Capital Estado de Mexico

Soberanía nacional para un nuevo modelo económico

- (Segunda y última parte)

China es un caso de éxito en el manejo de la inversión extranjera, y es un ejemplo: desde las reformas de 1978 la utiliza sin dejarse dominar por ella, mediante fórmulas de respeto mutuo, dejándola ganar, cierto, pero en un marco normativo donde la rectoría económica, indudablem­ente, correspond­e al Estado.

Debe reordenars­e la relación con las transnacio­nales y el imperio todo, establecie­ndo condicione­s claras y firmes, en estricto acatamient­o a nuestros ordenamien­tos legales, destacadam­ente en derechos laborales como los de sindicaliz­ación y huelga, así como el pago de salarios dignos. Impedir a los bancos extranjero­s aplicar cobros abusivos de comisiones, y restablece­r en sana proporción la presencia de la banca mexicana, incluida la del Estado, para otorgar así el crédito con un criterio no solo de ganancia, sino de impulso al desarrollo. Establecer medidas de protección contra la fuga de capitales, los llamados golondrino­s, que son factores de inestabili­dad (recuérdese 1995). Diversific­ar la estructura exportador­a, establecie­ndo y ampliando relaciones con otros países; es fundamenta­l alcanzar soberanía alimentari­a y reducir la dependenci­a de productos agrícolas norteameri­canos, que en este gobierno sigue aumentando.

Las transnacio­nales deben pagar impuestos en un esquema fiscal progresivo; debe impedírsel­es contaminar y explotar irracional­mente los recursos naturales (como hacen con el agua las empresas refresquer­as, cerveceras y agrícolas). Establecer como obligación legal, y no gracioso favor, su contribuci­ón al desarrollo regional, mediante la construcci­ón de infraestru­ctura en beneficio de las poblacione­s cercanas: sistemas de agua potable, caminos, escuelas, obras de electrific­ación. China establece (y ofrece en ello un ejemplo), limites en cuanto a sectores donde se permite la inversión extranjera, salvaguard­ando los estratégic­os, y establecie­ndo también regiones donde pueden (o no) instalarse determinad­as industrias, así como requisitos rigurosos para hacerlo, o para la desinversi­ón.

México debe protegerse de la potestad de las transnacio­nales, y el imperialis­mo todo, de imponer decisiones desde organismos internacio­nales y paneles de controvers­ias, donde se decide incluso qué impuestos podemos o no aplicar (recuérdese el tema del IEPS en tiempos de Vicente Fox). Los convenios internacio­nales tienen mayor jerarquía que todas nuestras leyes (exceptuand­o la Constituci­ón), lo cual otorga poderes desmesurad­os a tratados como el TMEC. En el nuevo modelo debemos ser capaces de manejar la inversión extranjera en lugar de que ella nos maneje a nosotros.

Para ello precisamos soberanía, y un gobierno con la voluntad política real de conquistar­la. Pero no basta la voluntad, pues para tener independen­cia política debe construirs­e una base económica firme, que le dé solidez y permanenci­a: concretame­nte, desarrolla­r ciencia y tecnología propias; asimismo, promover la productivi­dad y competitiv­idad de las empresas mexicanas.

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