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ASÍ SE COMBATEN LOS INCENDIOS EN CALIFORNIA

- POR JEFF WISE

El incendio comenzó poco antes del amanecer del 26 de octubre de 2020 en el Cañón de Santiago. A medida que el día se hizo más caluroso y los vientos más fuertes, el fuego arrasó cientos de hectáreas del este del condado de Orange, en California. Luego alcanzó los vecindario­s residencia­les de Irvine y Lake Forest. Brian Fennessy, el jefe de bomberos del condado, ayudó a la policía local a desalojar a más de 75 mil residentes.

El sur de California es el área tecnológic­amente más avanzada del mundo para combatir incendios forestales. Fennessy podía llamar a docenas de vehículos y más de dos mil 200 bomberos de los condados de Orange, Los Ángeles y Ventura. Tenía a la mano una fuerza aérea antincendi­os de cerca de una docena de helicópter­os y aviones. Pero los vientos de Santa Ana impidieron que la flota volara. Sin la ayuda de aviones y helicópter­os, los bomberos predijeron que el incendio Silverado, como llegó a conocerse, arrasaría más de dos mil hogares en 24 horas.

Semanas antes, Fennessy había firmado un contrato con Coulson Aviation, una empresa de extinción aérea de incendios con sede en Columbia Británica. Coulson había equipado recienteme­nte un enorme helicópter­o Boeing

CH-47 Chinook con capacidad para descargar tres mil galones de agua o retardante­s en poco más de dos segundos. A diferencia de un avión hidrante como un

“LOS VIENTOS SEGUÍAN SIENDO MUY FUERTES Y EL FUEGO TODAVÍA SE EXTENDÍA RÁPIDAMENT­E”

Boeing 747 o un Lockheed C-130 Hercules, que pueden transporta­r cargas similares, un Chinook no tiene que regresar al aeropuerto para recargar. Puede absorber agua de un río o lago y volver hacia el incendio, multiplica­ndo drásticame­nte el tonelaje que descarga por hora.

El Chinook de Coulson tenía otra ventaja: podía combatir el fuego por la noche. La compañía había pasado una década investigan­do cómo los pilotos podían volar estos helicópter­os de manera segura en la oscuridad utilizando gafas de visión nocturna. Era hora de probarlo. “El mejor momento para combatir el fuego es cuando las temperatur­as bajan y hace poco viento”, dice Britt Coulson, presidente adjunto y codirector de operacione­s de la compañía junto con su hermano Foster. “Por la noche no hay nadie más en el aire y hay menos humo porque las temperatur­as más bajas y la humedad más alta significan que los incendios arden con menos intensidad”.

Al caer la tarde del día 26, los vientos se debilitaro­n en el Cañón de Santiago. Mel Ceccanti, director de operacione­s de vuelo de Coulson, pilotaba el Chinook, listo para que hiciera su debut nocturno. Primero, un helicópter­o de la policía con cámaras termográfi­cas despegó para evaluar la situación. A las 9 p.m., la policía comunicó por radio que las condicione­s eran buenas. Junto con dos helicópter­os Bell, el Chinook despegó de la antigua base aérea El Toro, cerca de Irvine, y se dirigió hacia el incendio, que se acercaba a un complejo de viviendas en Lake Forest.

“Recuerdo ver las casas y luego ver el fuego y pensar: ‘No podremos evitar que alcance estas casas’”, dice Ceccanti. “Los vientos seguían siendo muy fuertes y el fuego todavía se extendía rápidament­e. Miré a mi copiloto y le dije: ‘Aquí hay tres días de trabajo. Esto no luce bien’”.

Al acercarse a las llamas, Ceccanti pudo sentir la turbulenci­a. Presionó el interrupto­r de descarga y una cortina de agua cayó del vientre del Chinook. Luego se dirigió a un estanque cercano para recargar. Durante las siguientes dos horas, repitió el viaje 21 veces. Solo regresó al aeropuerto cuando se le agotaba el combustibl­e. Una hora más tarde, el coordinado­r de extinción de incendios se comunicó por radio con Ceccanti para decirle que las casas estaban a salvo.

Los vientos del día siguiente permitiero­n que el resto del escuadrón antincendi­os (aviones del Servicio Forestal Federal, del Departamen­to Forestal de California, del condado de Orange y de los Coulson) pudieran unirse a las tareas en tierra. Al final, no se perdieron hogares en el incendio Silverado. El Chinook marcó la diferencia. “Si no hubiera sido por ese helicópter­o, hubiéramos perdido varias viviendas”, asegura Fennessy.

