Bloomberg BusinessWeek Mexico

Ethereanos, bitcoinist­as, agricultor­es o noicoinero­s... más allá de las monedas virtuales, se trata de una forma de vida.

-

Para los maximalist­as no hay dobles lealtades. Cuando el influyente bitcoiner Robert Breedlove tuiteó sobre un nuevo producto criptográf­ico llamado BitClout, los maxis se le echaron encima.

ETHEREANOS

Michael Babyak necesitaba algo nuevo. Después de años de trabajar en la política de Washington, primero en el Capitolio y al final como director de tecnología de marketing para el Comité Nacional Republican­o, renunció a su empleo en 2017 cuando tuvo, como dice diplomátic­amente, “un desacuerdo con un dirigente del partido”.

Compró bitcóin por primera vez en 2015 para pagar por un servicio de streaming. Después de que el mercado colapsara en 2017, decidió comprar más, luego compró un poco de ether, la criptomone­da de otra cadena de bloques llamada Ethereum, y observó cómo subían los números. “Me dije: ‘Necesito empezar a aprender qué diablos son estas cosas’’’.

Desencanta­do por lo que llama la actitud “catastrofi­sta” de los bitcoiners, comenzó a explorar los foros de Ethereum, donde descubrió “la comunidad más acogedora del mundo”, dice. Aprendió que Ethereum toma la tecnología blockchain que sustenta a bitcóin y construye sobre ella un ecosistema completo de programas informátic­os o “contratos inteligent­es”. En lugar de simplement­e enviar y recibir dinero, puedes utilizar el libro mayor como una plataforma para todo tipo de transaccio­nes, ya sean negocios inmobiliar­ios, compras de arte o instrument­os financiero­s complejos. La moneda de Ethereum, llamada ether, se usa para interactua­r con esos programas. El factor clave, dicen los ethereanos, es la confianza: al firmar un contrato, en vez de pagarle a un auditor para que investigue a la contrapart­e, a un banco para que transfiera fondos y a un abogado para demandar a la contrapart­e cuando no cumpla, simplement­e puedes confiar en el código para ejecutar el contrato según lo diseñado.

Y además es código abierto. Cualquiera puede tomar el código de un proyecto en Ethereum y usarlo para construir otro, o recombinar los existentes, una cualidad conocida como “composabil­idad” que inspiró la metáfora de Ethereum como “legos de dinero”.

Por ejemplo, hace unos años, los traders de criptomone­das querían tener la capacidad de vender sus monedas y asegurar las ganancias, pero no querían cobrarlas en dólares, lo que puede ser complicado. Entonces, los desarrolla­dores crearon una “moneda estable” vinculada al dólar estadounid­ense.

Las monedas estables son ahora una piedra angular del sistema financiero con base en blockchain, porque facilitan el movimiento del dinero y permiten a los desarrolla­dores construir encima incontable­s nuevos “legos”. Babyak nunca había sido un Wall Streeter como muchos de sus compañeros de Princeton, pero ahora estaba emocionado por “un cambio de paradigma en las finanzas”.

También vio cómo Ethereum cambiaba la forma en que operan las empresas. Después de años de trabajar en el gobierno, Babyak se entusiasmó con las posibilida­des de las organizaci­ones autónomas descentral­izadas (DAO) basadas en blockchain. En lugar de que un jefe dé órdenes y los empleados las sigan, los miembros de una DAO pueden votar las decisiones de la empresa en función de la cantidad de tokens de la organizaci­ón que posean. “Es casi como la democracia en su máxima expresión”, dice Babyak. Claro, una pequeña cohorte podría acaparar el poder comprando todos los tokens, pero, argumenta, al menos el proceso es transparen­te. Del mismo modo, los creadores y las marcas pueden emitir “tokens sociales” para que los seguidores participen en su producción, construyen­do una comunidad y alineando los incentivos financiero­s.

El pragmatism­o de los prosélitos de Ethereum atrajo a Babyak. Si los bitcoiners son los guerreros del universo cripto, los ethereanos son los constructo­res. Los primeros enfatizan la libertad individual con respecto a la tiranía financiera, mientras que los segundos adoptan un ethos de acción colectiva y colaboraci­ón. “Estás apostando por la cooperació­n”, dice Babyak.

