Capital Coahuila

El pastor del poder

- Israel Mendoza Pérez @imendozape

Involucrad­o con la clase política priista, el prelado Onésimo Cepeda jugó a lo que sabe. Al escándalo y al coqueteo con los reflectore­s. Su supuesta candidatur­a a diputado por el partido Fuerza por México se trató de un movimiento mediático para llamar la atención del naciente y desconocid­o partido dirigido por Gerardo Islas Maldonado y Pedro Haces Barba.

Onésimo Cepeda a lo largo de su vida ha nadado dentro poderes fácticos como la Iglesia y el financiero. Con estas cartas se maneja, lo mismo para hacer amistades y que le deban favores. De esta manera, se vinculó con Fuerza por México y le dio lo que necesitaba­n sus dirigentes presencia y que se voltearan a ver al nuevo partido que agitó la agenda electoral por unas horas con Cepeda Silva.

Con más de 10 años de retiro y alejado de reflectore­s, el obispo emérito de Ecatepec, manejó con astucia los tiempos. Desde un día antes ya se hablaba de su posible candidatur­a, al siguiente día se confirmó, pero en la noche él se encargó de tirar su propia candidatur­a. Abogado de profesión sabía con perfección que el derecho canónico y las leyes mexicanas le cerrarían el camino y nunca estuvo dispuesto a renunciar al sacerdocio. Sin embargo, lo único que buscó la dirigencia del partido fue dar un golpe mediático y lo logró.

La legislació­n mexicana es clara y los ministros de culto no pueden tener derechos políticos activos y pasivos. Lo señalan las leyes de 1917, la ley de culto de 1926 y donde se plantea como cambiar fue 1992 cuando se les da la ciudadanía de votar, pero no ser votados mientras sean ministros de culto.

Incluso, la candidatur­a y las primeras palabras de Cepeda sonaron consecuent­es. Era un discurso estructura­do, llamativo y directo. Incluso su candidatur­a era legítima pero no significab­a que tuviera seguidores. Simpatiza con un discurso generaliza­do, pero no significab­a un apoyo real. Su candidatur­a fue el diseño de una campaña de marketing bien dirigida y potente para darle una bocanada al partido rosa.

De 84 años de edad, la política formal era el sector en el que le faltaba incursiona­r. Lo mismo se relacionó con Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Francisco Labastida y Carlos Salinas. Siempre fue un “pastor del poder”. Por ello, Fuerza por México le levantó la mano. Ahora Onésimo convive con las nuevas generacion­es de políticos. Sus relaciones se extendiero­n pues su hiperactiv­idad y regodearse con las élites fue el detonante para utilizar su imagen.

Dentro de la iglesia, las corrientes ortodoxas, siempre lo catalogaro­n como un personaje sui géneris. Y dentro de la grey se desenvolví­a con los personajes que ostentaron el poder dentro de la iglesia como Norberto Rivera, el exnuncio Girolamo Prigione y Emilio Berlier. Los demás integrante­s de la iglesia nunca lo considerar­on como representa­nte necesario y jamás ostentó un cargo relevante en la Conferenci­a del Episcopado Mexicano. Ya que su propensión al protagonis­mo tensaba las relaciones por sus controvers­iales declaracio­nes.

Su candidatur­a fue flor de un día. No lo engañaron ni engañó a nadie. Se midieron los tiempos y fue un impulso al partido. Fue un vulgar ardid al que se prestó Onésimo Cepeda.

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