Coulson Aviation ha estado muy ocupada desde entonces. La temporada de incendios de 2020 apenas había terminado cuando comenzaron los primeros incendios este año. A principios de mayo, las condicione­s extremas de sequía llevaron al Servicio Meteorológ­ico Nacional a emitir una advertenci­a de “bandera roja” por riesgo de incendio en el norte de California. Poco después, estalló un incendio en el barrio de Pacific

Palisades de Los Ángeles. Coulson acudió con un C-130 y un Boeing 737; en una semana, el fuego había sido contenido en un 84% sin que ningún inmueble resultara destruido.

A fines de julio, en California había ardido un 257% más superficie que en el mismo periodo del año pasado, y el gobernador Gavin Newsom había declarado el estado de emergencia en cinco condados del norte. Cerca de 90 grandes incendios en 12 estados del país han quemado 728 mil 440 hectáreas, según el National Interagenc­y Fire Center.

Como parte de un contrato nacional, Coulson está volando dos C-130, un avión 737 y cinco helicópter­os para el Servicio Forestal. Aparte, opera una “Fuerza de Respuesta Rápida” que incluye dos helicópter­os Chinook y un Sikorsky S-61 en los condados de Los Ángeles, Orange y Ventura. En la madrugada del 9 de julio, uno de los Chinook de Coulson soltó 80 mil galones de agua en 32 descargas mientras combatía el incendio Tuna, en Malibú. “Si ese incendio hubiera avanzado, habría arrasado casas de 10 millones de dólares”, apunta Wayne Coulson, padre de Britt y Foster y CEO de la compañía.

En 1960, Cliff Coulson se instaló en Port Alberni, en la isla de Vancouver. En aquel entonces, el negocio familiar era la madera. Prestaba a las grandes madereras servicios de excavadora­s, camiones y otra maquinaria pesada necesaria para talar árboles y transporta­rlos a los aserradero­s. Era un trabajo duro y no tan lucrativo. Cuando el hijo menor de Cliff, Wayne, de 17 años en ese tiempo, se unió al negocio en 1978, tenía unos 15 empleados. Los incendios forestales estaban en el radar de la empresa solo porque podían ser financiera­mente ruinosos. Un día, Wayne operaba una excavadora cuando una chispa de la máquina detonó un incendio.

En 1982, Wayne comenzó a dirigir la empresa. Para los años noventa, era una de las mayores empresas forestales de propiedad familiar de la costa de Columbia Británica, con más de mil empleados. Tenían una flota de cuatro helicópter­os. En los oscuros inviernos estaban equipados con reflectore­s para iluminar la madera que se extraía; en verano se usaban para combatir incendios en Alaska, Washington, Oregón y California. Los contratos con agencias Coulson invirtió en tecnología y reforzó su flota. Uno de los primeros objetivos fue acarrear mejor el agua: los contenedor­es que cuelgan de las naves pueden convertirs­e en proyectile­s peligrosos si se sueltan prematuram­ente. En 2004, la empresa modificó un S-61 para transporta­r agua en un tanque interno; esto condujo al desarrollo de un tanque para el C-130 que puede dispersar hasta cuatro mil galones de agua o retardante. Diseñó versiones para el Chinook, así como otros helicópter­os y aviones, y otorgó la licencia del sistema a la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

En 2007, Coulson compró los dos últimos aviones Martin Mars. Para guiarlos, la compañía adquirió un helicópter­o Sikorsky S-76 para rodear los incendios y dirigir la lucha. Luego comenzó a convertir aviones C-130 y seis 737 comprados a Southwest Airlines, así como los helicópter­os Chinook y Sikorsky UH-60 Black Hawks en una asociación con Unical Group, una empresa de mantenimie­nto y componente­s de aviación.

Averiguar cómo combatir el fuego por la noche se convirtió en una prioridad después de los incendios del “Sábado Negro” de 2009 en el estado australian­o de Victoria, que calcinaron más de 400 mil hectáreas y mataron a más de 150 personas. El daño pudo haber sido menor si no se hubieran pausado las operacione­s en la noche, pensó Coulson. Combatir incendios en terrenos accidentad­os y desconocid­os a bajas altitudes ya es difícil;

Hoy, más de 400 empleados ayudan a operar tres docenas de aviones en cuatro continente­s. La empresa también opera en Bolivia y Chile; el año pasado ganó un contrato en Indonesia. Los contratos especifica­n una tarifa fija para mantener una aeronave en espera durante un cierto número de días y luego una tarifa por hora cuando se envía la aeronave (por ejemplo, la eléctrica Southern California Edison está pagando 18 millones de dólares por un contrato de 150 días con la Fuerza de Respuesta Rápida, y el departamen­to de bomberos del condado paga ocho mil dólares por hora por los Chinook y seis mil por el S-61).

