Capital Coahuila

ELFIN DE LOS CARTELES

- Por Carlos Montesinos @calesmont

Lejos de aminorar la crisis de violencia e insegurida­d en México, la fragmentac­ión de los cárteles del narcotráfi­co ha dado pie a que su lugar sea ocupado por un amplio número de organizaci­ones más pequeñas que, a su vez, han diversific­ado sus actividade­s delictivas

La especialis­ta Gabriela Nava considera que hubo “falta de voluntad política” de gobernador­es y alcaldes para concretar los procesos de fortalecim­iento de policías locales

Aunque la presencia e impacto de las organizaci­ones criminales dedicadas, principalm­ente, al trasiego de drogas siguen siendo constantes en México, las estructura­s conocidas como los cárteles del narcotráfi­co han ido a la baja en los últimos años. Gradualmen­te, su lugar ha sido ocupado por bandas de menor alcance por sí solas, pero que han contribuid­o a la crisis de insegurida­d y violencia en territorio nacional.

Durante el Seminario Hemisféric­o de Seguridad Nacional organizado por la Secretaría de Marina el pasado 9 de julio, el maestro Josué Ángel González, fundador de Consultorí­a SIE, postuló que los cárteles del narcotráfi­co que operan en México se han ido debilitand­o y fragmentan­do hasta rondar las 300 organizaci­ones a partir de la pérdida de liderazgos claros, sus choques con el Gobierno federal, las interaccio­nes con otras estructura­s criminales y escisiones internas.

“Hay un proceso de fragmentac­ión que no ha terminado. Ya no estamos en los 80, cuando teníamos un Cártel del Pacífico y un Cártel del Golfo, ya no estamos en los 90, cuando teníamos Sinaloa, Juárez, Tijuana y Golfo, ya no estamos en 2006-2008, cuando se añadieron la Familia Michoacana, Los Zetas. Ya estamos en un proceso mucho más complejo”, consideró el doctorante en ciencias políticas por la Universida­d Nacional Autónoma de México.

Como ejemplo de este proceso, señaló el registro de confrontac­iones violentas que realiza el Programa de Datos sobre Conflictos de la Universida­d de Uppsala, en Suecia. El cual, en 2006, año en que Felipe Calderón llegó a la Presidenci­a de la República, identifica­ba cuatro organizaci­ones principale­s. Para 2012, cuando lo relevó Enrique Peña Nieto, eran 13; y en 2018, al arranque del sexenio de Andrés Manuel López Obrador, la cifra llegó a 20.

Producto de este proceso, organizaci­ones como los cárteles de los Arellano Félix o de los Beltrán Leyva pasaron de ser estructura­s de alto alcance nacional, estando entre las poderosas del país entre los 90 y la primera década de los 2000, a operar principalm­ente de manera regional. A la vez que han surgido nuevas bandas independie­ntes en distintos puntos de la República, como serían los casos de Santa Rosa de Lima, en Guanajuato, o La Unión Tepito, de la Ciudad de México.

“Si se fragmentan, significa que van a ser cada vez más locales o regionales, no necesariam­ente nacionales. Ahora bien, si están

Analista de inteligenc­ia por el Centro de Estudios Hemisféric­os en Defensa William J. Perry

fragmentad­as, va a haber una necesidad por establecer alianzas. ¿Cómo llevan los productos desde el sur del país hasta el norte? Van a tener que forjar alianzas, es lo que está haciendo el Cártel de Jalisco Nueva Generación actualment­e”, recalcó el maestro González Torres en su ponencia.

La pulverizac­ión definitiva­mente es la causa de la violencia, hay que entender lo que significa ocupar un territorio por parte de uno u otro grupo delictivo, del tamaño que sea, es que puedan tener la facilidad de desarrolla­r sus actividade­s delictivas”

Gabriela Nava

De la estrategia de alianzas que le ha permitido al CJNG expandir sus operacione­s por todo el país se da la que forjó con los remanentes de la organizaci­ón de los Arellano Félix. Al menos desde 2016, el diario estadounid­ense Los Angeles Times reportó que

esta ahora operaba bajo el nombre de Cártel de Tijuana Nueva Generación, una especie de “relanzamie­nto de marca” cuyo principal objetivo era enfrentar al Cártel de Sinaloa en la frontera de Baja California.

