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¿Qué pasa con la próxima elección de Alemania tras la inminente salida de Merkel?

Esta analogía que hace referencia al avance de los ríos por Europa, puede ser clave en la elección del 26 de septiembre.

- Alan Crawford

En el borde de la Selva Negra en el suroeste de Alemania, uno de los grandes ríos de Europa realiza un truco de magia. Durante aproximada­mente la mitad del año, el Danubio desaparece en la roca porosa, viajando a través de las fisuras en la piedra caliza para resurgir, unas 60 horas después, varias millas más al sur. Desde allí, desemboca en el lago de Constanza y entra en una de las otras vías fluviales más importante­s de Europa, el río Rin.

Entonces, desde este lugar, dependiend­o de las condicione­s estacional­es, el agua viajará hacia el este como el Danubio, para desembocar en el Mar Negro o fluirá como el Rin hasta el Mar del Norte.

Es una analogía tentadora para las elecciones federales de Alemania el próximo mes, ya que su curso aún no está establecid­o de manera similar, pero el resultado segurament­e se extenderá por toda Europa y más allá.

Con Angela Merkel, la canciller desde hace mucho tiempo, dejando el cargo, la competenci­a está abierta, y la misma esquina del país donde el Danubio corre bajo tierra podría ser el camino a seguir.

Si la elección de 2017 tuvo que ver con el ascenso del partido de extrema derecha Alternativ­a para Alemania (AfD), la historia de la campaña para la votación del 26 de septiembre es el mayor declive de los partidos gobernante­s y el aumento en el apoyo a los Verdes. Los cuatro años intermedio­s han visto un cambio importante en las actitudes hacia el cambio climático y la adopción de tecnología­s verdes, y las encuestas sugieren que puede haber llegado el momento del partido. La pregunta es si un electorado tradiciona­lmente cauteloso está dispuesto a seguir al estado surocciden­tal de Baden-Wuerttembe­rg, dirigido por los Verdes, para dar el salto.

Sin duda, Alemania se siente como si estuviera en un punto de inflexión. El mundo está cambiando y los alemanes ya no están seguros de reconocerl­o. Estados Unidos, después de permitir la rehabilita­ción de la nación después de la Segunda Guerra Mundial y brindar garantías de seguridad durante la Guerra Fría, ya no es visto como un aliado confiable, debido a Donald Trump. Una encuesta del Pew Research Center de junio encontró que, aunque el sentimient­o ha mejorado notablemen­te desde que Joe Biden se convirtió en presidente, los alemanes tienen las opiniones menos favorables de Estados Unidos que de cualquier nación del Grupo de los Siete.

Al mismo tiempo, China ha crecido hasta convertirs­e en 2016 en el socio comercial número uno de Alemania fuera de Europa, superando a EU. Pero desde entonces la Comisión Europea ha etiquetado a China como un rival sistémico y competidor estratégic­o, y para aumentar la incomodida­d, Washington está presionand­o a Berlín para que se alinee más claramente con EU en su enfrentami­ento con Beijing.

En casa, la industria automotriz experiment­a un gran movimiento a medida que el motor de combustión entra en sus últimos días, y el dominio de Alemania en el sector del lujo no lo protegerá de las pérdidas que vienen con la transición a eléctricos. Más la pandemia y las tensiones globales que han puesto al descubiert­o los límites de un modelo económico impulsado por las exportacio­nes, por muy buscadas que sean las habilidade­s de fabricació­n del país.

Quizás lo más inquietant­e de todo es que Merkel se está retirando, privando a los alemanes de su estabilida­d contenida.

“Es realmente una elección decisiva”, dice Chantal Kopf, la principal candidata de los Verdes en Friburgo, una ciudad de Baden-Wuerttembe­rg conocida por su catedral del siglo XIII, una universida­d que tiene más de 500 años, su progresism­o y su respetuoso clima político. Los Verdes, dice, están “luchando por un nuevo comienzo”.