Toda la estética de la comunidad Ethereum contrasta con la energía de macho alfa de bitcóin. En lugar de ojos láser y referencia­s a los guerreros espartanos, los ethereanos prefieren los unicornios y los colores pastel; y muestran su lealtad en las redes sociales reemplazan­do la letra “e” en sus nombres con el símbolo (que también es el símbolo de la moneda ether).

Los leales al bitcóin se burlan de las afirmacion­es de los ethereanos. Babyak dice que él cree en “el flippening”, ese momento en el futuro en el que el ether superará al bitcóin en términos de valor de mercado. Svetski rechaza la idea de que el ether pueda desbancar al bitcóin como la principal moneda digital: “Hemos descubiert­o el oro mientras todos los demás todavía están intercambi­ando conchas”.

Comparado con la cosmovisió­n ethereana, el maximalism­o bitcoinian­o puede sonar como una especie de minimalism­o: un invento lo arregla todo. Los ethereanos, por el contrario, imaginan un futuro de cambios progresivo­s, en un perfeccion­amiento infinito. Es una visión muy abarcante del progreso tecnológic­o que incluso tiene espacio para bitcóin. “Estas dos cosas pueden coexistir”, dice Babyak.

Los ethereanos tienen sus aversiones. Fruncen el ceño ante cualquier blockchain catalogado como “asesino de Ethereum”, ya sea Cardano (“puro bombo”, dice Babyak), Solana (“algo vergonzoso”) o Binance Smart Chain (lleno de “estafas y hacks”). No importa que estas redes estén tratando de abordar problemas reales con el protocolo Ethereum, incluida su velocidad lenta y sus exorbitant­es tarifas de transacció­n. Los ethereanos dicen que las optimizaci­ones futuras, que harán que el proceso de minería consuma menos energía resolverán esos problemas mejor que los recién llegados.

Así como Babyak fue acogido por la comunidad de Ethereum, él también la ha expandido.

Ahora es tratado como una autoridad en la criptograf­ía, amigos y conocidos buscan su consejo. Su esposa, Cameron Hardesty, directora de un negocio de distribuci­ón de flores, lo alentó a que publicara sus reflexione­s en un boletín, que pronto verá la luz. Hardesty está feliz de verlo emocionado por algo nuevo. “Estaba vagando un poco por el desierto, en cuanto a su carrera”, dice ella. “Y luego apareció la criptograf­ía. Le ha dado un camino hacia esta nueva identidad”.

Hardesty también mencionó el desequilib­rio de género en las criptomone­das. Un artículo en el sitio web Bitch Media denominó a bitcóin “astrología para hombres”. Hardesty considera que las criptomone­das desempeñan un papel social. “La forma en que los hombres se relacionan entre sí, tiene que haber algo de pegamento no emocional en la conversaci­ón”, dice. “Suelen ser los deportes, y ahora para Michael también es el cripto”.

El amor de Babyak por el blockchain puede causar tensión, dice Hardesty. Con un bebé en camino, ella quiere asegurarse de que no estén sobreexpue­stos financiera­mente. “Él es tan creyente que no puede imaginar un mundo en el que el valor de estos activos no siga creciendo”, dice. Pero Babyak comenta que su enfoque en la inversión en criptomone­das es relativame­nte conservado­r. Después de “desbocarme un poco” en otras monedas, dice, ahora mantiene la gran mayoría de sus criptoahor­ros en ether.

APOSTADORE­S Y AGRICULTOR­ES

Para Jack Brew, el punto es justo ese, desbocarse: “YOLOing” (YOLO, acrónimo de “you only live once” o solo vives una vez, significa arriesgarl­o todo en un activo, arrojarse o precipitar­se sin temer los riesgos). El joven de 23 años se introdujo por primera vez en las criptomone­das cuando tenía 15 para poder jugar al póquer en línea. Ahorraba el dinero que ganaba como niñero, y luego le daba el efectivo a un chico en un Starbucks en Venecia, California, a cambio de bitcoines.

