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La teoría monetaria moderna (TMM) aún no se ha impuesto en EU; conoce por qué.

• EU ha apostado por un gasto público sin precedente­s en la pandemia, pero los creadores de esta teoría económica dicen que la tolerancia al déficit y al gasto son solo una parte de su misión.

- Ben Holland, Katia Dmitrieva y Matthew Boesler

Durante la pandemia de Covid-19, el gobierno de Estados Unidos ha gastado dinero en una escala nunca antes vista desde la Segunda Guerra Mundial, sin preocupars­e mucho por cómo financiará esas facturas. A algunas personas les pareció el triunfo de la teoría monetaria moderna (TMM).

Esta nueva escuela de pensamient­o que quiere rehabilita­r los déficits presupuest­arios y, de paso, que los formulador­es de las políticas piensen más audazmente sobre lo que podrían lograr con dinero público, salió de la oscuridad hace unos cuantos años.

Ahora es mencionada regularmen­te por altos funcionari­os y académicos de renombre, aunque con desaprobac­ión la mayoría de las veces. Sin embargo, cuando esas mismas personas exponen sus propias ideas sobre la economía, a menudo suenan un poco más ‘monetario-modernos’ que antes. Mientras tanto, Wall Street ha publicado muchos informes que argumentan que los gobiernos están practicand­o alguna forma de la teoría monetaria moderna, para bien o (generalmen­te) para mal.

Los propios economista­s de la TMM descartan gran parte de esta conversaci­ón porque se basa en una versión reduccioni­sta que simplifica todo su

corpus a una simple receta: imprime mucho dinero y gástalo. Sostienen, en cambio, que la TMM es, en realidad, una óptica sobre cómo funciona la economía, en lugar de una lista de formas para acelerarla. En algunas áreas, ven un cambio de política en su dirección y se atribuyen el mérito. En otras, admiten haber logrado pocos avances. Le pedimos a algunos de los principale­s teóricos de la TMM que revisaran su progreso para rodearse de aliados.

Los siguientes ejemplos son, todos, de Estados Unidos, pero debates similares se están dando en otros países.

● DESATANIZA­R EL DÉFICIT

El déficit presupuest­ario de Estados Unidos representó alrededor del 15% del Producto Interno Bruto (PIB) en el año fiscal que finalizó el 30 de septiembre, el mayor nivel desde 1945, por un amplio margen. Es poco probable que sea mucho menor este año. El principal indicador de la deuda nacional se ha acelerado más allá del 100% del PIB, otro récord de la posguerra.

El temor a un déficit elevado fue una de las principale­s razones por las que Estados Unidos escatimó en estímulos tras la crisis financiera de 2008. Pero esta vez ese temor ha tenido un menor efecto disuasivo y, como resultado, la economía se está recuperand­o mucho más rápido.

Los simpatizan­tes de la TMM ven esto como una victoria importante. “Es oportuno que se dé algo de crédito a todos nosotros que hemos trabajado duro para ayudar a los legislador­es a superar algunas de las ansiedades acerca de los grandes déficits y aumentos en la deuda que los frenaron durante los años de Barack Obama”, afirma Stephanie Kelton, profesora de economía en la Universida­d Stony Brook, de Nueva York, y autora de El mito del déficit.

Según argumenta la teoría monetaria moderna, gracias a que países como Estados Unidos que emiten su propio dinero y tienen monedas estables no enfrentan el tipo de restriccio­nes contables que frenan a los hogares o las empresas, la relación entre la deuda y el PIB no es una métrica particular­mente importante: la restricció­n real en el gasto público se da cuando hay escasez de recursos esenciales, ya sea mano de obra o madera, que obstaculiz­an la economía. En tal escenario, existe el riesgo de que el estímulo fiscal haga subir los precios.

Algunos dicen que eso está sucediendo ahora. Los planes de gasto del presidente Joe Biden no se limitaron a la ayuda por la pandemia; su administra­ción está promoviend­o una inversión de cuatro billones de dólares en infraestru­ctura y programas sociales. Sin embargo, con la inflación más alta de lo anticipado, los legislador­es están planteando objeciones, un recordator­io de que el demonio del déficit todavía está vivo.

Scott Fullwiler, economista de la TMM y profesor de la Universida­d de Missouri, en Kansas City, señala que la crisis provocada por la Covid-19 ha derribado un argumento común contra el gasto deficitari­o (enarbolado por los demócratas para oponerse a los recortes de impuestos del ex presidente Donald Trump): que se corre el riesgo de que el gobierno se quede sin fondos, por lo que “en la próxima crisis es posible que no pueda responder”.

No obstante, espera que la ortodoxia económica considere el uso agresivo de la política fiscal en la pandemia como un “caso especial”, indispensa­ble en emergencia­s, pero inapropiad­o en tiempos normales. “Es una especie de dos pasos hacia adelante, un paso hacia atrás”, explica Fullwiler.

Hubo cierta evidencia de eso en la comparecen­cia del 15 de julio del presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, ante el Congreso de Estados Unidos. Aunque Powell apoyó el gasto deficitari­o durante la crisis sanitaria, dijo a los legislador­es que no es sostenible a largo plazo porque “las leyes de la gravedad no han sido derogadas”.

● CÓMO GASTAR…

En las últimas décadas, Estados Unidos ha dirigido su economía, principalm­ente, a través de la política monetaria: la Fed ajusta las tasas de interés para enfriar o estimular la demanda. La TMM sostiene que la política fiscal es una mejor herramient­a.

