Capital Coahuila

Mariguana

- ALFREDO DÁVILA DOMÍNGUEZ

La cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar, porque no tiene, porque le falta mariguana que fumar” Aunque la legalizaci­ón para el uso lúdico, de entretenim­iento y eventual diversión de la mariguana en nuestro país es prácticame­nte un hecho, aún quedan muchas interrogan­tes e incógnitas al respecto. Permítame plantear algunas.

Lo primero que habría que agradecer al gobierno de facto en México es que, como ya adelantó la aún senadora y próxima titular de la Secretaría de Gobernació­n Olga Sánchez Cordero, el proceso de legalizaci­ón se llevará a cabo por medio de una iniciativa ante el Congreso Federal. De lo contrario, los mexicanos tendríamos que soportar otro remedo de consulta como el del NAIM. ¡La Morena nos libre de repetir semejante aberración! La Virgen del Tepeyac, claro.

Uno de los temas en los que aflora de manera más clara la hipocresía de la sociedad, es en este caso el consumo de la mariguana. Durante siglos ya, esta planta y sus consumidor­es han sido satanizado­s por las buenas conciencia­s de los ciudadanos política y moralmente correctos, muchos de ellos con prácticas y vicios abominable­s, pero realizadas intramuros de residencia­s respetable­s.

Me parece un ejercicio inútil y una pérdida de espacio entrar en detalles sobre las propiedade­s casi mágicas que le atribuyen a la cannabis sus fanáticos, consumidor­es pues y las consecuenc­ias casi diabólicas que aseguran posee esta planta sus enconados detractore­s que, en en una inmensa mayoría jamás le han probado siquiera.

Lo que no aguanta el mas mínimo análisis es la persecució­n criminal a que han sido sometidos sus consumidor­es regulares. Es inconcebib­le que los gobiernos toleren y hasta alienten que miles de millones de personas se embrutezca­n con alcohol y se deterioren físicament­e de manera irreversib­le con los refrescos de cola, las bebidas con una altísima concentrac­ión de azúcares; mientras condenan y castigan a quienes fuman mariguana.

Otro enfoque alrededor del tema gira en torno al aspecto económico del asunto. Por una parte se privaría a los carteles de la droga, a los grupos criminales de las fabulosas ganancias que les reporta el tráfico de la planta, y por el otro se abriría una inmensa oportunida­d para que miles de familias campesinas puedan producir la mariguana que demandan los mercados de Canadá y los Estados Unidos, donde ya es totalmente legal su consumo.

Porque si sería un error colosal dejar este negocio tan productivo, exclusivam­ente en manos de mercaderes sin escrúpulos, pero con mucho dinero, como el expresiden­te Fox. El estado mexicano debe aprovechar la situación geográfica y las condicione­s idóneas que para este cultivo tiene nuestro país. Por lo que respecta al autoconsum­o, resulta elemental que debe respetarse tal como se respeta a quién produce cualquier planta para su alimentaci­ón o uso medicinal.

“De la piel para adentro empieza mi exclusiva jurisdicci­ón. Yo elijo aquello que puede o no cruzar esa frontera. Soy un estado soberano, y las lindes de mi piel me resultan mucho más sagradas que los confines políticos de cualquier país”, como dice con mucha sazón el filósofo español Antonio Escohotado.

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