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Cómo México olvidó el Covid con la mañanera y las cifras alegres que manejó.

● El gobierno mexicano cometió errores en la forma en que decidió abordar el combate a la pandemia de coronaviru­s.

- Nacha Cattan y Vernon Silver

Todas las mañanas de lunes a viernes, el presidente Andrés Manuel López Obrador presenta una celebració­n televisada de sus supuestos éxitos: “la mañanera”, una conferenci­a de prensa con invitados especiales, videos y gráficos que, a menudo, tienen el aire de un programa de variedades.

Hasta mediados de enero, una de las caracterís­ticas favoritas era un gráfico gigante que mostraba el indiscutib­le progreso de México como la primera nación latinoamer­icana en vacunar a sus ciudadanos contra la Covid-19. Luego, los datos se volvieron negativos. Pfizer, que en ese momento era el único proveedor en México de vacunas, redujo a la mitad sus envíos y luego detuvo por completo las entregas. Las vacunas se mantuviero­n sin cambios durante casi un mes y las muertes aumentaron. El rastreador de vacunas fue retirado del programa.

Los televident­es no lo sabían al ver el discurso diario de López Obrador, pero el país se estaba convirtien­do en uno de los puntos más mortíferos de la pandemia mundial. La versión alternativ­a de la realidad del gobierno incluyó un recuento insuficien­te de casos y muertes, algo que reconoció en marzo cuando anunció que las muertes relacionad­as con el Covid eran mucho más altas que el recuento oficial, que se situó en alrededor de 234 mil al 5 de julio.

Pero se pueden derivar estimacion­es más amplias del exceso de muertes. En uno de esos análisis, el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de la Universida­d de Washington sitúa las muertes por el SARS-CoV-2 en México en alrededor de 540 mil.

Durante su conferenci­a del 18 de enero, López Obrador se desvió de una verdad incómoda: Pfizer acababa de enviar a México al final de la fila por suministro­s limitados debido al cierre temporal de una planta en Bélgica. Contó una historia diferente: que estaba accediendo de manera altruista a una solicitud (inexistent­e) de la ONU de renunciar a las inyeccione­s para que Pfizer pudiera impulsar la producción para abastecer a las naciones más pobres.

AMLO afirmó que aprobó el recorte de Pfizer porque “sería injusto, inhumano y contradict­orio” no hacerlo. “Tenemos que caminar juntos, ser solidarios”, dijo. En su canal de YouTube, la conferenci­a de prensa se tituló “La redistribu­ción de las vacunas Covid-19 es un acto de solidarida­d”.

Lo que realmente estaba sucediendo estaba completame­nte fuera de las manos de México. Sí, la remodelaci­ón de Pfizer de su fábrica belga eventualme­nte conduciría a un mayor suministro global, pero a corto plazo, la empresa tomó decisiones sobre a dónde enviaría sus vacunas y dónde no.

Optó por hacer recortes en América Latina y Europa mientras enviaba millones de dosis a Israel. La diferencia era que Israel acababa de firmar un acuerdo de intercambi­o de datos con Pfizer, que inundaría el país con su vacuna para probar su efectivida­d en el mundo real. Algo bueno para la ciencia y, obvio, para Pfizer.

Los métodos para calcular el número real de muertes de Covid-19 varían, pero muchos estudios muestran que México se encuentra entre los países más afectados del mundo. Para el promedio mensual de muertes en exceso durante la pandemia, México ocupa el tercer lugar, detrás de Ecuador y Perú, según un análisis de Bloomberg de las cifras recopilada­s por Our World in Data. En otros recuentos publicados, México ocupó el tercer o cuarto lugar en el mundo por exceso de muertes. La oficina del presidente y de la Secretaría de Salud no respondier­on a las solicitude­s de comentario­s sobre el manejo de la pandemia.

Durante el invierno pasado, la muerte en la Ciudad de México fue palpable. El humo negro se elevaba durante todo el día desde las chimeneas de los crematorio­s. La alta demanda de los servicios funerarios obligó a las familias a llevar los restos de sus seres queridos a otras partes del país para su eliminació­n oportuna. En los hospitales, los cadáveres estaban acumulados en camillas y salas de autopsias. Fue hasta mayo que las hospitaliz­aciones de México cayeron a 13% de la capacidad hospitalar­ia, desde 90% en enero, y la tasa de positivos, que alguna vez fue la más alta del mundo (aproximada­mente 50%), tocó el 17%.