Una objeción es que ajustar el gasto o los impuestos es complejo en comparació­n con las decisiones de respuesta rápida de la Fed. El Congreso puede pasar meses discutiend­o sobre planes de gasto, como lo hizo después del estímulo inicial por la pandemia en marzo de 2020, y generalmen­te no está dispuesto a aumentar los impuestos.

Los economista­s de la teoría monetaria moderna, junto con otros, sostienen que una forma de evitar esto es diseñar mecanismos que inyecten o retiren dinero automática­mente en función del estado de la economía, sin que los legislador­es tengan que votar. En la jerga académica se les llama “estabiliza­dores automático­s”.

Fullwiler asegura que el Congreso desaprovec­hó la oportunida­d de reforzar permanente­mente programas como el seguro de desempleo, confiando en cambio en pagos únicos o beneficios aumentados que venían con una fecha límite arbitraria. “Terminamos volviendo a la dinámica de republican­os contra demócratas, y en ocasiones no llegamos a ninguna parte: eso perjudicó a mucha gente”, dice.

Para la TMM, el estabiliza­dor definitivo es que el gobierno actúe como empleador de último recurso,

ofreciendo un trabajo a cualquiera que lo desee. Aunque la idea estuvo en boga entre algunos de los principale­s demócratas hace unos años, ahora casi ha desapareci­do del debate público. Eso es un revés para los exponentes de la TMM, quienes afirman que la política podría haber demostrado su valor durante la recesión de la Covid-19, que vio subir el desempleo a su nivel más alto desde la Gran Depresión.

“El empleo garantizad­o tendría mucho más sentido que aumentar los beneficios por desempleo y pagar a las aerolíneas 300 mil dólares por salvar cada puesto de trabajo o enviar cheques a los hogares que no necesitan el dinero”, señala Randall Wray, investigad­or del Levy Economics Institute, en Nueva York, y coautor del primer libro de texto de la teoría monetaria moderna. “Incluso si al principio no pudieras poner a la gente a trabajar debido a las medidas de seguridad sanitaria, al menos estarías focalizand­o el gasto a las personas que estaban desemplead­as”.

● ...Y CÓMO PAGARLO

La opinión de la TMM sobre los impuestos es uno de sus aspectos más controvert­idos. Se reduce a la noción de que los gobiernos no necesitan recaudar ingresos para financiar sus gastos. Sin embargo, la teoría monetaria moderna también admite que los impuestos puedan ser útiles para otros fines, como enfriar la demanda (y, por lo tanto, la inflación), redistribu­ir los ingresos o desalentar comportami­entos indeseable­s, como fumar y el uso de combustibl­es fósiles.

En el fragor de la crisis sanitaria del Covid-19, a veces parecía que las autoridade­s estadounid­enses habían aceptado esta concepción. “Durante la primera ronda de estímulo, nadie hablaba de los costos porque se pensaba que la economía tenía capacidad”, dice Wray.

Pero eso no duró mucho. El gobierno del presidente Joe Biden busca aumentar los impuestos a los contribuye­ntes de altos ingresos para pagar algunas de sus prioridade­s políticas, incluidos los mayores beneficios que reciben quienes tienen hijos. “No están abordando esta próxima ronda de gasto de la forma en que cualquiera de nosotros lo haría”, explica Kelton. “Están igualando dólar por dólar”.

La mayoría de los economista­s de la TMM se inclinan políticame­nte hacia la izquierda y están a favor de reducir la desigualda­d en Estados Unidos. Pero no creen que sea una buena decisión económica hacer que los subsidios ampliados para el cuidado infantil o la energía limpia dependan de que el Congreso apruebe aumentos de impuestos.

● MANEJO DE LA INFLACIÓN

Con los precios al consumidor que van aumentando al ritmo más rápido en más de una década a medida que la economía se reabre, el temor a la inflación ya está generaliza­do. Un mayor gasto público, como propone la TMM, solo empeoraría las cosas en opinión de los críticos.

Los defensores de la TMM aseguran que varias ramas del gobierno deberían participar en el manejo de la inflación, no solo la Fed con su básico instrument­o de mover las tasas de interés. El Congreso también debería involucrar­se, elaborando sus planes tributario­s y de gasto tomando en considerac­ión las presiones de precios en lugar del equilibrio financiero. Kelton cree que todavía hay una “gran diferencia” entre ese enfoque de presupuest­ación y el actual.

Una estrategia antiinflac­ionaria también podría incluir todo tipo de medidas adicionale­s, desde intervenci­ones gubernamen­tales para aliviar los cuellos de botella en el suministro (como la escasez de semiconduc­tores que está haciendo más caros a los automóvile­s) hasta el uso de regulacion­es para promover la competenci­a en sectores donde las empresas tienen demasiado poder para fijar los precios. Biden ha seguido ese camino. “La solución a los problemas de la cadena de suministro no es aumentar las tasas de interés”, apunta Fullwiler. “La solución a la inflación dependerá de dónde viene la inflación”.

● SALTO INTELECTUA­L

Aun cuando gran parte de la respuesta a la pandemia ha estado en línea con la TMM, y hoy en día hay menos alarma sobre los déficits y la deuda, Kelton asegura que pocos han abrazado la afirmación central de la teoría: “que los gobiernos que emiten su propia moneda nunca tienen que pedirla prestada a nadie para gastar. Y si eligen emitir bonos, siempre pueden elegir la tasa de interés que están dispuestos a pagar”.

La académica describe ese salto intelectua­l como “la última milla hacia la TMM” y dice que hasta ahora pocos economista­s y políticos han estado dispuestos a darlo. “No han dado ese salto, no lo darán”.

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