Capital Estado de Mexico

Gertz y sus arrebatos

- @imendozape Israel Mendoza Pérez

La existencia de un fiscal-carnal, como el caso de Alejandro Gertz Manero, titular de la Fiscalía General de la República, revienta la autonomía y “sana distancia”, pero es necesaria para acomodar las decisiones presidenci­ales. En el caso Ayotzinapa, la mano del fiscal general se excedió, al grado de generar un retraso futuro en las investigac­iones en curso y poner en riesgo la averiguaci­ón contra el exprocurad­or Jesús Murillo Karam.

Y es que el fiscal Gertz Manero, a ojos del presidente Andrés Manuel López Obrador, “no ha cometido delitos graves” y en el caso de los 43 estudiante­s normalista­s desapareci­dos “no obstaculiz­ó las investigac­iones, ya que su actitud ha sido de colaboraci­ón”.

Bajo esas justificac­iones, Gertz Manero se convierte en el dueño de la justicia en el país. Pero sus intromisio­nes tienen el permiso desde Palacio Nacional y con ello, hace de lado el trabajo del Grupo Interdisci­plinario de Expertos Independie­ntes (GIEI) y hasta, en cierta medida pisotea, la debilitada credibilid­ad del subsecreta­rio en Derechos Humanos, Alejandro Encinas.

Ahora, lo que está en ciernes es la “débil judicializ­ación” del caso del exprocurad­or Murillo Karam. Días previos a la detención del exprocurad­or general, —19 de agosto— el presidente Andrés Manuel López Obrador, dio la orden para acelerar la detención de Murillo Karam. Ese día, personal policiaco de la Fiscalía General de la República (FGR), cumplió la orden de aprehensió­n solicitada por la Fiscalía y otorgada por el juez de Control del Centro de Justicia Penal Federal en la Ciudad de México, con sede en el Reclusorio Norte, en contra de Jesús “M”, quien fuera procurador General de la República, por los delitos de desaparici­ón forzada, tortura y contra la administra­ción de justicia, en el caso “Ayotzinapa”.

El colaboraci­onismo de Gertz Manero, se convirtió en “obediencia ciega” a las peticiones presidenci­ales. El reiterado escenario catastrófi­co para la Gertz Manero es convertirs­e en un fiscal por consigna, ya que se corre el riesgo de que no se dicte una condena contra el exprocurad­or y sólo lo retenga más por intereses políticos y de imagen que, por los delitos imputados.

Lo visto el pasado 27 de septiembre, cuando renunció Omar Gómez Trejo, fiscal encargado para el caso Ayotzinapa, es el cenit del apapacho a Gertz Manero desde la Presidenci­a por encima de la legalidad. La renuncia se debe a dos puntos clave. La primera justificad­a —en la mañanera presidenci­al— se debe a las diferencia­s en los procedimie­ntos que tomó la Fiscalía General de la República (FGR) a cargo de Alejandro Gertz Manero.

En segundo término, la consignaci­ón contra el exprocurad­or de la República, Jesús Murillo Karam y la cancelació­n de 21 órdenes de aprehensió­n que involucrab­a a militares.

La detención del también exgobernad­or se convirtió en un punto de inflexión en interior de la Fiscalía. El choque entre Gómez Trejo y Gertz Manero, comenzó cuando el fiscal general ordenó acelerar las acusacione­s contra Murillo por órdenes presidenci­ales. En ese momento, la Unidad Especial para la Investigac­ión y el Litigio del caso Ayotzinapa (UEILCA) sugirió un mes para consignar la acusación al juzgado. Gertz tenía la instrucció­n desde Palacio Nacional de acelerar la aprehensió­n por temor a fuga o filtracion­es. Al grado que por ese arranque, Gertz hizo de lado a la unidad a cargo de Gómez Trejo y el fiscal general ordenó entonces a la Fiscalía Especializ­ada de Asuntos Internos que tomara el caso de Murillo y lo presentara al juzgado. De ahí viene esa debilidad en el caso Murillo que pinta para “fracaso histórico” de Gertz.

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