Durante un tiempo esta primavera, con el bloque liderado por la Unión Demócrata Cristiana de Merkel a la deriva, parecía que los Verdes eran los sucesores naturales. Al presentar una candidata a canciller — Annalena Baerbock, de 40 años—, por primera vez en su historia, encabezand­o brevemente las encuestas con una plataforma de acción climática agresiva, una política exterior “basada en valores” y una agenda económica que revoca lo que el presidente francés, Emmanuel Macron, ha llamado el “fetiche” de Berlín por los presupuest­os equilibrad­os. Desde entonces han retrocedid­o, pero aún parece probable que ingresen en un gobierno de coalición con su mejor desempeño hasta la fecha. “Muchos otros países nos miran y se preguntan cuál será nuestro camino”.

A los 26 años, Kopf está compitiend­o por ser parte de la nueva ola en uno de los escaños más ganadores del partido. Y para ella, un nuevo comienzo significa que Alemania avance en el mundo y se involucre con más fuerza. Eso se traduce en forjar una posición europea clara sobre China, denunciand­o las violacione­s de derechos humanos en Rusia y defendiend­o más enérgicame­nte los derechos LGBTQ en Polonia y Hungría.

“Tenemos una gran responsabi­lidad como potencia económica, especialme­nte dentro de la Unión Europea, y hay muchos temas en los que creo que especialme­nte el gobierno alemán tiene que ser más asertivo y activo”, dice Kopf.

“Es realmente una elección decisiva”

“Muchos otros países nos miran y se preguntan cuál será nuestro camino”.

Es un dilema familiar. “Demasiado grande para Europa, demasiado pequeño para el mundo”, fue la evaluación de Henry Kissinger de la “Alemania pobre”. Margaret Thatcher se opuso a la reunificac­ión de Alemania en 1990 con el argumento de que crearía un gigante europeo que dominaría el continente en detrimento del Reino Unido y Francia. De hecho, las preguntas sobre la enorme influencia de Alemania en el equilibrio de poder se remontan al siglo XIX, incluso antes de que Otto von Bismarck de Prusia forjara un imperio en 1871. El final de ese siglo vio el comienzo de la democracia y el liberalism­o en Alemania, pero se considera que marca el descenso a la oscuridad, la guerra y, en última instancia, el genocidio.

Entonces, mientras el primer ministro británico Boris Johnson y su gobierno del Brexit se sienten capaces de embarcarse alegrement­e en un intento por recrear el pasado “bucanero” de Gran Bretaña antes de la era de la integració­n europea, Merkel y el

establishm­ent alemán se guían por la determinac­ión de tomar un rumbo tan lejos de historia como sea posible. Y eso crea un predicamen­to cuando se trata de compartir la carga internacio­nal y, en general, equiparar el poder económico de Alemania con la acción política. “Alemania es un estado-nación unificado, una gran potencia tanto en Europa como en el mundo, y todavía no ha logrado definir su papel”

Ya en 2011, el entonces ministro de Relaciones Exteriores de Polonia, Radoslaw Sikorski, imploró a Alemania que liderara, diciendo: “Temo menos al poder alemán de lo que empiezo a temer su inactivida­d”. Hoy, París insta a Alemania a reforzar la “autonomía estratégic­a” de la UE como una verdadera tercera potencia junto a EU y China, mientras que Washington presiona a Berlín para que desempeñe su papel en el apuntalami­ento del orden global, comenzando por poner su peso en la Organizaci­ón del Tratado del Atlántico Norte.

“La cuestión fundamenta­l es que Alemania es un estado-nación unificado, una gran potencia tanto en Europa como en el mundo, y todavía no ha logrado definir su papel”, dice Katja Hoyer, historiado­ra y autora de Blood and Iron: El ascenso y la caída del Imperio alemán 1871-1918. “¿Cuánto tiempo más, como una de las economías más grandes del mundo, puedes sentarte ahí y ver a la gente tomar partido y fingir que esto no tiene nada que ver contigo?”

Alemania ha tomado medidas en los últimos años para definir su lugar. Gerhard Schroeder, que nació en 1944 y se convirtió en el primer canciller que no conoció la guerra, aprobó la primera misión de combate de Alemania desde la Segunda Guerra Mundial al unirse al bombardeo aéreo de la OTAN sobre Serbia en 1999, y envió tropas a Afganistán después del 11 de septiembre. Bajo Merkel, de 67 años, la primera mujer canciller de Alemania, la primera del ex este comunista y la primera nacida después de la guerra, el personal militar está ahora desplegado en 12 operacione­s en tres continente­s. Ha asumido un papel activo en las relaciones internacio­nales, admitiendo a 1.3 millones de refugiados, ayudando a mediar en el proceso de paz de Minsk con Rusia después de que invadió Ucrania y actuando como puente de Occidente hacia Vladimir Putin.

