Caras (México)

El artista peruano, Aldo Chaparro, plasma su distintivo movimiento en cada una de sus piezas. Se considera uno de los escultores más representa­tivos del arte contemporá­neo.

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Cecilia Morales Andere Einar González

Fotos

ldo Chaparro (1965), nació y vivió en una localidad de Lima, Perú, muy cerca de Pachacamac, una pirámide precolombi­na, que solía visitar casi todos los días. “Convivir de manera cotidiana con una obra de semejante volumen, llena de historia y arquitectu­ra, fue clave para mi formación y desarrollo”, nos comenta el artista con gran emoción.

En un viaje al pasado, a su vida de niño y de adolescent­e, nos encontramo­s con sus recuerdos. Con una cara en la que podemos identifica­r una sonrisa, describe a su padre como una persona con gran habilidad en las manos. Esa era una de las razones por las que él y sus hermanos solían pasar mucho tiempo a su lado, pues les gustaba practicar el modelaje de diferentes piezas: aviones, cometas, coches y cualquier cosa que se les ocurriera. Todas estas experienci­as lo llevaron a descubrir su talento y vocación.

Desde muy temprana edad, Aldo Chaparro hizo un firme compromiso con el arte. Siempre dibujó y esculpió como pasatiempo, hasta descubrir que lo que más le gustaba hacer era algo que podía estudiar y llegar a convertirs­e en un profesiona­l. Así decidió inscribirs­e en la Licenciatu­ra en Artes, en la Pontificia Universida­d Católica del Perú. No porque él fuera de ideas muy radicales, sino porque este centro de estudio era de los pocos en los que se ofrecía una carrera completa para desarrolla­r su vocación artística.

En Perú se vivía la década de los años 90 con una agitación política y social muy importante. Con solo 22 años, el artista no dudo en abandonar su país y cambiar su residencia a Monterrey, México, una ciudad en la que se vivía un auge en el arte, una situación que llamaba mucho la atención de las mentes más creativas.

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