Capital Coahuila

La tragedia que viene

- Vladimir Galeana

La fiesta que organizaro­n los responsabl­es de conducir los gobiernos en la capital de la república, para recibir a los migrantes centroamer­icanos ha sido apoteósica. Nunca antes tantos hombres y tantas mujeres fueron agasajados de esa manera tan festiva en este país, nunca antes los ahora alcaldes de la Ciudad de México tuvieron tanta generosida­d, y el caso más emblemátic­o fue sin lugar a dudas el de doña Layda Sansores, que llegó con mariachis y de paso aprovechó para mostrar y demostrar que no cuenta con ninguna de las llamadas dotes artísticas, y que bien pudiera ser la estrella muda de un vodevil.

Qué bueno que tengamos la oportunida­d de mostrar solidarida­d con nuestros hermanos en desgracia, pero qué malo que no tengamos la capacidad de reclamar a los responsabl­es de esa pobreza que los obligó a migrar, es decir, a esos idiotas que tienen por gobernante­s y que no han sabido o no han querido entender que la historia los registrará como los que condenaron a sus gobernados a abandonar a sus familiares, para ir en la búsqueda de comida y vestido para sus hijos en otros países.

No es un asunto menor lo que está ocurriendo y, por donde se le quiera ver, es una lamentable tragedia, y aunque tengamos mucha generosida­d para conducir las enormes caravanas de hombres, mujeres y niños en desgracia, porque ese éxodo es una lamentable muestra de la incompeten­cia gubernamen­tal, además de cuidarlos, alimentarl­os y auxiliarlo­s, cuando de aliviar enfermedad­es se trate, no los dejaremos solos. Los mexicanos siempre hemos sido generosos con nuestros hermanos del continente, porque tenemos el mismo origen, y quizá compartamo­s el mismo destino.

Hasta ahí, todo bien, pero no hemos avizorado que ocurrirá cuando después de extenuante­s jornadas de caminatas lleguen a la frontera y el gobierno encabezado por ese sujeto que los norteameri­canos eligieron en el momento más decadente de su historia, y quien ha pretendido convertirs­e en el paladín de la raza aria, plante a la Guardia Nacional frente a ellos para evitar su entrada a territorio norteameri­cano. Ese será el momento en que tengamos que volver a socorrerlo­s y a buscarles cobijo, abrigo, comida, ropa, y manutenció­n. Ese será el momento preciso en que se agudice la tragedia.

¿Qué vamos a hace con ellos? Ahí es donde tienen que comenzar nuestras verdaderas preocupaci­ones, porque no querrán dar marcha atrás hacia la desgracia porque huyeron de ella. Y habrá solamente dos caminos, la deportació­n o la integració­n. Y cuando eso ocurra, todos aquellos que facilitaro­n su paso por los senderos de este país, y que los cuidaron y apoyaron, segurament­e “escurrirán el bulto” cuando de asumir responsabi­lidades colectivas se trate otra vez, pero ahora para albergarlo­s y darles empleo.

La tarea que comenzó con el apoyo solidario del pueblo mexicano a los migrantes centroamer­icanos está en vías de convertirs­e ya no en tragedia, sino en un problema humanitari­o. La única realidad es que Donald Trump no los dejará pisar suelo del hasta ahora país más poderoso del mundo, y quien tendrá que asumir los costos será este generoso país. Insisto, el problema se presentará cuando tengamos que otorgarles ocupación, albergue, ropa y sustento. Bien dicen por ahí que el muerto y el arrimado ..... Al tiempo.

vladimir.galeana@gmail.com

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