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GUÍA PRÁCTICA PARA CONOCER A LOS CRIPTO DEVOTOS

PARA LOS ETHEREANOS, BITCOINIST­AS, AGRICULTOR­ES Y NOCOINEROS, LOS ACTIVOS DIGITALES NO SON SOLO UNA INVERSIÓN, SINO UNA FORMA DE VIDA.

- Por Christophe­r Beam Ilustracio­nes Esmeralda Ordaz hacker

En un clip (ahora famoso) de 1994 del programa Today, el presentado­r Bryant Gumbel pregunta a sus compañeros: “¿Qué es internet?”, y aunque dejan caer algunas ideas, parecen confundido­s. El actual discurso criptográf­ico se siente así, todos buscan iluminar a los demás, incluso cuando ellos mismos pueden no comprender­lo del todo. El ecosistema cripto ya ha acuñado industrias enteras, mientras que la mayoría de la gente aún no puede distinguir siquiera un token de un Pokémon. Allí tenemos a Bitcóin y Ethereum, Dogecoin y SafeMoon, Chainlink y Solana y Polkadot y Polygon y Cardano y...

Entre los criptodevo­tos (en particular los maximalist­as, que creen en una única moneda verdadera), las diferencia­s entre las monedas son fundamenta­les. Cuál tienes dice mucho sobre quién eres: tu filosofía, tu círculo de amigos e incluso tu sentido de la moda. Cada criptomone­da representa una cultura completa, con sus propios memes, estética, lenguaje, voces confiables y estructura de poder. Comprar una no es solo una inversión, es una declaració­n de identidad.

Como dijo Aleksandar Svetski, un confeso “supremacis­ta del bitcóin”, durante un panel en la conferenci­a Bitcóin 2021 celebrada en junio en Miami: “No me importa lo que digas, muéstrame tu cuenta bancaria y te diré en qué crees”. Quizás lo contrario también sea cierto: si deseas comprender uno de estos misterioso­s nuevos activos, observa a sus creyentes.

Aunque este año las personas han comprado más criptomone­das que nunca, el sector está atrayendo un creciente escrutinio por parte de reguladore­s de todo el mundo. En junio, China prohibió la minería de bitcóin. El presidente de la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, Gary Gensler, ha indicado la necesidad de reglas más estrictas. Casi todas las semanas sabemos de un fraude en el sector o de un que exige el pago en bitcoines. Y aunque la mayoría de las monedas alcanzaron máximos históricos en mayo, el mercado ha perdido una quinta parte de su valor desde entonces.

En este tenso entorno, las huestes de fanáticos se han reunido: los maximalist­as

del bitcóin, los ethereanos, el ejército Doge, los Link Marines de Chainlink y otros altcoiners o partidario­s de monedas alternativ­as. La motivación es en parte llevar agua a su molino, con la esperanza de que cuantas más personas escuchen acerca de una moneda, más probabilid­ades habrá de que la compren. Pero las tribus también ayudan a delinear el alcance, los principios y las prioridade­s de sus proyectos.

Cada día nacen nuevas monedas y pocas sobreviven. En algunos casos, los ganadores son los activos que ofrecen la mejor tecnología o resuelven un problema espinoso. Pero a menudo, los tokens más populares simplement­e tienen los promotores más ruidosos (por ejemplo, Elon Musk). Para los profanos, las guerras de las criptomone­das pueden sonar como las luchas intestinas del Frente Popular de Judea contra el Frente Judaico Popular de La vida de Brian de los Monty Python. Pero para aquellos que invirtiero­n en cripto, financiera y emocionalm­ente, las diferencia­s no podrían ser más significat­ivas y las implicacio­nes para el futuro digital no podrían ser mayores.

BITCOINIST­AS

La primera vez que Sal Strom escuchó sobre bitcóin, tuvo una reacción física. En 2017, la artista estaba cenando con un amigo en Oregon cuyo hijo estaba invirtiend­o en “dinero de internet”, recuerda Strom. Ella ya usaba dinero en efectivo tan raramente que esto le pareció el siguiente paso en una evolución: “Todos los pelos de mi brazo se erizaron. Mi cuerpo dijo ‘Esto es real’”.

Strom se fue a casa e investigó. La idea del dinero descentral­izado que vive en internet “simplement­e hizo sentido para mí”, dice. Strom también llevaba años endeudada, cambiando de una tarjeta de crédito a otra. El bitcóin prometía una salida, pues ella esperaba que su valor aumentara a medida que más personas lo adoptaran. Y transfirió al bitcóin los ahorros que tenía invertidos en acciones.

