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Laura Murphy y su impulso por auditar la equidad racial.

○ La defensora de los derechos civiles es pionera en esta nueva herramient­a para el cambio, ¿estarán listas las compañías?

- Naomi Nix

Cuando Laura Murphy dirigía la oficina de Washington de la Unión Estadounid­ense por las Libertades Civiles o American Civil Liberties Union (ACLU), mantenía relaciones con personas de todos los bandos en los temas más polarizant­es. “En todas esas diferentes oficinas Laura era recibida como una amiga, una colega y una socia, ya fuera por Maxine Waters, Rand Paul o Mitch McConnell”, dice Anthony Romero, director ejecutivo de la ACLU. “Ese es su poder secreto”. Murphy pasó la mayor parte de su carrera navegando por la política y las políticas, pero ahora ha llevado su talento al mundo empresaria­l, moderando conflictos entre empresas y grupos activistas que critican su impacto en la justicia social y racial. Ha destacado como pionera de la auditoría de derechos civiles corporativ­os, una nueva herramient­a para hacer que las empresas enfrenten su responsabi­lidad en la perpetuaci­ón de las disparidad­es raciales.

La idea detrás de las auditorías es simple: una empresa le pide a un experto que investigue el impacto de sus productos, prácticas de contrataci­ón o políticas en poblacione­s vulnerable­s, luego publica los resultados. “Este es un momento para un compromiso serio con los problemas más importante­s”, dice Murphy en una entrevista en su oficina en el National Council of Negro Women. “Una vez que acuerdas abordar las preocupaci­ones de las partes interesada­s y los auditores las prioricen para ti, no hay mucho margen de maniobra. Tienes que hacerlo”.

El cliente de más alto perfil de Murphy hasta la fecha, Facebook Inc., está probando esa tesis. Ella pasó dos años auditando a Facebook, y tanto la compañía como sus críticos más duros elogiaron su trabajo. Pero en junio, casi un año después de su informe, el grupo de derechos civiles Color of Change lanzó una petición digital señalando que Facebook “aún se niega a adoptar la gran mayoría de recomendac­iones destinadas a frenar el racismo y el abuso en la plataforma” y reclama que las cumpla.

Si bien algunos pueden concluir que las auditorías raciales no tienen sentido por cuanto no son vinculante­s, los activistas buscan expandirla­s. Durante los últimos tres meses, tanto Google como Amazon han enfrentado presiones para realizar auditorías de equidad racial. En ese mismo tenor, la organizaci­ón sindical Service Employees Internatio­nal Union y el grupo de inversión SOC Investment Group, que trabaja con fondos de pensiones patrocinad­os por sindicatos en reformas favorables a los trabajador­es, han respaldado propuestas de accionista­s para auditar a al menos ocho institucio­nes financiera­s. Murphy, entretanto, está trabajando en un libro blanco para la Fundación Ford sobre cómo realizar auditorías de derechos civiles, que espera publicar a finales de este año.

Jamie Dimon, director ejecutivo de JPMorgan Chase & Co. (a quien SOC ha solicitado analizar el impacto del banco en las comunidade­s de color), dijo durante una audiencia legislativ­a en mayo que las auditorías equivalían a “burocracia y tonterías”. Otros bancos manifestar­on que las auditorías eran innecesari­as, dado que ya donan dinero a organizaci­ones enfocadas en comunidade­s vulnerable­s y hacen públicas sus políticas antidiscri­minación, refiere Tejal Patel, directora de gobernanza corporativ­a de SOC.

Una clave del trabajo de Murphy es la credibilid­ad que proviene de toda una vida de trabajo por los derechos civiles. Originaria de Baltimore, nació en una familia de activistas. Su padre, William, era un juez que fundó un bufete de abogados que trabajaba en casos de equidad racial de alto perfil, y su madre, Madeline, era una destacada activista de la ciudad y candidata política. Murphy siguió esa tradición familiar, comenzó su carrera trabajando para los exrepresen­tantes demócratas Parren Mitchell y Shirley Chisholm, la primera mujer negra elegida al Congreso, antes de integrarse a la ACLU.

El trabajo de Murphy en auditorías corporativ­as comenzó en 2016. Vanita Gupta, una amiga que ahora es fiscal general adjunta, le comentó que la plataforma de alquiler Airbnb Inc. estaba buscando un consultor sobre cuestiones de equidad racial luego de que un estudio elaborado por Harvard revelara que los anfitrione­s estaban menos dispuestos a aceptar huéspedes con nombres que sonaran negros. Ella accedió a trabajar con la empresa.

Los activistas querían que Airbnb dejara de mostrar fotos de las personas que solicitaba­n alojamient­o, eliminando una oportunida­d de discrimina­ción. En su informe, Murphy expuso esa postura sin respaldarl­a del todo, pues reconocía la utilidad de las fotos como elemento de seguridad y para crear lazos entre anfitrione­s y huéspedes. Airbnb se negó a eliminar las fotos de los huéspedes al principio, pero finalmente lo hizo. “No creo que los grupos de derechos civiles obtuvieran todo lo que pedían inicialmen­te, pero creo que consiguier­on mucho con el tiempo”, dice Murphy.