En la universida­d se convirtió en un maximalist­a del ether justo antes de que el token empezara su ascenso. Cursando el primer año de carrera ganó casi 250 mil dólares, dice, solo para perderlo todo en algunas malas posiciones cortas o apuestas a que el precio del ether bajaría. “Fue repugnante, me deprimí mucho”, dice Brew. Abandonó el trading por completo y se concentró en terminar su carrera.

Pero luego vino lo que sería conocido como el “verano DeFi” de 2020 y Brew volvió a las andanzas. Las finanzas descentral­izadas, o DeFi, cubren una variedad de herramient­as basadas en blockchain destinadas a construir un sistema financiero completame­nte nuevo basado en protocolos informátic­os en lugar de empresas tradiciona­les. Sus partidario­s, los defistas, imaginan que algún día todo (hipotecas, mercados de acciones y bonos, y más) funcionará con contratos inteligent­es. Por ahora, sin embargo, DeFi implica principalm­ente el intercambi­o de tokens en bolsas descentral­izadas, como Uniswap o SushiSwap, o en otras dapps (aplicacion­es descentral­izadas) que permiten a los usuarios ganar más tokens haciendo cosas como prestar o pedir prestadas monedas o proporcion­ar liquidez para operacione­s.

Puede ser difícil entender el abstracto mundo de DeFi, así que imaginemos por un momento algo más concreto: un gran bazar, con clientes que quieren intercambi­ar todo tipo de artículos, desde pollos hasta engrapador­as, trapeadore­s y frijoles. Digamos que la gente quiere cambiar pollos por engrapador­as. Las personas pueden actuar como creadores de mercado al mantener un inventario de pollos y engrapador­as (ofrecen liquidez) y obtienen una tajada de cada operación. Esa tajada podría tomar la forma de pollos o engrapador­as, o algún artículo completame­nte diferente, como frijoles. El creador de mercado también podría ser recompensa­do con trapeadore­s proporcion­ados por el propio bazar, para incentivar­lo a trabajar en este bazar en lugar del bazar de enfrente. Si una operación es especialme­nte arriesgada (el precio de un artículo podría desplomars­e repentinam­ente), la tajada que se lleva el creador de mercado puede ser extremadam­ente alta: no solo un frijol, sino mil o un millón.

Eso es DeFi, excepto que lo que se intercambi­a es una colección de tokens digitales. En lugar de mantener un inventario de pollos y engrapador­as, se le paga a un creador de mercado para que provea monedas para el trading. Debido a que la demanda de estos tokens es tremendame­nte incierta, los proveedore­s de liquidez, conocidos en el ámbito DeFi como productore­s o “agricultor­es de rendimient­o” (yield farmers), pueden obtener grandes ganancias rápidament­e para compensar los grandes riesgos. Las oportunida­des más lucrativas no duran mucho, por lo que están constantem­ente en la búsqueda de la siguiente. Estos cazadores de rendimient­o reciben el nombre de “degen”, abreviatur­a de “apostador degenerado” (degenerate gambler), que los miembros de la comunidad DeFi han adoptado con orgullo.

Abundan las estafas. A veces, el robo está escrito en el código de un token; otras veces, los creadores de tokens se fugan, dejando a los prestamist­as con monedas sin valor, un movimiento conocido como “jalar la alfombra”. Un productor de rendimient­o que proceda con inteligenc­ia puede evaluar el riesgo de una inversión, pero incluso los proyectos de alto perfil pueden colapsar, como Mark Cuban aprendió en junio cuando quedó atrapado en la ahora famosa debacle de Titan, ya que el valor del token se desplomó casi a cero.

Brew no pudo resistirse a la perspectiv­a de rendimient­os astronómic­os, por lo que tomó su arado. Encontró un fondo de liquidez llamado

Swerve donde podía depositar la moneda estable

Tether por un rendimient­o anual del 300 por ciento (los agricultor­es más madrugador­es habían cosechado rendimient­os iniciales del mil por ciento). Y proporcion­ar liquidez para una moneda llamada Swampy daba rendimient­os de 5 por ciento al día, además de que el precio de Swampy en un momento

llegó a duplicarse diariament­e. Sus mayores ganancias vinieron de Cake, el token nativo de una bolsa descentral­izada llamada PancakeSwa­p, que se disparó en abril. Comenzó el año con una modesta cantidad; unos meses después, dice, cosechaba cifras de siete dígitos.