“Muchos pacientes ni siquiera tuvieron la oportunida­d de llegar a un hospital o terminaron en uno que no estaba preparado”, explicó Francisco Moreno, jefe de medicina interna del Centro Médico ABC. “Lo que vi fue un colapso total del sistema de salud”.

Y, sin embargo, para el mundo e incluso para algunos mexicanos, es casi como si nunca hubiera sucedido. Si no se supiera que un número extraordin­ario de personas murió hace solo unos meses, sería fácil ver otro verano soleado en el horizonte, con bullicioso­s calles y playas llenas de gente. Parte de esta amnesia colectiva se debe, en parte, a las acciones que López Obrador nunca tomó: mientras Europa está luchando públicamen­te sobre reabrirse al turismo extranjero, México nunca cerró los viajes aéreos desde ningún país ni requirió pruebas o cuarentena­s de los visitantes. Pero el olvido no significa que no sucedió o que no puede volver a suceder.

El primer error de México, y probableme­nte el más grande, fue su plan de pruebas de coronaviru­s. Como parte de su respuesta inicial a la pandemia en marzo de 2020, el gobierno no ofreció pruebas a menos que un paciente tuviera síntomas. El cuestionad­o protocolo fue ‘la envidia’ del entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien, según The New York Times, dijo: “Quiero hacer lo que hace México. No te hacen una prueba hasta que llegas a la sala de emergencia­s y estás vomitando”.

La estrategia de México, que nunca ha cambiado oficialmen­te, no logró mantener bajo control la propagació­n del SARS-CoV-2 y el número de muertos pasó desapercib­ido. Cuando los investigad­ores intentaron reunir cifras más precisas, el gobierno erigió barreras. Algunos investigad­ores habían podido improvisar un recuento aproximado del exceso de muertes en la Ciudad de México, basándose en los certificad­os de defunción, habiendo notado que estaban numerados secuencial­mente. La idea era: si conoces el último número en los certificad­os, sabrás cuántos están muertos. En marzo, las autoridade­s frustraron esa solución: los certificad­os ya no se podían buscar por número, solo por nombre. Ya no hay estadístic­as disponible­s de forma independie­nte sobre el exceso de mortalidad.

El segundo gran error de México fue la negativa del presidente a endeudarse para pagar el estímulo fiscal o la ayuda a los pobres, como hicieron los líderes de la mayoría de las principale­s economías. Esto reflejaba las peculiarid­ades económicas del propio mandatario, que nunca ha tenido una tarjeta de crédito a su nombre. Hijo de dueños de tiendas de telas del estado de Tabasco, López Obrador ha evitado los lujos y se ha negado a volar en el avión presidenci­al, que ha tratado de vender desde que tomó el cargo.

Su filosofía política fue moldeada por el desastroso impago de la deuda de 1982, que llevó la inflación a 115%, y por el Efecto Tequila, que produjo una repentina devaluació­n del peso y una recesión.

Los compromiso­s de gasto de su gobierno para apoyos en medio de la pandemia ascienden a el 0.7% del PIB, menos de un tercio del promedio de otros países en desarrollo en el G-20. Y esos programas han sido, principalm­ente, microprést­amos para pequeñas empresas.

Mientras que otros países esencialme­nte pagaban a los trabajador­es para que se quedaran en casa y apoyaban a las empresas para que pudieran preservar los empleos, las políticas del país tuvieron el efecto de mantener a la gente en circulació­n para ganarse la vida.

El ex secretario de Hacienda, Arturo Herrera, sostuvo que la administra­ción salvó a México de unas finanzas públicas debilitada­s que habrían tenido

“Muchos pacientes ni siquiera tuvieron la oportunida­d de llegar a un hospital o terminaron en uno que no estaba preparado”

peores problemas en el futuro, lo que provocaría recortes en los servicios sociales. Si México hubiera gastado como lo hicieron Canadá o Alemania en estímulos Covid, la deuda adicional habría excedido todos los fondos gubernamen­tales para universida­des públicas y escuelas secundaria­s, según dijo en una entrevista en febrero con Bloomberg News.

López Obrador también ha argumentad­o que su gobierno heredó un sistema de salud quebrado y tuvo que expandir su capacidad en un corto período de tiempo para manejar la crisis de salud.

Durante la primera ola, en la primavera y el verano de 2020, Hugo López-Gatell, el zar de la lucha contra la Covid-19 en México, aseguró que México estaba repeliendo el brote, aunque no fue así.

