La batalla de Xóchitl
El 2 de junio, los ciudadanos decidiremos cuál será el rumbo que tomará el país en los próximos seis años, hay tres propuestas que compiten por ganarse la con anza del electorado, pero en realidad sólo dos tienen posibilidades reales de lograr el objetivo. Por un lado, la candidata del presidente, quien ofrece prácticamente lo mismo del proyecto que nos ha regido en este sexenio. Abiertamente se presenta como la candidata de la continuidad, con todo lo bueno y malo que eso signi que, asumiendo los bene cios del proyecto de la Cuarta Transformación, pero también los costos que representa, para muchos, un sexenio perdido. Del otro lado, una candidata que se supo sobreponer a todas las burocracias y conictos partidistas para que desde una posición respaldada por ciudadanos sin partido, lograra la nominación, a pesar de no ser la favorita de ninguno de los dirigentes de los institutos políticos que hoy la postulan. La hidalguense deberá poner mucha atención, porque se advierte, por la in nidad de reclamos e incluso renuncias que se han generado de militantes y líderes del PRI en el Estado de México, a causa de las designaciones en las candidaturas a contender en los distritos locales y municipios, que pareciera que el poderoso partido tricolor está jugando a que Xóchitl pierda la elección. Si tomamos en cuenta que los dirigentes de los tres partidos aliados, todos están seguros en posiciones plurinominales que los harán sin duda miembros de las próximas legislaturas, tanto federal como local, desplazando a cuadros con verdadero capital político que hoy pudieran representar mejor, sobre todo, al priismo mexiquense.
Hace unos días platicando con un hombre sabio, priista de la vieja guardia que conoce como nadie al PRI, me comento lo siguiente: “¿qué te hace suponer que a los dirigentes del PRI, PAN o PRD les interesaría que la próxima presidenta sea Xóchitl? Mira, me dijo mientras limpiaba sus lentes, si Xóchitl gana, ella se pondrá por encima de todos ellos y las decisiones ya no pasarán por sus escritorios, quitándoles relevancia y control político y económico, en cambio si pierde, ellos se mantendrán como los únicos negociadores ante la nueva presidenta y podrán mantener impunes todos sus privilegios”. Me alejé con más dudas que certezas.