Campeche Hoy

EL HALLAZGO

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camioneta cerrada y enfila directo a su casa, donde lo esperan los suyos para comer; otras, vaga con la Chrysler, se toma su tiempo y saluda a sus viejos amigos o conocidos.

La semana está cerrando bien en cuanto a ganancias, don Isaías cuenta de nuevo los billetes y hace montoncito­s calculando de todos los gastos que debe cubrir. Le quedan unos centavos libres para su bebida, su dulce, algún gustito por ahí.

Los carros pasan raudos por el peri

Luego de varias llamas a su celular y de horas de búsqueda, finalmente fue encontrado dentro de su propia camioneta. férico. Hace un calor pesado que se agranda cada que don Isaías se mete debajo del chasis de algún auto.

El mecánico ordena un poco su camioneta Crysler color plata, placas de circulació­n WTJ-63-30 del estado de Tabasco. Tiene 56 años y es normal que sude y resople por el esfuerzo y la humedad del aire.

Se quita la camisa para no empaparla, pero prácticame­nte ya está mojada.frente a la entrada del taller, se detiene una persona y saluda casi gritando. Don Isaías asoma su cabeza desde la puerta abierta de la Chrysler. Se atusa el bigote entrecano y responde a la vista: «¡Pasa!».

En el hogar de don Isaías apagaron las luces de la casa. Lo estuvieron esperando para que cenara, pero ya pasa de las once de la noche y no se escucha el motor de la camioneta frente a la entrada.

A veces, el moflero se queda a trabajar porque cae algún trabajo imprevisto. Sus familiares dan por sentado que eso ha ocurrido y no se preocupan, sin saber que ya no regresaría a casa.

Pero como no se aparece al desayuno del sábado, los parientes empiezan a preocupars­e. En la cocina alistan alimentos para llevarle al taller.

Los familiares de don Isaías encuentran la alambrada del taller abierta. Una rápida ojeada al establecim­iento revela que el moflero no se encuentra.

Las herramient­as y máquina de soldar están guardadas, como si el maestro acabara de salir. La camioneta color plata continúa aparcada en el mismo sitio de siempre.

El taller tiene un halo de misterio, de anomalía ahora que su propietari­o no aparece. A uno de los familiares de don Isaías se le ocurre poner sus manos como visor sobre el cristal de la unidad y husmea al interior. «Aquí está», grita sorprendid­o.

Abren la puerta de la camioneta y encuentran al anciano en la parte trasera, entre los asientos. Su cuerpo solo tiene puesto un short. La camisa de rayas descansa sobre uno de los asientos. Ya no está empapada.

La cara de don Isaías parece tranquila, como si tuviera un buen sueño. No respira. Más tarde arribarán los agentes de la Fiscalía General del Estado. Los parientes de don Isaías escucharán resignados la causa del fallecimie­nto: infarto fulminante. El taller parece ahora un paraje fantasma sin la presencia de su dueño.

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l Estimado lector si conoce algún caso de la vida real que consideres debe ser publicado en esta sección envíanos tus datos y Grupo Cantón se pondrá en contacto contigo. Escríbenos a

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