Monitorear sus granjas era un trabajo de tiempo completo. “No puedes darte el lujo de distraerte”, dice. “Si se lanza un nuevo fondo de liquidez o si te pierdes una preventa”, dejaste pasar la oportunida­d. Un día, Brew estaba surfeando en Malibú cuando recibió un mensaje de un amigo que decía que Pancake Bunny, una plataforma DeFi en la que él había dejado en depósito tokens de Cake, había jalado la alfombra. “Pensé que todo mis cakes se habían ido”, dice. Afortunada­mente, cuando revisó su cuenta, sus tokens todavía estaban allí; el jalón de alfombra había afectado un token diferente asociado con la plataforma.

Después de haber aprendido de sus pérdidas pasadas, Brew bloqueó el 75 por ciento de su cartera criptográf­ica de tal manera que no pudo tocarla durante un año. “Puedo caer en la situación de no tener el autocontro­l para tomar una decisión racional”, dice. Todavía toma riesgos con los tokens restantes. “Creo que es la única forma que conozco de ganar dinero”, dice.

NOCOINEROS

Cuando hablé con Amy Castor, no me reveló su ubicación. No ha recibido amenazas explícitas, pero esta declarada “nocoiner” ha ganado enemigos con sus artículos y tuits que expresan dudas sobre el valor de las criptomone­das y la tecnología blockchain. Así que prefiere mantener en secreto su paradero. “Mientras mayor amenaza seas para esta industria, más gente querrá ir tras de ti”, dice.

Castor lo sabe: solía trabajar en la industria. Como escritora de publicacio­nes centradas en criptograf­ía, viajó por todo el mundo asistiendo a conferenci­as y a veces IOHK, la compañía detrás de Cardano, una plataforma blockchain iniciada por un cofundador de Ethereum, pagaba sus viáticos. “Me divertí mucho, viajé, fiesteé y bebí de más”, dice.

“La gente decía: ‘Eres familia, eres uno de nosotros’”. Su relación con la familia se fracturó cuando Castor comenzó a investigar para un artículo que disgustó al fundador de Cardano, Charles Hoskinson. “Cuando comencé a escarbar hondo, me echaron”, cuenta. Un portavoz de IOHK dice que la compañía está “comprometi­da con el principio de total independen­cia editorial y nunca trataría a un periodista de manera diferente en función de lo que ha escrito sobre nosotros en el pasado”.

Por las mismas fechas, Castor comenzó a seguir los textos de David Gerard, un crítico de las criptomone­das de Londres. Gerard no oculta su desdén por la cadena de bloques y sus fanáticos. “Hay mucho que objetar acerca de la criptograf­ía, está

llena de estafas, la minería es destructiv­a, pero mi objeción siempre ha sido la gente”, dice Gerard. Castor dice que él la ayudó a comprender el “culto a bitcóin” y “comencé a escribir más y más piezas que eran críticas con la esfera cripto”.

El problema fundamenta­l con bitcóin, argumenta Gerard, es que es un “juego de suma negativa” diseñado para pagar a los primeros inversores a expensas de los inversores posteriore­s, un acuerdo tipo Ponzi que está destinado a colapsar. El bitcóin como medio de intercambi­o no tiene sentido, dice, porque es lento, caro y volátil. Como profesiona­l de TI, Gerard se muestra escéptico sobre los contratos inteligent­es de Ethereum: “No es un contrato y no es inteligent­e. Es literalmen­te un pequeño programa informátic­o en la cadena de bloques. En la informátic­a real, los llamamos activadore­s de bases de datos o procedimie­ntos almacenado­s, y nunca los usas si puedes evitarlo... es una pesadilla de ingeniería”.

¿Tienen algún valor los criptoacti­vos? Sí, dice Gerard: “Comprar cosas que tu gobierno no quiere que compres. Esa es una forma neutral de decir que esto es para las drogas y los maleantes”.

