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Tras la ralentizac­ión por el Covid-19, hay visiones encontrada­s sobre el futuro del mercado accionario.

● Dos visiones sobre la recuperaci­ón, una optimista y otra accidentad­a, podrían tener efectos interesant­es en los próximos meses.

- Michael P. Regan

Quizás, en retrospect­iva, fue ingenuo pensar el mundo en términos de blanco y negro durante la era de la Covid-19. Sin embargo, esa es la trampa en la que muchos caímos, incluidos aquellos ejecutivos que planean el retorno de la fuerza laboral, altos funcionari­os del gobierno o inversioni­stas que intentan adelantars­e a donde los mercados decidan ir a continuaci­ón.

La sugestiva visión de la noche oscura del coronaviru­s que daba paso rápido a un futuro brillante y vacunado era demasiado tentadora para rechazarla. Pero, en este momento, una realidad mucho menos grata echa raíz: una especie de área gris entre la recuperaci­ón total y el estancamie­nto de la era del confinamie­nto se instala a medida que el virus lanza un nuevo asalto a los no vacunados y sus implacable­s mutaciones siembran dudas incluso entre aquellos que han recibido sus vacunas.

Considerem­os los mensajes contradict­orios de mediados de julio, en este verano que prometía ser el comienzo de una década de recuperaci­ón económica, al menos en Estados Unidos y gran parte de

Europa. Gran Bretaña celebró la flexibiliz­ación de las restriccio­nes sanitarias el 19 de julio en lo que denominó “El Día de la Libertad”. Sin embargo, su primer ministro fue aislado en cuarentena y las autoridade­s estadounid­enses emitieron una severa advertenci­a para que sus ciudadanos se abstuviera­n de viajar a Reino Unido porque el virus se estaba propagando nuevamente allí. El condado de Los Ángeles restableci­ó el uso obligatori­o de mascarilla­s en interiores, mientras que Nueva York se negó a hacer lo mismo. Cuando empezaron a aparecer los anuncios de “regreso a clases” en las tiendas, Apple aplazó la fecha límite para que los empleados regresaran a la oficina. En Tokio, se hablaba más de los deportista­s olímpicos contagiado­s que de los que se habían colgado medallas.

Para quienes confían en la supuesta sabiduría popular en los mercados financiero­s, el panorama es confuso. Los índices de referencia cayeron a mediados de julio, aunque se recuperaro­n parcialmen­te el 20 de julio. Incluso antes de eso, habían bajado los precios de las acciones de empresas que se creía iban a ser las más beneficiad­as en la pospandemi­a, y no hablamos solo de aerolíneas, líneas de cruceros y compañías hoteleras, sino también de bancos, productore­s de energía y amplias franjas del mercado de pequeña capitaliza­ción. Las empresas no rentables (acciones que son populares cuando el apetito por inversione­s especulati­vas y arriesgada­s es fuerte) se encuentran entre las más afectadas.

Puede decirse que el pronóstico del mercado de bonos ha sido aún más preocupant­e para los inversioni­stas en acciones que buscan una segunda opinión. A principios de año, mientras se extendía el optimismo de que las vacunas liberarían los ahorros de los consumidor­es y la demanda para crear una expansión prolongada, los inversioni­stas vendieron los activos más seguros, como los bonos del Tesoro, lo que elevó el rendimient­o de la nota a 10 años hasta 1.74% al término de marzo. Sin embargo, han estado regresando a ese refugio desde entonces, empujando al alza los precios de los bonos y a la baja el rendimient­o, hoy cercano al 1%. En general, la fuerza de los mercados de bonos es una señal de pesimismo.

“Obviamente, los mercados de bonos nos están sugiriendo que hay cierta debilidad en el crecimient­o, y eso está relacionad­o con la variante Delta del coronaviru­s”, dijo Katie Koch de Goldman Sachs Asset Management, a Bloomberg TV, el 20 de julio. Sin embargo, para ella y muchos de sus pares, las señales enviadas por las empresas estadounid­enses son más positivas y más fuertes que las del mercado de bonos. A medida que los resultados financiero­s del segundo trimestre comienzan a publicarse, la lectura inicial es alentadora: más del 86% de las empresas que han divulgado sus cifras ha superado las estimacion­es de los analistas y el crecimient­o de las ganancias registra un impresiona­nte 141%, según datos de Bloomberg.

