Tras la ralentización por el Covid-19, hay visiones encontradas sobre el futuro del mercado accionario.
● Dos visiones sobre la recuperación, una optimista y otra accidentada, podrían tener efectos interesantes en los próximos meses.
Quizás, en retrospectiva, fue ingenuo pensar el mundo en términos de blanco y negro durante la era de la Covid-19. Sin embargo, esa es la trampa en la que muchos caímos, incluidos aquellos ejecutivos que planean el retorno de la fuerza laboral, altos funcionarios del gobierno o inversionistas que intentan adelantarse a donde los mercados decidan ir a continuación.
La sugestiva visión de la noche oscura del coronavirus que daba paso rápido a un futuro brillante y vacunado era demasiado tentadora para rechazarla. Pero, en este momento, una realidad mucho menos grata echa raíz: una especie de área gris entre la recuperación total y el estancamiento de la era del confinamiento se instala a medida que el virus lanza un nuevo asalto a los no vacunados y sus implacables mutaciones siembran dudas incluso entre aquellos que han recibido sus vacunas.
Consideremos los mensajes contradictorios de mediados de julio, en este verano que prometía ser el comienzo de una década de recuperación económica, al menos en Estados Unidos y gran parte de
Europa. Gran Bretaña celebró la flexibilización de las restricciones sanitarias el 19 de julio en lo que denominó “El Día de la Libertad”. Sin embargo, su primer ministro fue aislado en cuarentena y las autoridades estadounidenses emitieron una severa advertencia para que sus ciudadanos se abstuvieran de viajar a Reino Unido porque el virus se estaba propagando nuevamente allí. El condado de Los Ángeles restableció el uso obligatorio de mascarillas en interiores, mientras que Nueva York se negó a hacer lo mismo. Cuando empezaron a aparecer los anuncios de “regreso a clases” en las tiendas, Apple aplazó la fecha límite para que los empleados regresaran a la oficina. En Tokio, se hablaba más de los deportistas olímpicos contagiados que de los que se habían colgado medallas.
Para quienes confían en la supuesta sabiduría popular en los mercados financieros, el panorama es confuso. Los índices de referencia cayeron a mediados de julio, aunque se recuperaron parcialmente el 20 de julio. Incluso antes de eso, habían bajado los precios de las acciones de empresas que se creía iban a ser las más beneficiadas en la pospandemia, y no hablamos solo de aerolíneas, líneas de cruceros y compañías hoteleras, sino también de bancos, productores de energía y amplias franjas del mercado de pequeña capitalización. Las empresas no rentables (acciones que son populares cuando el apetito por inversiones especulativas y arriesgadas es fuerte) se encuentran entre las más afectadas.
Puede decirse que el pronóstico del mercado de bonos ha sido aún más preocupante para los inversionistas en acciones que buscan una segunda opinión. A principios de año, mientras se extendía el optimismo de que las vacunas liberarían los ahorros de los consumidores y la demanda para crear una expansión prolongada, los inversionistas vendieron los activos más seguros, como los bonos del Tesoro, lo que elevó el rendimiento de la nota a 10 años hasta 1.74% al término de marzo. Sin embargo, han estado regresando a ese refugio desde entonces, empujando al alza los precios de los bonos y a la baja el rendimiento, hoy cercano al 1%. En general, la fuerza de los mercados de bonos es una señal de pesimismo.
“Obviamente, los mercados de bonos nos están sugiriendo que hay cierta debilidad en el crecimiento, y eso está relacionado con la variante Delta del coronavirus”, dijo Katie Koch de Goldman Sachs Asset Management, a Bloomberg TV, el 20 de julio. Sin embargo, para ella y muchos de sus pares, las señales enviadas por las empresas estadounidenses son más positivas y más fuertes que las del mercado de bonos. A medida que los resultados financieros del segundo trimestre comienzan a publicarse, la lectura inicial es alentadora: más del 86% de las empresas que han divulgado sus cifras ha superado las estimaciones de los analistas y el crecimiento de las ganancias registra un impresionante 141%, según datos de Bloomberg.