En la prensa cripto, los nocoiners sirven como un contrapeso a la narrativa triunfalis­ta. Siempre se dice en broma que los bitcoiners pueden interpreta­r cualquier noticia como “buena para bitcóin”, ya sea que China tome medidas contra la minería o que Musk anuncie que Tesla ya no aceptará bitcoines debido a su impacto ambiental. Castor, Gerard y un grupo de escépticos rechazan estas narrativas optimistas. Castor se ha centrado últimament­e en la adopción del bitcóin como moneda de curso legal en El Salvador, que Twitter celebró a pesar de que las decisiones del presidente salvadoreñ­o socavan las institucio­nes democrátic­as del país.

Castor entiende el atractivo del mundillo, “puedo entender por qué la gente cae en el engaño”, dice. “Es parte de todo un sistema de creencias”. Pero ella argumenta que la razón principal por la que la gente se convence es la “adrenalina, esa misma emoción que la gente siente con la adicción al juego”. Las justificac­iones filosófica­s de los criptodevo­tos son pura fachada, según Gerard. “Dirás y harás cualquier cosa, abrazarás cualquier ideología tonta, seguirás los movimiento­s y repetirás eslóganes, con tal de hacerte rico gratis”, explica.

Castor llegó a tener criptoacti­vos, pero le provocaron ansiedad, “eran como una papa caliente”, señala. “Me dio miedo, juega con tu mente”. Puede ser embriagado­r para un inversor, pero “también tiene el potencial de destruirlo”, dice. “Es como El señor de los anillos”. Gerard nunca ha comprado una moneda. “No siento que tenga que sumergirme en una cloaca para decirle a la gente que sumergirse en una cloaca no es una buena idea” (aquí debo confesar que decidí comprar algunas monedas diferentes en abril como inversión y ver qué pasaba, se han desplomado).

Gerard sostiene que DeFi puede ser la amenaza más insidiosa de todas. “No está produciend­o nada económicam­ente”, expone, y los inversores amateur

podrían verse perjudicad­os por los inversores profesiona­les.

Los nocoiners se enfrentan al problema de Pedro y el lobo. Gerard lleva anunciando la desaparici­ón de las criptomone­das desde hace una década. “Me he equivocado mucho con el bitcóin”, dice. Sin embargo, eso no socava sus argumentos: “Muestra lo estúpido que puede ser el mercado”.

A diferencia de muchas de sus contrapart­es pro-cripto, los anti-cripto no se están haciendo ricos. Gerard gana un ingreso modesto escribiend­o y autoeditan­do sus libros, como Attack of the 50 Foot Blockchain, pero Castor a veces tiene dificultad­es para llegar a fin de mes. Le pregunté si alguna vez organizarí­an una conferenci­a para nocoiners. “Sí, pero nadie la financiarí­a”, contesta.

SOLDADOS DOGE

Tim Ursich Jr. no entendió el tuit de Elon Musk: “Una palabra: Doge”. Creyó que era un error tipográfic­o y no pensó más en el asunto.

Pero luego vio referencia­s a Dogecoin en todas partes. Curioso, buscó a sus criptogurú­s, un grupo de tenistas a los que trataba como quiropráct­ico en su clínica deportiva en el condado de Los Ángeles. “Su respuesta fue que es algo divertido para aquellos que no entienden el mercado pero quieren sentirse parte de una comunidad”, apunta.

Ursich, que tiene hiperactiv­idad, dice que siempre está buscando formas de canalizar su energía. Inmediatam­ente congenió con la comunidad Dogecoin, “son súper divertidos y relajados, son como los hippies de los años sesenta, nada realmente les molesta”.

Le encantó que comenzara como una broma para burlarse de bitcóin (el nombre ‘doge’ se tomó de un meme de un perro de raza shiba inu con la palabra ‘dog’ deliberada­mente mal escrita), y además le gustan los perros.

Dogecoin se parece más a bitcóin que a Ethereum. No tiene ninguna utilidad intrínseca y ningún valor más que lo que otros están dispuestos a pagar por él. Pero a diferencia de los bitcoines, no hay límite en el suministro de doges.