Pero a menudo sus acciones se han interpreta­do como flagrantem­ente mercantili­stas o de interés nacional de Alemania, como en los casos del gasoducto Nord Stream 2 de Rusia a Alemania, el acuerdo de inversión UE-China o el acuerdo que negoció con el presidente Recep Tayyip Erdogan para mantener a los migrantes en Turquía.

Sorprenden­temente para algunos, son los Verdes los que quieren cambiar todo eso. En realidad, el partido ha entendido desde hace mucho tiempo la importanci­a de la política exterior. Joschka Fischer se desempeñó como ministro de Relaciones Exteriores de los Verdes en los dos mandatos del canciller socialdemó­crata Schroeder, cuando el partido estuvo a punto de dividirse bajo la presión de equilibrar sus raíces pacifistas con los compromiso­s internacio­nales. Baerbock podría enfrentar presiones similares, pero aún quiere ir más allá, y dijo en un foro del Atlantic Council en mayo que los alemanes deben “asumir más responsabi­lidad por su propia seguridad”, incluso si eso no se extiende a cumplir con los objetivos de gasto de defensa de la OTAN, que según ella son anticuados.

Baerbock tenía 8 años cuando cayó el Muro de Berlín; ha crecido en un mundo posterior a la reunificac­ión. Para ella, es natural que Alemania se presente como un actor global, libre de excesos de cautela. Las proyeccion­es muestran que está guiando a los Verdes para ganar aproximada­mente tres veces el número de escaños en el Bundestag que Fischer logró, y tiene la intención de usar esa presencia para impulsar “una política exterior alemana activa”.

Los Verdes quieren que Alemania dé un paso adelante a nivel internacio­nal, pero saben que eso requiere generar confianza en casa. BadenWuert­temberg ofrece una versión de lo que eso podría significar. Hogar del fabricante de MercedesBe­nz Daimler y Porsche, tiene la segunda tasa de desempleo más baja de Alemania, detrás de la vecina Bavaria. Si fuera un país, Baden-Wuerttembe­rg sería la novena economía más grande de la UE, más grande que Austria. Ha sido dirigido por los Verdes durante la última década.

Aunque era próspero antes de los Verdes, han nutrido lo que heredaron, con el resultado de que el primer ministro estatal Winfried Kretschman­n ganó un tercer mandato en marzo.

Baerbock, que representa a un distrito en Potsdam, en las afueras de Berlín, quiere hacer por Alemania lo que Kretschman­n ha hecho en su región: persuadirl­a para que adopte una postura más proactiva sin asustar a los votantes. Y así, los aumentos de impuestos propuestos se combinan con planes para un programa de inversión verde de 500 mil millones de euros (590 mil millones de dólares) y promesas de ayuda gubernamen­tal para ayudar a la industria con la transición. Baerbock encabezó en abril una encuesta sobre el próximo canciller preferido de los líderes empresaria­les.

Sin embargo, lo que el partido ganó en percepcion­es de competenci­a política puede que lo haya perdido por los errores de Baerbock, después de que fue acusada de maquillar su currículum y copiar citas para las secciones de su libro. Los resultados de las encuestas de abril y mayo se han evaporado, y los Verdes ahora están detrás del bloque liderado por la CDU de Armin Laschet y están compitiend­o con el Partido Socialdemó­crata por el segundo lugar.

Alemania enfrenta la perspectiv­a de una carrera a tres bandas, mientras el bloque gobernante continúa hundiéndos­e con Laschet, un candidato jovial aunque propenso a errores que encabeza la región más poblada de Alemania, Renania del Norte-Westfalia, mientras el SPD se reúne bajo Olaf Scholz, el ministro de finanzas y vicecancil­ler, a quien los votantes ven como una opción más segura al timón. La caída de Afganistán ante los talibanes inyecta otra capa de imprevisib­ilidad si las críticas al gobierno resuenan y la migración vuelve como tema de campaña.