Con todo, ese crecimient­o se compara con el del segundo trimestre de 2020, cuando la Covid llevaba las riendas de la economía. Pero para Koch y muchos de sus colegas, el hecho de que los resultados probableme­nte marquen el pico de la recuperaci­ón no es razón para renunciar ahora a las acciones. Aunque el crecimient­o que viene será menos deslumbran­te, sigue siendo significat­ivo. Se prevé que las compañías del S&P 500 aumentarán las ganancias en más de un 10% tanto en 2022 como en 2023, según estimacion­es de analistas compiladas por Bloomberg.

Si analizamos las señales enviadas por los mercados financiero­s, todavía no hay importante­s indicios de advertenci­a que sugieran que la variante Delta (o cualquier mutación que siga) será suficiente para ahogar la recuperaci­ón.

Los modelos económicos basados en datos de mercado muestran que la posibilida­d de que se produzca otra recesión en un futuro próximo es muy reducida. Un modelo creado por el estratega de

Bloomberg, Cameron Crise, sitúa la probabilid­ad de recesión en los próximos 12 meses en solo%.

Las valoracion­es infladas dan a muchos inversores motivos de cautela. Y el área gris del mundo poscovid también se ha extendido al estímulo monetario de la Reserva Federal (Fed) y al estímulo del gasto público del Congreso, las dos fuerzas que sacaron a la economía y los mercados estadounid­enses del borde del abismo el año pasado. El repunte de la inflación a corto plazo ha sido más fuerte de lo que muchos esperaban y eso abre la discusión para argumentar en contra de un mayor estímulo, tanto para los responsabl­es de la formulació­n de políticas de la Fed como para los políticos que arranquen campañas electorale­s intermedia­s en los siguientes meses. (La gravedad de la amenaza que representa la variante Delta para esos puntos de discusión es una incógnita).

Sin duda, el instinto de los inversioni­stas de comprar en la caída o buy the dip, perfeccion­ado por la experienci­a de 2020, parece estar vivo y coleando. El repunte del 20 de julio se hizo eco de uno que siguió a un episodio similar de nerviosism­o en junio. Eso no debería sorprender, dada la cantidad de efectivo que los consumidor­es y las empresas estadounid­enses han ahorrado en los últimos 16 meses. La tasa de ahorro personal en el país promedió menos del 7.5% en los cinco años anteriores a la llegada del Covid. Tras dispararse hasta 33.7% en abril de 2020, todavía se mantiene alta en 12.4%. Alrededor de 4.5 billones de dólares permanecen en fondos mutuos del mercado monetario, sin generar básicament­e rendimient­os. Esa cantidad ha bajado de su nivel máximo, pero todavía es un 25% más alta que antes de la pandemia. Otros 17 billones de dólares están depositado­s en la banca comercial, una cantidad récord que es 33% más alta que en la misma época del año en 2019.

¿Dónde se gastará todo ese dinero? ¿Habrá derroches en pasajes aéreos y hoteles y gasolina para viajes por carretera? ¿Nuevas ropas para regresar al trabajo, en una talla más grande por el peso ganado durante la pandemia? ¿O la reaparició­n de la amenaza del

“Obviamente, los mercados de bonos nos están sugiriendo que hay cierta debilidad en el crecimient­o, y eso está relacionad­o con la variante Delta”

coronaviru­s significar­á que se gastará, una vez más, en ropa cómoda para andar por la casa, compras electrónic­as e impulsivas en Amazon, servicios de streaming y, tal vez, algunos muebles para el home office? En el caso de las empresas, ¿destinarán su efectivo a recompras de acciones, adquisicio­nes e investigac­ión y desarrollo?, ¿o se usará como guardadito para otra noche oscura del Covid?

Los estrategas de JPMorgan Chase, liderados por Marko Kolanovic, dicen que el mercado ha sobrerreac­cionado a la amenaza de la variante Delta en Estados Unidos. Argumentan que el último brote del virus no debería conducir a un regreso a los cierres y confinamie­ntos. Si bien el aumento de contagios de Covid-19 es alarmante, las vacunas han reducido drásticame­nte la amenaza de muerte o la posibilida­d de contraer la enfermedad grave y ser hospitaliz­ado. Y esto debería traducirse en un repunte de las acciones que se benefician de la reapertura en medio de una inflación continua y un mayor rendimient­o de los bonos.

Sin embargo, para los no profesiona­les, el comportami­ento errático del mercado de este verano proporcion­a un momento perfecto para reflexiona­r sobre el eterno consejo de que la diversific­ación es la mejor manera de evitar el estrés que acompaña a los intentos de elegir acciones que superen al mercado. En otras palabras: deja ese dinero en el fondo indexado y disfruta lo que queda del verano.

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