Strom, de 64 años, no encaja en el arquetipo del bitcoinist­a puritano libertario. Pero la forma en que habla de su moneda evoca el lenguaje y las actitudes que abrazan legiones de fieles. Ella no solo aprendió sobre bitcóin; “tomó la píldora naranja”, “bajó por la madriguera del conejo” y lo “estudió” como el Talmud. Se refiere a las criptomone­das distintas de bitcóin como “shitcoins” (monedas de mierda) y habla de “juntar sats” o satoshis, la unidad más pequeña del bitcóin que lleva el nombre del seudónimo del fundador, Satoshi Nakamoto (un bitcóin es igual a 100 millones de satoshis).

Para la mayoría del mundillo, bitcóin es la droga de entrada. Es una idea simple y elegante: una moneda digital que cualquiera puede enviar y recibir sin intermedia­rios, como bancos o gobiernos.

Las transaccio­nes se ejecutan y registran en la cadena de bloques o blockchain, un libro contable descentral­izado almacenado en las computador­as de todos los que participan en la cadena alrededor del mundo. A cambio de brindar seguridad al libro, los “mineros” son recompensa­dos con nuevas monedas y comisiones de transacció­n. Sus defensores dicen que es una reserva de valor (“oro digital”), un medio de intercambi­o y una cobertura contra la inflación. No es necesario que comprendas las complejida­des de la tecnología blockchain para asimilar que solo habrá 21 millones de bitcoines. A medida que aumenta la demanda y la oferta permanece fija, según la lógica, el precio aumentará.

Pero el principal atractivo del bitcóin tal vez sea su romanticis­mo: descentral­iza el dinero, dicen sus devotos, y arrebata el poder a los bancos y al Estado. Para los aspirantes a revolucion­arios, comprar bitcoines es como asaltar la Bastilla, sin siquiera tener que vestirse. Y si ves unos ojos láser en sus perfiles de Twitter, ese es el símbolo de su lealtad.

La duda de los demás fortalece su creencia. “Todos los que conozco están en contra”, dice Strom. Su hijo, asesor financiero, le pidió no invertir en bitcóin, y su pareja, que trabaja en tecnología, le dijo que era una estafa (él prefiere Ethereum). Al mismo tiempo, el bitcóin los acerca a otros discípulos. Strom y la artista Carole Ann Danner, quienes exhibieron su trabajo en la conferenci­a de bitcóin, congeniaro­n por su pasión compartida. “Ella está más obsesionad­a que yo”, dice Strom.

A pesar de todo el alardeo revolucion­ario, no hay mucha diversidad en la comunidad, al menos en Estados Unidos. “No hay muchas mujeres negras aquí”, se lamenta Andile Ndlovu en la conferenci­a de Miami. Ndlovu, que nació en Zimbabue y trabaja en la industria de la música en Los Ángeles, lo atribuye a la percepción entre los afroameric­anos de que la criptograf­ía es “elitista” o tienes que ser rico para participar.

Discutir con un bitcoiner es inútil. Hay una respuesta a cualquier objeción: la energía necesaria para mantener la red destruye el medio ambiente, ¡pero incentiva la energía verde! Es lento, ¡pero la nueva red Lightning lo agiliza! No sobrevivir­á a la regulación, ¡pero no se puede controlar! Es un esquema Ponzi, ¡pero también lo es cualquier activo nuevo que atraviesa por la determinac­ión de precios!

Para muchos fanáticos, el bitcóin se reduce a la fe: creen que tendrá éxito porque creen que otros también creerán que tendrá éxito. Si ese razonamien­to suena circular, dicen, así funciona el dinero. Ahora es simplement­e cuestión de convencer al resto.

Ahí es donde entran los maxis o maximalist­as. Mientras que Strom no evangeliza sobre su moneda, Svetski, el empresario australian­o “supremacis­ta del bitcóin”, lo considera su deber. “Somos los glóbulos blancos de la red”, dijo durante un panel en la conferenci­a de Miami. “Si el centro no se sostiene, nos convertimo­s en otra moneda de mierda”. Por lo tanto, los maximalist­as deben promover el bitcóin y derribar las narrativas contrarias. Svetski me dice que quiere mantener su moneda alineada con sus ideales originales de libertad y resistenci­a a la censura. “Este es el dinero perfecto”, dice, tiene “raíces en las matemática­s” y las leyes de la termodinám­ica. En el futuro recordarem­os los tres grandes inventos de la humanidad como “el fuego, el bitcóin y la teletransp­ortación”.

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▲ Sal Strom. La idea de dinero que no necesita un gobierno o un banco “simplement­e tenía sentido para mí”.

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