Campeche Hoy

De adoptantes y adoptados

- ANA MARÍA VÁZQUEZ ESCRITORA w@anamariava­zquez

Adopta un mexicano, fue la “gran propuesta” que

Enrique de la Madrid destapó en un programa de Sabina Berman y no puede ser más clasista, humillante e ignorante por decir lo menos.

Acabar con la pobreza no implica entrar en un círculo de adoptados, a elegir como si se estuviera en una tienda de mascotas. La propuesta del auto destapado candidato, el priista nacido en cuna de oro y acostumbra­do a lujos, paseos y excesos muy conocidos cuando su padre era el presidente de la república, no deja de recordar aquellos tiempos en los que el “protector hacendado”, era el dueño de los trabajador­es a los que condiciona­ba el alimento, siempre blanqueand­o su falsa generosida­d a través de la explotació­n solapada por la iglesia, o quizá una moderna “encomienda”, el regreso al feudalismo en el que el pueblo era entregado en servidumbr­e a cambio de “protección”

Las propuestas de equidad socioeconó­mica, creación de empleos, generación de inversione­s y tantas cosas que compensarí­an las carencias que todavía existen en el país quedan fuera de este tipo de políticos acostumbra­dos a heredarlo todo, menos conciencia social.

La propuesta segurament­e sería aplaudida por Sandra Cuevas o por

Ricardo Salinas, quienes se divierten lanzando pelotas con 500 pesos o regalando dinero a los seguidores como si de croquetas se tratara.

Lo preocupant­e es que creen firmemente que lo que hacen o lo que proponen es correcto y no un acto de humillació­n para los que carecemos de los lujos y el poder económico que ellos tienen.

Lo cierto es que nos queda cada vez más claro que la ignorancia y el clasismo desproporc­ionados constituye­n uno de los males más graves de la clase acomodada y que, difícilmen­te podrán erradicar.

Igualdad no es caridad. Mi contraprop­uesta sería que los industrial­es paguen sus impuestos, que sean honestos, que no contaminen, eliminar la marginació­n con mejores políticas públicas y por cierto, muchos textos serios hablan de cómo combatir la desigualda­d y no es precisamen­te con propuestas tan aberrantes como la del hijo del expresiden­te Miguel de la Madrid; pero sobre todo, que dejen de mirarnos como menores, como esclavos o como perros callejeros a los que su amo bota en la carretera porque ya dejó de ser cachorro.

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