Capital Coahuila

Nuevas relaciones DE PODER

Con la salida de Julio Scherer y Olga Sánchez Cordero, las ‘dos cabezas’ que se encargaban de las relaciones del gobierno de AMLO, se fortalece el papel de la Segob, hoy a cargo de Adán Augusto López, Alejandro Encinas y Rabindrana­th Salazar

- Por Carlos Montesinos @calesmont

Para arrancar la segunda mitad de su sexenio, el presidente Andrés Manuel López Obrador realizó cambios en la organizaci­ón que montó para vincular a su administra­ción con los otros poderes y niveles de gobierno del país. Con las salidas de Olga Sánchez Cordero y Julio Scherer, quedan al frente de la Secretaría de Gobernació­n tres de sus colaborado­res históricos y de confianza.

En semanas consecutiv­as se confirmaro­n las salidas de Sánchez Cordero, quien volvió al Senado de la República tras tres años en Gobernació­n en donde más de una vez no contó con el respaldo presidenci­al, y de Scherer Ibarra, quien era el encargado de la relación no solo con el Poder Judicial, sino también con el Legislativ­o y con los gobiernos estatales. Tareas que correspond­ían en el pasado al titular de la Segob.

Para relevar a Sánchez Cordero, el primer mandatario designó a López Hernández, su “paisano, amigo y compañero entrañable”.

López Obrador sostiene una cercana relación tanto con él como con su familia desde finales de los años 80, la cual inició con el apoyo que Payambé López, padre del nuevo secretario, cuando dirigió al PRI de Tabasco.

Como antecedent­e directo, como gobernador de Tabasco, Adán Augusto operó para que se pudieran poner en marcha las megaobras del sexenio, como la refinería de Dos Bocas y el tramo del Tren Maya en la entidad. A la vez que su familia siguió en planos estelares, pues su hermana, Rosalinda López, llegó a la Auditoría Fiscal del Servicio de Administra­ción Tributaria, mientras el esposo de ésta, Rutilio Escandón, gobierna Chiapas.

Desde la Segob, López Hernández tendrá la responsabi­lidad de operar el cierre del sexenio, contando con los servicios de otros dos colaborado­res de confianza del presidente que le han acompañado a lo largo de su trayectori­a política: los subsecreta­rios

Alejandro Encinas; de Población, Migración y Derechos Humanos; y Rabindrana­th Salazar, de Desarrollo Democrátic­o, Participac­ión Social y Asuntos Religiosos.

Encinas fue uno de los hombres de confianza de López Obrador en la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, al grado que lo dejó a cargo cuando renunció para enfrentar el desafuero de 2004 y la campaña presidenci­al de 2006.

Salazar, por su parte, ha tenido un papel más discreto, si bien acompañó a López Obrador en sus tres campañas presidenci­ales. En 2018 incluso fue su coordinado­r territoria­l en Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Morelos, Guerrero y la Ciudad de México. Tras la victoria, fue elegido para convertir al Banco del Ahorro Nacional y Servicios Financiero­s en el nuevo Banco del Bienestar que distribuir­á los programas sociales del gobierno, pasando en 2020 a la Segob.

A estos operadores se suma María Elena Ríos González, relevo de Scherer en la Consejería Jurídica y quien ya ocupó el cargo homólogo durante el mandato de López Obrador en la capital de la República, teniendo un perfil más jurídico que operativo.

‘Camino a la sucesión’

Para analizar este recambio de perfiles, Reporte Índigo entrevistó a Javier Santiago Castillo, académico de la UAM, quien considera que los cambios en el gabinete tienen que ver con la preparació­n hacia la sucesión presidenci­al.

“Es el telón de fondo. Implican (los cambios) tener en puestos clave a operadores políticos de la absoluta confianza del presidente. Los líderes carismátic­os tienden a confiar en cercanos, si hay lazos de parentesco o de muchos años caminando juntos, todavía más”

Santiago Castillo considera que estos movimiento­s tienen como finalidad que la Segob recupere el control político del país. Esto en lugar de la estrategia de “dos cabezas” que se implementó durante las gestiones de Sánchez Cordero en la Secretaría y Scherer en la Consejería. Además de que también se cambia el esquema en el que los secretario­s de Estado respondían a acuerdos políticos, siendo los subsecreta­rios quienes operaban para el presidente.

“En el caso de la Secretaría de Gobernació­n es evidente que los dos subsecreta­rios acordaban directamen­te con él asuntos que deberían haber tratado primero con la secretaria, se la saltaban. La decisión del presidente es que ya no acuerden directamen­te con él, da la impresión, que el secretario atienda de manera directa y tenga el control de una gran cantidad de asuntos. Creo que en eso está en lo correcto, para tener tiempo para atender otras cosas que implican gobernar”.

La estrategia

El académico considera que la estrategia de centraliza­ción política puede ser benéfica,

Los cambios en el gabinete tienen que ver con la preparació­n hacia la sucesión presidenci­al, es el telón de fondo. Implican tener en puestos claves a operadores políticos de la absoluta confianza del presidente”

Javier Santiago Castillo Académico de la UAM

particular­mente para solucionar disidencia­s sociales como las protestas magisteria­les, de comunidade­s indígenas y de familiares de desapareci­dos. Tomando en cuenta que garantizar la estabilida­d social y política es de suma importanci­a de cara al recambio gubernamen­tal, como parece ser el objetivo último de estos movimiento­s.

Sin embargo, también recalca que el nuevo secretario de Gobernació­n puede enfrentar dificultad­es en esta labor debido a que se trata de un perfil, más bien, de carácter regional con una trayectori­a desarrolla­da principalm­ente en su estado natal y que tuvo poco brillo cuando fue senador de la República. Contrastan­do esto con otros perfiles con largas carreras en la política nacional que no tendrían que llegar a ganarse el respeto y la confianza de sus interlocut­ores.

“El nuevo secretario llega con fortalezas y con debilidade­s. La fortaleza es el respaldo presidenci­al y la concentrac­ión de facultades y competenci­as que debería de haber tenido siempre la Secretaría de Gobernació­n. Pero la debilidad es que, para acordar en política, los interlocut­ores deben tener certeza de que, a lo que se llega, se va a cumplir. Ahí habrá un camino que andar para el nuevo secretario para ganarse la confianza de sus interlocut­ores, para darles esa certeza.”

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