Con todo, ese crecimiento se compara con el del segundo trimestre de 2020, cuando la Covid llevaba las riendas de la economía. Pero para Koch y muchos de sus colegas, el hecho de que los resultados probablemente marquen el pico de la recuperación no es razón para renunciar ahora a las acciones. Aunque el crecimiento que viene será menos deslumbrante, sigue siendo significativo. Se prevé que las compañías del S&P 500 aumentarán las ganancias en más de un 10% tanto en 2022 como en 2023, según estimaciones de analistas compiladas por Bloomberg.
Si analizamos las señales enviadas por los mercados financieros, todavía no hay importantes indicios de advertencia que sugieran que la variante Delta (o cualquier mutación que siga) será suficiente para ahogar la recuperación.
Los modelos económicos basados en datos de mercado muestran que la posibilidad de que se produzca otra recesión en un futuro próximo es muy reducida. Un modelo creado por el estratega de
Bloomberg, Cameron Crise, sitúa la probabilidad de recesión en los próximos 12 meses en solo%.
Las valoraciones infladas dan a muchos inversores motivos de cautela. Y el área gris del mundo poscovid también se ha extendido al estímulo monetario de la Reserva Federal (Fed) y al estímulo del gasto público del Congreso, las dos fuerzas que sacaron a la economía y los mercados estadounidenses del borde del abismo el año pasado. El repunte de la inflación a corto plazo ha sido más fuerte de lo que muchos esperaban y eso abre la discusión para argumentar en contra de un mayor estímulo, tanto para los responsables de la formulación de políticas de la Fed como para los políticos que arranquen campañas electorales intermedias en los siguientes meses. (La gravedad de la amenaza que representa la variante Delta para esos puntos de discusión es una incógnita).
Sin duda, el instinto de los inversionistas de comprar en la caída o buy the dip, perfeccionado por la experiencia de 2020, parece estar vivo y coleando. El repunte del 20 de julio se hizo eco de uno que siguió a un episodio similar de nerviosismo en junio. Eso no debería sorprender, dada la cantidad de efectivo que los consumidores y las empresas estadounidenses han ahorrado en los últimos 16 meses. La tasa de ahorro personal en el país promedió menos del 7.5% en los cinco años anteriores a la llegada del Covid. Tras dispararse hasta 33.7% en abril de 2020, todavía se mantiene alta en 12.4%. Alrededor de 4.5 billones de dólares permanecen en fondos mutuos del mercado monetario, sin generar básicamente rendimientos. Esa cantidad ha bajado de su nivel máximo, pero todavía es un 25% más alta que antes de la pandemia. Otros 17 billones de dólares están depositados en la banca comercial, una cantidad récord que es 33% más alta que en la misma época del año en 2019.
¿Dónde se gastará todo ese dinero? ¿Habrá derroches en pasajes aéreos y hoteles y gasolina para viajes por carretera? ¿Nuevas ropas para regresar al trabajo, en una talla más grande por el peso ganado durante la pandemia? ¿O la reaparición de la amenaza del
“Obviamente, los mercados de bonos nos están sugiriendo que hay cierta debilidad en el crecimiento, y eso está relacionado con la variante Delta”
coronavirus significará que se gastará, una vez más, en ropa cómoda para andar por la casa, compras electrónicas e impulsivas en Amazon, servicios de streaming y, tal vez, algunos muebles para el home office? En el caso de las empresas, ¿destinarán su efectivo a recompras de acciones, adquisiciones e investigación y desarrollo?, ¿o se usará como guardadito para otra noche oscura del Covid?
Los estrategas de JPMorgan Chase, liderados por Marko Kolanovic, dicen que el mercado ha sobrerreaccionado a la amenaza de la variante Delta en Estados Unidos. Argumentan que el último brote del virus no debería conducir a un regreso a los cierres y confinamientos. Si bien el aumento de contagios de Covid-19 es alarmante, las vacunas han reducido drásticamente la amenaza de muerte o la posibilidad de contraer la enfermedad grave y ser hospitalizado. Y esto debería traducirse en un repunte de las acciones que se benefician de la reapertura en medio de una inflación continua y un mayor rendimiento de los bonos.
Sin embargo, para los no profesionales, el comportamiento errático del mercado de este verano proporciona un momento perfecto para reflexionar sobre el eterno consejo de que la diversificación es la mejor manera de evitar el estrés que acompaña a los intentos de elegir acciones que superen al mercado. En otras palabras: deja ese dinero en el fondo indexado y disfruta lo que queda del verano.