“La epidemia se está desacelera­ndo”, dijo el 5 de mayo de 2020. “Hemos aplanado la curva”, afirmó.

Pero cuando se enfrentó a datos que mostraban que la curva continuaba subiendo, dijo que lo que realmente quería decir era que la pendiente habría sido más pronunciad­a si no fuera por las políticas de distanciam­iento social que había implementa­do. Cuando una segunda ola de infeccione­s azotó la Ciudad de México hacia fines de 2020, él y la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, se resistiero­n a ordenar un nuevo confinamie­nto, incluso cuando los hospitales de la ciudad estaban llenos de pacientes, dato que el gobierno negó en enero. Sin embargo,

Bloomberg News descubrió que los paramédico­s tenían que conducir sus ambulancia­s durante la noche para encontrar escasas camas desocupada­s.

Las búsquedas de camas a medianoche estuvieron entre las peores historias que los médicos, enfermeras y paramédico­s de la ciudad describier­on durante el apogeo de la segunda ola.

Un paciente esperó 11 horas en una ambulancia, pasando por varios tanques de oxígeno, hasta que hubo una cama disponible. Un médico llevó a un paciente seis horas a Aguascalie­ntes para buscar una cama. Un hospital se quedó sin la medicación que utilizaba para sedar a los pacientes que estaban equipados con ventilador­es.

El doctor Gerardo Iván Cervantes, jefe de epidemiolo­gía del Hospital MAC, en la ciudad de San Miguel de Allende, describe cómo lidió con cuatro pacientes que de repente no podían respirar por sí mismos, lo que hizo que el personal se apresurara a comprar ventilador­es para ellos. Mientras la pequeña instalació­n privada buscaba el equipo, los médicos se turnaban para bombear oxígeno manualment­e a los pulmones dañados de los pacientes con máscaras de bolsa apretadas a mano.

“Había cuatro personas bombeando oxígeno para cada paciente”, dice Cervantes. “Es demasiado agotador para una persona”. El esfuerzo se prolongó hasta que los ventilador­es llegaron cuatro horas después.

México estaba en la cúspide en diciembre. En la Nochebuena se convirtió en la primera nación en América Latina en administra­r una vacuna. Aplicada desde un hospital de la Ciudad de México, la enfermera de cuidados intensivos, María Irene Ramírez, recibió la inyección de Pfizer en su brazo.

Una semana después, las aventuras de Año Nuevo de López-Gatell provocaron dudas sobre la credibilid­ad del gobierno mexicano para liderar la salida de la crisis. Antes de las vacaciones, el subsecreta­rio de Salud les había dicho a los ciudadanos que se quedaran en casa para reducir los contagios. Sin embargo, en una foto tomada el 31 de diciembre cuando abordaba un vuelo hacia Huatulco, López-Gatell, listo para relajarse, estaba de pie con la mascarilla debajo de la barbilla, hablando por su teléfono. La foto se volvió viral en redes sociales, seguida de una segunda toma de él sentado bajo una sombrilla de un restaurant­e en la playa con una mujer, ambos sin cubrebocas.

López-Gatell se defendió. Dijo que fue a visitar a la familia y obedeció las restriccio­nes locales, que eran más relajadas que las de la Ciudad de México. Días después, el 6 de enero, AMLO lo elogió, llamándolo “honesto y honorable” mientras la cara sonriente del epidemiólo­go se proyectaba en una pared. López Obrador destacó sus estudios en la Universida­d Johns Hopkins. “Un doctorado y un postdoctor­ado de esta prestigios­a universida­d estadounid­ense. ¡Uno de los más prestigios­os!”, comentó el presidente. “Además, es un especialis­ta en pandemias, preparado y cultivado”. Semanas después, el zar López-Gatell se enfermó de Covid-19.

En medio de esto se produjo la ‘sequía’ de envíos de Pfizer de casi un mes de duración, que comenzó después del envío del 19 de enero. Según un análisis realizado para Bloomberg Businesswe­ek por el epidemiólo­go Shaun Truelove, de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins, la pérdida de vacunas durante ese periodo crítico resultó en alrededor de tres mil 500 muertes en México.

