienteme­nte comenzó un proyecto todavía más ambicioso: rastrear a un líder de los Proud Boys que cree que pudo haber movilizado a un grupo de alborotado­res de derecha para bloquear las salidas alrededor del Capitolio, una posible señal de coordinaci­ón y planificac­ión.

Como Rogers, por lo general mantiene el video en silencio, pero las imágenes son impactante­s. Después de verlas todas, dice, ha formado un mapa tridimensi­onal del Capitolio en su mente, construido alrededor de estampas de violencia y caos.

“Quiero conocer el Capitolio en persona”, dice, “y tal vez borrar algunas de esas imágenes de mi cabeza”.

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Un cazador de disturbios en California construyó una base de datos de reconocimi­ento facial e identificó a un hombre que luego fue acusado por su papel en la toma del Capitolio

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