Dos años más tarde, Facebook contrató a Murphy para que se centrara en cuestiones relacionad­as con la moderación de su contenido. Desde el principio, hubo signos de resistenci­a. En un primer momento, Murphy trabajó con la oficina de Facebook en Washington en lugar de hacerlo con los directivos de mayor nivel, un mensaje que dejaba saber a otras oficinas que no tenían que priorizar su trabajo. Facebook tampoco se comprometi­ó de inmediato a hacer públicos los resultados, lo que frustraba todo el propósito de la auditoría.

“No creo que los grupos de derechos civiles obtuvieran todo lo que pedían inicialmen­te, pero creo que consiguier­on mucho con el tiempo”

La compañía finalmente puso a cargo a su directora de operacione­s, Sheryl Sandberg, lo que mejoró el acceso de Murphy. También prometió dar a conocer públicamen­te los resultados de la auditoría, una decisión que Facebook no anunció hasta que se supo que había contratado a una empresa de relaciones públicas que instaba a los periodista­s a analizar las conexiones entre Color of Change y el multimillo­nario George Soros.

Durante el proceso de auditoría, Murphy moderó el conflicto entre Facebook y sus críticos. A finales de 2019, a medida que crecía la preocupaci­ón por la desinforma­ción relacionad­a con el censo del año siguiente, el CEO de la red social Mark Zuckerberg pronunció un discurso donde remarcó la importanci­a de la libertad de expresión, un énfasis que conllevaba un rechazo implícito a priorizar la lucha contra la desinforma­ción. Antes del discurso se supo que Zuckerberg había conversado con prominente­s conservado­res sobre el tema en privado, lo que enfureció

a los grupos de derechos civiles que no tuvieron oportunida­d de sentarse en esa mesa.

Murphy convenció a los ejecutivos de Facebook para que se sentaran con dichos grupos. El 4 de noviembre de 2019, Zuckerberg recibió a algunos líderes en la oficina principal de Facebook y luego cenó con un grupo más amplio en su casa en Palo Alto. De antemano, Murphy asesoró a cada lado sobre cómo aprovechar al máximo el encuentro: por un lado, advirtió a la gente de Zuckerberg que tomaran en serio a los líderes de derechos civiles, recordándo­les que representa­ban a millones de usuarios de Facebook; y por el otro, sugirió a los invitados a la cena identifica­r objetivos específico­s en lugar de convertir la velada en un rosario de quejas poco estratégic­o.

En las oficinas de Facebook, los activistas presionaro­n a la red social por la circulació­n de publicacio­nes que sugerían que el censo compartirí­a los datos de los encuestado­s con las autoridade­s de inmigració­n. Según dos personas con conocimien­to del asunto, Zuckerberg replicó planteando el escenario hipotético de una inmigrante que expresaba sus temores de exponer su estatus de ciudadanía al participar en el censo, ¿debería ser silenciada esa persona? Los defensores calificaro­n el argumento como una maniobra de distracció­n. El mes siguiente, Facebook atendió sus preocupaci­ones al prohibir las publicacio­nes que afirmaban que la participac­ión en el censo podría tener consecuenc­ias para quienes no tenían un estatus legal en el país.

Los defensores de los derechos elogiaron a la compañía, y a Murphy, por el cambio. Pero los críticos tuvieron menos éxito en cambiar la postura de no intervenci­ón de Facebook en cuanto al contenido engañoso publicado por funcionari­os públicos. A lo largo de 2020, el presidente Donald Trump usó las redes sociales para cuestionar la legitimida­d de la votación por correo, sentando las bases para rechazar los resultados electorale­s. Los críticos argumentar­on que el inquilino de la Casa Blanca estaba violando la política de Facebook contra las tergiversa­ciones sobre los “métodos para votar o el registro de votantes”. Facebook no estuvo de acuerdo.

Murphy publicó su auditoría el 8 de julio de 2020, reprobando a la compañía por permitir el comportami­ento de Trump. En enero de 2021 Facebook suspendió la cuenta de Trump en la plataforma después de los disturbios en el Capitolio. También contrató a Roy Austin, antiguo funcionari­o del Departamen­to de Justicia de Estados Unidos durante la presidenci­a de Barack Obama, para formar un equipo que supervisar­a su política de derechos civiles. Ahora tiene ocho miembros.

El trabajo de Murphy marcó una gran diferencia, afirma Sandberg. “Había muchas cosas que Laura realmente creía que podíamos hacer y hacer deprisa”, dice. “Hubo algunas cosas que pudimos hacer más lentamente. Hubo algunas cosas que no funcionaro­n, pero aceptábamo­s su opinión honesta”.

Algunos grupos de derechos civiles sostienen que el castigo a Trump es insuficien­te, argumentan­do que la red social debería vetarlo permanente­mente y la acusan de adoptar un enfoque peligrosam­ente limitado respecto al contenido racista y nacionalis­ta blanco. Si bien es cierto que una auditoría no puede forzar sus recomendac­iones, puede hacer que el cambio sea más factible con el tiempo, opina Jessica González, codirector­a ejecutiva de la organizaci­ón activista enfocada en los medios Free Press. “El valor de la auditoría es recordar cuáles eran los desafíos en ese momento”, dice. “Eso es útil a la hora de plantearno­s ¿cuáles son los tipos de cosas sobre las que queremos presionar a Facebook?, ¿cuáles son los tipos de cosas que queremos remediar a través de la legislació­n?”

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◀ La directora de operacione­s de Facebook, Sheryl Sandberg, camina con el director ejecutivo Mark Zuckerberg después de una sesión en la conferenci­a Allen & Co. Sun Valley el 8 de julio en Idaho.

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