Capital Coahuila

Deuda heredada

- Israel Mendoza Pérez @imendozape

La situación llegó a un nuevo nivel el miércoles 6 de marzo cuando, tras una semana de plantón, normalista­s trataron de ingresar a Palacio

A seis meses de concluir la cuatroté, del presidente Andrés Manuel López Obrador, uno de los pendientes más explosivos, y que será una herencia al siguiente gobierno, es el de la deuda histórica con los familiares de los 43 estudiante­s normalista­s de Ayotzinapa.

Y es que las palabras del presidente desde sus primeros días electo fueron: “se va a hacer justicia y que, en vez de debilitars­e las institucio­nes, se van a fortalecer cuando todos conozcamos lo que realmente sucedió y se sepa el paradero de los jóvenes, se sepa dónde están los jóvenes y se castigue a los responsabl­es”.

Sin embargo, en las postrimerí­as del sexenio, la relación entre el gobierno y los padres de familia de los 43 estudiante­s desapareci­dos está quebrada. En resumen solo dos personajes son señalados, Jesús Murillo Karam, exprocurad­or y Tomzá Zerón de Lucio, exdirector de la Agencia de Investigac­ión Criminal (AIC) acusado de tortura, desaparici­ón forzada y coacción de servidores públicos. Los resultados del gobierno resultaron magros.

Fue el subsecreta­rio de derechos humanos de la Secretaría de Gobernació, Alejandro

Encinas que inició trabajos con la Unidad Especial de Investigac­ión y Litigación del Caso Ayotzinapa (Ueilca) de la Fiscalía General de la República, a cargo de Omar Gómez Trejo; sin embargo, dejó el cargo y ya había visos de que las promesas y trabajo sólo iban en círculo.

Los padres de Ayotzinapa manifestab­an su molestia por la lentitud de las investigac­iones y la falta de resultados para castigar a autoridade­s, tanto civiles como militares, que participar­on en la desaparici­ón de sus hijos y en la fabricació­n de la denominada verdad histórica en el sexenio pasado.

Ante ello, la presión para la cuatroté fue inevitable. Al presidente Andrés Manuel López Obrador se le comenzó a escurrir la simpatía ganada con el movimiento de padres de familia y entró en una espiral de confrontac­ión directa. Los modos y las declaracio­nes sacaron a flote el desencanto.

En junio de 2020, Tomás Zerón, exdirector de la Agencia de Investigac­ión Criminal, se volvió el primer objetivo de alto nivel del Gobierno cuando se giró tanto orden de captura como ficha roja de la Interpol en su contra. Sin embargo, hasta la fecha sigue prófugo en Israel

La polémica continuó cuando se dio a conocer que Encinas había sido espiado por el Ejército con Pegasus, el software adquirido por Zerón. La respuesta de López Obrador causó críticas, pues pidió no darle importanci­a al asunto. Encinas dejaría el cargo en noviembre de 2023 para sumarse a las campañas de Morena. La salida y las señales de confrontac­ión alejaron más los resultados de los 43.

Pero es en el último año del sexenio cuando se declaró la ruptura. En el libro “¡Gracias!”, López Obrador afirma que el caso Ayotzinapa “nunca se va a cerrar”. Versión que retomó en su mañanera del 15 de febrero al reclamar que los padres y sus asesores habían politizado el tema en lugar de ayudar a resolverlo.

La situación llegó a un nuevo nivel el miércoles 6 de marzo cuando, tras una semana de plantón, normalista­s trataron de ingresar a Palacio Nacional estrelland­o una camioneta en una puerta. López Obrador acusó que los padres “están siendo manipulado­s” con ello no se da carpetazo al caso, pero pasa a manos del siguiente gobernante del país.

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