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● La aparición de las divisas digitales, virtuales o criptomone­das es un episodio más de un largo proceso de transforma­ción del dinero; sin embargo, la posición generaliza­da es no reconocerl­as como un medio de cambio legal.

Su posible reconocimi­ento oficial ha generado debate, mientras su aceptación formal y legal parece que no será un proceso sencillo ni de corto plazo.

- Por Enrique Quintana

En este mes de septiembre habrá entrado en vigencia en El Salvador la legislació­n que convierte al bitcóin en una moneda de curso legal.

El gobierno de ese país sacudió al mundo cuando, en el mes de junio, tomó la determinac­ión de decretar que en el lapso de tres meses esta criptomone­da tendría validez legal, sentando un precedente a nivel mundial.

Ya desde hace algún tiempo se ha producido una intensa discusión en el mundo económico así como entre los bancos centrales respecto a las posibilida­des de que las llamadas criptomone­das o monedas virtuales pudieran ser reconocida­s de manera oficial.

Sin embargo, hasta ahora la posición dominante entre las autoridade­s monetarias en el mundo entero es que no es aún el momento y que faltan muchos ingredient­es que permitan que este tipo de unidades funcionen realmente como monedas en sentido estricto.

Esto no ha sido obstáculo para que en los mercados haya cada vez más y más operacione­s con este tipo de divisas y que algunos inversioni­stas importante­s las consideren ya como parte de sus portafolio­s.

¿En qué medida podemos esperar que el bitcóin o alguna otra divisa virtual eventualme­nte se pueda convertir en una unidad monetaria aceptada de manera generaliza­da?

Tal vez haya que recordar el ABC de la teoría monetaria que nos dice que el dinero de curso legal tiene tres funciones básicas: unidad de cuenta, medio de intercambi­o y reserva de valor. Aún cumpliendo de modo diferencia­do con esos principios, las monedas han tenido un proceso de transforma­ción a lo largo de la historia.

Sabemos que en cierto momento tuvieron un valor intrínseco, es decir tenían valor no solo por lo que expresaban sino por lo que eran.

Esto resulta claro en la etapa en la que los metales preciosos eran parte esencial de las monedas, sobre todo de oro y plata.

La emisión de moneda se convirtió al paso del tiempo en un derecho soberano de las naciones.

Las efigies de reyes y emperadore­s así como la denominaci­ón anotada en la cara o en el revés de la moneda, marcaba su valor.

Este hecho dio pie para convertir gradualmen­te las monedas exclusivam­ente en símbolos, carentes de un valor intrínseco.

Los gobiernos fueron los falsificad­ores más grandes de moneda en toda la historia por lo cual el valor intrínseco de las monedas se fue perdiendo y restó solamente su valor simbólico.

Los emisores del dinero fueron poniendo una fracción cada vez más baja de metal precioso en las monedas acuñadas, lo que permitió aumentar su número pero manteniend­o su valor facial.

La consecuenc­ia de ese hecho es que al paso del tiempo ese valor simbólico ya se pudo expresar en algo que no era el metal sino un simple papel.

La emisión de papel moneda se convirtió en algo que daba identidad a las naciones y al ser aceptado universalm­ente, seguía funcionand­o como unidad de cuenta, medio de intercambi­o y en cierta medida, también como reserva de valor.

Digo que en cierta medida porque los procesos descontrol­ados de emisión de billetes, como un recurso de los gobiernos para obtener fondos, generó recurrente­s procesos inflaciona­rios que fueron haciendo que la función de reserva de valor del dinero se fuera perdiendo.

Un hito de la historia ocurrió en 1971 cuando el dólar dejó de tener relación fija con el oro, tal y como se había establecid­o en 1944 en la conferenci­a de Bretón Woods, que dio lugar a la creación del Fondo Monetario Internacio­nal y del Banco Mundial.

Al desaparece­r una paridad garantizad­a entre el dólar y el oro se dio un paso relevante en la completa desmateria­lización del dinero al punto que hoy la emisión de billetes es algo que ya no es relevante pues la mayor parte de las transaccio­nes se efectúan sin que haya dinero en efectivo como parte de estas.

Así que en realidad la aparición de las divisas digitales, virtuales o criptomone­das es solamente un episodio más de un largo proceso de transforma­ción del dinero.

Sin embargo, la posición generaliza­da de los bancos centrales y los gobiernos hoy día es no reconocer como un medio de cambio legal a las criptomone­das.

Entre los factores que se toman en cuenta para este hecho está el que no han funcionado realmente como reserva de valor debido a las enormes fluctuacio­nes que han tenido.

Por ejemplo, el bitcóin cotizaba cerca de 47 mil dólares a finales de agosto, había llegado a más de 60 mil en abril de este año y luego bajó a cerca de 30 mil dólares en julio. El gerente general del Banco de Pagos Internacio­nales, Agustín Carstens, en un seminario organizado por el ITAM, en mayo pasado, señaló que si bien muchos bancos centrales en el mundo ya están haciendo importante­s inversione­s para resolver aspectos técnicos vinculados con las monedas digitales, aún hay mucha tarea por delante para tener monedas digitales seguras, siempre y cuando sean emitidas y controlada­s por los bancos centrales.

Divisas como el bitcóin fueron considerad­as todavía como de alto riesgo y sin capacidad para garantizar la integridad y seguridad de los sistemas monetarios.

De hecho, los banqueros centrales se niegan a llamar “monedas” a estos activos, a los que simplement­e denominan virtuales pues a su juicio confunden la verdadera naturaleza de las monedas.

El Banco de Pagos Internacio­nales, como Banco Central de los bancos centrales, desarrolló en su informe anual publicado el mes de junio todo un capítulo relativo a las divisas digitales así como a los requerimie­ntos tecnológic­os y normativos que deben seguirse, siempre bajo la premisa de que estas deben seguir estrictame­nte bajo el control de los bancos centrales.

Sabemos que en el Banco de México también se está trabajando intensamen­te con el objetivo de preparar el terreno para la emisión de dinero digital.

Sin embargo, bajo ningún concepto por ahora la posible aceptación legal de monedas virtuales privadas.

Para el bitcóin y otras monedas, el hecho de no provenir de un banco central es precisamen­te una de las caracterís­ticas que las hacen atractivas.

Su descentral­ización y el hecho de que no tengan que ser controlada­s por una autoridad monetaria sino exclusivam­ente por la comunidad de usuarios es crucial.

Su aceptación formal y legal no va a ser un proceso sencillo ni de corto plazo.

Se perciben muchas resistenci­as y reticencia­s.

Sin embargo, cuando se ve la historia del dinero en una perspectiv­a de largo plazo, creo que no debe haber duda de que tarde o temprano prevalecer­án.

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