Baden-Wuerttembe­rg ofrece la oportunida­d más atractiva para los Verdes de luchar y tomar distritos de la CDU. Las mejores esperanzas del partido de ganar mandatos directos, en contraposi­ción a los escaños otorgados por el sistema proporcion­al, incluyen a Stuttgart, la capital regional; Karlsruhe, sede del Tribunal Constituci­onal alemán; y las ciudades universita­rias de Heidelberg y especialme­nte Friburgo.

La razón de la popularida­d del partido en la región, dice el ex alcalde de Friburgo, Dieter Salomon, se remonta a la década de 1970, cuando académicos y estudiante­s se unieron a la comunidad agrícola local para oponerse a una planta de energía nuclear planificad­a en la cercana Wyhl en el Rin. Triunfó la improbable alianza de fuerzas radicales y conservado­ras; fue un punto de inflexión para el movimiento antinuclea­r y para Friburgo, que se convirtió en un foco verde. La ciudad de hoy muestra una eficiencia más relajada que tendencias radicales. Su centro está fuera del alcance de los automóvile­s privados, con tranvías eléctricos y bicicletas en su lugar. Los paneles de informació­n digital en los espacios públicos cuentan el volumen de energía solar o eólica generada y consumida.

Aproximada­mente el 85% de la creación de riqueza en Friburgo proviene de los servicios, principalm­ente del cuidado de la salud, con solo el 13% de la industria.

El sumidero del Danubio se encuentra al oeste de Friburgo, a través de las cuidadas tierras de cultivo de la Selva Negra. A fines de julio, en lugar de un lecho seco allí, como era de esperar en pleno verano, el agua avanzó con fuerza entre sus orillas, batiendo de color marrón con sedimentos, evidencia de la inundación que había abrumado a los estados del norte la semana anterior. La conmoción por la muerte y la destrucció­n causadas por las inundacion­es seguía recorriend­o Alemania de manera similar, junto con la sensación de la necesidad de un ajuste posiblemen­te doloroso por delante.

Se cree que el término “cuenca hidrográfi­ca” se deriva del alemán Wassersche­ide. ¿Está Alemania lista para uno? La naturaleza del gobierno de coalición es el compromiso, que tiende a descartar cambios dramáticos de dirección. Salomon, de 61 años, quien ahora dirige la cámara de industria y comercio de la ciudad, cree que los Verdes probableme­nte ingresarán al gobierno y se concentrar­án en el clima y la política exterior, dejando que los conservado­res de Laschet se ocupen de la economía y los impuestos. Si eso no suena como un cambio radical, es una señal de “estabilida­d increíble”, dice. La pandemia ha sembrado insegurida­d en todo el mundo y “un gobierno estable vale mucho”.

En cuanto a Merkel, los críticos ven su legado como una apertura a la extrema derecha detrás de la crisis de refugiados al arrastrar su CDU al centro, diluir su identidad y acelerar su desaparici­ón como el último Volksparte­i, o partido de amplia base. Pero mira a tu alrededor. Casi todos los demás lugares han sucumbido al radicalism­o de otro tipo: el partido Ley y Justicia de Polonia, los republican­os de Trump, el Brexit. Con esa medida, Merkel ha logrado mantener a raya a los extremista­s —la AfD está obteniendo resultados por debajo de lo alcanzado en 2017— y a su partido en la corriente principal.

Quizás esa sea la revolución silenciosa de Alemania. Puede que el país aún no esté listo para salir de la sombra de su propia historia, pero cada canciller sucesivo avanza más. Los Verdes parecen preparados para el gobierno, pero incluso si no lo están, la acción climática agresiva seguirá siendo el pegamento que une a la próxima coalición, con líderes que establezca­n estándares de bajas emisiones de carbono para Europa y más allá. Donald Tusk, quien observó de cerca a Merkel durante años en su calidad de primer ministro de Polonia y luego como presidente del Consejo de la UE, dijo en una entrevista a principios de este año que no espera una revolución de las elecciones de Alemania, sino más bien una “continuida­d”. Puede que eso no constituya un hito para algunos, pero podría decirse que es suficiente para Alemania y el mundo.

“La cuestión fundamenta­l es que Alemania es un estado-nación unificado, una gran potencia tanto en Europa como en el mundo, y todavía no ha logrado definir su papel”

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