La teoría monetaria moderna (TMM) aún no se ha impuesto en EU; conoce por qué.
• EU ha apostado por un gasto público sin precedentes en la pandemia, pero los creadores de esta teoría económica dicen que la tolerancia al déficit y al gasto son solo una parte de su misión.
Durante la pandemia de Covid-19, el gobierno de Estados Unidos ha gastado dinero en una escala nunca antes vista desde la Segunda Guerra Mundial, sin preocuparse mucho por cómo financiará esas facturas. A algunas personas les pareció el triunfo de la teoría monetaria moderna (TMM).
Esta nueva escuela de pensamiento que quiere rehabilitar los déficits presupuestarios y, de paso, que los formuladores de las políticas piensen más audazmente sobre lo que podrían lograr con dinero público, salió de la oscuridad hace unos cuantos años.
Ahora es mencionada regularmente por altos funcionarios y académicos de renombre, aunque con desaprobación la mayoría de las veces. Sin embargo, cuando esas mismas personas exponen sus propias ideas sobre la economía, a menudo suenan un poco más ‘monetario-modernos’ que antes. Mientras tanto, Wall Street ha publicado muchos informes que argumentan que los gobiernos están practicando alguna forma de la teoría monetaria moderna, para bien o (generalmente) para mal.
Los propios economistas de la TMM descartan gran parte de esta conversación porque se basa en una versión reduccionista que simplifica todo su
corpus a una simple receta: imprime mucho dinero y gástalo. Sostienen, en cambio, que la TMM es, en realidad, una óptica sobre cómo funciona la economía, en lugar de una lista de formas para acelerarla. En algunas áreas, ven un cambio de política en su dirección y se atribuyen el mérito. En otras, admiten haber logrado pocos avances. Le pedimos a algunos de los principales teóricos de la TMM que revisaran su progreso para rodearse de aliados.
Los siguientes ejemplos son, todos, de Estados Unidos, pero debates similares se están dando en otros países.
● DESATANIZAR EL DÉFICIT
El déficit presupuestario de Estados Unidos representó alrededor del 15% del Producto Interno Bruto (PIB) en el año fiscal que finalizó el 30 de septiembre, el mayor nivel desde 1945, por un amplio margen. Es poco probable que sea mucho menor este año. El principal indicador de la deuda nacional se ha acelerado más allá del 100% del PIB, otro récord de la posguerra.
El temor a un déficit elevado fue una de las principales razones por las que Estados Unidos escatimó en estímulos tras la crisis financiera de 2008. Pero esta vez ese temor ha tenido un menor efecto disuasivo y, como resultado, la economía se está recuperando mucho más rápido.
Los simpatizantes de la TMM ven esto como una victoria importante. “Es oportuno que se dé algo de crédito a todos nosotros que hemos trabajado duro para ayudar a los legisladores a superar algunas de las ansiedades acerca de los grandes déficits y aumentos en la deuda que los frenaron durante los años de Barack Obama”, afirma Stephanie Kelton, profesora de economía en la Universidad Stony Brook, de Nueva York, y autora de El mito del déficit.
Según argumenta la teoría monetaria moderna, gracias a que países como Estados Unidos que emiten su propio dinero y tienen monedas estables no enfrentan el tipo de restricciones contables que frenan a los hogares o las empresas, la relación entre la deuda y el PIB no es una métrica particularmente importante: la restricción real en el gasto público se da cuando hay escasez de recursos esenciales, ya sea mano de obra o madera, que obstaculizan la economía. En tal escenario, existe el riesgo de que el estímulo fiscal haga subir los precios.
Algunos dicen que eso está sucediendo ahora. Los planes de gasto del presidente Joe Biden no se limitaron a la ayuda por la pandemia; su administración está promoviendo una inversión de cuatro billones de dólares en infraestructura y programas sociales. Sin embargo, con la inflación más alta de lo anticipado, los legisladores están planteando objeciones, un recordatorio de que el demonio del déficit todavía está vivo.
Scott Fullwiler, economista de la TMM y profesor de la Universidad de Missouri, en Kansas City, señala que la crisis provocada por la Covid-19 ha derribado un argumento común contra el gasto deficitario (enarbolado por los demócratas para oponerse a los recortes de impuestos del ex presidente Donald Trump): que se corre el riesgo de que el gobierno se quede sin fondos, por lo que “en la próxima crisis es posible que no pueda responder”.
No obstante, espera que la ortodoxia económica considere el uso agresivo de la política fiscal en la pandemia como un “caso especial”, indispensable en emergencias, pero inapropiado en tiempos normales. “Es una especie de dos pasos hacia adelante, un paso hacia atrás”, explica Fullwiler.
Hubo cierta evidencia de eso en la comparecencia del 15 de julio del presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, ante el Congreso de Estados Unidos. Aunque Powell apoyó el gasto deficitario durante la crisis sanitaria, dijo a los legisladores que no es sostenible a largo plazo porque “las leyes de la gravedad no han sido derogadas”.
● CÓMO GASTAR…
En las últimas décadas, Estados Unidos ha dirigido su economía, principalmente, a través de la política monetaria: la Fed ajusta las tasas de interés para enfriar o estimular la demanda. La TMM sostiene que la política fiscal es una mejor herramienta.