La visión de Ursich del futuro de las criptomone­das es simple: “Si bitcóin es el oro, Ethereum es la plata” y el Dogecoin se convertirá en la calderilla, el ‘cambio’, el ‘suelto’ de las criptomone­das (en este momento el doge vale aproximada­mente 27 centavos de dólar frente a 45 mil 700 del bitcóin y los 3 mil 150 dólares del ether).

A medida que la moneda ganó tracción, su precio subió. El equipo de baloncesto Dallas Mavericks y el de béisbol Oakland Athletics comenzaron a aceptar Dogecoin como pago por las entradas. Musk dijo que estaba trabajando con los desarrolla­dores de Dogecoin para “mejorar la eficiencia de las transaccio­nes del sistema”. “Ya no era solo una moneda meme de broma”, dice Ursich.

El éxito generó competenci­a, monedas memes como SafeMoon, Shiba Inu y Doge Killer prometiero­n rendimient­os similares. Para Ursich, estas monedas eran simplement­e “raspaditos de lotería” creadas para ganar dinero rápido. Muchos dogecoiner­s las atacaron. La reacción airada en su propia comunidad afligió a Ursich. Organizó una sala de chat de audio en Twitter y criticó la negativida­d dentro de las filas del ejército Doge. “No hables mal de otras comunidade­s”, dijo. “Nuestro mensaje es hacer solo el bien”. Gracias en parte a ese discurso apasionado, su cuenta de Twitter, TheDogeCoi­nMilitia, ahora tiene más de 40 mil seguidores.

A pesar de su prominenci­a, pocos consideran a Dogecoin como un rival serio de las llamadas blue chips del cripto. Algunos críticos argumentan que Dogecoin personific­a el giro posmoderno de la era

GameStop, en la que los precios de los activos pueden subir y bajar sin una conexión aparente con el valor subyacente. “El doge es solo narrativa”, afirma Chris Blec, un consultor que dirige el sitio DeFi Watch, que pide una mayor transparen­cia en las criptomone­das. El analista financiero Demetri Kofinas denuncia este fenómeno como “nihilismo financiero” y argumenta que está vinculado a un problema mayor de dislocació­n social y existencia­l. “Es por eso que las teorías de la simulación se han vuelto tan populares”, dijo en una reciente charla en línea, refiriéndo­se a la idea (también proclamada por Musk) de que tal vez estamos viviendo en una Matrix generada por computador­a. “Existe la sensación de que la realidad es menos relevante”.

A diferencia de otras monedas meme, podría decirse que el doge tiene valor por Musk. La criptograf­ía a menudo suele describirs­e como un culto, pero Dogecoin se ajusta mejor a la definición que otros tokens, dice Sam Lessin, inversor y socio de Slow Ventures.

“Elon Musk es uno de los más grandes líderes de culto modernos”, expone. En el entorno financiero actual, seguir al líder del culto puede ser, de hecho, una decisión racional, dice. “Si haces lo que dice Elon primero, ganarás dinero”.

Para Ursich, lo atractivo de la criptodivi­sa del perro no es su precio, sino la comunidad, especialme­nte durante la pandemia. Aunque no pudo ver a su hermana y su familia, que viven en Montana, estrechó lazos con su sobrina de 12 años gracias a los memes del doge. “No podía preguntarl­e por la escuela o el baloncesto, pero siempre podíamos hablar sobre el doge”, dice. En este sentido, Dogecoin, y realmente cada token, es un token social.

 ??  ??
 ??  ?? ▲ Michael Babyak. Encontró a Ethereum como “la comunidad más universalm­ente acogedora del mundo”.
▲ Michael Babyak. Encontró a Ethereum como “la comunidad más universalm­ente acogedora del mundo”.
 ??  ??
 ??  ?? ▲ Jack Brew. El gusto por el póquer lo llevó a la criptograf­ía, lo que llevó a la “agricultur­a de rendimient­o”.
▲ Jack Brew. El gusto por el póquer lo llevó a la criptograf­ía, lo que llevó a la “agricultur­a de rendimient­o”.
 ??  ?? ▲ Jamy Castor “Empiezas a preguntar, ‘¿Cómo sucedió esto? ¿Quién está detrás de esto?”.
▲ Jamy Castor “Empiezas a preguntar, ‘¿Cómo sucedió esto? ¿Quién está detrás de esto?”.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico