GUÍA PRÁCTICA PARA CONOCER A LOS CRIPTO DEVOTOS
PARA LOS ETHEREANOS, BITCOINISTAS, AGRICULTORES Y NOCOINEROS, LOS ACTIVOS DIGITALES NO SON SOLO UNA INVERSIÓN, SINO UNA FORMA DE VIDA.
En un clip (ahora famoso) de 1994 del programa Today, el presentador Bryant Gumbel pregunta a sus compañeros: “¿Qué es internet?”, y aunque dejan caer algunas ideas, parecen confundidos. El actual discurso criptográfico se siente así, todos buscan iluminar a los demás, incluso cuando ellos mismos pueden no comprenderlo del todo. El ecosistema cripto ya ha acuñado industrias enteras, mientras que la mayoría de la gente aún no puede distinguir siquiera un token de un Pokémon. Allí tenemos a Bitcóin y Ethereum, Dogecoin y SafeMoon, Chainlink y Solana y Polkadot y Polygon y Cardano y...
Entre los criptodevotos (en particular los maximalistas, que creen en una única moneda verdadera), las diferencias entre las monedas son fundamentales. Cuál tienes dice mucho sobre quién eres: tu filosofía, tu círculo de amigos e incluso tu sentido de la moda. Cada criptomoneda representa una cultura completa, con sus propios memes, estética, lenguaje, voces confiables y estructura de poder. Comprar una no es solo una inversión, es una declaración de identidad.
Como dijo Aleksandar Svetski, un confeso “supremacista del bitcóin”, durante un panel en la conferencia Bitcóin 2021 celebrada en junio en Miami: “No me importa lo que digas, muéstrame tu cuenta bancaria y te diré en qué crees”. Quizás lo contrario también sea cierto: si deseas comprender uno de estos misteriosos nuevos activos, observa a sus creyentes.
Aunque este año las personas han comprado más criptomonedas que nunca, el sector está atrayendo un creciente escrutinio por parte de reguladores de todo el mundo. En junio, China prohibió la minería de bitcóin. El presidente de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, Gary Gensler, ha indicado la necesidad de reglas más estrictas. Casi todas las semanas sabemos de un fraude en el sector o de un que exige el pago en bitcoines. Y aunque la mayoría de las monedas alcanzaron máximos históricos en mayo, el mercado ha perdido una quinta parte de su valor desde entonces.
En este tenso entorno, las huestes de fanáticos se han reunido: los maximalistas
del bitcóin, los ethereanos, el ejército Doge, los Link Marines de Chainlink y otros altcoiners o partidarios de monedas alternativas. La motivación es en parte llevar agua a su molino, con la esperanza de que cuantas más personas escuchen acerca de una moneda, más probabilidades habrá de que la compren. Pero las tribus también ayudan a delinear el alcance, los principios y las prioridades de sus proyectos.
Cada día nacen nuevas monedas y pocas sobreviven. En algunos casos, los ganadores son los activos que ofrecen la mejor tecnología o resuelven un problema espinoso. Pero a menudo, los tokens más populares simplemente tienen los promotores más ruidosos (por ejemplo, Elon Musk). Para los profanos, las guerras de las criptomonedas pueden sonar como las luchas intestinas del Frente Popular de Judea contra el Frente Judaico Popular de La vida de Brian de los Monty Python. Pero para aquellos que invirtieron en cripto, financiera y emocionalmente, las diferencias no podrían ser más significativas y las implicaciones para el futuro digital no podrían ser mayores.
BITCOINISTAS
La primera vez que Sal Strom escuchó sobre bitcóin, tuvo una reacción física. En 2017, la artista estaba cenando con un amigo en Oregon cuyo hijo estaba invirtiendo en “dinero de internet”, recuerda Strom. Ella ya usaba dinero en efectivo tan raramente que esto le pareció el siguiente paso en una evolución: “Todos los pelos de mi brazo se erizaron. Mi cuerpo dijo ‘Esto es real’”.
Strom se fue a casa e investigó. La idea del dinero descentralizado que vive en internet “simplemente hizo sentido para mí”, dice. Strom también llevaba años endeudada, cambiando de una tarjeta de crédito a otra. El bitcóin prometía una salida, pues ella esperaba que su valor aumentara a medida que más personas lo adoptaran. Y transfirió al bitcóin los ahorros que tenía invertidos en acciones.