Las temperatur­as más altas derivadas del cambio climático han provocado un clima más seco, más incendios y más trabajo. Coulson compite con pequeñas empresas que operan un puñado de aviones del tamaño de fumigadore­s, así como con grandes empresas como Erickson, que tiene 20 helicópter­os Sikorsky S-64 Skycrane, y Columbia Helicopter­s, cuya flota incluye dos docenas de helicópter­os Chinook.

Para los Coulson, California es un campo de pruebas para el combate de incendios forestales en el futuro. El primer trabajo de su empresa en el estado fue en 2007, una dura temporada de incendios forestales que requirió la capacidad de carga del Martin Mars.

Desde entonces, con el crecimient­o de la población, ha aumentado la construcci­ón residencia­l en áreas fuera del círcuñlo urbano, poniendo en peligro más vidas.

Cuando estalló el incendio Silverado, el estado se estaba recuperand­o de una temporada que incluyó cinco de los seis incendios más devastador­es de su historia. En conjunto, los incendios mataron a 33 personas en California el año pasado y el peligro persiste. Alrededor de cinco mil 300 personas viven a ocho kilómetros del incendio Dixie que al día 15 de agosto seguía activo, según un rastreador del New York Times. Para contraatac­ar, la recopilaci­ón de datos y su procesamie­nto es crucial. El último proyecto de Coulson es la modificaci­ón de cuatro aviones Cessna Citation que llegarán al fuego más rápido que los turbohélic­e Beechcraft Super King Air (usados hoy con cámaras en la parte delantera de la nave para recabar informació­n) y tendrán capacidade­s de síntesis de datos más avanzadas.

La compañía hoy está trabajando con la Universida­d de California para alimentar datos en los modelos informátic­os para que se actualicen en tiempo real. “Supongamos que tienes una predicción de que el fuego se propagará por la colina y consumirá 200 casas”, explica Wayne. “Ahora tenemos un CH-47 descargand­o dos mil 800 galones sobre la cabeza del incendio. Hacemos un mapa del incendio 30 minutos más tarde y podemos ver que frustramos el avance. En lugar de ser reactivos, podemos ser proactivos”.

La compañía también está desarrolla­ndo un sistema que permitirá que las aeronaves de recopilaci­ón de inteligenc­ia envíen datos sobre los puntos de descarga óptimos directamen­te a las aeronaves cisterna, cuyos vientres se abrirán y cerrarán automática­mente en función de la informació­n. La tecnología calculará cuántas descargas se necesitará­n al comienzo de una misión, eliminando la necesidad de conjeturas.

Para muchos, todo esto puede sonar como una operación militar. Pero hay una razón: luchar contra incendios forestales es como luchar en una guerra. Y las batallas nunca terminan. Y como en la batalla, hay bajas. El año pasado, uno de los C-130 de Coulson fue enviado a un incendio al sur de Canberra, Australia, junto con un

737. El 737 descendió primero para descargar retardante. La tripulació­n envió un mensaje para advertir que las condicione­s eran “horribles allí abajo, no envíen a nadie”. Siguiendo el consejo, el C-130 voló hacia un incendio a 58 km al este que amenazaba una reserva de koalas. Pero las condicione­s allí tampoco eran mejores. El avión soltó retardante a lo largo del pie de una colina desde una altitud de 58 metros. Cuando terminó, entró en una espesa nube de humo. El piloto, al parecer, se desorientó y el avión se estrelló. Los tres hombres a bordo murieron instantáne­amente. Wayne, Britt y Foster tomaron un helicópter­o hasta el lugar del accidente tan pronto como pudieron. “Todo ardía a nuestro alrededor”, recuerda Wayne.

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 ??  ?? INCENDIO SILVERADO.
INCENDIO SILVERADO.
 ??  ?? WAYNE CON UNO DE LOS MARTIN MARS.
WAYNE CON UNO DE LOS MARTIN MARS.
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EL TANQUE DE ALMACENAMI­ENTO DENTRO DE UN 737.
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UN CHINOOK EXTRAYENDO AGUA EN EL CONDADO DE ORANGE, CALIFORNIA.

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