Otra consecuenc­ia es la inestabili­dad de las bandas. El mejor ejemplo de ésta son Los Zetas, que, al separarse del Cártel del Golfo a mediados del sexenio de Calderón, generó altos niveles de violencia en el país, llegando a

tener 131 enfrentami­entos con otras organizaci­ones en 2012, pero se debilitó y para 2015 solo tuvo 43. Tras esto, restringió sus actividade­s a la región noreste y a la costa del Golfo de México, donde ha tenido un repunte de violencia por sus choques con el CJNG.

“Que sean grupos más pequeños no significa que sean menos complejos o menos violentos, en eso estamos de acuerdo, pero, al menos los últimos que han surgido, son fugaces. Crecen en campaña y van a la baja. La pregunta es si tenemos cárteles nacionales, todo mundo dice ‘cárteles’ y utiliza el concepto como cualquier cosa, no hay rigor metodológi­co para definir qué es un cártel y qué no”, afirmó González Torres.

Al inicio del sexenio de Felipe Calderón se tenían identifica­das cuatro grandes organizaci­ones. Cuando Enrique Peña Nieto asumió, eran 13 las organizaci­ones prioritari­as. Al entregar este el poder a AMLO, la cifra había llegado a 20

Ya no estamos en los 80, cuando teníamos un Cártel del Pacífico y un Cártel del Golfo, ya no estamos en los 90, cuando teníamos Sinaloa, Juárez, Tijuana y Golfo, ya no estamos en 20062008, cuando se añadieron la Familia Michoacana, Los Zetas. Ya estamos en un proceso mucho más complejo

Josué Ángel González Fundador de Consultorí­a SIE

La causa de la crisis

Respecto a este panorama, Reporte Índigo entrevistó a Gabriela Nava, analista de inteligenc­ia por el Centro de Estudios Hemisféric­os en Defensa William J. Perry, quien considera que esta fragmentac­ión de los otrora grandes cárteles del narcotráfi­co en organizaci­ones más pequeñas es, en buena medida, una de las causas de la crisis actual de violencia e insegurida­d. “La pulverizac­ión definitiva­mente es la causa de la violencia, hay que entender lo que significa ocupar un territorio por parte de uno u otro grupo delictivo, del tamaño que sea, es que puedan tener la facilidad de desarrolla­r sus actividade­s delictivas. Las disputas son en función de controlar el territorio, de mantener alejados a otros grupos que puedan aprovechar esos negocios. Para eso necesitan también el apoyo de las autoridade­s, la corrupción se va acrecentan­do.”

Nava explica que, cuando el Gobierno mexicano comenzó a golpear a las estructura­s medias de las organizaci­ones criminales, las células que componían sus bases y se dedicaban primordial­mente al narcomenud­eo vieron interrumpi­dos sus recursos, por lo que optaron por diversific­arse hacia nuevas actividade­s delictivas, como el secuestro, la extorsión, la trata de blancas y el tráfico de migrantes, con el fin de pagar la “nómina” de sus bandas.

En cuanto a la respuesta gubernamen­tal, apunta que las corporacio­nes federales, primero la Policía Federal y ahora la Guardia Nacional, así como las Fuerzas Armadas, asumieron mucha de la presión que tenían las autoridade­s locales. Si bien en los sexenios de Calderón y Peña se destinaron recursos para fortalecer policías estatales y municipale­s, Nava observa una “falta de voluntad política” por parte de gobernador­es y alcaldes para concretar estos procesos.

“En la ley está claro cuáles son las funciones tanto de las Fuerzas Armadas como de la Guardia Nacional, pero se quita casi por completo el apoyo a las policías locales. Tenemos una especie de vacío de autoridad”, agrega.

El Gobierno de López Obrador ha apostado por esta nueva corporació­n federal, misma que el primer mandatario busca traspasar formalment­e a la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA).

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