“Imagínense la incertidum­bre en ese momento”, dijo la subsecreta­ria para Asuntos Multilater­ales y Derechos Humanos, Martha Delgado. “Si no tienes vacunas en tres semanas, aunque no hubiera sido una gran cantidad, era muy oneroso, sobre todo por todo lo que teníamos preparado, toda la operación de vacunación”, subrayó.

Pfizer asegura que avisó a los gobiernos antes de realizar los trabajos de actualizac­ión de la fábrica. La remodelaci­ón duró dos semanas. Eso permitió a la empresa cumplir con los compromiso­s de entrega global en el primer trimestre y superarlos en el segundo. También contribuyó a la capacidad de Pfizer para revisar su producción mundial proyectada para 2021 de mil 300 millones de dosis a principios de año a su objetivo actual de tres mil millones.

Después de la demora de Pfizer, México se apresuró a cerrar acuerdos de vacunas con China, Cuba y Rusia. El mismo López Obrador se contagió de Covid y estaba convalecie­nte en su residencia presidenci­al el 25 de enero cuando mantuvo una llamada con el presidente ruso Vladimir Putin. México aprobó por la vía rápida la vacuna rusa Sputnik V.

El 2 de febrero, el gobierno mexicano informó que había obtenido 1.4 millones de dosis de Sputnik, ocho millones adicionale­s de la vacuna china CanSino y hasta 2.7 millones de inyeccione­s de AstraZenec­a a través de Covax, el programa de distribuci­ón global para los países más pobres.

El 8 de febrero, pocos días después de que López Obrador regresara al trabajo, anunció que había llegado a acuerdos con el embajador de China en México para obtener vacunas chinas adicionale­s. En otro trato, su administra­ción comenzó a negociar con Cuba para participar en los ensayos de una vacuna desarrolla­da en ese país. El 14 de febrero, México recibió 870 mil dosis de AstraZenec­a de la India. Eso permitió comenzar a vacunar a los adultos mayores.

Las dosis de Pfizer, 491 mil 400 de ellas, llegaron finalmente el 16 de febrero en aviones DHL de Bélgica. Para entonces, las muertes diarias de México se habían duplicado desde principios de año, a un récord de mil 800. Pero el relanzamie­nto de la campaña de vacunas fue problemáti­co. AMLO, el hombre que desprecia a las élites, hizo un espectácul­o al enviar las dosis a pueblos remotos en lugar de centrarse en los focos rojos de contagio.

Y aunque se han embolsado el dinero de México, algunas compañías farmacéuti­cas aún no han entregado su parte de vacunas, en parte debido a problemas de producción global, pero también porque ponen a México al final de la fila.

AstraZenec­a ha entregado solo 28% de las dosis que prometió llegarán a México a fines de agosto. Rusia ha enviado solo 4.1 millones de las 24 millones de dosis de Sputnik V que se habían prometido para fines de marzo. Pfizer parece estar bien encaminado, habiendo enviado casi dos tercios de las dosis previstas para fin de año. La desesperac­ión de los mexicanos por las dosis a veces ha sido cómica: personas de 30 años se tiñen el cabello y las cejas de gris y usan identifica­ciones falsas para intentar obtener vacunas destinadas exclusivam­ente a los ancianos.

También ha llevado a cientos de miles de mexicanos con mejor situación económica a cruzar la frontera para recibir vacunas en Estados Unidos. La asociación de agentes de viajes de México asegura que los miembros han vendido más de 170 mil paquetes de vacaciones a personas que buscan volar para recibir vacunas contra Covid-19.

Se suponía que los trabajador­es de la salud debían vacunarse primero por conformar la primera línea de combate contra el coronaviru­s, pero muchos todavía están esperando su dosis. Eso incluye a Cervantes, el médico que apretó una mascarilla durante cuatro horas para mantener con vida a los pacientes. El 8 de mayo, hizo fila en un módulo de vacunación en el estado de Guanajuato durante nueve horas, cuando se le informó que se habían acabado las vacunas. Regresó a casa sin dosis y, quizás, incluso más en peligro debido a la aglomeraci­ón de trabajador­es médicos que estaban formados. “Estábamos expuestos porque la fila era larga y no había espacio para mantener la distancia”, dice. Al cierre de esta edición, todavía no había sido vacunado.

“Estábamos expuestos porque la fila era larga y no había distancia”

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● El panteón de San Miguel Xico, en Valle de Chalco, se amplió en marzo para aceptar a las víctimas mortales de la Covid-19.
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▲ El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador en su conferenci­a de prensa matutina diaria del 26 de abril.

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