Una objeción es que ajustar el gasto o los impuestos es complejo en comparación con las decisiones de respuesta rápida de la Fed. El Congreso puede pasar meses discutiendo sobre planes de gasto, como lo hizo después del estímulo inicial por la pandemia en marzo de 2020, y generalmente no está dispuesto a aumentar los impuestos.
Los economistas de la teoría monetaria moderna, junto con otros, sostienen que una forma de evitar esto es diseñar mecanismos que inyecten o retiren dinero automáticamente en función del estado de la economía, sin que los legisladores tengan que votar. En la jerga académica se les llama “estabilizadores automáticos”.
Fullwiler asegura que el Congreso desaprovechó la oportunidad de reforzar permanentemente programas como el seguro de desempleo, confiando en cambio en pagos únicos o beneficios aumentados que venían con una fecha límite arbitraria. “Terminamos volviendo a la dinámica de republicanos contra demócratas, y en ocasiones no llegamos a ninguna parte: eso perjudicó a mucha gente”, dice.
Para la TMM, el estabilizador definitivo es que el gobierno actúe como empleador de último recurso,
ofreciendo un trabajo a cualquiera que lo desee. Aunque la idea estuvo en boga entre algunos de los principales demócratas hace unos años, ahora casi ha desaparecido del debate público. Eso es un revés para los exponentes de la TMM, quienes afirman que la política podría haber demostrado su valor durante la recesión de la Covid-19, que vio subir el desempleo a su nivel más alto desde la Gran Depresión.
“El empleo garantizado tendría mucho más sentido que aumentar los beneficios por desempleo y pagar a las aerolíneas 300 mil dólares por salvar cada puesto de trabajo o enviar cheques a los hogares que no necesitan el dinero”, señala Randall Wray, investigador del Levy Economics Institute, en Nueva York, y coautor del primer libro de texto de la teoría monetaria moderna. “Incluso si al principio no pudieras poner a la gente a trabajar debido a las medidas de seguridad sanitaria, al menos estarías focalizando el gasto a las personas que estaban desempleadas”.
● ...Y CÓMO PAGARLO
La opinión de la TMM sobre los impuestos es uno de sus aspectos más controvertidos. Se reduce a la noción de que los gobiernos no necesitan recaudar ingresos para financiar sus gastos. Sin embargo, la teoría monetaria moderna también admite que los impuestos puedan ser útiles para otros fines, como enfriar la demanda (y, por lo tanto, la inflación), redistribuir los ingresos o desalentar comportamientos indeseables, como fumar y el uso de combustibles fósiles.
En el fragor de la crisis sanitaria del Covid-19, a veces parecía que las autoridades estadounidenses habían aceptado esta concepción. “Durante la primera ronda de estímulo, nadie hablaba de los costos porque se pensaba que la economía tenía capacidad”, dice Wray.
Pero eso no duró mucho. El gobierno del presidente Joe Biden busca aumentar los impuestos a los contribuyentes de altos ingresos para pagar algunas de sus prioridades políticas, incluidos los mayores beneficios que reciben quienes tienen hijos. “No están abordando esta próxima ronda de gasto de la forma en que cualquiera de nosotros lo haría”, explica Kelton. “Están igualando dólar por dólar”.
La mayoría de los economistas de la TMM se inclinan políticamente hacia la izquierda y están a favor de reducir la desigualdad en Estados Unidos. Pero no creen que sea una buena decisión económica hacer que los subsidios ampliados para el cuidado infantil o la energía limpia dependan de que el Congreso apruebe aumentos de impuestos.
● MANEJO DE LA INFLACIÓN
Con los precios al consumidor que van aumentando al ritmo más rápido en más de una década a medida que la economía se reabre, el temor a la inflación ya está generalizado. Un mayor gasto público, como propone la TMM, solo empeoraría las cosas en opinión de los críticos.
Los defensores de la TMM aseguran que varias ramas del gobierno deberían participar en el manejo de la inflación, no solo la Fed con su básico instrumento de mover las tasas de interés. El Congreso también debería involucrarse, elaborando sus planes tributarios y de gasto tomando en consideración las presiones de precios en lugar del equilibrio financiero. Kelton cree que todavía hay una “gran diferencia” entre ese enfoque de presupuestación y el actual.
Una estrategia antiinflacionaria también podría incluir todo tipo de medidas adicionales, desde intervenciones gubernamentales para aliviar los cuellos de botella en el suministro (como la escasez de semiconductores que está haciendo más caros a los automóviles) hasta el uso de regulaciones para promover la competencia en sectores donde las empresas tienen demasiado poder para fijar los precios. Biden ha seguido ese camino. “La solución a los problemas de la cadena de suministro no es aumentar las tasas de interés”, apunta Fullwiler. “La solución a la inflación dependerá de dónde viene la inflación”.
● SALTO INTELECTUAL
Aun cuando gran parte de la respuesta a la pandemia ha estado en línea con la TMM, y hoy en día hay menos alarma sobre los déficits y la deuda, Kelton asegura que pocos han abrazado la afirmación central de la teoría: “que los gobiernos que emiten su propia moneda nunca tienen que pedirla prestada a nadie para gastar. Y si eligen emitir bonos, siempre pueden elegir la tasa de interés que están dispuestos a pagar”.
La académica describe ese salto intelectual como “la última milla hacia la TMM” y dice que hasta ahora pocos economistas y políticos han estado dispuestos a darlo. “No han dado ese salto, no lo darán”.