Strom, de 64 años, no encaja en el arquetipo del bitcoinista puritano libertario. Pero la forma en que habla de su moneda evoca el lenguaje y las actitudes que abrazan legiones de fieles. Ella no solo aprendió sobre bitcóin; “tomó la píldora naranja”, “bajó por la madriguera del conejo” y lo “estudió” como el Talmud. Se refiere a las criptomonedas distintas de bitcóin como “shitcoins” (monedas de mierda) y habla de “juntar sats” o satoshis, la unidad más pequeña del bitcóin que lleva el nombre del seudónimo del fundador, Satoshi Nakamoto (un bitcóin es igual a 100 millones de satoshis).
Para la mayoría del mundillo, bitcóin es la droga de entrada. Es una idea simple y elegante: una moneda digital que cualquiera puede enviar y recibir sin intermediarios, como bancos o gobiernos.
Las transacciones se ejecutan y registran en la cadena de bloques o blockchain, un libro contable descentralizado almacenado en las computadoras de todos los que participan en la cadena alrededor del mundo. A cambio de brindar seguridad al libro, los “mineros” son recompensados con nuevas monedas y comisiones de transacción. Sus defensores dicen que es una reserva de valor (“oro digital”), un medio de intercambio y una cobertura contra la inflación. No es necesario que comprendas las complejidades de la tecnología blockchain para asimilar que solo habrá 21 millones de bitcoines. A medida que aumenta la demanda y la oferta permanece fija, según la lógica, el precio aumentará.
Pero el principal atractivo del bitcóin tal vez sea su romanticismo: descentraliza el dinero, dicen sus devotos, y arrebata el poder a los bancos y al Estado. Para los aspirantes a revolucionarios, comprar bitcoines es como asaltar la Bastilla, sin siquiera tener que vestirse. Y si ves unos ojos láser en sus perfiles de Twitter, ese es el símbolo de su lealtad.
La duda de los demás fortalece su creencia. “Todos los que conozco están en contra”, dice Strom. Su hijo, asesor financiero, le pidió no invertir en bitcóin, y su pareja, que trabaja en tecnología, le dijo que era una estafa (él prefiere Ethereum). Al mismo tiempo, el bitcóin los acerca a otros discípulos. Strom y la artista Carole Ann Danner, quienes exhibieron su trabajo en la conferencia de bitcóin, congeniaron por su pasión compartida. “Ella está más obsesionada que yo”, dice Strom.
A pesar de todo el alardeo revolucionario, no hay mucha diversidad en la comunidad, al menos en Estados Unidos. “No hay muchas mujeres negras aquí”, se lamenta Andile Ndlovu en la conferencia de Miami. Ndlovu, que nació en Zimbabue y trabaja en la industria de la música en Los Ángeles, lo atribuye a la percepción entre los afroamericanos de que la criptografía es “elitista” o tienes que ser rico para participar.
Discutir con un bitcoiner es inútil. Hay una respuesta a cualquier objeción: la energía necesaria para mantener la red destruye el medio ambiente, ¡pero incentiva la energía verde! Es lento, ¡pero la nueva red Lightning lo agiliza! No sobrevivirá a la regulación, ¡pero no se puede controlar! Es un esquema Ponzi, ¡pero también lo es cualquier activo nuevo que atraviesa por la determinación de precios!
Para muchos fanáticos, el bitcóin se reduce a la fe: creen que tendrá éxito porque creen que otros también creerán que tendrá éxito. Si ese razonamiento suena circular, dicen, así funciona el dinero. Ahora es simplemente cuestión de convencer al resto.
Ahí es donde entran los maxis o maximalistas. Mientras que Strom no evangeliza sobre su moneda, Svetski, el empresario australiano “supremacista del bitcóin”, lo considera su deber. “Somos los glóbulos blancos de la red”, dijo durante un panel en la conferencia de Miami. “Si el centro no se sostiene, nos convertimos en otra moneda de mierda”. Por lo tanto, los maximalistas deben promover el bitcóin y derribar las narrativas contrarias. Svetski me dice que quiere mantener su moneda alineada con sus ideales originales de libertad y resistencia a la censura. “Este es el dinero perfecto”, dice, tiene “raíces en las matemáticas” y las leyes de la termodinámica. En el futuro recordaremos los tres grandes inventos de la humanidad como “el fuego, el bitcóin y la teletransportación”.