● La aparición de las divisas digitales, virtuales o criptomonedas es un episodio más de un largo proceso de transformación del dinero; sin embargo, la posición generalizada es no reconocerlas como un medio de cambio legal.
Su posible reconocimiento oficial ha generado debate, mientras su aceptación formal y legal parece que no será un proceso sencillo ni de corto plazo.
En este mes de septiembre habrá entrado en vigencia en El Salvador la legislación que convierte al bitcóin en una moneda de curso legal.
El gobierno de ese país sacudió al mundo cuando, en el mes de junio, tomó la determinación de decretar que en el lapso de tres meses esta criptomoneda tendría validez legal, sentando un precedente a nivel mundial.
Ya desde hace algún tiempo se ha producido una intensa discusión en el mundo económico así como entre los bancos centrales respecto a las posibilidades de que las llamadas criptomonedas o monedas virtuales pudieran ser reconocidas de manera oficial.
Sin embargo, hasta ahora la posición dominante entre las autoridades monetarias en el mundo entero es que no es aún el momento y que faltan muchos ingredientes que permitan que este tipo de unidades funcionen realmente como monedas en sentido estricto.
Esto no ha sido obstáculo para que en los mercados haya cada vez más y más operaciones con este tipo de divisas y que algunos inversionistas importantes las consideren ya como parte de sus portafolios.
¿En qué medida podemos esperar que el bitcóin o alguna otra divisa virtual eventualmente se pueda convertir en una unidad monetaria aceptada de manera generalizada?
Tal vez haya que recordar el ABC de la teoría monetaria que nos dice que el dinero de curso legal tiene tres funciones básicas: unidad de cuenta, medio de intercambio y reserva de valor. Aún cumpliendo de modo diferenciado con esos principios, las monedas han tenido un proceso de transformación a lo largo de la historia.
Sabemos que en cierto momento tuvieron un valor intrínseco, es decir tenían valor no solo por lo que expresaban sino por lo que eran.
Esto resulta claro en la etapa en la que los metales preciosos eran parte esencial de las monedas, sobre todo de oro y plata.
La emisión de moneda se convirtió al paso del tiempo en un derecho soberano de las naciones.
Las efigies de reyes y emperadores así como la denominación anotada en la cara o en el revés de la moneda, marcaba su valor.
Este hecho dio pie para convertir gradualmente las monedas exclusivamente en símbolos, carentes de un valor intrínseco.
Los gobiernos fueron los falsificadores más grandes de moneda en toda la historia por lo cual el valor intrínseco de las monedas se fue perdiendo y restó solamente su valor simbólico.
Los emisores del dinero fueron poniendo una fracción cada vez más baja de metal precioso en las monedas acuñadas, lo que permitió aumentar su número pero manteniendo su valor facial.
La consecuencia de ese hecho es que al paso del tiempo ese valor simbólico ya se pudo expresar en algo que no era el metal sino un simple papel.
La emisión de papel moneda se convirtió en algo que daba identidad a las naciones y al ser aceptado universalmente, seguía funcionando como unidad de cuenta, medio de intercambio y en cierta medida, también como reserva de valor.
Digo que en cierta medida porque los procesos descontrolados de emisión de billetes, como un recurso de los gobiernos para obtener fondos, generó recurrentes procesos inflacionarios que fueron haciendo que la función de reserva de valor del dinero se fuera perdiendo.
Un hito de la historia ocurrió en 1971 cuando el dólar dejó de tener relación fija con el oro, tal y como se había establecido en 1944 en la conferencia de Bretón Woods, que dio lugar a la creación del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial.
Al desaparecer una paridad garantizada entre el dólar y el oro se dio un paso relevante en la completa desmaterialización del dinero al punto que hoy la emisión de billetes es algo que ya no es relevante pues la mayor parte de las transacciones se efectúan sin que haya dinero en efectivo como parte de estas.
Así que en realidad la aparición de las divisas digitales, virtuales o criptomonedas es solamente un episodio más de un largo proceso de transformación del dinero.
Sin embargo, la posición generalizada de los bancos centrales y los gobiernos hoy día es no reconocer como un medio de cambio legal a las criptomonedas.
Entre los factores que se toman en cuenta para este hecho está el que no han funcionado realmente como reserva de valor debido a las enormes fluctuaciones que han tenido.
Por ejemplo, el bitcóin cotizaba cerca de 47 mil dólares a finales de agosto, había llegado a más de 60 mil en abril de este año y luego bajó a cerca de 30 mil dólares en julio. El gerente general del Banco de Pagos Internacionales, Agustín Carstens, en un seminario organizado por el ITAM, en mayo pasado, señaló que si bien muchos bancos centrales en el mundo ya están haciendo importantes inversiones para resolver aspectos técnicos vinculados con las monedas digitales, aún hay mucha tarea por delante para tener monedas digitales seguras, siempre y cuando sean emitidas y controladas por los bancos centrales.
Divisas como el bitcóin fueron consideradas todavía como de alto riesgo y sin capacidad para garantizar la integridad y seguridad de los sistemas monetarios.
De hecho, los banqueros centrales se niegan a llamar “monedas” a estos activos, a los que simplemente denominan virtuales pues a su juicio confunden la verdadera naturaleza de las monedas.
El Banco de Pagos Internacionales, como Banco Central de los bancos centrales, desarrolló en su informe anual publicado el mes de junio todo un capítulo relativo a las divisas digitales así como a los requerimientos tecnológicos y normativos que deben seguirse, siempre bajo la premisa de que estas deben seguir estrictamente bajo el control de los bancos centrales.
Sabemos que en el Banco de México también se está trabajando intensamente con el objetivo de preparar el terreno para la emisión de dinero digital.
Sin embargo, bajo ningún concepto por ahora la posible aceptación legal de monedas virtuales privadas.
Para el bitcóin y otras monedas, el hecho de no provenir de un banco central es precisamente una de las características que las hacen atractivas.
Su descentralización y el hecho de que no tengan que ser controladas por una autoridad monetaria sino exclusivamente por la comunidad de usuarios es crucial.
Su aceptación formal y legal no va a ser un proceso sencillo ni de corto plazo.
Se perciben muchas resistencias y reticencias.
Sin embargo, cuando se ve la historia del dinero en una perspectiva de largo plazo, creo que no debe haber duda de que tarde o temprano prevalecerán.